Trail running Rancho Tx, Pital, Guaymaral, Cuatro bocas, Puerto Colombia
near Megua, Departamento del Atlántico (Republic of Colombia)
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Itinerary description
Adiós pirata
Como casi todos los fines de semana, tenía la intención de realizar una nueva travesía. Esta vez dicha travesía incluía la ye de los patos, un lugar ubicado entre los corregimientos de Cuatro bocas y Juaruco, de donde se puede virar también hacia el municipio de Puerto Colombia. El pasar por este punto conllevaba indagar sobre la vida del pirata, un lindo canino con el que había entablado una relación especial. Hacía cierto tiempo no sabía de él.
Antes de salir había decidido llegar hasta Puerto Colombia, la salida fue desde el sector de Casa de piedra, cercano a la vereda Pital de Megua, junto al rancho Texas, un centro recreacional y restaurante ubicado en la vía La cordialidad, troncal que une a Barranquilla con Cartagena.
Una mañana nublada fue testigo de mi salida, pero poco tiempo después se despejó totalmente, al punto que los rayos solares empezaron a impactarme desde bien temprano y, lógicamente, la temperatura empezó a subir a un ritmo acelerado. Cuando llegué a la cima de la loma de Guaymaral mi cuerpo ya era testigo de sus efectos.
Seguí a un ritmo intermitente con el animo de prologar las energías, luego de pasar por Cuatro bocas la expectativa del encuentro con el pirata crecía. Me apuré al punto que ese tramo lo corrí a una velocidad mayor. El solo hecho de volver a ver su cola moviéndose, su desplazamiento elegante y sereno hacía mí, su linda figura, su porte de galán perruno, era suficiente motivo para ansiar este encuentro.
Cuando llegué a la ye sentí un silencio profundo. No estaba el pirata ni sus secuaces, tampoco los patos, ni se oía el ruido de las gallinas. Tuve el arrojo de entrar al predio de su dueño y preguntarle acerca de ese perro fuerte y esbelto que tenía una mancha negra alrededor de su ojo derecho y una blanca alrededor del izquierdo. La respuesta fue tajante: “ese perro se murió”. Triste y consternado le volví a preguntar cual había sido el motivo de su muerte y, mas tajante aún, me respondió: “murió, amaneció muerto un día y ya”. Visiblemente molesto por mi presencia y por mis preguntas, no dijo nada más.
Yo seguí la travesía, mis piernas iban por un lado y mi mente iba por otro. Mi corazón estaba triste, recordaba las tantas veces que nos encontramos, la alegría que desbordaba cuando me veía, las veces que, por medio de nuestro lenguaje telepático, nos confiamos anécdotas y vivencias, como aquella vez que me contó sobre su último amor, una perra que llevaron para que la cogiera otro perro que vivía en el predio de su amo, pero al cual la perra rechazó una y otra vez, hasta que él tomó partido, la conquistó y la preñó. De ahí nacieron 5 piraticas. También recuerdo cuando le conté que me iba del país por unos meses, su rostro de tristeza, su cuerpo acongojado, su animo alicaído y sus deseos de que todo me saliera bien.
Ya no es más, el pirata se fue, su ausencia la sentiré toda la vida, especialmente cuando pase por este lugar nuevamente.
Terminé en Puerto Colombia como lo había previsto, después de 30 kilómetros recorridos, en medio de un sol abrasador y una brisa virulenta.
Como casi todos los fines de semana, tenía la intención de realizar una nueva travesía. Esta vez dicha travesía incluía la ye de los patos, un lugar ubicado entre los corregimientos de Cuatro bocas y Juaruco, de donde se puede virar también hacia el municipio de Puerto Colombia. El pasar por este punto conllevaba indagar sobre la vida del pirata, un lindo canino con el que había entablado una relación especial. Hacía cierto tiempo no sabía de él.
Antes de salir había decidido llegar hasta Puerto Colombia, la salida fue desde el sector de Casa de piedra, cercano a la vereda Pital de Megua, junto al rancho Texas, un centro recreacional y restaurante ubicado en la vía La cordialidad, troncal que une a Barranquilla con Cartagena.
Una mañana nublada fue testigo de mi salida, pero poco tiempo después se despejó totalmente, al punto que los rayos solares empezaron a impactarme desde bien temprano y, lógicamente, la temperatura empezó a subir a un ritmo acelerado. Cuando llegué a la cima de la loma de Guaymaral mi cuerpo ya era testigo de sus efectos.
Seguí a un ritmo intermitente con el animo de prologar las energías, luego de pasar por Cuatro bocas la expectativa del encuentro con el pirata crecía. Me apuré al punto que ese tramo lo corrí a una velocidad mayor. El solo hecho de volver a ver su cola moviéndose, su desplazamiento elegante y sereno hacía mí, su linda figura, su porte de galán perruno, era suficiente motivo para ansiar este encuentro.
Cuando llegué a la ye sentí un silencio profundo. No estaba el pirata ni sus secuaces, tampoco los patos, ni se oía el ruido de las gallinas. Tuve el arrojo de entrar al predio de su dueño y preguntarle acerca de ese perro fuerte y esbelto que tenía una mancha negra alrededor de su ojo derecho y una blanca alrededor del izquierdo. La respuesta fue tajante: “ese perro se murió”. Triste y consternado le volví a preguntar cual había sido el motivo de su muerte y, mas tajante aún, me respondió: “murió, amaneció muerto un día y ya”. Visiblemente molesto por mi presencia y por mis preguntas, no dijo nada más.
Yo seguí la travesía, mis piernas iban por un lado y mi mente iba por otro. Mi corazón estaba triste, recordaba las tantas veces que nos encontramos, la alegría que desbordaba cuando me veía, las veces que, por medio de nuestro lenguaje telepático, nos confiamos anécdotas y vivencias, como aquella vez que me contó sobre su último amor, una perra que llevaron para que la cogiera otro perro que vivía en el predio de su amo, pero al cual la perra rechazó una y otra vez, hasta que él tomó partido, la conquistó y la preñó. De ahí nacieron 5 piraticas. También recuerdo cuando le conté que me iba del país por unos meses, su rostro de tristeza, su cuerpo acongojado, su animo alicaído y sus deseos de que todo me saliera bien.
Ya no es más, el pirata se fue, su ausencia la sentiré toda la vida, especialmente cuando pase por este lugar nuevamente.
Terminé en Puerto Colombia como lo había previsto, después de 30 kilómetros recorridos, en medio de un sol abrasador y una brisa virulenta.
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