El Cairo-Pirámides de Giza y Esfinge

Aswan - El Cairo...Día 5

La tarde anterior padecimos varias horas de incertidumbre en el bar del barco, pasando el rato como pudimos,

Crucero por el Nilo de Luxor a Aswan

esperando a que nos recogieran para trasladarnos al aeropuerto, para volar hacia El Cairo. Tuvimos ocasión de comentar y compartir anécdotas e informaciones sobre la visita de la mañana al poblado nubio.

Navegando en faluca por el Nilo y en camello al poblado nubio

Nada contentos con las conclusiones a las que llegamos, nos conjuramos para no aceptar más excursiones facultativas, de acuerdo con el sabio consejo de que "Si algo pasa una vez es culpa del otro, pero si pasa dos veces es culpa de uno mismo". En el aeropuerto hombres y mujeres pasamos el control de seguridad por puertas diferentes, afirmando las señoras que la agente encargada, se tomaba muy en serio la labor, a juzgar por como palpaba todos los recovecos de su anatomía. Procurando olvidar la larga espera vivida antes, nos relajamos hasta la hora de embarcar, al comprobar que los vuelos a El Cairo, salen con normalidad. Como llegaremos antes de la hora de cenar, decidimos tomar sólo alguna bebida y charlar distendidamente de las próximas visitas. Vigilantes igualmente, vemos anunciado en los paneles nuestro vuelo, pero para nuestra sorpresa, apareciendo a la vez "cheking" y "boarding". Aún sorprendidos acudimos a la puerta de embarque prevista cuando allí lo anuncian. Contentos por ser los primeros, de pronto caemos en la cuenta de que también somos los únicos. Las nueve personas que vinimos juntos en el minibús, encabezamos y finalizamos la cola. Una azafata parece trabajar en el ordenador del mostrador en cuestión, pero preguntada y mirando la tarjeta de embarque, nos contesta en inglés que no trabaja para esa aerolínea. Empezamos a apurarnos, preguntamos a todo el que de uniforme por allí pasa, y siempre las respuestas son las mismas, "No se nada de ese vuelo" y "Voy a preguntar". Con cara de espanto vemos como desaparece el anuncio de nuestro vuelo, tanto de la puerta de embarque como de los paneles informativos. Anuciando el siguiente vuelo en esa misma puerta, empieza a formarse una larga cola de pasajeros , todos para El Cairo, pero a otra hora que el nuestro, y de otra compañía. Ahora ya alborotados, acosamos a diestro y siniestro, tanto a empleados como a pasajeros, a veces exigiendo información y otras suplicando ayuda. Como grupo cohesionado ante una adversidad común, afrontamos juntos estos desconcertantes acontecimientos. Una chica formada en situaciones de emergencia y por lo que parece con mucha experiencia, nos propone un plan : " Los que sabemos inglés vamos a preguntar y a pedir soluciones, el resto poneos en las colas, exigiendo ser embarcados". Parece un buen plan, aunque yo recomiendo no gritar muy fuerte, por si llaman a la policía, sabiendo como sé, que los motines en aviones y aeropuertos los consideran peligrosos, por fácilmente incontrolables, y no se los toman a la ligera. A punto de desfallecer, nos llegan explicaciones por una tercera vía. Han llamado algunos a representantes de sus agencias en España, otros a nuestro guía Ángel que volará más tarde, aclarando que han recogido tarde a un numeroso grupo, que ahora están pasando los controles, y que el piloto para no despegar con nosotros nueve únicamente, ha decidido esperarles, ya que aunque importantes y simpáticos, le sabemos a poco. Aunque contrariados, respiramos aliviados. Casi lanzamos vítores cuando empiezan a llegar a la carrera, pálidos y sudorosos, los adelantados de dicho grupo. También enfadados por haber sido recogidos tarde, mal y nunca, atascados sin que nadie les diera prioridad. Se confortan cuando les explico la situación, y eufóricos gritan a coro: "Los de ese grupo somos nosotros". Al final salimos tres horas tarde, llegando a El Cairo y al minibús a la una de la madrugada. Otra pequeña sorpresa nos esperaba. Los guías locales llevan varias horas esperando, a nosotros cuatro, que parece tenemos incluida la cena, nos entregan un shawarna, delicioso por cierto, y lidiando con generales resquemores, se preparan a marchar hacia el hotel. Un policía los para en seco y, esperando ser creido, os aseguro que aunque no tengo ni idea de árabe, deduje que les pedían la mordida. Alucinados y desconcertados, le acompañan a un rincón oculto a las miradas, y su vuelta enseguida arrancamos. Cincuenta metros, mal contados, más adelante, un segundo agente da el alto, y aunque discuten, ponen en su mano, ante nuestras miradas, unos cuantos billetes con aire resignado. Siendo como soy muy espabilado, y bastante modesto por cierto, estoy seguro de que cuando llegaron eran otros agentes a los que sobornaron, y debido a la larga demora, hubo un cambio de turno. En el hotel a las dos de la madrugada, pasamos el enésimo detector, que por supuesto zumba sin cesar, y corremos hacia la habitación para intentar descansar. Soy consciente de que en principio este espacio era para explicar la excursión a las pirámides, pero no sabeis bien, lo que alivia, poder compartir con otros las pasadas cuitas. Por ello y vuestra paciencia, os doy gracias mil. Me sacudo las penas y sigo con optimismo.

El Cairo...Día 6

El hotel es lujoso, bonito y elegante en todos sus rincones, y el bufé de la mañana, con show cooking incluido, espectacular. Nos recogen en minibús a las 7:30 h, media hora más tarde de lo previsto por lo avanzado de la hora de llegada al hotel del día anterior. Aprovechamos para compartir con Ángel lo acontecido, y yo introduzco el tema de la mordida. Como siempre habla maravillas del actual presidente, Abdelfatah el Sisi, aseverando que acabará más pronto o más tarde con esta ancestral práctica. Que de momento tienen que resignarse a pasar por el aro, para evitar que retengan a los turistas con supuestas y eternas formalidades. Llegando a la explanada de las pirámides, nos explica generalidades sobre ellas, nos asesora sobre como proceder y nos cita en el segundo aparcamiento al cabo de una hora. Elegimos acudir a la pirámide de Kefrén, para entrar en sus túneles, llegando hasta la cámara funeraria, para sentirnos como faraones, aunque vivos. Nada más entrar, sentimos en la cara un ardiente soplo de aire caliente, tal como el de un baño de vapor, pero a chorro. Viendo como salen sudorosos otros visitantes, nos preparamos para lo peor. Al ser el techo bajo, resbaladizos los escalones y con mucha pendiente la rampa, nos cruzamos con muchas personas que deben detenerse para recuperar el aliento, mientras miran entre esperanzados y temerosos, hacia la salida. La ténue iluminación hace su trabajo, consiguiendo que revivamos la experiencia de aquellos que a destajo, aquí trabajaron. De nuevo en superfície, deambulamos por el llano, aprendiendo que los que tocan el silbato, con adecuada acreditación del cuello colgando, buscan ganarse algún euro, haciendo posar a los turistas. Les hacen fingir que las sostienen, que las cogen o que saltan sobre ellas, y tras hacerles la foto con el móvil de aquellos, recolectan ufanos y orgullosos, el fruto de su trabajo. Confieso que siendo veterano, ignoré cuantos gritos y silbídos me dirigieron, algunos junto al oído. Me llevo como recuerdo fotos de cosecha propia, sobre todo la de una lejana caravana de camellos, montados por turistas, que no beduínos, perdiéndose en el horizonte, mientas el sol les guía hacia la Esfinge. Curiosamente, como pude comprobar en un cartel, el precio es diferente para nativos y foráneos. Llegada la hora, nos transportan hasta la Esfinge, donde con paciencia y haciendo cola, podemos inmortalizar su bella estampa con las pirámides de telón de fondo. Recordando el Señor Malak mi broma, respecto a que Cleopatra mandó romperle la nariz, por ser más bella que la suya, aclara que no, que para evitar su venganza por rencillas y por las citadas usurpaciones de gestas y monumentos, les rompían la nariz para que no pudieran, con el aliento, volver a la vida. A la salida visitamos una tienda de papiros, donde tuvimos el segundo encuentro con los creadores de tendencias que vimos posando a las puertas del Templo de Luxor, y confieso que me alegré secretamente, porque, al estar en este espacio prohibidas las fotografías, vagaban sin rumbo ni propósito, con los mismos ropajes del otro día,sin que nadie les rindiera pleitesía. Aprovisionados de papiros de varios tamaños a precios variables, nos encaminamos hacia Memphis.

Visita a las ruinas de Memphis