Mirador del águila al Salto del tabaquillo - ida y vuelta

Mirador del águila

Pajaros, testigos de nuestro paso

Acostumbrados a ver personas son mansos y no se asustan si se mantiene una distancia prudencial y no se los moesta. Creo que buscan algun convite de miguitas, por momentos se acercan con curiosidad, como buscando algo...

Primera cascada, olla de piedra, tabaquillo.

Uno de los saltos del camino

Yendo por el lecho del rio, suelen aparecer de vez en cuando para recrear la vista y plantear desafíos o decisiones, "¿Por aquí o por allá?", siempre con cuidado y con respeto, disfrutando a cada paso. Hay que llegar y hay que volver....

Otro salto y ollita

Mojones del recorrido, oportunidades de descanso y relajación en un marco natural con la hermosura de las cosas simples. El sonido del viento jugando con la hierba y los árboles, los pájaros, el llamado de un ternero que se separó del resto y como hilo conductor el suave ronroneo del río. La cálida caricia del Sol, por momentos intensa y abrazadora, la cantidad justa de brisa fresca para hacer mas llevadero el recorrido. El sorprendente frío del agua que fluye sin prisa ni pausa, recupera nuestros cansados pies y por momentos nos hace doler por el intenso contraste de temperaturas, pero siempre es una bendición.

Lecho del río

El protagonista es el río. Lo cambia todo a su paso. Es interesante apreciar como a medida que la ladera se acerca al lecho la vegetación se multiplica y se vuelve mas diversa. Por otra parte el agua reclama camino libre permitiendo solamente a su paso la permanencia de las rocas mas voluminosas, verdaderos desafíos por momentos para nuestro recorrido.

Compartido todo es mejor

Lo mejor siempre es la compañía. Poder vivir esto es un regalo de la vida pero hacerlo a la par de mi compañera de vida disfrutando los dos como si fuéramos uno, es plenitud.

Llegando a destino

Luego de la primer cascada donde se encuentra ese majestuoso Tabaquillo que parece salido de la imaginación de Tolkien, cruza de un Arrayán aventurero con algún Ent de la sierra comechingona, el camino se complica como buscando preservar el tesoro que guarda solo para los mas determinados aventureros, desaparecen las huellas se complican los trazos y solo queda seguir por donde se pueda, en ocasiones saltando de piedra en piedra como una cabra, por momento buscando y encontrando algún oculto pasaje, otras veces intentando una escalada inesperada, un pequeño boulder para el que ciertamente no estamos entrenados. Aventura del que decide encarar por cuenta propia sin la asistencia de un guía o vaqueano experimentado que nos allane el camino. Es difícil ser consciente del tiempo o la distancia recorrida, la progresión se estira con descansos y encuentros intermitentes con otros aventureros, paradas para retomar el aliento intentando sobreponernos a nuestras limitaciones que con el transcurso del camino se vuelven cada vez mas evidentes, recordándonos inequívocamente que somos forasteros en esas tierras. De repente, en el momento menos pensado, cuando la ansiedad y el cansancio parecen empezar a ganar la partida aparece sorpresivamente la imagen tan buscada, el destino tan ansiado. Súbitamente se corre el velo de piedra cambiando mágicamente el paisaje y nuestros rostros, vuelve la sonrisa, se renueva la energía se desvanece todo rastro de cansancio o dolor para dejar camino libre a la felicidad de la meta próxima...

La olla del salto del tabaquillo y el camino desandado...

Panorámica