El Oasis-Trocha-Fca La Solita-Las Flores-El Oasis

RUTA DEL CONDOR
Quesera El Oasis-Trocha-Finca La Solita-Las Flores-El Oasis
7 abril de 2012

Ciclistas: Mildred Uribe, Liliana Giraldo, Vicky Trú y Machacho
Ruta: Quesera El Oasis-Trocha-Finca La Solita-Las Flores- El Oasis
KM: 43km
Tiempo: 4H:21´

Gracias a una excelente invitación de la Dra. U y Machacho ésta fue una montada en plena Semana de Pasión. La de nosotros también fue de pasión, pero por lo nuestro: la bici.

En nuestras mentes y en los gps había varias alternativas, sin embargo optamos por una ruta “señoriterita” para quitarle a Vicky Trú la mala imagen que tiene de los caminos poco convencionales.

Como por esos días todos, de alguna manera, teníamos dolencias y limitaciones físicas, decidimos declararos miembros activos del Club “Condor”: con dolor allí, con dolor allá, ja, ja, ja. De ahí el nombre de la crónica.

De éste Club, que también podríamos llamar “La Cara Oculta” por la identificación con los personajes de ésta película, sólo faltó “El Inspector” (Juan Fernando Botero). El resto o sea Adrián (Machacho), Belén (la Dra. Uribe), Fabiana (Liliana Giraldo) y La Violinista (Vicky Trú), nos enfilamos con un circuito que tendría de todo: carretera destapada, trocha técnica y vía pavimentada.

“La procesión” de ése Viernes Santo comenzó a las 9:38 a.m en un punto sobre la carretera a Puerto Berrío conocido como Quesera El Oasis, ubicada en la Vda. La Carlota. Allí comenzamos rodando por una vía destapada en excelentes condiciones que nos llevaría muy cerca a La Cristalina, antigua estación del tren.

Descendimos por la solitaria vía, pasamos por varias fincas y haciendas tales como El Oasis, La Sánchez, La Nubia y La California. Cruzamos varias veces la quebrada La Malena y antes de arribar a la Estación La Cristalina, cuando el reloj marcaba las 11:00 a.m. y el GPS indicaba un recorrido de 9.6 km rodados en 1H:20’, giramos a la izquierda, cruzamos los rieles del tren y empezamos a rodar por lo que sería la trocha técnica.

Qué nostalgia produce pasar por la vía férrea que desde 1988 dejó de funcionar y cuya historia se remonta a finales del siglo antepasado cuando se hablaba del Ferrocarril Interoceánico Panamá, luego Ferrocarril de Bolívar y posteriormente Ferrocarril Antioqueño, interrumpido en varias oportunidades por brotes de revolución en la Costa Atlántica que paralizó la navegación por el Río Magdalena y, posteriormente, por la Guerra de los Mil Días que suspendió el servicio férreo por tres años. Es increíble que aún no se haya reactivado éste servicio pese al sinnúmero de intentos por hacerlo.

Antes de entrar a la trocha Mr. Psarocolius de Camanus - nombre científico del oropenda o gulungo, conocido también como pájaro mochilero, nombre amigable que ése día le dimos a Machacho por su pinta amarilla-, consultó con sus chicas la posibilidad de seguir hasta La Cristalina y bajar hasta Sabaletas para preguntar por una posible trocha que une dos puntos de otra ruta por el sector, pero concluimos que lo mejor sería seguir nuestro rumbo para contemplar la posibilidad que Vicky Trú cogiera carro hacia Medellín pues al otro día debía estar trabajando en la emisora.

Con ésta decisión tomada entramos a la trocha, en otrora carretera destapada. Pedaleamos por una serie de bellos potreros, un falso plan con tendencia a bajar y algunos columpios fáciles de sortear que no presentaron, en ningún momento, canalones o sectores muy extremos. Sin embargo, en algún punto de ésta vía, Vicky Trú bajó muy frenada y tropezó con un montículo que la mandó al suelo sin mayores consecuencias.

Es prudente decir que esta trocha es ideal para “primíparos” que quieran dedicarse al ciclo montañismo pues, por un lado, no presenta mayores obstáculos y, por otro, es corta y sólo tiene 7km que recorrimos en aproximadamente 1H:40´.

Por la amplia vista a lado y lado de la vía nos percatamos que estábamos prácticamente en parte baja del extenso valle que forma el Río Magdalena por éstas coordenadas ubicadas en una de las zonas geológicas más antiguas de nuestro país.

Si bien escuchamos varios truenos, el panorama se estaba tornando gris y el clima amagaba con dañarse, no nos cayó ni una sola gota de agua. El día, más bien opaco, estuvo ideal para rodar a menos de mil metros sobre el nivel del mar.

Más allá, muy cerca a la finca La Solita, finalizamos el trayecto de trocha y empatamos con la carretera destapada que une a Puerto Triunfo con Puerto Nare y Puerto Berrío. Una vía transitada prácticamente por los lugareños y propietarios de las fincas de ése sector ya que el resto de vehículos prefieren la pavimentada que se puede coger en cualquiera de los tres sitios mencionados y que pronto hará parte de la Ruta del Sol.

A la Solita llegamos a las 12:30 p.m. con 16km recorridos en 2H:52´. Giramos a la derecha y seguimos rumbo a Las Flores, en donde empata con la carretera pavimentada que une Medellín con Puerto Berrío.

Una hora más tarde paramos a amortiguar el hambre con sanduches y mecato que habíamos llevado. Menos mal Vicky Trú no sólo acató a empacar comida sino a prepararla, pues en todo el trayecto no encontramos ni una sola tienda por lo que recomendamos proveerse de buena agua y viandas antes de salir a rodar por esta zona.

A la altura de la Hacienda La Tagua se nos iba acabando el preciado líquido por lo que aprovechamos para pedir agua en ésta finca. Como la sirvieron de la canilla optamos por echarle pastillitas de puritabs para evitar alguna infección intestinal y concluimos que estas pastillas son, sin duda, un buen desvaradero a la hora de consumir aguas de dudosa procedencia.

Tras llenar las caramañolas seguimos por ésta vía que se caracteriza por tener una serie de columpios muy fáciles de pedalear y la cual vuelve y cruza la quebrada La Malena, ésa que ya habíamos visualizado varias veces en la trocha en la que además vimos varias cañadas, pozos y riachuelos que “refrescan” no sólo la vista sino la cálida zona.

Si bien no lo veíamos, sí sabíamos que a nuestra derecha estaba el Río Grande de la Magdalena, llamado así por Rodrigo de Bastidas y reseñado en el recién editado libro “Los Escogidos” -escrito por Patricia Nieto- como la fosa común más grande en Colombia. Un río de más de 1.500 km de largo que lo convierten en la principal arteria fluvial del país, navegable en unos 990 Km de su trayecto, cargado de historias y muertos, que pasa por 18 departamentos del país antes de desembocar en el Océano Atlántico.

Siendo las 2:30 p.m., después de otros 14.5 km rodados por ésta vía, rodados en dos horas, llegamos a Las Flores en donde se empata con la pavimentada que une a Medellín con Puerto Berrío, pueblo que en otrora se llamó Remolino Grande pero que cambió su nombre en homenaje al gobernador Pedro Justo Berrío.
La paz y tranquilidad que, hoy por hoy, se respira en ésta zona dista mucho de las horribles masacres perpetuadas años atrás por la insurgencia y los paramilitares. Matanzas que estigmatizaron éste pueblo en el que se celebran las Fiestas del Retorno, La Cometa y La Noche de los Poetas.

En su extenso casco urbano está el cementerio que se convirtió, paradójicamente, en una especie de sitio turístico, entre otras, porque desde hace rato los vivos escogen una tumba de alguno de los muchos NN’s enterrados allí para bautizarlos con sus propios nombres y convertirlos en un dios personal capaz de hacer milagros, vengarse o ayudarles a ganar un chance.

A propósito de cementerios, nosotros vivimos en carne propia el nuestro, pues antes de llegar a la vía pavimentada, veníamos “muertos” de la sed, esa que calmamos con frías gaseosas y bolsas de agua que estaban vendiendo en la estación de gasolina ubicada justo en Las Flores y que, prácticamente, nos “resucitaron” para acabar de completar el circuito.

Tras una buena hidratada comenzamos el ascenso desde Las Flores hacia El Oasis por la carretera principal que, ése Viernes Santo, estaba sumamente sola. Pasamos el peaje, rodamos los últimos 9.6 km en 1H:18´ y a las 3:42 p.m. arribamos al punto de partida con un acumulado de 43 km pedaleados en 4H:21´flat y en 6H:04 incluyendo paradas.

Al final de la jornada Vicky Trú trató, en vano, de conseguir transporte a Medellín por lo que decidimos regresar a la finca de recreo en la que estábamos hospedados a “rumiar” las maravillosas sensaciones de otra buena salida en bici en compañía de excelentes amigos.