San Martín del Castañar-Recorriendo todos sus rincones

Según teníamos previsto, aunque con cierta demora por el ágape reparador en el Restaurante el Casarito, aparcamos a la entrada del pueblo, cerca de la Calle de la Fuente. El sol sigue reinando, haciendo honor a la "flor" de nuestro maestro de rutas, pues a pesar de los pronósticos de fuertes lluvias, hemos disfrutado de la compañía del astro rey en la subida a la Peña de Francia. El mas perjudicado de nosotros por las líquidas ofrendas , regalo del mesonero, se "ofrece" a hacer guardia junto al coche, y dejándole bien acomodado a la sombra, bajamos hacia el pueblo. Las empinadas y estrechas calles están engalanadas con flores y macetas en sus balcones, y con artísticas jardineras en las esquinas, que recogen los vocables serranos perdidos, para evitar su olvido . Cruzándonos con otros turistas en nuestro camino, sin posibilidades de pérdidas ni extravíos, llegamos a la Parróquia de San Martín. La fachada, porticada en su base y coronada por una elegante espadaña, se muestra resplandeciente y bien cuidada, a la que solo le falta un nido de cigüeñas. Un grupo de jóvenes curiosea a su alrededor, mientras los profesores intentan atraer su atención con sus explicaciones, y procuran contener su juvenil brío para que no se desmanden. Competimos con otros visitantes por obtener el mejor encuadre de la curiosa Plaza de Toros, singularmente cuadrada, que rivaliza con la de Béjar por ostentar el título de la mas antigua. Entramos al castillo, y al pisar inadvertidamente una cierta línea, sale en tromba, aunque sonriendo, la taquillera y cuidadora, avisando de que a partir de ese punto el paso es de pago. Solo se observan los restos de una torre, con una moderna escalera que permite llegar hasta la plataforma superior, y sin siquiera preguntarle precios, pues no queremos subir y como siempre apretados de tiempo, le damos las gracias y paseamos por los gratuitos laterales de la "fortaleza". Recorremos sin prisa pero sin pausa los bellos rincones del pueblo, para llegar como por casualidad a su Plaza Mayor, donde en un poyo del Mesón San Martín sucumbimos a nuestro pesar, por culpa del "fuerte calor", dedicando un instante que se hace eterno, a observar a sus gentes y hacer una pausa de hidratación. Preocupados por nuestro insigne centinela, que dejamos bajo una higuera a merced de los mosquitos, recorremos a la carrera la distancia que nos separa de él. No sin disparar freneticamente fotos sin ton ni son y a diestro y siniestro, en un baldío intento por recoger toda la belleza que van atesorando nuestras retinas al pasar. Le encontramos sano y salvo, preocupado a su vez por nuestra tardanza, y aunque se preocupa mas por inquirir respecto a si nos hemos hidratado, le agradecemos su incondicional interés por nuestro bienestar. Toca volver al alojamiento de Ciudad Rodrigo, para reaprovisionarnos de víveres en el supermercado local,

En Ciudad Rodrigo, establecemos nuestro campamento base

y preparar la excursión al Pozo de los Humos, que tenemos prevista para mañana.