Memphis-Saqqara Conjunto Funerário y Pirámide Escalonada

El Cairo...Día 6

No muy lejos de la escala anterior, que sólo estaba contemplada para nosotros cuatro,

Visita a las ruinas de Memphis

llegamos al Complejo funerário de Saqqara, visita que si incluyen los programas contatados por los catorce integrantes del grupo. Se trata ni más ni menos que de la Necrópolis de Memphis, situada a unos treinta quilómetros de El Cairo. Saqqara es principalmente el lugar de entierro, en mastabas que no pirámides, de los faraones pertenecientes a las tres primeras dinastías. Posteriormente Zozer mandó construir la primera pirámide, de foma escalonada, como lugar de entierro. De alguna manera es como si la hubieran construido poniendo una mastaba encima de otra. También alberga las tumbas de mandatarios, realeza familiar, y en general, personajes influyentes. El atractivo de Saqqara reside en los excelentes grabados hallados en el interior de las tumbas. Tanto por su calidad como por su buen estado de conservación. No os sorprendereis cuando diga que sólo pudimos visitar parcialmente este conjunto funerário, y con ciertas prisas. Entramos en la Mastaba de Kagemni, donde varios grupos en pocos metros cuadrados intentábamos atender a las explicaciones. Os trancribo lo que capté, o me pareció inteligible: "Las Falsas Puertas de las tumbas, normalmente grabadas o pintadas en el muro, tenían la función de permitir al difunto, el tránsito entre el más allá y el más acá (es broma, "el mundo terrenal") para recoger las ofrendas e interactuar con los vivos". En este caso el túnel, aunque de techo bajo, no tenía pendiente. La Tumba de Idut, hija del Rey Unas, no disponía de túnel, sino que unos estrechos pasillos, a semejanza de pequeños laberintos , comunicaban las diferentes estancias. En sus paredes, los grabados muestran escenas de la vida cotidiana, donde actividades como la pesca y la ganadería están representadas. Como afortunadamente nadie presentó síntomas de claustrofobia, ni tampoco de agorafobia, pasamos ante la Pirámide Escalonada, cosiéndola a ráfagas de fotos, para desfilando después por el Templo de Imhotep, recorrer la columnata y llegando al aparcamiento, partir hacia el restaurante. Situado justo a la entrada de Saqqara, nos reciben una mujeres amasando pan, que nos ofrecen, me callaré, para no repertirme, a cambio de qué, y una banda de músicos, ante el recuerdo de la cual, no puedo callar más. Debo reconocer que perdí mi habitual prudencia y respeto, y que comenté que se asemejaban a una gramola con autómatas. Sólo tocaban y se movían, cuando llegaba un grupo de comensales, animando a poner una propina en la cesta de mimbre, acompañando nuestra entrada con jarana y sonrisas, mientras duraba el valor de la propina. Se compone el menú de hummus, arroz, verduras, pan de pita, y una parrilada de pollo, guindilla y alargadas albóndigas. Ya lanzado y algo enviciado en el arte de negociar, intento conseguir cerveza, que no sirven durante el Ramadán, y aunque le aclaro que sin alcohol estaría bien, por cambiar de bebida más que nada, me tengo que conformar con un superazucarado Sprite. Durante la vuelta al hotel, padecemos otra escena de "trágame tierra". Nos dice el Señor Malak, que tendremos tiempo libre hasta las ocho de la tarde, momento en que nos recogerán para disfrutar de la cena, que tenemos incluida los cuatro malvados, en un restaurante local, ofreciendo al resto apuntarse por la módica cantidad de quince euros. Supongo que habeis adivinado que nunca insistimos a los demás, para que se animarán a disfrutar de las actividades facultativas. Llegada la hora, nos toca el turno de recibir una oferta sorpresa. Podemos optar a cenar ante las pirámides, con un espectáculo de luz y sonido de lo más atrayente, por quince euros. Realmente llama la atención la uniformidad de los precios, nunca al alza por culpa de la inflación. Nos sentimos muy tentados, pero aplicando el principio de que ante "la duda...ni hablar", ya que ni sabían dar razón del menú ni de la hora del final de la diversión, nos atuvimos a lo que nos entraba en el programa. La suerte nos favorece a tres bandas, aunque el menú es el mismo que todos los días, arroz, pollo, verduras, pan de pita y sopa. En primer lugar, como excepción o gracias a mi poderío, consigo cerveza sin alcohol, a la que se apuntan casi todos rápidamente. En segundo lugar el restaurante, situado en un barco, está decorado con muy buen gusto, la música es actual y poco estridente, la iluminación muy relajante y adecuada. Como traca final, un nutrido grupo de españoles, en número de por lo menos cincuenta, cena a nuestro lado, y parece que a ellos les entra como espectáculo un bailarín sufí, que con leds y muy buen gusto, invita a salir al ruedo a algunos comensales, recogiéndoles al vuelo para no dejarles caer al suelo, cuando se marean de tanto dar vueltas. Es decir, un hartón de reir para los que lo vemos y de salir nos salvamos. Grabo a mi ilustre colega de Barcelona cuando le toca el turno, señalado por la espalda por su fiel compañera, y nos da para echar unas risas y compartir anécdotas de juergas y bodorrios. La risa y la alegría nos dura hasta el momento de dormir, recordando lo mucho que nos hemos diverido, mientras se nos cierran los ojos. Mañana será otro día de experiencias y paseo, por El Cairo.

Visita a la ciudad de El Cairo