Cuenca y Teruel 2022. Día 1 de 4

Ya estaba decidido. Nos pegaríamos la paliza de viaje con tal de descubrir y recorrer en el mínimo tiempo posible el mayor número de lugares que llevaba anotados como “visitables” en moto. O mejor dicho “visitables” a secas.
El plan era sencillo, 500 0 600 km de tirón hasta empezar el trakc de unos 200 km adicionales el primer día.
Fuimos gestionando la gasolina, que no está para derrocharla en autovía. Así es que le pusimos el “capao” al control de velocidad de las Africas y de 125 no pasamos en todo el camino a pesar de que las motos renegaban de vez en cuando.

Día 1.
Y llegamos a Cuenca. Ahí empezaron mis problemas con el Garmin que no había tenido hasta entonces desde que lo compré. La madre que lo parió. Que me iba a dejar sin trakc para poder seguir las rutas. El problema era gordo, porque Iván me decía que no me preocupara, que lo llevaba él y nunca se pierde…. Jejejajja. Al final, no sé cómo, el aparato echó a andar y respiré.
Los primeros kilómetros de asfalto, y a pesar de ser asfalto viniendo de hacer casi 600 km, nos supieron a gloria porque ese sí era ya el camino inicial de la aventura. Pero además porque la carreterilla era estrecha, con curvas y te invitaba a empezar a respirar el monte con tranquilidad para poder saborear en plenitud el lugar que estaba por recorrer.
Al poco, empezó lo marrón por unas pistas que, madre mía cómo estaban las pistas¡¡
Había llovido las horas previas, los días previos. Y en la zona no pasa como en Almería que, por mucho que llueva, el suelo se lo traga todo y los 5 minutos siguientes de sol eliminan cualquier vestigio del agua caída, cual decorado cinematográfico, dejando el polvo preparado para peinar al que venga detrás. Aquí no. O hemos tenido mucha suerte. Bueno, hemos tenido mucha suerte. Porque en los días que hemos estado aquí hemos tenido el suelo perfecto para el disfrute con la moto y el clima ideal para ir en ella.
El plan inicial cuando diseñé los recorridos y los distribuí por días, era llegar y hacer noche en Poveda de la Sierra. Pero no había alojamiento disponible. Así es que ya sabíamos que tendríamos que avanzar otros 40 km más del segundo día hasta Checa, donde conseguí reservar habitación en un hotelillo illo.
Así es que, sabiendo todo esto, mis problemas a la hora de poner en marcha el gps no hacían más que ponerme nervioso por si tenía que “fiarme” del guía Iván, no perdernos, y no tener que “recortar” la ruta para llegar de día al hotel.
Sin embargo, el camino estaba de lujo. El polvo era inexistente y circulamos con un ritmo bonico bonico hasta que apareció el barro en una zona donde tuvimos que aflojar si o sí. Barro traicionero, pero es el que gusta atravesar o, mejor dicho, encontrar la trazada apropiada para salvarlo de la mejor manera y que las ruedas acumulen la menor cantidad de lodo posible, más que nada porque las llevamos mixtas y en barro van por donde quieren ellas. Y qué pasa cuando ellas van por donde quieren y no por donde tu estás pensando. Pues eso. Que hay que aflojar.
Qué gozada. Y pensar que disfrutaría viendo las motos embarradas hasta los espejos, jejejj.
El camino se hizo corto y llegamos a buena hora al hotelillo illo de Checa. Dos horas de reloj tuvimos que esperar con el armamento a cuestas hasta que nos dieron la habitación que, por un error parece ser, habían vendido a otros. Así es que después de doce horas de moto y dos cociendo lo que había dentro de las botas, conseguimos darnos una buena ducha y cenar en condiciones para reponer fuerzas y empezar a soñar con el siguiente día.