Circular Montaña Palentina III (Valle de Pineda y de Arauz. Pozo Curavacas y Ves)

Ruta de dos días recorriendo el valle de Pineda y el valle del Arauz, al pie del Lezna, durmiendo dos noches en distintos refugios.

El primer día salimos un poco más allá de Vidrieros, a mediodía, y, remontando el río Carrión, llegamos hasta el refugio de Santa Marina. De allí nos dirigimos hacia el norte, dejando el Carrión y cogiendo el Arauz, en dirección de los valles de Lezna, pasando al lado del Menhir de la Caldera y de un trozo de la antigua calzada romana, lo cual hace ver el trasfondo histórico de toda esta zona.

Dormimos en un refugio cerca de la falda del Lezna y al día siguiente volvemos a ir hacia el valle de Pineda subiendo antes el Collado de Picorbillo. Una vez en el valle de Pineda de nuevo, lo seguimos remontando hasta que lo dejamos al cabo de unos kilómetros para girar a la izquierda para subir al Pozo Curavacas donde disfrutamos de un baño terriblemente agradable. Hacia un calor enorme y el agua estaba templada!
Desde allí proseguimos al Pozo del Ves y de este subimos el cordal y pasamos a la otra vertiente superando un gran desnivel, quedando a pocos metros de la cumbre de la Curruquilla.
Bajando desde la Curruquilla erramos el camino y nos metimos por un mar de brezos.
(AVISO, habría que ir hacia los caminos que se ven al fondo así evitaremos este inconveniente).

La segunda noche la hicimos en el refugio de Postil de Sona y, al día siguiente, solo quedó dar un paseo hasta Vidrieros donde habíamos dejado el coche un poquito más lejos.

Ruta realizada con muchísimo calor lo cual hizo algo incómoda por unos parajes super bonitos. Hay mucho agua a lo largo de todo el camino lo cual fue una ventaja puesto que estábamos cargando las botellas cada poco tiempo. Importante llevar potabilizadoras, dado que es zona de mucho ganado.
Una ruta de dos días que fue muy agradable a pesar del calor y de la gran distancia, se podría realizar en menos tiempo según forma y metereología, y hacer variaciones (que teníamos estudiadas), como subir el Curavacas y hacer luego el cordal para bajar a dormir al mismo sitio.

Lo mejor, la compañía, el silencio y el pensar solo en la ruta con sus dificultades, nimias comparadas con el baño de terrible realidad que nos llevamos al volver a la civilización.
Y, por encima de todo, saber que nos tenemos los unos a los otros en las adversidades, sean en el monte o sean en el asfalto.