Jarosa, Cuelgamuros, Penosilla, San Lorenzo

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Quedamos a las 9:30 en El Zaburdón con Paco Corral, Fernando Torres, Antonio Vaselina, Alvaro, Javi, Joaquín Palanco y Javi Torres. Hace una mañana fresca, pero apunta a que va a ser un día espléndido, así que nos ponemos en marcha por carretera hacia Guadarrama. Al llegar a la rotonda del almacén de materiales, nos desviamos para tomar el camino que conduce a La Jarosa el cual, a unos dos kilómetros casi todos de subida, nos lleva al muro de la presa. Rodamos rodeando la presa, que hoy está espectacular con tanta agua como tiene, y los pescadores lo disfrutan de lo lindo.
En cuanto llegamos al kiosko merendero, tomamos la pista que nos conduce durante varios kilómetros y varios arroyos hasta retomar la carretera de la Jarosa. Podíamos haber continuado esta carretera, pero es mucho más divertido (y duro) la elección del camino de tierra. Aquí, Joaquín rompe la cadena y tiene que volverse por donde ha venido, así como llamar a su parienta que le haga de coche escoba.
Los demás, en este punto tomamos la carretera hacia abajo, para desviarnos en un sendero a derechas que nos lleva hasta la tapia del Valle de Los Caídos y la saltamos. Paco y Fernando nos advierten que es ilegal adentrarnos en la finca, pero nos disponemos a aventurarnos en uno de los parajes más bellos de la sierra del Guadarrama, así que saltamos la valla con las bicicletas a cuestas sin pensárnoslo dos veces.
Tomamos la carretera interna del Valle y en un par de kilómetros nos encontramos a la altura de la cruz del Valle. Hacemos las fotos de rigor, nos maravillamos del paisaje, de la grandeza del entorno, y continuamos nuestro camino hasta cruzar de nuevo la valla de separación con San Lorenzo.
Es aquí, en este punto donde he alucinado en colores, y eso que llevo toda mi vida viviendo en San Lorenzo. Vistas a la izquierda: La Bola del Mundo, La Pedriza, presa del Jarosa, Valle de los Caidos….
Vista a la derecha: San Lorenzo, embalse de Valmayor, Las Cuatro Torres de Madrid. Grandioso. Nos encontramos a 1600 metros de altitud, una paz impresionante, y la satisfacción de haber llegado hasta allí arriba.
Tras un descenso vertiginoso por un cortafuegos, cogemos el camino de la Solana, que nos lleva descendiendo hasta la Penosilla, y desde allí hasta el pueblo.
Una ruta para repetir, para disfrutarla de nuevo. Esta ruta tiene un IBP de 61.