Madrid - Tres Cantos - Soto de Viñuelas

Buena ruta de reconocimiento por el hasta entonces desconocido Soto de Viñuelas. Se trata de uno de los bosques mediterráneos mejor conservados de todo Madrid. Un apéndice geográfico y ecológico del Monte de El Pardo, que al igual que su hermano mayor, se encuentra perimetrado por una tapia de piedra que lo bordea en su totalidad.

Se trata de una propiedad privada con un alto valor ecológico y cinegético, en la que según la época del año puede participarse en monterías. En su interior, se encuentra el Castillo de Viñuelas, una edificación levantada a mediados del s.XIII y que en la actualidad sirve de lugar para eventos corporativos, bodas y comuniones y actividades parecidas.

La ruta comienza en el centro de Madrid y enlazando con el GR-124 buscamos las estribaciones del Monte de El Pardo. Una vez superamos el Campo de Golf de la Federación Española, pedaleamos hasta toparnos con las vías del cercanías y siguiendo las indicaciones del Camino de Santiago (que a su paso por Madrid discurre por esta senda), llegaremos a la estación de El Goloso. Desde aquí, seguimos el camino de tierra que va paralelo al carril-bici de la carretera de Colmenar y llegamos a la estación de tren de Tres Cantos.

Aquí empieza realmente la ruta al Soto de Viñuelas, por lo que este tramo se puede ahorrar, viajando hasta Tres Cantos, ya sea en tren o en coche (la circular al Monte de Viñuelas tiene unos 33kms).

Una vez aquí, no hay pérdida alguna. Empezamos a seguir el muro en el sentido de las agujas del reloj por una pista que discurre paralela a la citada tapia. El camino se ensancha en algunos puntos y en otros, sigue un trazado más trialero. La parte más bonita se encuentra en la vertiente septentrional de la ruta (del km 37 al 42). Si bien en algunos puntos parece que el camino se bifurca, para llegar de nuevo hasta Tres Cantos, habrá que continuar en todo momento paralelos al muro y en caso de duda, seguir el camino pegado a la tapia. Una vez se llega a Tres Cantos, se puede volver por el camino de ida o, como fue mi caso, coger el cercanías y de vuelta a casa a comer y a por una buena siesta.

Los polvorones y los excesos navideños pasaron factura y tras una caída cuesta abajo (por fortuna nada más que chapa y pintura) el Tío del Mazo vino a rendir cuentas y a felicitar el 2016. Una buena ruta para empezar bien el año e ir recuperando la forma.