Rochefort-en-Terre

Una pequeña población (poco más de 700 habitantes) y también una comuna en el Departamento de Morbihan, Bretaña, es uno de los pueblos más bonitos de Francia. Su lugar más destacado es el Castillo, construído en el siglo XII sobre un espolón rocoso en el que anteriormente, en época romana, hubo algunas fortificaciones, y que en esa época fue residencia de unos importantes señores locales. La Colegiata (de Notre-Dame de la Tronchaye) es otra construcción dominante, comenzada también en el siglo XII aunque la mayoría de lo que se ve actualmente es del siglo XIV. Al lado de la Colegiata se encuentra un notable crucero del siglo XVI, que aquí llaman Calvario, con tres niveles de figuras, y por toda la población están dispersadas un buen número de casas de los siglos XVI y XVII, muy bellas y que confieren al conjunto un notable interés. Para nosotros fue una de las visitas sobresalientes por diversos motivos que tal vez explican mejor las fotografías. Multitud de tiendas, restaurantes, galerías y talleres de artistas se pueden encontrar al pasear por sus calles. En uno de ellos, el más antiguo y notable, aprovechamos para probar los creps locales y la cerveza bretona. Las calles adoquinadas, y la profusión de flores por todas partes, hacen aún más bellas las casas de la población. Muy cerca está el estanque del Moulin Neuf, al que se puede llegar fácilmente, ampliando la ruta por el camino de Bogeais, que llega hasta la zona recreativa del estanque.
La ruta comienza en un aparcamiento situado a la entrada de la población, junto a la Escuela Pública, desde donde nos dirigimos por una preciosa calle hacia la entrada del Castillo, en cuyo jardín hay algunos árboles de gran porte. Las murallas y edificaciones vecinas parecen estar en estado de ruina controlada, aunque luego podemos ver que a la izquierda, donde está el edificio residencial del Castillo, que según parece ocupa ahora un pintor americano, el estado de conservación es excelente, al igual que ocurre en el lado derecho con los edificios en que antes estaba el museo del patrimonio local y donde ahora se alberga el Museo Naia, dedicado a la magia y las artes imaginarias, que se autodefine como un lugar único en Europa, y cuyo interior no hemos visitado, aunque su exterior ha despertado nuestro interés (luego hemos sabido que su escenografía cambia cada año).
A la salida del castillo, por unas escaleras abiertas en la muralla, bajamos hacia el Camino des Douves, que nos lleva hacis el campo, por lo que volvemos hacia la Rue du Pelican, girando luego hacia nuestra izquierda para ir hacia la Place de Puits y luego a la de Halles, que parece el centro de la población, y donde están los edificios civiles más interesantes. Luego seguimos hacia la Rue Saint-Michel y la plaza del mismo nombe, que la continúa, por la que se puede salir a la carretera que lleva al Parque de la Prehistoria de Bretaña, una visita que puede ser muy interesante para los menores.
Volvemos hacia el centro, pasando por calles laterales, y paramos en el Café Breton de la Tour du Lion, un sorprendente cafe-brasserie al que corresponden varias de las fotos que se presentan. Tambien visitamos varias tiendas y galerías, muy bien arregladas aunque no se ven casi clientes. Luego seguimos por la calle Notre-Dame hacia el Calvario y la Colegiata, que visitamos aunque su exterior está en obras.
A la salida de la Colegiata, podemos ir hacia la derecha, por la Rue de l'Etang, que nos llevará hacia la laguna antes citada, o hacia la izquierda, por donde volvemos hacia el lugar donde hemos dejado aparcado el coche y termina esta muy agradable ruta.