Jaén-Mancha Real-Almadén-Fuenmayor-Pto . La Mata-Caño Aguadero-Cuadros

¡Qué contenta estoy! Mi amo me quiere mucho y me ha puesto un nuevo manillar y una nueva potencia, ambos de carbono porque dice que así adelgazo un poquito y que estoy más guapa. La verdad es que son muy chulos, Rit… no sé qué, con un acabado negro mate magnífico, aunque también es cierto que él, que ya tiene unos años, se siente un poco más seguro, por ser el primero un poco más ancho, y la segunda, un poco más corta. Y la verdad es que la ruta que hemos hecho para inaugurarla, sin tener zonas técnicas complicadas, ha ido bastante bien y mi amo ha quedado muy satisfecho.

Hoy es sábado y mañana domingo, 29 de Octubre, que es el día que se lleva la Virgen de Cuadros a su Ermita. Como ya sabéis, mi amo es de Bedmar, y no quería faltar a este bonito día, así que entre él y su Sra. han pensado que él se podía ir por la mañana del sábado en la bici para una encantadora casa rural de aquella zona, La Nave de Cuadros, y ella se iba por su cuenta con el coche, cargado el maletero de ricas viandas para echar el día con sus amigos; ricas para ellos, claro, porque como sabéis, a mí lo que más me gusta es el aceite y la grasa (¡mmm... qué ricos!), sobre todo en mi cadena y mis articulaciones.

Así que eran las 8 de la mañana, todavía de noche y con un fresquito muy rico, cuando hemos partido para la gran aventura. Nos hemos tomado el camino viejo de Mancha Real porque, aunque es un poco más pesado que el camino de Los Cuartos, por ser el piso de tierra batida por los tractores, es bastante más tranquilo y solitario. A mi amo, cuando va en la bici no le gustan los ruidos ni los coches por las carreteras y lleva un pequeño MP3 en el que escucha unos podcasts y su música por el altavocillo, no con auriculares, que creo que está prohibido y es peligroso.

Cuando llegamos a Mancha Real, tiramos por esa cuesta infame que es la subida a la Peña del Águila, pero que tanto le gusta a mi amo. Hoy nos ha pasado una cosa curiosa, y es que al principio de la cuesta me ha dado un vahído, y a punto hemos estado de tener que volvernos, porque mi amo oía una especie de silbido intermitente (ssshhh … ssshhh … ssshhh), como el que hacen las ruedas de los fuegos artificiales cuando giran, y no sabía qué era. Yo sí sabía bien que mi rueda trasera tenía un gran agujero por donde iba tirando líquido antipinchazos, y lo tiraba tan fuerte que parecía un spray. Inmediatamente nos hemos parado y mi amo ha puesto un dedo para tapar el roto, y así ha estado un rato; lo ha quitado, y ha vuelto a salir aire y líquido; lo ha vuelto a tapar de esta manera en varias ocasiones y poco a poco ha dejado de salir porque el líquido ha taponado el gran orificio. ¡Qué susto nos hemos llevado!, y es que ya le tengo dicho a mi amo que no me apure tanto las cubiertas, porque me veo un poco fea y vieja, y yo soy bastante coqueta, y además, él se juega el tipo. La verdad es que si hubiera sido otro, se hubiera vuelto sin más, pero es valiente y decidió que este pequeño contratiempo no iba a poder con él ni conmigo. De todas maneras, creo que el lunes o el martes me la cambiará por otra nueva. Me encanta estrenar cositas.

Cuando pasamos por el arranque de la subida al Almadén, se para mi amo y me dice que oye como una llamada de las alturas (algunas veces creo que está un poco loco) que le dicen algo así como “sube … tenemos una sorpresa para ti … no pases sin subir … te esperamoooos”, y como ya lo conozco, sabía que aunque no estaba previsto, no sería capaz de dejar de atender a la llamada de las sirenas, así que tiramos cuesta arriba hasta lo alto del pico de las antenas. Y como a mí me gusta la marcha y llevo de estreno el manillar y la potencia, también estoy muy contenta de que decida subir la cuesta de 8,5 kms. y un desnivel de 625 mts., o lo que es lo mismo, una pendiente media de 7,35%. No ha habido inconveniente alguno, y la rueda trasera sigue respondiendo.

No nos hemos parado mucho allí arriba, porque la ruta es larga, así que hemos bajado estupendamente, rápido pero con mucha prudencia, como siempre, y dice mi amo que me van muy bien las piezas nuevas, así que él contento, y yo contenta. Además, como en un principio no teníamos previsto subir hasta lo alto del Almadén, tampoco mi amo llevaba agua, que pensaba coger en la Fuenmayor, así que nos vamos rápido para el abrevadero. Por cierto, la Fuenmayor echa más agua que la última vez que pasamos por aquí hace dos o tres semanas. Se nota que le han venido bien las últimas aguas que han caído, y la sigue echando tan fresquita y deliciosa como siempre.

Esta ruta es dura, pero me encanta que mi amo me lleve por estas alturas, porque pasamos por los paisajes más bonitos que imaginarse puedan. Cuando llegas a lo alto de la Fuente del Espino y superas los 1700 mts. de altitud, tienes una vista que parece de otro mundo y se te quedan de izquierda a derecha los Cerros Cárceles, Corona, Carluca, Aznaitín, Serrezuela de Bedmar, Golondrina, el imponente pico Mágina a la derecha y el Almadén y algunos otros detrás. No se puede estar mejor acompañado. Si no conoces esta zona, permíteme que te recomiende que la hagas cuando te sea posible, porque merece la pena.

Se nos hace tarde, así que nos paramos ni a beber en el Pilar del Caño del Aguadero porque mi amo no quiere que su Sra. lo espere más de la cuenta. Ha intentado llamarla, pero no hay mucha cobertura por estos sitios dejados de la mano de la tecnología. Ahora sólo nos queda una frenética bajada de poco más de 15 kms. de distancia y un desnivel de más de 1,180 mts., que pondrá a prueba mis frenos y las nuevas piezas que mi amo me ha regalado, así que ¡a disfrutar de las rentas del trabajo de la mañana!

Dice mi amo que va a calificar la ruta como dura, aunque no ha sido para tanto. Total, sólo han sido 87 kms. de distancia y 2,805 mts. de desnivel acumulado. Creo con los años se está ablandando.

Por cierto, la rueda no ha vuelto a dar problema alguno; ha acabado la ruta y a mi amo le ha salido bien la arriesgada apuesta. Yo estaba en la cochera, pero he oído que cuando se lo ha dicho a su Sra., se ha enfadado bastante y le ha regañado, y le ha dicho que ya no es un crío para hacer esas cosas. Pero también le ha dado unos besitos y sigue queriéndolo mucho.

Estoy deseando que llegue el lunes por la tarde porque seguramente mi amo me bañará para quitarme el polvo del camino; cuando me pasa la esponja por la barriga y el cepillo por la planta de los pedales me hace cosquillitas y me río mucho. Después me secará bien, me soplará aire para sacar los restos de agua de mis delicados mecanismos, y me echará rico aceite y espesa grasa por todos mis rinconcitos. Me encanta estar limpia, brillante y guapa, y cuando mi amo adelanta (de vez en cuando) a otros ciclistas, y me miran con ojos sorprendidos, me siento la reina del camino.