Trochas en Silvia #1 (Cauca - Colombia)

MTB en Silvia Cauca.
Por: liliwhale®

Esta es una ruta de buen kilometraje (62 Km), llena de paisajes hermosos y montañas muy empinadas. Requiere de un "muy buen" acondicionamiento físico por lo empinado del terreno y por la longitud del recorrido. Esta ruta ofrece algo difícil de encontrar en otros caminos: los descensos se pueden hacer por canalones de barro con piedra, o por el camino carreteable de los campesinos. Como siempre, preferí el canalón y no se imaginan la aventura que fue. Creo que me quedé sin adredalina. Mi recomendación: buenos frenos, buena técnica y a DISFRUTAR !!!.

Silvia, bien llamada “La Suiza de América”, es un lugar de esos que siempre había querido conocer y creo que se convirtió en un sitio favorito para volver en cualquier momento que la vida lo permita. Sus montañas altas, majestuosas y llenas de vegetación, sus ríos profundos, rocosos y fríos, sus cielos azules y otras veces muy nubados, su gente linda, colorida y autóctona que refleja los resguardos indígenas de Paeces y Guambianos, sellaron mi mente con los mejores recuerdos e hicieron que esta zona caucana se convirtiera, en mi concepto, en uno de los sitios más bellos de Colombia.

Geográficamente, Silvia queda sobre un valle rodeado por las montañas de la Cordillera Central, a una altura de 2620 msnm y a unos 60 km al nororiente de Popayán, Departamento de Cauca - Colombia.

Para llegar hasta Silvia, desde el norte o desde el sur de Colombia, se debe transitar la Vía Panamericana y buscar el Municipio de Piendamó - Cauca, desde el cual se accede por una vía pavimentada que separa a las dos poblaciones con un recorrido de aproximadamente 27 km. Si se viaja desde el norte de Colombia, los puntos geográficos más relevantes, en orden, son: la ciudad de Cali y posteriormente Jamundí - Santander de Quilichao – Piendamó. Si se viaja desde el sur, se debe buscar la ciudad de Popayán, y desde allí, desplazarse hasta Piendamó.

El recorrido entre Piendamó y Silvia hizo que mi mente se transportara a un espacio distinto. Me sentí en un camino mítico y lleno de sorpresas que al final se engalanó con un valle cargado de aire fresco, de montañas y de un pueblito que llamó mi atención por su belleza y por el privilegio de su ubicación al estar entre el Río Piendamó y la Quebrada Manchay. Este municipio del Cauca está conformado por el casco urbano, por la zona campesina, y por seis resguardos indígenas: Ambaló, Guambía, Kisgo, Pitayó, Quichaya y Tumburao.

Mi sensación es que la gente de Silvia brilla por su carisma natural. La amabilidad de los pobladores urbanos y de los campesinos es inmensa. No sé cómo explicar la gracia y la alegría propia de los indígenas Paeces y de los Guambianos, o Wampi como ellos mismos se hacen llamar. Me parece que tienen un sello personal por el orden de sus comunidades, por sus costumbres y hábitos de vida bien arraigados, por su lengua guambiana, el wampi-misamera-wam, de la familia lingüística chibcha, pero sobre todo, por su vestuario particular y colorido llamado “Anaco”.

Tanto hombres como mujeres usan sombreros de fieltro negro, tipo hongo de ala pequeña y visten una falda de paño azul oscuro, y a veces negra, llamada “lusig”. Las mujeres también usan un rebozo o tapujo, también de paño azul intenso, que se agarran con un gancho metálico sobre sus blusas bordadas de colores y se adornan el cuello con collares de muchas formas y texturas. También es usual que ambos sexos calcen botas de cuero o caucho, que desplazaron su calzado tradicional, anteriormente compuesto por alpargatas.

En nuestro recorrido con las bicis de montaña, nos encontramos un cuadro muy hermoso: eran al menos 40 niños, pertenecientes a las etnias que habitan las montañas, quienes nos dieron la bienvenida al llegar a uno de los resguardos indígenas. Cómo olvidar sus rostros, sus miradas y sus sonrisas angelicales. Supongo que ellos se asombraron un poco al vernos llegar rodando por los canalones de tierra, que hasta caminando son difíciles de recorrer, con nuestras caras llenas de pantano y sudor, y con esos cascos grandes en la cabeza. Yo creo que ellos todavía piensan que nosotros éramos de otro mundo. Gracias a Dios estos niños ya están creciendo en paz. O al menos eso esperamos todos los colombianos de bien.

Buenas Trochas,
Liliwhale®