Peña de la Cabra desde el sur, bajando por el Cerro Larda
near Berzosa del Lozoya, Madrid (España)
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Itinerary description
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Reseña de la ruta en Adventoorer: Peña de la Cabra desde el sur, bajando por el Cerro Larda.
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Hay días en los que más valdría haberse quedado en la cama. Normalmente saco algo positivo de cualquier actividad, por mal que haya ido, pero a veces me dan ganas de colgar las botas y aprender a hacer encaje de bolillos.
Hoy me vengo hasta la Sierra del Rincón, que es un sitio bien bonito, pero al que se tarda en llegar una barbaridad. Voy a ver si subo la Peña de la Cabra desde el sur, haciendo una ruta circular por el Cerro de las Cabezas y el Cerro Larda.
Dejo el coche en un miniapeadero en una curva de la carretera que une Robledillo de la Jara con Puebla de la Sierra. Es una carretera de montaña como no conozco otra en Madrid. Salgo del coche mareado de tanta curva.
El día asoma feo. Hay mucha nube, y neblina de esa que hace que las fotos salgan todas un churro. El ambiente no está nada limpio. Es como si llevase todo el día las gafas empañadas. Y a eso se suma que tengo los cristales rayados de la tralla que llevan encima. Así que es doblemente feo.
Cruzo y empiezo a subir la ladera de la montaña sin más, por donde sea. Puede que haya sendero y puede que no. No se avanza mal, pero a veces cuesta un poco por la monserga arbustil.
Es una montaña curiosa esta. Sobresale mucha roca afilada por todas partes, hasta hacer incómodo el avance cuando por fin se acaban los arbustos.
Me cruzo con varias cabras, nada extraño en esta montaña. Me ignoran completamente y se dedican a embestirse salvajemente. Creo que más que pelear están jugando, pero por si acaso me alejo antes de que decidan jugar conmigo.
Llego al Porrejón Bajero y enfilo la última subida hacia la cima. Allí arriba confirmo que el día no es de lo más agradable. Las vistas no son demasiado buenas hoy.
Bajo hacia el este, hacia una pista que se ve más abajo. Llega hasta el Cerro de las Cabezas, y debe de usarse para el mantenimiento del monte, a juzgar por los troncos apilados que encuentro. Desde este cerro pensaba subir el Cerro Larda, y bajar por una senda que sale del collado entre los dos. Buen plan.
Antes de llegar al primer cerro me encuentro con un pequeña cueva con un montón de huesos dentro, supongo que de cabra. No sé qué animal se las habrá comido. ¿Lobos, perros...? No sé.
Según voy bajando al collado, ya pensando en llegar al coche, empiezo a escuchar a una oveja o una cabra gemir a mi derecha, en la ladera que baja y que está tapizada de los típicos arbustos incordiantes. No la veo, pero debe de haberse quedado atrapada o algo así. Me de la sensación de estar pidiendo ayuda, aunque no hablo su idioma.
No le doy mayor importancia y sigo andando. No me voy a meter a buscar a una oveja por la jungla, sobre todo porque puede no pasarle absolutamente nada.
Al llegar casi a la altura del collado, empiezo a escuchar ladridos por la derecha, por donde quiero descender. A lo lejos, muy muy abajo, se ve el camino que quiero seguir, y a pesar de mi vista lamentable, alcanzo a ver un perro corriendo. Debe de ser el que está ladrando. Bueno, tampoco le doy importancia y sigo adelante para subir el Cerro Larda, que es muy pequeño.
En cuanto empiezo a ascender, oigo los ladridos en el collado y veo a un mastín corriendo hacia mí. No ha tardado ni un minuto en subir desde donde lo acabo de ver, allí lejísimos. No tiene pinta de estar de buen humor, y a pesar de que tampoco hablo su idioma, leyendo su lenguaje corporal llego a la conclusión de que no quiere nada bueno.
Espero que la carrera que se ha metido le haya cansado, y me alejo de él a buen paso, ya subiendo la ladera. Efectivamente, no parece que tenga ganas de seguirme y enseguida se queda tumbado.
¿Ha sido la maldita oveja la que ha atraído al perro? ¿De dónde ha salido? ¿Andaba por ahí tan tranquilo y ha venido a defender a la oveja de lo que sea que la hacía gemir así? ¿Pueden estar sueltos estos perrazos? Porque no estoy en ninguna finca ni nada parecido, sino en el campo abierto.
No tengo demasiado tiempo para plantearme estas interesantes cuestiones, porque sin solución de continuidad por el otro lado del collado aparece no uno, ni dos, sino tres mastines, con el mismo mal humor que tenía el primero, y con muy malas intenciones hacia mí.
El primer perro me había inquietado un poco. No he visto a nadie en todo el día, y enfrentarme a un animal de ese tamaño no es lo que más me apetece. Pero hasta hoy nunca he tenido problemas con los mastines. Siempre me han parecido perros más bonachones que agresivos, y aunque alguna vez me han ladrado, nunca me han perseguido. Y como se ha parado enseguida, no he tenido tiempo de asustarme.
Pero ahora estoy corriendo como un loco, perseguido por tres perros como trolebuses, que no paran de dar unos ladridos de espanto, y que no sé que me pueden hacer. Hará diez días que salió la noticia de una chica a la que había matado unos mastines, y no puedo dejar de pensar en eso, y en que si tropiezo tal vez no me dé tiempo a levantarme otra vez. Aquí no hay ni el tato, así que me puedo ir olvidando de pedir ayuda.
Sigo corriendo hacia arriba, pero estos no deben de estar tan cansados como el otro, porque no se paran ni a tiros. De vez en cuando giro la cabeza y echo un ojo para ver si consigo mantener la distancia con los tres, y de repente me doy cuenta de que ya solo me siguen dos. ¿Se ha parado el tercero? Menos mal.
Cuando me voy animando pensando que tal vez los demás también se empiecen a cansar y se detengan, estalla un ladrido tan cerca de mí que me parece sentir vibrar el aire, y veo al tercer perro a mi otro lado, por donde no miraba, tan cerca que como se estire un poco me pilla.
Venga, ya no tengo miedo. Ahora estoy aterrorizado. Ya no me ando con remilgos y giro a la derecha. En vez de seguir subiendo, me lanzo hacia la ladera y de cabeza a los arbustos. Normalmente los odio, pero ahora me alegro de meterme entre ellos, y agradezco enormemente que sean tan tupidos.
Los perros no me siguen y se queda fuera. Ya estoy a salvo.
Parece que a los mastines hay que enfrentarlos en vez de huir, pero ya hay que tener agallas para quedarse parado cuando te vienen tres bicharracos así. Yo prefiero correr.
En fin, creo que voy a dejar el Cerro Larda para otra ocasión. Me adentro un poco más en la espesura para tranquilizarme y ver qué hago ahora.
Descarto bajar por la senda. Por ahí subió el primer perro, y con el olfato que tienen, pueden seguirme. No me apetece volver a encontrármelos. Así que decido bajar a lo loco por la jungla. Hoy no me voy a quejar de lo molesto que es meterse por aquí.
Por supuesto, en circunstancias normales no recomiendo a nadir bajar por la ladera, y sí seguir el camino.
La bajada es un infierno. Es todo muy espeso y avanzo malamente y con mucho esfuerzo. Tardo una barbaridad en acabar saliendo a la carretera, lleno de arañazos. Y encima, lejísimos del coche. Pero no me quejo. Sigo tranquilamente por el asfalto, aunque tengo que reconocer que de vez en cuando miro hacia atrás por si acaso...
En fin, un asco de día. No he pasado más miedo en mi vida. No sé por qué estaban sueltos esos perros, porque no he visto rebaños en ningún sitio. Al final ha quedado todo en un buen susto, pero espero que la oveja se quedara atascada entre los arbustos y se la comiera un lobo.
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Reseña de la ruta en Adventoorer: Peña de la Cabra desde el sur, bajando por el Cerro Larda.
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Hay días en los que más valdría haberse quedado en la cama. Normalmente saco algo positivo de cualquier actividad, por mal que haya ido, pero a veces me dan ganas de colgar las botas y aprender a hacer encaje de bolillos.
Hoy me vengo hasta la Sierra del Rincón, que es un sitio bien bonito, pero al que se tarda en llegar una barbaridad. Voy a ver si subo la Peña de la Cabra desde el sur, haciendo una ruta circular por el Cerro de las Cabezas y el Cerro Larda.
Dejo el coche en un miniapeadero en una curva de la carretera que une Robledillo de la Jara con Puebla de la Sierra. Es una carretera de montaña como no conozco otra en Madrid. Salgo del coche mareado de tanta curva.
El día asoma feo. Hay mucha nube, y neblina de esa que hace que las fotos salgan todas un churro. El ambiente no está nada limpio. Es como si llevase todo el día las gafas empañadas. Y a eso se suma que tengo los cristales rayados de la tralla que llevan encima. Así que es doblemente feo.
Cruzo y empiezo a subir la ladera de la montaña sin más, por donde sea. Puede que haya sendero y puede que no. No se avanza mal, pero a veces cuesta un poco por la monserga arbustil.
Es una montaña curiosa esta. Sobresale mucha roca afilada por todas partes, hasta hacer incómodo el avance cuando por fin se acaban los arbustos.
Me cruzo con varias cabras, nada extraño en esta montaña. Me ignoran completamente y se dedican a embestirse salvajemente. Creo que más que pelear están jugando, pero por si acaso me alejo antes de que decidan jugar conmigo.
Llego al Porrejón Bajero y enfilo la última subida hacia la cima. Allí arriba confirmo que el día no es de lo más agradable. Las vistas no son demasiado buenas hoy.
Bajo hacia el este, hacia una pista que se ve más abajo. Llega hasta el Cerro de las Cabezas, y debe de usarse para el mantenimiento del monte, a juzgar por los troncos apilados que encuentro. Desde este cerro pensaba subir el Cerro Larda, y bajar por una senda que sale del collado entre los dos. Buen plan.
Antes de llegar al primer cerro me encuentro con un pequeña cueva con un montón de huesos dentro, supongo que de cabra. No sé qué animal se las habrá comido. ¿Lobos, perros...? No sé.
Según voy bajando al collado, ya pensando en llegar al coche, empiezo a escuchar a una oveja o una cabra gemir a mi derecha, en la ladera que baja y que está tapizada de los típicos arbustos incordiantes. No la veo, pero debe de haberse quedado atrapada o algo así. Me de la sensación de estar pidiendo ayuda, aunque no hablo su idioma.
No le doy mayor importancia y sigo andando. No me voy a meter a buscar a una oveja por la jungla, sobre todo porque puede no pasarle absolutamente nada.
Al llegar casi a la altura del collado, empiezo a escuchar ladridos por la derecha, por donde quiero descender. A lo lejos, muy muy abajo, se ve el camino que quiero seguir, y a pesar de mi vista lamentable, alcanzo a ver un perro corriendo. Debe de ser el que está ladrando. Bueno, tampoco le doy importancia y sigo adelante para subir el Cerro Larda, que es muy pequeño.
En cuanto empiezo a ascender, oigo los ladridos en el collado y veo a un mastín corriendo hacia mí. No ha tardado ni un minuto en subir desde donde lo acabo de ver, allí lejísimos. No tiene pinta de estar de buen humor, y a pesar de que tampoco hablo su idioma, leyendo su lenguaje corporal llego a la conclusión de que no quiere nada bueno.
Espero que la carrera que se ha metido le haya cansado, y me alejo de él a buen paso, ya subiendo la ladera. Efectivamente, no parece que tenga ganas de seguirme y enseguida se queda tumbado.
¿Ha sido la maldita oveja la que ha atraído al perro? ¿De dónde ha salido? ¿Andaba por ahí tan tranquilo y ha venido a defender a la oveja de lo que sea que la hacía gemir así? ¿Pueden estar sueltos estos perrazos? Porque no estoy en ninguna finca ni nada parecido, sino en el campo abierto.
No tengo demasiado tiempo para plantearme estas interesantes cuestiones, porque sin solución de continuidad por el otro lado del collado aparece no uno, ni dos, sino tres mastines, con el mismo mal humor que tenía el primero, y con muy malas intenciones hacia mí.
El primer perro me había inquietado un poco. No he visto a nadie en todo el día, y enfrentarme a un animal de ese tamaño no es lo que más me apetece. Pero hasta hoy nunca he tenido problemas con los mastines. Siempre me han parecido perros más bonachones que agresivos, y aunque alguna vez me han ladrado, nunca me han perseguido. Y como se ha parado enseguida, no he tenido tiempo de asustarme.
Pero ahora estoy corriendo como un loco, perseguido por tres perros como trolebuses, que no paran de dar unos ladridos de espanto, y que no sé que me pueden hacer. Hará diez días que salió la noticia de una chica a la que había matado unos mastines, y no puedo dejar de pensar en eso, y en que si tropiezo tal vez no me dé tiempo a levantarme otra vez. Aquí no hay ni el tato, así que me puedo ir olvidando de pedir ayuda.
Sigo corriendo hacia arriba, pero estos no deben de estar tan cansados como el otro, porque no se paran ni a tiros. De vez en cuando giro la cabeza y echo un ojo para ver si consigo mantener la distancia con los tres, y de repente me doy cuenta de que ya solo me siguen dos. ¿Se ha parado el tercero? Menos mal.
Cuando me voy animando pensando que tal vez los demás también se empiecen a cansar y se detengan, estalla un ladrido tan cerca de mí que me parece sentir vibrar el aire, y veo al tercer perro a mi otro lado, por donde no miraba, tan cerca que como se estire un poco me pilla.
Venga, ya no tengo miedo. Ahora estoy aterrorizado. Ya no me ando con remilgos y giro a la derecha. En vez de seguir subiendo, me lanzo hacia la ladera y de cabeza a los arbustos. Normalmente los odio, pero ahora me alegro de meterme entre ellos, y agradezco enormemente que sean tan tupidos.
Los perros no me siguen y se queda fuera. Ya estoy a salvo.
Parece que a los mastines hay que enfrentarlos en vez de huir, pero ya hay que tener agallas para quedarse parado cuando te vienen tres bicharracos así. Yo prefiero correr.
En fin, creo que voy a dejar el Cerro Larda para otra ocasión. Me adentro un poco más en la espesura para tranquilizarme y ver qué hago ahora.
Descarto bajar por la senda. Por ahí subió el primer perro, y con el olfato que tienen, pueden seguirme. No me apetece volver a encontrármelos. Así que decido bajar a lo loco por la jungla. Hoy no me voy a quejar de lo molesto que es meterse por aquí.
Por supuesto, en circunstancias normales no recomiendo a nadir bajar por la ladera, y sí seguir el camino.
La bajada es un infierno. Es todo muy espeso y avanzo malamente y con mucho esfuerzo. Tardo una barbaridad en acabar saliendo a la carretera, lleno de arañazos. Y encima, lejísimos del coche. Pero no me quejo. Sigo tranquilamente por el asfalto, aunque tengo que reconocer que de vez en cuando miro hacia atrás por si acaso...
En fin, un asco de día. No he pasado más miedo en mi vida. No sé por qué estaban sueltos esos perros, porque no he visto rebaños en ningún sitio. Al final ha quedado todo en un buen susto, pero espero que la oveja se quedara atascada entre los arbustos y se la comiera un lobo.
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Waypoints
Summit
4,740 ft
Cerro Larda
Cerro Larda
Mountain pass
4,979 ft
Collado Cimero
Collado Cimero
Mountain pass
4,584 ft
Collado Larda
Collado Larda
Mountain pass
5,006 ft
Collado Llano
Collado Llano
Bridge
5,608 ft
Cortafuegos
Cortafuegos
Intersection
3,972 ft
Cruce
Cruce
Cave
5,058 ft
Cueva
Cueva
Dead-end street
0 ft
Descenso salvaje. No bajar por aquí.
Descenso salvaje. No bajar por aquí.
Overnight
4,527 ft
No bajar por aquí. Usar la pista que sale del collado.
No bajar por aquí. Usar la pista que sale del collado.
Summit
6,006 ft
Peña de la Cabra
Peña de la Cabra
Intersection
5,416 ft
Pista
Pista
Summit
5,024 ft
Porrejón Cimero
Porrejón Cimero
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