Bajo Aragón histórico D4 Monroyo-Castellote

IBP 66

Jornada mucho más suave para rebajar la carga de exigencia física. Es, además, una de las que prometían mayor diversión al incluir dos tramos distintos con buenas referencias. El primero, Monroyo-Mas de las Matas, nos dió lo que prometía: es excelente y muy divertido; el segundo, Mas de las Matas-Castellote, no tanto. Quizá el calor, que ha sido agobiante, impidió que supiéramos apreciarlo. En todo caso, estoy seguro de que ese segundo tramo es el que perdurará en nuestra memoria por el descenso hasta Seno bajo una granizada de primer orden y el diluvio posterior.

La bajada desde Monroyo a Mas de las Matas por senderos es una travesía notable, especialmente el tramo que muere en Aguaviva. Vamos enlazando varios PR's y el GR-8, este último con varios pasos técnicos (evitables con sólo seguir el PR Torre de Arcas, que se une con aquél más adelante) por un senderete que zigzaguea entre los arboles. Por lo general es un tramo descendente, aunque no faltan los cortos repechos propios de las zonas abruptas de media montaña. Pinares, cabras montesas y un pequeño vadeo en el río Bergantes, apenas un arroyuelo en estas fechas. Salimos del bosque poco antes de alcanzar Aguaviva por un carril agrícola que cruza sus extensos campos de cereal. Desde esa localidad al tranquilo pueblo de Mas de las Matas circulamos también uniendo senderillos y pistas y accedemos a su núcleo por la vega del Guadalope.

En Mas de las Matas se acaban los perfiles favorables y comienza la subida a la sierra por estas pistas pedregosas que se hacen tan incómodas. Cruzamos distintas explotaciones mineras en actividad y llegamos al Bosque pétreo de Castellote, en donde existen varios árboles fosilizados. Continuamos nuestro camino ascendente bajo el sol abrasador y se hace trabajoso alcanzar el antiguo poblado templario de Fuente del Salz, cuyas casas sirven hoy de almacén para los aperos de labranza de alguna granja cercana.

El viento ahora sopla fuerte y ha traído consigo nubes muy feas, al punto que en 15 minutos escasos pasamos de un sol implacable a la amenaza cierta de tormenta. Comienzan los gotones cuando nos ponemos en marcha hacia Seno por una estrecha carreterilla de montaña que tal vez fue la de acceso al pueblo en tiempos pasados. Salvamos el repecho, entre frutales enfilamos un rápido y alucinante descenso en el que los gotones mudan a pedriscos y por fin conseguimos entrar en Seno (nunca mejor nombre) justo cuando las nubes se desaguan con violencia. A Seno hay que ir y hacer una reverencia: una localidad de 28 habitantes permanentes que tiene bar. Allí comemos y esperamos a que la tormenta siquiera amaine lo justo para poder bajar hasta Castellote. Y así fue, tuvimos el tiempo justo para terminar la etapa, porque la lluvia luego se prolongó durante horas.

Castellote está a un buen remozado de ser un pueblo que uno jamás debería perderse. Su casco antiguo es tan inclinado que en contraste Toledo parece llanura. A última hora, ya con la lluvia en otra jurisdicción, subimos al castillo y sus alrededores. Tengo visitadas muchas fortalezas y visto grandes panoramas desde ellas. La de Castellote es de las que conviene conocer.