Los Polimorfos del Pico Jario, 1.914 m, desde Soto de Sajambre.
near Soto, Castilla y León (España)
Viewed 1769 times, downloaded 81 times
Trail photos
Itinerary description
Salimos, mis hermanos de monte: Pimiento, el animista; Ojos de Elfo, el guerrero y un servidor, Leord, el montaraz; de Soto de Sajambre y cogemos el camino que parte hacia el refugio de Vegabaño. Es un sendero bien marcado, sin pérdida. Después de ir ganando constantemente altura nos internamos en un bosque de hayas terriblemente hermoso, majestuoso, donde se producían en ocasiones extraños ruidos que rompían el silencio que presidia opresivamente el lugar. Siguiendo todo el rato el Camino Viejo a Vegabaño, que asciende serpenteando entre el denso bosque, al cruzar un puente se tuerce a la derecha y podremos ver más adelante antiguos chozos o casas o guaridas o bastiones, ya bastante deteriorados por el tiempo y el abandono. Al llegar a otro cruce seguimos las indicaciones hacia Vegabaño.
El bosque es extenso, parece abarcarlo todo y parece muy viejo, presentando multitud de árboles caídos y arrancados y tronchados por la fuerza del viento, varios de ellos dificultando el avance por el camino. Al cabo de algo más de una hora ya hemos llegado a la majada de Vegabaño, dejando el refugio a la izquierda del camino tras unos árboles y continuamos y unos metros más adelante podemos ver algún cartel pintado de colores vivos que nos indica por donde subir al pico Jario, al valle de Valdeón y a los collados de Dobre y Panderrueda.
En este punto, y según vamos cogiendo más altura, las nubes bajas se hacen más presentes y al salir del bosque a otra majada donde se halla un refugio libre, el paisaje se convierte en fantasmagórico, no dejando ver más que unos pocos metros delante nuestro. Subimos por la parte izquierda de la majada. El camino era atravesado en ocasiones por numerosas ramas caídas de los escasos y achaparrados árboles que poco a poco iban desapareciendo, en demasiadas ocasiones parecía. Cuando los dejamos atrás y bajamos a cruzar un arroyo pequeño para luego subir por detrás, en unas grandes praderas de verde, tenemos que echar mano del gps dado que es imposible orientarse en medio de la niebla y al coger más altura empieza a llover finamente. Paramos para protegernos con las chaquetas y decidir por donde proseguir el camino.
Continuamos la ascensión, ya más seria, observados por los polimorfos del lugar (animales misteriosos con cuernos vacunos) desde cierta distancias, oyéndolos sin verlos debido a la niebla pero sabiendo que están allí, sintiendo como alertan a otras criaturas de nuestra llegada. Uno de ellos se detuvo en un plano más alto que el nuestro y en el borde de nuestra visión, justo donde se difuminaba su figura, y nos acechó con su intensa mirada sin llegar a moverse un palmo. Luego desapareció y justo después sonaron intensos y espaciados bramidos que rebotaron contra las nubes en las que estábamos.
Cuando logramos llegar a la cresta, toda llena de un verdor espléndido, que nos conducirá a la cumbre, nos acontecen dos hechos importantes: el primero es que mi cámara de fotos, debido seguramente a un hechizo poderoso de los polimorfos, se cae y baja rodando cogiendo gran velocidad por la pronunciada pendiente de hierba ladera abajo, hasta que se interna en la niebla y la perdemos de vista; el otro suceso es que rompe a llover con todas las ganas.
Decidimos hacer cumbre, dado que estábamos cerca, y a la vuelta intentar encontrar la cámara. Señalando el punto donde se cayó con un hito y dejando un bastón señalando la dirección que tomó.
Al cabo de otros metros de ascensión, hacemos cumbre bajo, ahora ya, un fuerte aguacero y allí nos encontramos los tres caminantes con las criaturas a las que habían avisado los polimorfos: tres burros que nos estaban esperando. No hay duda que no es casualidad que sean tres los burros que nos esperan y nos sentimos identificados con ellos y proferimos en abrazos entre nosotros y con ellos.
Después de hacer una cumbre rápida, bajamos hasta llegar al hito y al bastón que dejamos atrás, para iniciar la búsqueda de la cámara. Nos abrimos en abanico y empezamos el descenso de la ladera siempre hacia abajo, siempre bajo la lluvia que nos quería empapar y siempre bajo la niebla que competía en humedad con ella. Bajamos la ladera y cuando creíamos que habíamos llegado ya al final, aún continuaba y parecía no terminar.
Y como él creía que la iba a encontrar, sólo él, sólo Ojos de Elfo la encontró.
Ahora tocaba subir para coger el collado de teníamos arriba, de vuelta, y así iniciar el regreso. Subimos en diagonal acortamos campo a través y una vez arriba solo quedó volver sobre nuestros pasos corriendo y saltando sobre los caminos que ya empezaban a estar encharcados y embarrados de agua, además de misterios. La vuelta fue mucho más rápida que la ida, ya no dudábamos en los senderos a recorrer, conocíamos las sendas y nos dábamos toda la prisa que podíamos. Pimiento comentó que estaba empapado, su chaqueta raída por numerosas expediciones ya no aguantaba el agua y notaba cómo el frío y la humedad hacían mella en su espalda y sus pies chapoteaban dentro de las botas. Antes de llegar al refugio libre y de internarnos en el bosque nuevamente, los demás empezábamos a sentir los pies de un modo parecido. Al entrar en el bosque veloces, casi extraviamos el camino. Tuvimos que retroceder unos metros y mirar los gps hasta encontrar nuevamente la senda y bajamos y bajamos serpenteando por el bosque, en ocasiones acortando a pico entre las curvas del camino para llegar antes al refugio de Vegabaño, donde tampoco nos paramos, no nos queríamos quedar fríos.
De ahí al aparcamiento la lluvia nos siguió acompañando a ratos. Fuerte a veces, silenciosa otras. Mojados siempre. Nos sentíamos contentos, radiantes por la aventura. Hablábamos de los poliformos, de los ruidos del bosque y de los extraños sucesos del día. Fue una suerte, decíamos, haber contado con este tiempo, incómodo y maravilloso. Y no menos maravilloso fueron aquellos sucesos, los objetos mágicos perdidos, las miradas penetrantes y el reflejo de nosotros que vimos en la cumbre.
Ahora ya sólo quedaba volver al campamento base, degustar unas sopas de ajo y entrar en calor con las infusiones del animista.
☠☠☠
El bosque es extenso, parece abarcarlo todo y parece muy viejo, presentando multitud de árboles caídos y arrancados y tronchados por la fuerza del viento, varios de ellos dificultando el avance por el camino. Al cabo de algo más de una hora ya hemos llegado a la majada de Vegabaño, dejando el refugio a la izquierda del camino tras unos árboles y continuamos y unos metros más adelante podemos ver algún cartel pintado de colores vivos que nos indica por donde subir al pico Jario, al valle de Valdeón y a los collados de Dobre y Panderrueda.
En este punto, y según vamos cogiendo más altura, las nubes bajas se hacen más presentes y al salir del bosque a otra majada donde se halla un refugio libre, el paisaje se convierte en fantasmagórico, no dejando ver más que unos pocos metros delante nuestro. Subimos por la parte izquierda de la majada. El camino era atravesado en ocasiones por numerosas ramas caídas de los escasos y achaparrados árboles que poco a poco iban desapareciendo, en demasiadas ocasiones parecía. Cuando los dejamos atrás y bajamos a cruzar un arroyo pequeño para luego subir por detrás, en unas grandes praderas de verde, tenemos que echar mano del gps dado que es imposible orientarse en medio de la niebla y al coger más altura empieza a llover finamente. Paramos para protegernos con las chaquetas y decidir por donde proseguir el camino.
Continuamos la ascensión, ya más seria, observados por los polimorfos del lugar (animales misteriosos con cuernos vacunos) desde cierta distancias, oyéndolos sin verlos debido a la niebla pero sabiendo que están allí, sintiendo como alertan a otras criaturas de nuestra llegada. Uno de ellos se detuvo en un plano más alto que el nuestro y en el borde de nuestra visión, justo donde se difuminaba su figura, y nos acechó con su intensa mirada sin llegar a moverse un palmo. Luego desapareció y justo después sonaron intensos y espaciados bramidos que rebotaron contra las nubes en las que estábamos.
Cuando logramos llegar a la cresta, toda llena de un verdor espléndido, que nos conducirá a la cumbre, nos acontecen dos hechos importantes: el primero es que mi cámara de fotos, debido seguramente a un hechizo poderoso de los polimorfos, se cae y baja rodando cogiendo gran velocidad por la pronunciada pendiente de hierba ladera abajo, hasta que se interna en la niebla y la perdemos de vista; el otro suceso es que rompe a llover con todas las ganas.
Decidimos hacer cumbre, dado que estábamos cerca, y a la vuelta intentar encontrar la cámara. Señalando el punto donde se cayó con un hito y dejando un bastón señalando la dirección que tomó.
Al cabo de otros metros de ascensión, hacemos cumbre bajo, ahora ya, un fuerte aguacero y allí nos encontramos los tres caminantes con las criaturas a las que habían avisado los polimorfos: tres burros que nos estaban esperando. No hay duda que no es casualidad que sean tres los burros que nos esperan y nos sentimos identificados con ellos y proferimos en abrazos entre nosotros y con ellos.
Después de hacer una cumbre rápida, bajamos hasta llegar al hito y al bastón que dejamos atrás, para iniciar la búsqueda de la cámara. Nos abrimos en abanico y empezamos el descenso de la ladera siempre hacia abajo, siempre bajo la lluvia que nos quería empapar y siempre bajo la niebla que competía en humedad con ella. Bajamos la ladera y cuando creíamos que habíamos llegado ya al final, aún continuaba y parecía no terminar.
Y como él creía que la iba a encontrar, sólo él, sólo Ojos de Elfo la encontró.
Ahora tocaba subir para coger el collado de teníamos arriba, de vuelta, y así iniciar el regreso. Subimos en diagonal acortamos campo a través y una vez arriba solo quedó volver sobre nuestros pasos corriendo y saltando sobre los caminos que ya empezaban a estar encharcados y embarrados de agua, además de misterios. La vuelta fue mucho más rápida que la ida, ya no dudábamos en los senderos a recorrer, conocíamos las sendas y nos dábamos toda la prisa que podíamos. Pimiento comentó que estaba empapado, su chaqueta raída por numerosas expediciones ya no aguantaba el agua y notaba cómo el frío y la humedad hacían mella en su espalda y sus pies chapoteaban dentro de las botas. Antes de llegar al refugio libre y de internarnos en el bosque nuevamente, los demás empezábamos a sentir los pies de un modo parecido. Al entrar en el bosque veloces, casi extraviamos el camino. Tuvimos que retroceder unos metros y mirar los gps hasta encontrar nuevamente la senda y bajamos y bajamos serpenteando por el bosque, en ocasiones acortando a pico entre las curvas del camino para llegar antes al refugio de Vegabaño, donde tampoco nos paramos, no nos queríamos quedar fríos.
De ahí al aparcamiento la lluvia nos siguió acompañando a ratos. Fuerte a veces, silenciosa otras. Mojados siempre. Nos sentíamos contentos, radiantes por la aventura. Hablábamos de los poliformos, de los ruidos del bosque y de los extraños sucesos del día. Fue una suerte, decíamos, haber contado con este tiempo, incómodo y maravilloso. Y no menos maravilloso fueron aquellos sucesos, los objetos mágicos perdidos, las miradas penetrantes y el reflejo de nosotros que vimos en la cumbre.
Ahora ya sólo quedaba volver al campamento base, degustar unas sopas de ajo y entrar en calor con las infusiones del animista.
☠☠☠
Waypoints
Information point
4,540 ft
Cartel bonito
Indica hacia donde está el camino al pico Jario, el valle de Valdeón y los puertos de Panderruedas y Dobre.
Fauna
5,437 ft
Camino con los poliformos
Que se escondían en la niebla. Descubrimos el cuerpo sin álito de uno de ellos.
Information point
3,781 ft
Atajo por el Camino Viejo
En vez de bajar serpenteando el Camino Viejo, bajamos a través por este sendero que atravesaba los meandros del camino.
Comments (3)
You can add a comment or review this trail
I have followed this trail View more
Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
--Aquí Ojos de Elfo (El guerrero). La ruta, tal como como la vivimos y tal cual está descrita te transporta a un universo paralelo que solo en lugares con mucha magia y en entornos privilegiados puedes encontrar.
--Si encima la realizas con tus hermanos de ruta y de vida, pues no se puede pedir más.
--Los tres burros de la cima creo que éramos nosotros.
Muchos hechos extraños sucedieron aquel día que no debemos de olvidar. Las extrañas voces en la niebla, los avisos de los polimorfos y los tres animales que nos representaban... todo envuelto en un halo de leyenda.
Todo eso da que pensar de cómo se formaron en la antiguedad tantas y tan ricas leyendas por las tierras del norte de España sobre todo. Como se pierden objetos mágicos y cómo son rescatados por los héroes de la zona.
En otro tiempo y en el mismo lugar, hubieramos contado todo eso en vez de por aquí, entorno a una hoguera y los niños y adultos que lo escucharan, al contarlo a su vez en otros fuegos y otros lares, habrían acrecentado el misterio y la agonía y, cuando tiempo después volviera a nosotros, veríamos cómo había aumentado la leyenda y se podría haber convertido en un cuento de días de lluvia, niebla y fuego del hogar.
Sin duda el espíritu que se oculta en el gran abismo del vacío supremo brilla a través de vuestras bocas. Agradezco encarecidamente vuestro relato, ya que me devuelve la visión de mundo muy viejo, en el que el paso de generaciones de homo sapiens a través del tiempo es apenas un parpadeo. Hay una realidad que se nos vela según caemos más profundo en la construcción de una fútil feria de espejos y abalorios. Hoy nuestros ojos están prácticamente ciegos a ella, y no pueden percibirla sino en condiciones peculiares como estas.