De Santander a Bogotá, Contra la Frustración. Marzo de 2019
near Puente Nacional, Santander (Republic of Colombia)
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Itinerary description
Cual si fuese medicina, me subo a la bicicleta de nuevo, para curar tantos pensamientos que habían surcado mi mente en recientes tiempos. Ver como todos me sobrepasaban en la ruta anterior, hacia las antenas de Saboyá, en límites entre Santander y Boyacá, el fuerte accidente, la fatiga y la poca fuerza en las piernas que hace que bajarse de la bicicleta sea un alivio, entre muchas otras malas memorias que no paraban de manifestarse, me generaban dudas, que me hacían pensar si esto aún era para mí.
Pienso que el día en que algo tan importante y esperanzador como la bicicleta, se torna en un incordio, hay que reconsiderar su uso y adecuarlo para que el sufrimiento no solo incomode sino que enseñe. Mi naturaleza me hace negar la imposibilidad y la persistencia que para algunos es un don y para otros se convierte en un defecto aterrador vestido de esa incómoda terquedad y obstinación, me hace querer retar una vez más a la mediocre suerte y probar qué tan acertado o errado estoy.
Mi linda sobrinita llegaba a sus dieciséis años de edad y había el anhelo de estar junto a ella y la familia para este día tan importante. Gabi, el amor de mi madre; no nos veíamos desde hace un tiempo y el resto de la historia es deducible.
Quería acudir una vez más al templo de la persistencia y no fue difícil obtener la licencia para ascender las montañas de esta cordillera oriental y alcanzar las altas tierras de Chiquinquirá, el valle de Ubaté y finalmente la sabana de Bogotá. Lo más difícil no fue llevar el peso de una muda de ropa, o la herramienta, sino la última cumbre del Alto de Tierra Negra que retó los confines de mi paciencia y tranquilidad.
Era algo que borraba la alegría de haber conocido nuevos lugares como Simijaca o almorzar con la vista de la Laguna de Fúquene al ritmo de las garzas, ya que la fuerte pendiente, lo angosto de la vía, la noche que amenazaba con llegar y el interminable tráfico que pasaba ridículamente cerca, me borraron la sonrisa, las ganas hasta de seguir tomando fotos y me hicieron descender de la Libélula y empujarle por casi quince kilómetros, mientras las ganas de entrar a Tausa se desvanecían con el afán de llegar a la sabana antes de la gran ciudad.
Llegué en las horas medias de la noche, haciendo obligatoria la promesa de no volver a recorrer más de ciento cincuenta kilómetros en montaña nunca más a menos que fuese necesario, porque el yugo en la nuca era fuerte y me acompañó hasta que volví a ver a mi linda familia e hizo que todo esto valiese la pena.
Conmigo los finales siempre son felices y en unos bonitos momentos con mis tías, mi hermana, mis sobrinas, primos y amigos, quedó grabada esta inédita travesía.
Pienso que el día en que algo tan importante y esperanzador como la bicicleta, se torna en un incordio, hay que reconsiderar su uso y adecuarlo para que el sufrimiento no solo incomode sino que enseñe. Mi naturaleza me hace negar la imposibilidad y la persistencia que para algunos es un don y para otros se convierte en un defecto aterrador vestido de esa incómoda terquedad y obstinación, me hace querer retar una vez más a la mediocre suerte y probar qué tan acertado o errado estoy.
Mi linda sobrinita llegaba a sus dieciséis años de edad y había el anhelo de estar junto a ella y la familia para este día tan importante. Gabi, el amor de mi madre; no nos veíamos desde hace un tiempo y el resto de la historia es deducible.
Quería acudir una vez más al templo de la persistencia y no fue difícil obtener la licencia para ascender las montañas de esta cordillera oriental y alcanzar las altas tierras de Chiquinquirá, el valle de Ubaté y finalmente la sabana de Bogotá. Lo más difícil no fue llevar el peso de una muda de ropa, o la herramienta, sino la última cumbre del Alto de Tierra Negra que retó los confines de mi paciencia y tranquilidad.
Era algo que borraba la alegría de haber conocido nuevos lugares como Simijaca o almorzar con la vista de la Laguna de Fúquene al ritmo de las garzas, ya que la fuerte pendiente, lo angosto de la vía, la noche que amenazaba con llegar y el interminable tráfico que pasaba ridículamente cerca, me borraron la sonrisa, las ganas hasta de seguir tomando fotos y me hicieron descender de la Libélula y empujarle por casi quince kilómetros, mientras las ganas de entrar a Tausa se desvanecían con el afán de llegar a la sabana antes de la gran ciudad.
Llegué en las horas medias de la noche, haciendo obligatoria la promesa de no volver a recorrer más de ciento cincuenta kilómetros en montaña nunca más a menos que fuese necesario, porque el yugo en la nuca era fuerte y me acompañó hasta que volví a ver a mi linda familia e hizo que todo esto valiese la pena.
Conmigo los finales siempre son felices y en unos bonitos momentos con mis tías, mi hermana, mis sobrinas, primos y amigos, quedó grabada esta inédita travesía.
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Comments (4)
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Con razón el cansancio, si es que con solo ver el kilometraje de la ruta, ya de por sí queda uno cansado, muy buen trazado Marius, este si que es una ruta inolvidable.
Saludos amigo.
Hola Man, me podrías contar más acerca del trayecto por faa
Panita qué tal esa primera subida al iniciar el trayecto a Bogotá?
Hola xgonox Maroon, la verdad desde Puente Nacional a Chiquinquirá es una subida de nivel medio pero lo que la hace difícil es el tráfico aunque es peor después de Sutatausa hacia tierra negra que es más corta pero es infernal el flujo de vehículos y lo angosto de la vía. Si necesita saber algo más de la ruta házmelo saber. Disculpa la tardanza en responder, estoy viajando por Perú. Feliz año 2022