Ramal de Álvar Fáñez

En el Siglo XI Álvar Fáñez, "Minaya", lugarteniente del Cid, inició una rápida expedición por el valle del Henares para conquistar todas las plazas musulmanas que se iba encontrando camino de Guadalajara, para asegurar así el flanco del ejercito del Campeador. Aunque así nos lo narra el Cantar del Mío Cid, parece ser que en realidad la razzia fue ejecutada por el mismo Rodrigo Díaz de Vivar; el autor del Cantar se tomó una "licencia poética". Verdad o no, aprovechando que en el Cantar aparece la expedición a Guadalajara, el consorcio Camino del Cid ha creado un ramal de Guadalajara a Villaseca del Henares, donde enlaza con la ruta del Destierro, de Burgos a Calatayud. Al lío!
La mejor opción es hacerla acabando en Guadalajara, para aprovechar el desnivel favorable, y empezar en Matillas, donde podemos llegar en tren desde Madrid y Guadalajara. Ojo a los horarios menguantes http://www.renfe.com/viajeros/
Matillas es casi un despoblado desde que cerró la fábrica de cementos, una pena. Al bajar del tren se toma el camino del Cid remontando el valle del río Dulce hasta Villaseca del Henares, donde empieza el ramal de Álvar Fáñez en un giro a la derecha. Y lo primero es dejar atrás el valle y subir al páramo por donde está la A-2. En la subida a Castejón se podría tomar una pista marcada como GR, aunque el camino BTT nos manda por la carretera. Como todas las que se cruzan o se usan en este ramal, poquísimo tráfico.
A la salida de Castejón tocará empujar la bicicleta; una cuesta demasiado empinada y con algún paso muy técnico tienen la culpa. Por suerte es un tramo corto, hasta desembocar en una pista ancha entre cultivos. ¡Qué distinto es el paisaje del valle, más agreste, y el del páramo, de cultivos y bosques de encinas! Sólo el zumbido del tráfico de la A-2, cercana, desentona.
La pista acaba en un cruce sin salida y el track oficial nos manda por el borde de un sembrado. Supongo que el sembrado ha invadido el camino y no al revés; de todas maneras no me siento cómodo rodando sobre los brotes tiernos. Y es que además se me están llenando las ruedas de barro. Cuando el camino abandona el sembrado es aún peor: una zona de barro pegajoso me bloquea las ruedas, el cambio, la cadena. Y al echar pie a tierra las suelas de las zapatillas levantan un kilo de barro cada una. No queda más remedio que limpiar lo que se pueda lo mejor que se pueda buscar la mejor zona posible en cada caso; a veces, meterse en medio de los charcos es la mejor opción.
Ya muy cerca de la A-2 se abandona la pista para tomar una trialera que baja hacia el valle del Badiel, que en esta zona se llama "barranco de la Artilla". En las paredes se notan los estratos de los sedimentos terciarios, de cuando todo esto era el fondo de un mar interior. Estratos de distintos materiales y dureza, pero para hablar de geología todavía queda un rato. Ahora toca botánica. La trialera es estrecha y todas las plantas de la zona son hostiles. Lo que no pincha araña, lo que no araña se clava y lo que no se clava te golpea al pasar. Bendito tubeless. Al llegar a un abrevadero hay un aviso de derrumbe, la verdad es que no es para tanto. Pero el bosque es cerrado y cuesta encontrar las marcas del GR; al fin, al llegar a una captación de agua, el sendero se hace pista y la tortura vegetal se acaba. Almadrones espera. Y a la salida un mirador nos muestra el valle del Badiel, a donde se dirige el camino, y a cuyo fondo se llega en vertiginoso descenso. El velocímetro empieza a desperezarse.
El Ramal transcurre ahora por el fondo del valle atravesando pueblos; Argecilla, Ledanca, Utande, Muduex, Valdearenas... Todos ellos están en las laderas del valle, no sobre el río, así que todos ellos nos regalan una cuesta que vencer dando pedales. Todos tienen fuente, algunos bar o merendero, y alguna sorpresa más; pasos bajo casas, castillos en ruinas, monasterios y sendas amigables... este tramo del Ramal se hace ameno.
Tras Valdearenas el Ramal gira hacia Hita, visible desde mucha distancia gracias a su cerro testigo, donde se ubicaba el castillo ya derruido. Un cerro testigo es un monte creado por la erosión, aquí lo explican bien https://apuntesdegeografia.wordpress.com/2013/09/25/relieve-tabular/
El camino pica hacia arriba hasta llegar a la villa del Arcipreste, y, aunque merece una visita, no será hoy cuando yo la haga. Salgo de Hita por un trozo de camino en pésimas condiciones, dejo una variante apuntada. Y busco Torre del Burgo, último pueblo del valle del Badiel, ya entrando en el valle del Henares. Ahora toca subir por los flancos del páramo en un rodar más ingrato, aunque el viento me sigue ayudando. Cruzo Ciruelas y su iglesia rematada con una cúpula achatada, y llego a Tórtola de Henares, donde se nota que estoy cerca de la capital. Bares, supermercados, tiendas de chinos, y una travesía con tráfico abundante. Ya falta poco. (Por cierto, desde Hita la señalización del camino del Cid escasea; me guío por el GPS y las marcas del GR)
Hacia Taracena la pista es una sucesión de toboganes, y al cruzarla aún falta un pequeño rodeo antes de alcanzar Guadalajara. Un carril bici (con su tonto paseante de perro oficial) me recibe, y al poco, uso un parque con un arroyo para adentrarme en la ciudad. Ojo que hay un tramo con escaleras (¡yupii!) y un trozo de carril bici killer por ahí... unas rampas de desvío y se llega al palacio del duque del Infantado, final oficial del Ramal de Álvar Fáñez. Cerca está la estación de bus, y algo más lejos cuesta abajo la de tren.
En resumen, un aperitivo para un futuro viaje siguiendo las huellas del Cid. Claro que con alforjas habrá que tomárselo con más calma...