Andenes del Barranco de los Pilones-Paso del Cristiano-Torrecilla-Andén del Picacho
near Parauta, Andalucía (España)
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Itinerary description
Extraordinaria ruta por el Parque natural de la Sierra de las Nieves recorriendo algunos de los andenes y pasos más interesantes de esta sierra. Técnicamente complicada, con trepadas y destrepes expuestos, y físicamente muy dura por la distancia, el desnivel y el tipo de terreno. Es necesario tener la experiencia, destreza y forma física suficientes para hacerla con seguridad.
Salimos del Área recreativa de los Quejigales, bien temprano, para no ir agobiados con el tiempo, y subimos por la Cañada del Cuerno, la vía más directa para llegar al Puerto de los Pilones.
Cañada del Cuerno
La meseta de los quejigales está ahora preciosa con todos los quejigos vestidos de gala con sus hojas nuevas. A diferencia de otros quejigos (Quercus faginea), de hojas marescentes (que tras secarse permanecen en el árbol y no se caen hasta la primavera), estos quejigos de montaña (subespecie alpestris), quizás por las duras condiciones de estas altitudes, tiran la hoja muy pronto, y en invierno adquieren un aspecto que parecen muertos (muchos visitantes así lo creen, erróneamente). Ahora en primavera resucitan, brotan con fuerza las nuevas hojas, de color verde intenso, adquiriendo todo su esplendor.
Meseta de los Quejigales
Tomamos el sendero del Puerto del Oso, pero a mitad de camino lo abandonamos por la derecha para dirigirnos a los Hoyos del Pilar. Hay un sendero relativamente bien marcado, pero hay que ir atentos para no salirse. Cuando llegamos a un collado dejamos también este sendero para subir directamente al Cerro de la Cañada del Cebro (1749).
Cerro de la Cañada del Cebro (1749)
Buscamos la bajada de este cerro por el sur –que no es fácil–, y nos encaminamos hacia los tajos que ya vemos a lo lejos. En otras ocasiones he seguido bajando hacia el sur para subir a los tajos más abajo, pero hoy queremos empezarlos desde el principio, así que en cuanto conseguimos bajar del cerro nos dirigimos hacia el este.
Tajos en la cabecera del Barranco de los Pilones
Hay que cruzar un par de barrancos, que forman parte de la cabecera del de los Pilones. El primero lo hacemos por el dique.
Tajos en la cabecera del Barranco de los Pilones
Tras cruzar el segundo barranco –este por el lecho– Empezamos a ascender hacia la parte alta de la canal por la que hemos entrado otras veces, marcada por unos quejigos, y seguimos subiendo un poco más antes de comenzar a bajar de nuevo para pegarnos al borde de los tajos. En esta ocasión no llegamos hasta los anchos andenes de abajo, cruzamos por una zona más alta, hacia un gran pinsapo doble que nos sirve de referencia, desde donde ya se divisa el Vasar de las Cabras. La verdad es que por abajo el camino es más bonito y más cómodo.
Gran pinsapo doble en los Andenes del Barranco de los Pilones
Para acceder al Vasar de las Cabras hay que cruzar un barranco, buscamos el punto más conveniente. La veredilla de las cabras, que en otras épocas está bien marcada, con tanta hierba apenas se distingue, pero tampoco hay muchas alternativas, es cuestión de pegarnos a la pared.
Tajos y Pinsapar de la Yedra y Alcazaba desde el Vasar de las Cabras
A mitad del vasar, una sabina estrecha aún más el paso, ya de por sí angosto. Hay que estar muy concentrado en este punto porque la caída es larga. Yo me agarro a una rama fuerte del arbusto –por si acaso–.
Vasar de las Cabras
Al final del vasar, bajamos hacia el nivel de los Andenes de la Yedra por una canal, muy empinada pero con buenos agarres.
Canal de bajada del Vasar de las Cabras
Y empezamos a recorrer el camino ya conocido de los Andenes del Tajo de la Yedra y del Tajo Bermejo. La norma es ir siempre lo más pegado posible a la pared, evitando el matorral, claro.
Tajo Bermejo
Por aquí hay bastantes encinas, algunas en sitios imposibles, aferradas a la roca pelada en mitad de la pared.
Encinas en Tajo Bermejo
Luego giramos a la izquierda, siempre pegados a la pared, llevando sobre nuestras cabezas la impresionante muralla de la Raja del Paso por la que ascenderemos, y vamos buscando una gran encina solitaria, algo desgarbada, que nos sirve de referencia para empezar la trepada.
Encina de referencia para el Paso del Cristiano
La primera rampa, aunque muy inclinada, tiene buen agarre, se puede hacer por varias vías con mayor o menor dificultad según la que elijamos. Después llegamos a una zona algo más llana, donde un hito de piedras nos recuerda que hay que seguir por la izquierda. Cuando pasamos una pequeña encina ya podemos ver el primer tramo de cuerda equipada en la pared. Tanto la cuerda como los anclajes siguen –aparentemente– en buen estado, lo más cómodo es utilizarla para ir subiendo –simplemente tirando de ella–, pero yo prefiero agarrarme a la roca que me ofrece más confianza.
Primer tramo de cuerda del Paso del Cristiano
Más arriba hay instalado un cable de acero inoxidable –en perfecto estado–, que podemos usar a modo de línea de vida si llevamos arnés y baga. Por aquí se trepa relativamente bien y con seguridad.
Paso del Cristiano
El paso más peliagudo es un tramo horizontal muy expuesto, inclinado hacia la izquierda y con una gran caída, donde si conviene asegurarse al cable, y por supuesto evitar distracciones y despistes en esta zona. Una vez arriba, unos hitos nos marcan la salida, aunque es evidente.
Parte alta del Paso del Cristiano
A partir de aquí comienza lo malo: una subida a hierro de cuatrocientos metros en poco más de un kilómetro por el Canchal de las Monteses hasta el Cerro de las Plazoletas, por un terreno de lajas sueltas muy incómodo de andar que desgasta mucho, y con el calor apretando con fuerza en estas horas centrales del día. A mí siempre se me hace muy dura y tengo que subir muy lento, depende de la forma física de cada uno –claro–, si estás como un toro, puedes subir mucho más rápido. Por esta zona no hay sendero claro, se trata de ir ganando altura por donde mejor nos convenga, zigzagueando más o menos para suavizar la pendiente, con el punto de mira puesto en el Cerro de las Plazoletas, que empieza a asomar cuando ya estamos bastante altos. Otras veces he subido primero al Cerro inferior de las Plazoletas, donde hay una sima con una marca y un anclaje, pero en esta ocasión me desvío a la izquierda para subir directamente al superior por una vaguada. No es buena idea porque hay que hacer algunas trepadas complicadas que me enlentecen todavía más, es mejor seguir por la cordal hacia el inferior.
Último tramo de subida al Cerro de las Plazoletas
Desde las Plazoletas ya se ve el vértice del Torrecilla, la pendiente se suaviza y la subida se hace mucho más llevadera.
Arista sur del Torrecilla
Por muchas que tengamos ya, la cumbre del Torrecilla (1918) –techo del occidente andaluz–, bien merece alguna foto.
Cumbre del Torrecilla
A medida que ha ido avanzando el día, hemos notado la presencia de muchos bichos volantes. En la cumbre vemos bastantes mariquitas de siete puntos, habituales de las alturas, pero sobre todo otros insectos que al principio no identificábamos pero que son tijeretas (Forficula auricularia). Son bastante molestos, por el zumbido y porque se nos posan encima por todas partes. Así que en vez de picar algo aquí como teníamos pensado, decidimos bajar un poco con la esperanza de que desaparezcan (lejos de eso, su presencia irá en aumento, nubes inmensas de millones de estos bichos nos acompañaran hasta el final, más densas en algunas zonas que en otras pero siempre presente). Ahora seguimos por la cuerda hacia el Puerto de los Valientes. Esta parte es muy alomada y se anda sin dificultad.
Cordal noreste del Torrecilla
En el Cerro de los Valientes (1824), viendo que los bichos no nos van a abandonar y la hora es avanzada, paramos a comer algo. Yo termino un poco antes y aprovecho para bajar al puerto y hacerle algunas fotos al cerro desde allí, con referencia humana. Sobre este pico hay que decir que en algunos mapas he visto que llaman Cerro de los Valientes a otro algo más bajo, situado unos metros al este (1743). Pero me parece más lógico llamar así a este, que está sobre el puerto del mismo nombre.
Cerro de los Valientes desde el Puerto
Para bajar del cerro hay que retroceder unos metros buscando una empinada canal que nos lo permita, hay buenos agarres y no entraña demasiada dificultad, pero hay que ir con cuidado –como siempre–. Por el puerto cruza un sendero que hacia la izquierda baja al Pilar de Tolox, y por la derecha se dirige a la zoma de los Navasillos y el Puerto de las Palomas. Nosotros tomamos este último, pero pronto giramos a la izquierda para bajar hacia la Cañada del Saladillo. Por el camino encontramos un atípico pinsapo de pequeño porte y copa redondeada, que resiste como un león las duras condiciones de este páramo.
Pequeño pinsapo atípico
Cuando llegamos al lecho del arroyo encontramos varios pilones –también se conoce como Cañada de los Piloncillos–, uno de ellos con agua y una extraña corriente circular que nos hace pensar que pueda estar brotando de su fondo, aunque también podría ser convección.
Pilón en la Cañada del Saladillo
Seguimos bajando la cañada por su margen derecha, aunque a veces tenemos que apartarnos un poco porque hay saltos grandes, y luego la cruzamos y vamos faldeando la cara este del picacho hacia el Alfanje del Picón, una faja ancha en la vertical arista noreste del Picacho. Según cuenta Maxi Chavarría en una ruta por esta zona, el nombre se debe a que aquí venían desde Tolox para hacer cisco. Parece increíble desde nuestra perspectiva actual, con la forma tan cómoda de vivir que tenemos. Lo de Alfanje supongo que es por la forma curva del terreno, que puede recordar a una espada de ese tipo. En cualquier caso, es un paraje espectacular, con mucho encanto.
Alfanje del Picón
Desde aquí tomamos dirección oeste para buscar ya el recóndito Andén del Picacho. En una ocasión, subiendo de la Colaílla del Tejo al Picacho, me encontré a unos montañeros de Tolox que, al preguntarles me dijeron que ellos no venían por la colada, sino por otro paso que hay más arriba. Quede muy intrigado porque no lo conocía, y hace poco encontré la referencia detallada de Maxi Chavarría, con la que contamos hoy para encontrarlo.
Andén del Picacho
En general el andén es ancho, pero hay que ir atento al terreno, nosotros nos metimos por una repisa un poco más alta y tuvimos que retroceder (se aprecia en el track). Solo hay un corto tramo algo más estrecho, pero yendo atentos no entraña peligro. Luego subimos un poco por un canchal. Desde arriba se aprecia bien el paso.
53_Andén del Picacho
Más adelante empezamos a bajar a la Cañada de Froncaire para cruzarla por el paso con cadena que hay a la entrada de la Vereda de la Fuente de la Víbora. El pinsapar que la ocupa tiene preciosos ejemplares de gran porte.
Pinsapar de Froncaire
La Vereda de la Fuente de la Víbora recorre a media altura la falda del Cerro Estepilar hasta la Cañada de las Grajas, en la cabecera de la Cañada de las Carnicerías. Detrás va quedando la imponente silueta del Picacho de Fatalandar, donde podemos seguir con la vista el recorrido que traemos.
Picacho desde la Vereda de la Fuente de la Víbora
A mitad de esta vereda está la fuente que le da nombre. Hay que bajar unos metros –y saber dónde está– para encontrarla, pero en esta época merece la pena entretenerse, porque siempre tiene agua fresca y rica. Nos refrescamos, bebemos en abundancia y llenamos alguna botella para lo que queda de camino. Más adelante llegamos a la Cañada de las Grajas, flanqueada por el Cerro Acelimillas a un lado, con la característica silueta de los osos, y el Cerro de la Goteruela al otro.
Cañada de las Grajas , Acelimilla y la Goteruela
Un poco más a la izquierda quedan los Tajos de Añicle.
Tajos de Añicle
A medida que remontamos la Cañada de las Grajas va asomando el Peñón de los Enamorados y el verdecido quejigal de la meseta.
Peñón de los Enamorados desde la Cañada de las Grajas
Pronto llegamos al Camino de la Sierra de las Nieves al Puerto del Saucillo, que nos lleva al cruce con el sendero del Torrecilla –marcado con un gran poste indicador de piedra–, donde tomamos a la derecha. Toda esta zona está preciosa, muy llana y se anda muy bien, así que podemos relajarnos un poco, se agradece después del tute que traemos en el cuerpo.
Camino de la Sierra de las Nieves al Puerto del Saucillo
Poco después llegamos al Puerto del Oso, y nos desviamos hacia el Pozo de las Nieves para bajar por la cañada de las Ánimas.
Pozo de las Nieves del Puerto del Oso
Cuando llegamos al Llano de los Pinsapos, tenemos la opción de girar a la izquierda para tomar la Senda de las Tres Cañadas y bajar por la de Enmedio o por la del Cuerno, nosotros preferimos seguir adelante por el frondoso Pinsapar de la de las Ánimas.
Cañada de las Ánimas
Al pasar por el Mirador de los Coloraíllos, paramos a hacer la típica foto con el Peñón de Ronda y los Tajos del Canalizo de fondo, y nos entretenemos un momento poniendo nombre a todo lo que distinguimos en el horizonte: Sierra Hidalga, La Peineta, Sierra de Lifa, Puerto del Pinsapo, Carramolo del Queso, Pico Blanquilla, Puerto del Viento, Peñón de Ronda, los Corralones, Tajos del Canalizo, Peñón de los Enamorados…
Peñón de Ronda, Tajos del Canalizo y Peñón de los Enamorados desde el Mirador de los Coloraíllos
Poco después cruzamos la Cañada de Enmedio y tomamos el carril que nos devolverá al área recreativa.
En resumen: una ruta realmente excepcional, muy exigente, pero la belleza de estos parajes compensa con creces el esfuerzo realizado, con el compañero de ruta perfecto –un apoyo indispensable en los tramos complicados–. Y no ha hecho tanto calor como nos temíamos en esta época del año. Lo peor, sin duda, los bichos, que no han dejado de molestarnos desde el Torrecilla.
Salimos del Área recreativa de los Quejigales, bien temprano, para no ir agobiados con el tiempo, y subimos por la Cañada del Cuerno, la vía más directa para llegar al Puerto de los Pilones.
Cañada del Cuerno
La meseta de los quejigales está ahora preciosa con todos los quejigos vestidos de gala con sus hojas nuevas. A diferencia de otros quejigos (Quercus faginea), de hojas marescentes (que tras secarse permanecen en el árbol y no se caen hasta la primavera), estos quejigos de montaña (subespecie alpestris), quizás por las duras condiciones de estas altitudes, tiran la hoja muy pronto, y en invierno adquieren un aspecto que parecen muertos (muchos visitantes así lo creen, erróneamente). Ahora en primavera resucitan, brotan con fuerza las nuevas hojas, de color verde intenso, adquiriendo todo su esplendor.
Meseta de los Quejigales
Tomamos el sendero del Puerto del Oso, pero a mitad de camino lo abandonamos por la derecha para dirigirnos a los Hoyos del Pilar. Hay un sendero relativamente bien marcado, pero hay que ir atentos para no salirse. Cuando llegamos a un collado dejamos también este sendero para subir directamente al Cerro de la Cañada del Cebro (1749).
Cerro de la Cañada del Cebro (1749)
Buscamos la bajada de este cerro por el sur –que no es fácil–, y nos encaminamos hacia los tajos que ya vemos a lo lejos. En otras ocasiones he seguido bajando hacia el sur para subir a los tajos más abajo, pero hoy queremos empezarlos desde el principio, así que en cuanto conseguimos bajar del cerro nos dirigimos hacia el este.
Tajos en la cabecera del Barranco de los Pilones
Hay que cruzar un par de barrancos, que forman parte de la cabecera del de los Pilones. El primero lo hacemos por el dique.
Tajos en la cabecera del Barranco de los Pilones
Tras cruzar el segundo barranco –este por el lecho– Empezamos a ascender hacia la parte alta de la canal por la que hemos entrado otras veces, marcada por unos quejigos, y seguimos subiendo un poco más antes de comenzar a bajar de nuevo para pegarnos al borde de los tajos. En esta ocasión no llegamos hasta los anchos andenes de abajo, cruzamos por una zona más alta, hacia un gran pinsapo doble que nos sirve de referencia, desde donde ya se divisa el Vasar de las Cabras. La verdad es que por abajo el camino es más bonito y más cómodo.
Gran pinsapo doble en los Andenes del Barranco de los Pilones
Para acceder al Vasar de las Cabras hay que cruzar un barranco, buscamos el punto más conveniente. La veredilla de las cabras, que en otras épocas está bien marcada, con tanta hierba apenas se distingue, pero tampoco hay muchas alternativas, es cuestión de pegarnos a la pared.
Tajos y Pinsapar de la Yedra y Alcazaba desde el Vasar de las Cabras
A mitad del vasar, una sabina estrecha aún más el paso, ya de por sí angosto. Hay que estar muy concentrado en este punto porque la caída es larga. Yo me agarro a una rama fuerte del arbusto –por si acaso–.
Vasar de las Cabras
Al final del vasar, bajamos hacia el nivel de los Andenes de la Yedra por una canal, muy empinada pero con buenos agarres.
Canal de bajada del Vasar de las Cabras
Y empezamos a recorrer el camino ya conocido de los Andenes del Tajo de la Yedra y del Tajo Bermejo. La norma es ir siempre lo más pegado posible a la pared, evitando el matorral, claro.
Tajo Bermejo
Por aquí hay bastantes encinas, algunas en sitios imposibles, aferradas a la roca pelada en mitad de la pared.
Encinas en Tajo Bermejo
Luego giramos a la izquierda, siempre pegados a la pared, llevando sobre nuestras cabezas la impresionante muralla de la Raja del Paso por la que ascenderemos, y vamos buscando una gran encina solitaria, algo desgarbada, que nos sirve de referencia para empezar la trepada.
Encina de referencia para el Paso del Cristiano
La primera rampa, aunque muy inclinada, tiene buen agarre, se puede hacer por varias vías con mayor o menor dificultad según la que elijamos. Después llegamos a una zona algo más llana, donde un hito de piedras nos recuerda que hay que seguir por la izquierda. Cuando pasamos una pequeña encina ya podemos ver el primer tramo de cuerda equipada en la pared. Tanto la cuerda como los anclajes siguen –aparentemente– en buen estado, lo más cómodo es utilizarla para ir subiendo –simplemente tirando de ella–, pero yo prefiero agarrarme a la roca que me ofrece más confianza.
Primer tramo de cuerda del Paso del Cristiano
Más arriba hay instalado un cable de acero inoxidable –en perfecto estado–, que podemos usar a modo de línea de vida si llevamos arnés y baga. Por aquí se trepa relativamente bien y con seguridad.
Paso del Cristiano
El paso más peliagudo es un tramo horizontal muy expuesto, inclinado hacia la izquierda y con una gran caída, donde si conviene asegurarse al cable, y por supuesto evitar distracciones y despistes en esta zona. Una vez arriba, unos hitos nos marcan la salida, aunque es evidente.
Parte alta del Paso del Cristiano
A partir de aquí comienza lo malo: una subida a hierro de cuatrocientos metros en poco más de un kilómetro por el Canchal de las Monteses hasta el Cerro de las Plazoletas, por un terreno de lajas sueltas muy incómodo de andar que desgasta mucho, y con el calor apretando con fuerza en estas horas centrales del día. A mí siempre se me hace muy dura y tengo que subir muy lento, depende de la forma física de cada uno –claro–, si estás como un toro, puedes subir mucho más rápido. Por esta zona no hay sendero claro, se trata de ir ganando altura por donde mejor nos convenga, zigzagueando más o menos para suavizar la pendiente, con el punto de mira puesto en el Cerro de las Plazoletas, que empieza a asomar cuando ya estamos bastante altos. Otras veces he subido primero al Cerro inferior de las Plazoletas, donde hay una sima con una marca y un anclaje, pero en esta ocasión me desvío a la izquierda para subir directamente al superior por una vaguada. No es buena idea porque hay que hacer algunas trepadas complicadas que me enlentecen todavía más, es mejor seguir por la cordal hacia el inferior.
Último tramo de subida al Cerro de las Plazoletas
Desde las Plazoletas ya se ve el vértice del Torrecilla, la pendiente se suaviza y la subida se hace mucho más llevadera.
Arista sur del Torrecilla
Por muchas que tengamos ya, la cumbre del Torrecilla (1918) –techo del occidente andaluz–, bien merece alguna foto.
Cumbre del Torrecilla
A medida que ha ido avanzando el día, hemos notado la presencia de muchos bichos volantes. En la cumbre vemos bastantes mariquitas de siete puntos, habituales de las alturas, pero sobre todo otros insectos que al principio no identificábamos pero que son tijeretas (Forficula auricularia). Son bastante molestos, por el zumbido y porque se nos posan encima por todas partes. Así que en vez de picar algo aquí como teníamos pensado, decidimos bajar un poco con la esperanza de que desaparezcan (lejos de eso, su presencia irá en aumento, nubes inmensas de millones de estos bichos nos acompañaran hasta el final, más densas en algunas zonas que en otras pero siempre presente). Ahora seguimos por la cuerda hacia el Puerto de los Valientes. Esta parte es muy alomada y se anda sin dificultad.
Cordal noreste del Torrecilla
En el Cerro de los Valientes (1824), viendo que los bichos no nos van a abandonar y la hora es avanzada, paramos a comer algo. Yo termino un poco antes y aprovecho para bajar al puerto y hacerle algunas fotos al cerro desde allí, con referencia humana. Sobre este pico hay que decir que en algunos mapas he visto que llaman Cerro de los Valientes a otro algo más bajo, situado unos metros al este (1743). Pero me parece más lógico llamar así a este, que está sobre el puerto del mismo nombre.
Cerro de los Valientes desde el Puerto
Para bajar del cerro hay que retroceder unos metros buscando una empinada canal que nos lo permita, hay buenos agarres y no entraña demasiada dificultad, pero hay que ir con cuidado –como siempre–. Por el puerto cruza un sendero que hacia la izquierda baja al Pilar de Tolox, y por la derecha se dirige a la zoma de los Navasillos y el Puerto de las Palomas. Nosotros tomamos este último, pero pronto giramos a la izquierda para bajar hacia la Cañada del Saladillo. Por el camino encontramos un atípico pinsapo de pequeño porte y copa redondeada, que resiste como un león las duras condiciones de este páramo.
Pequeño pinsapo atípico
Cuando llegamos al lecho del arroyo encontramos varios pilones –también se conoce como Cañada de los Piloncillos–, uno de ellos con agua y una extraña corriente circular que nos hace pensar que pueda estar brotando de su fondo, aunque también podría ser convección.
Pilón en la Cañada del Saladillo
Seguimos bajando la cañada por su margen derecha, aunque a veces tenemos que apartarnos un poco porque hay saltos grandes, y luego la cruzamos y vamos faldeando la cara este del picacho hacia el Alfanje del Picón, una faja ancha en la vertical arista noreste del Picacho. Según cuenta Maxi Chavarría en una ruta por esta zona, el nombre se debe a que aquí venían desde Tolox para hacer cisco. Parece increíble desde nuestra perspectiva actual, con la forma tan cómoda de vivir que tenemos. Lo de Alfanje supongo que es por la forma curva del terreno, que puede recordar a una espada de ese tipo. En cualquier caso, es un paraje espectacular, con mucho encanto.
Alfanje del Picón
Desde aquí tomamos dirección oeste para buscar ya el recóndito Andén del Picacho. En una ocasión, subiendo de la Colaílla del Tejo al Picacho, me encontré a unos montañeros de Tolox que, al preguntarles me dijeron que ellos no venían por la colada, sino por otro paso que hay más arriba. Quede muy intrigado porque no lo conocía, y hace poco encontré la referencia detallada de Maxi Chavarría, con la que contamos hoy para encontrarlo.
Andén del Picacho
En general el andén es ancho, pero hay que ir atento al terreno, nosotros nos metimos por una repisa un poco más alta y tuvimos que retroceder (se aprecia en el track). Solo hay un corto tramo algo más estrecho, pero yendo atentos no entraña peligro. Luego subimos un poco por un canchal. Desde arriba se aprecia bien el paso.
53_Andén del Picacho
Más adelante empezamos a bajar a la Cañada de Froncaire para cruzarla por el paso con cadena que hay a la entrada de la Vereda de la Fuente de la Víbora. El pinsapar que la ocupa tiene preciosos ejemplares de gran porte.
Pinsapar de Froncaire
La Vereda de la Fuente de la Víbora recorre a media altura la falda del Cerro Estepilar hasta la Cañada de las Grajas, en la cabecera de la Cañada de las Carnicerías. Detrás va quedando la imponente silueta del Picacho de Fatalandar, donde podemos seguir con la vista el recorrido que traemos.
Picacho desde la Vereda de la Fuente de la Víbora
A mitad de esta vereda está la fuente que le da nombre. Hay que bajar unos metros –y saber dónde está– para encontrarla, pero en esta época merece la pena entretenerse, porque siempre tiene agua fresca y rica. Nos refrescamos, bebemos en abundancia y llenamos alguna botella para lo que queda de camino. Más adelante llegamos a la Cañada de las Grajas, flanqueada por el Cerro Acelimillas a un lado, con la característica silueta de los osos, y el Cerro de la Goteruela al otro.
Cañada de las Grajas , Acelimilla y la Goteruela
Un poco más a la izquierda quedan los Tajos de Añicle.
Tajos de Añicle
A medida que remontamos la Cañada de las Grajas va asomando el Peñón de los Enamorados y el verdecido quejigal de la meseta.
Peñón de los Enamorados desde la Cañada de las Grajas
Pronto llegamos al Camino de la Sierra de las Nieves al Puerto del Saucillo, que nos lleva al cruce con el sendero del Torrecilla –marcado con un gran poste indicador de piedra–, donde tomamos a la derecha. Toda esta zona está preciosa, muy llana y se anda muy bien, así que podemos relajarnos un poco, se agradece después del tute que traemos en el cuerpo.
Camino de la Sierra de las Nieves al Puerto del Saucillo
Poco después llegamos al Puerto del Oso, y nos desviamos hacia el Pozo de las Nieves para bajar por la cañada de las Ánimas.
Pozo de las Nieves del Puerto del Oso
Cuando llegamos al Llano de los Pinsapos, tenemos la opción de girar a la izquierda para tomar la Senda de las Tres Cañadas y bajar por la de Enmedio o por la del Cuerno, nosotros preferimos seguir adelante por el frondoso Pinsapar de la de las Ánimas.
Cañada de las Ánimas
Al pasar por el Mirador de los Coloraíllos, paramos a hacer la típica foto con el Peñón de Ronda y los Tajos del Canalizo de fondo, y nos entretenemos un momento poniendo nombre a todo lo que distinguimos en el horizonte: Sierra Hidalga, La Peineta, Sierra de Lifa, Puerto del Pinsapo, Carramolo del Queso, Pico Blanquilla, Puerto del Viento, Peñón de Ronda, los Corralones, Tajos del Canalizo, Peñón de los Enamorados…
Peñón de Ronda, Tajos del Canalizo y Peñón de los Enamorados desde el Mirador de los Coloraíllos
Poco después cruzamos la Cañada de Enmedio y tomamos el carril que nos devolverá al área recreativa.
En resumen: una ruta realmente excepcional, muy exigente, pero la belleza de estos parajes compensa con creces el esfuerzo realizado, con el compañero de ruta perfecto –un apoyo indispensable en los tramos complicados–. Y no ha hecho tanto calor como nos temíamos en esta época del año. Lo peor, sin duda, los bichos, que no han dejado de molestarnos desde el Torrecilla.
Waypoints
Waypoint
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01 Inicio
Waypoint
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03 Carril
Mountain pass
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04 Puerto de los Pilones
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06 Collado
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09 Cañada
Waypoint
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20 Sima
Waypoint
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32 Cañada de Enmedio
Comments (2)
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Ayer mismo estuvimos en el Torrecilla y era insoportable la cantidad de bichejos.... nosotros hicimos el andén en sentido contrario al tuyo y esa pedrera se las trae bajando, nos sorprendió que en la cresta del Picscho de Fatalandar han colocado una cadena como punto de apoyo, menudo tute os disteis 🙆♂️, el psso del cristiano le tengo pendiente, me echa para atrás el no llevar arnés, me provoca dudas, en la agenda la tengo.... enhorabuena por el ruton, y gracias por compartir
Gracias a ti por el comentario, Isaac