Cabaña Verónica desde Fuente Dé y paseo por la zona. Bajada por la Senda del Hachero.

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Reseña de la ruta en Adventoorer: Triple fracaso en Picos de Europa.

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Estamos en medio de una típica borrasca otoñal. No para de llover en todas partes, y en abundancia. Pero parece que este fin de semana se va a abrir una extraña ventana de buen tiempo, por lo menos en Picos de Europa.

No me lo acabo de creer. Quedan varios días hasta el sábado, y la cosa puede cambiar en un instante. Pero sigo vigilando sin descanso, y parece que la ventana se mantiene. Por si acaso, aguanto hasta el viernes sin reservar alojamiento, y lo hago prácticamente justo antes de salir escopetado hacia Camaleño.

Hace un montón de años que no vengo a esta zona, y me apetece mucho. También tengo bastante olvidada la lista de picos provinciales. Los que me faltan están muy lejos, y el desplazamiento me da muchísima pereza. Pero este fin de semana estoy animado y voy a intentar tachar la Torre Blanca y el Monte Infierno. Juas, qué iluso soy a veces...

La cosa empieza bien porque en el hostal me comentan que hacen descuentos para subir en el teleférico de Fuente Dé, y acabo pagando menos de la tercera parte de lo que cuesta. No está nada mal.

Me levanto temprano, para entrar el primero en cuanto lo abran. Parece ser que por una vez van a acertar los del tiempo. Se ven nubes, pero no da la impresión de que vayan a soltar agua.

Entro en el primer carricoche, bien apretado entre un montón de paisanos. Imposible volcar. Durante la subida, mi vista de lince distingue a algunas personas subiendo por la Senda del Hachero, que siempre he querido recorrer. Parece mentira que se pueda subir andando por el paredón de Fuente Dé. Da la impresión de ser inexpugnable, pero no. Se puede.

Llego sin novedad a la estación superior, y emprendo la marcha. Enseguida me doy cuenta de que tal vez la expedición no vaya a salirme tan bien como esperaba: hay mucha nieve.

No se me había ocurrido que pudiera haber nevado. Sabía que había estado lloviendo a mares, pero la falta de costumbre ha hecho que ni se me pasara por la mente el tema de la nieve... En fin, esperemos que no haya caído demasiada.

Por lo menos esto está precioso. La nieve le da a todo un aspecto fabuloso. Las montañas de Picos son bonitas tal cual, pero medio nevadas están aún mejor.

El camino hacia la Vueltona no tiene pérdida. Es una pista ancha y bien mantenida, y todo el mundo va hacia allí. Voy bordeando las enormes paredes del lado sur de Peña Vieja y Peña Olvidada, hasta que el camino sube con algo más de fuerza hacia los Horcados Rojos.

Según avanzo, voy disfrutando más y más del camino, sencillo y cómodo, y espectacular. Pero también me empiezo a preocupar porque cada vez hay más nieve, y me temo que cuanto más arriba suba, más hielo me voy a encontrar.

Llego al cruce que señala el camino hacia la Cabaña Verónica, a la que llego enseguida. Es un refugio curiosísimo. Tiene seis plazas, y el espacio por dentro no puede estar mejor aprovechado.

Pero hay demasiada nieve. Me acerco a unos chavales que hay aquí fuera, por si alguno de ellos supiera cómo está la subida a la Torre Blanca.

Por fortuna, uno de ellos ha hecho noche en el refugio y viene de allí. Acaba de bajar de la montaña y me informa, mientras se fuma tranquilamente un porro. Es lo que me temía: por arriba hay mucho hielo y no es buena idea subir sin crampones. Me fío del chaval porrero, a pesar de que en este momento sus facultades pueden estar algo mermadas.

Me fastidia, pero no tanto como podría esperar. Al fin y al cabo, me está encantando el paseo, y hace tanto que no venía por aquí que me da un poco igual el fracaso. El paisaje es realmente fabuloso. Y las nubes parecen estar abriéndose, así que creo que va a ir mejorando más aún.

No soy el único que no ha pensado en la nieve. Aquí se va juntando más gente, y nadie, aparte del colega fumeta, ha traído crampones. Por lo visto esto nos ha pillado a todos con el pie cambiado.

Bueno, qué le vamos a hacer. Otro fracaso más. Me despido y decido probar suerte en los Horcados Rojos, a ver qué pasa.

Subo hasta el collado entre los Horcados y el Tesorero. Qué de nieve hay. Tengo que abrir huella el corto camino hasta el collado. Supongo que buena parte de la nevada ha caído esta noche.

Al otro lado del collado se abre el enorme Jou de los Boches, y allí lejotes aparece el Naranjo de Bulnes, con su inconfundible forma. Impresionante. Aún hay algo de nubosidad, pero se nota que está desapareciendo.

Después de babear un rato, voy a la derecha por el camino de zetas que sube a los Horcados. No tardo en fracasar por segunda vez hoy. El camino está helado, y tras dos o tres zetas me doy cuenta de que me voy a escalabrar. Lo valoro un instante y decido que no me apetece demasiado abrirme la cabeza. Me doy la vuelta.

Viendo cómo está el panorama, ni me planteo intentar subir el Tesorero, que está enfrente, pero mientras resbalo con gran estilo lo poco que he podido subir, veo que un grupo de valientes se dirige hacia allí. No parecen llevar crampones. Mmmmm... Pues me voy a acoplar, a ver qué pasa.

Alcanzo al grupo, y me cuentan lo que todos los demás: que no sabían que había nevado, y que van a ver hasta dónde llegan. Pues nada, mucha suerte a todos y adelante.

En cabeza va una pareja de alemanes que no son del grupo y que parecen algo irresponsables. Por abajo no se avanza mal, pero no tardamos mucho en darnos cuenta de que la situación se va a poner algo tirante más arriba, porque empieza a aparecer el hielo. El grupo se para y los alemanes siguen. Se tiran diez minutos para subir una trepadita sin dificultad en circunstancias normales, pero que es algo más que seria estando la roca cubierta de hielo. Especialmente para descender. Y se ve que por arriba el asunto se va a volver más peliagudo.

Así que nos damos la vuelta mientras los alemanes consiguen superar el escollo y continúan hacia la cima. Me parece ridículo. Se ve claramente que según avancen se van a encontrar con más hielo, y ya les ha costado bastante cruzar el primer paso problemático. Pero allá ellos, que son mayorcitos.

De vuelta al collado tras mi tercer fracaso del día, me dedico a pasar el rato disfrutando del paisaje. Este punto es especialmente adecuado para ver un amplísimo panorama hacia el norte, ya que el jou permite abarca una cantidad de espacio enorme. Como, descanso, veo a los alemanes darse la vuelta finalmente...

Cuando me canso, me doy la vuelta y me dirijo de nuevo hacia el teleférico. Ha sido un día estupendo, y eso que he fracasado por partida triple y no he podido hacer nada de lo que me hubiera gustado. Pero me da exactamente igual. Ya solo haber vuelto a Picos me alegra, y está todo tan bonito que no me ha hecho falta hacer ninguna cumbre.

Además, según estoy volviendo a la estación, me decido a bajar por la Senda del Hachero. Gracias al descuento del hostal, el teleférico me ha resultado tan barato que me da igual no usar el billete de vuelta. Así que al llegar a la estación me aparto del hormigón y empiezo la bajada.

Doy un par de revueltas antes de conseguir encontrar el camino bueno. Puede que el inicio no esté muy bien marcado, pero una vez en el sendero, ya no hay forma de perderlo.

Al principio recojo un par de anillas de latas que veo por allí, del año catapúm, de cuando se separaban del todo de la lata... Deben de llevar décadas aquí tiradas. Luego veo más basura, y más y más... Sobre todo cristales de botellas rotas. Montones y montones. Así que dejo de recoger porquería. Es impresionante la cantidad de cristales que hay en la parte alta del camino. No sé si sería una tradición de la zona romper vidrio, pero lo parece.

La bajada es sencilla, más allá de poder dar algún resbalón si hay demasiado barro en la senda. A media altura se llega a una mina abandonada, junto a la que quedan los restos de un teleférico muy rupestre, que debían de usar para subir y bajar material. Parece bastante precario. Un poco más allá hay algunas ruinas de viviendas de la época, imagino que de los mineros. Y siguiendo un poca más el camino, se acaba llegando a la estación del teleférico.

Ha resultado un día estupendo, a pesar de las derrotas. Me ha encantado todo. Es una pena no haber podido alcanzar ninguna cima, pero no me preocupa demasiado. Otra vez será.

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