Recorrido por la cuenca del PN Los Alerces II 98,5 Km

La cuenca del río Grande (Futaleufú) viene recolectando agua de Norte a Sur para desaguar en el Pacífico cerca de la ciudad de Chaiten. Según Carlos, mi compañero de viaje y baqueano patagonico, es la mejor cuenca para navegar en Kayak de toda la cordillera austral. El recorrido completo enhebra varios lagos y ríos navegables en kayak de travesía totalizando algo más de 100 kilómetros. El primero desde el norte es el Lago Cholila de unos 11 km de extensión. Vale la pena por su paisaje prístino y un par de curiosidades, una mansión de un francés sobre la margen derecha y el premio mayor, al fondo del lago desagua el río Tigre de aguas infinitamente turquesa. Como todos los espejos que discurren de Este a Oeste está muy expuesto a los vientos predominantes
Cómo en oportunidades anteriores elegimos para zarpar el camping de Lago Cholila. Llegamos a la tarde, a eso de las cinco con una temperatura muy agradable, como siempre nos recibe Lalo con su acostumbrada amabilidad. Primera semana de Marzo ya solo quedan algunos acampantes de los que les gusta acampar, así que reina el silencio que acompaña el paisaje. Aprontamos el equipo con luz de día y con una noche calma y totalmente despejada preparamos una tapa de cuadril a las brasas y vegetales asados que sirven a las veces de cena y de vianda para el almuerzo de mañana.
El lugar es perfecto, el camping está al lado del río Carrileufu justo unos metros de la naciente en el Lago Cholila y la desembocadura del arroyo Pedregoso. Acampamos cerca de los sauces de la orilla, nos acompañaron los perros del camping que ya tienen pocos acampantes para surtirse de alguna sobra. El río está más bajo que las veces anteriores. La canaleta de arena fina que habitualmente utilizábamos para zarpar estaba seca. En la mañana había que caminar por el pedrero de canto rodado hasta la orilla unos 30 m con los kayaks cargados. Unas buenas botas de neoprene son el calzado necesario para encarar la travesía con los pies calentitos.
Nos levantamos temprano, la noche estuvo muy despejada y calma, así que se armó un heladón más o menos, el césped estuvo escarchado hasta las 10 que zarpamos y la manguera del agua estaba congelada. No pasamos frío, es más, a la mañana me pegue una lavada de cara con agua helada para despejarme y desayunamos abundante.
Zarpamos sin apuro a eso de las 10, el primer rápido siempre es de cuidado porque te agarra medio acomodándote y porque si no estás atento te tira contra la costa enramada y la pasas mal. Después vienen seguidos un par más que como el primero lo desafiante fue encontrar el paso sin golpear el casco contra el fondo ya que estaba bastante bajo. Más adelante lo que recuerdo es que el río se tranquiliza y no hay mayores sobresaltos hasta la desembocadura. Fue la primera vez que hice el río a pleno sol así que pudimos disfrutar de los tonos de verde de la orilla y los azules y turquesas del río. A eso de las once paramos en el remanso donde el rio se despega de la ruta para tomar unas fotos. En la vuelta siguiente hay una curva y contracurva con sauces que nos complicó más de lo habitual por lo estrecho del río. Pasado el estrés seguimos tranquilos ayudados por la corriente hasta las doce menos cuarto que aterrizamos en el banco de siempre que esta vez estaba más grande. Espantamos una bandada de Cauquenes y nos tomamos un te con galletitas, recuperamos temperatura al solcito y secamos las prendas. Seguimos viaje hasta la playita que hay a unos cientos de metros de la desembocadura en el Rivadavia. Aprovechamos para comer al solcito y aprontarnos para salir al lago que siempre se pone complicado ese lugar. Cerramos todos los tambuchos y a eso de las tres zarpamos bien comidos y descansados. El extremo norte del Rivadavia es un sitio desapacible, siempre expuesto a los vientos, la costa es baja y no hay reparo de caletas ni bosque. Hay que remar casi en línea recta hacia Puerto Cañero donde se avisa el ingreso al Parque Nacional Los Alerces. Si bien el río Carrileufu y las costas del lago hasta ahí son propiedad privada. El espejo de agua ya pertenece al Parque Nacional. Por ser baja temporada no había nadie en el acceso Norte del Parque así que seguimos con la intención de parar más adelante y avisar por radio nuestro ingreso. El lago se calmó así que decidimos avanzar hasta el campig Bahía Solís al otro extremo del lago, no sin antes hacer una escala a eso de las cinco en una playita maravillosa que hay atrás de la isla. Comimos algo, probé las manzanas silvestres, bastante ácidas pero pasables y juntamos leña para la noche en el camping. Apenas pasadas las seis llegamos a la playita verde del camping Bahía Solis, nos registramos y luego de una caminata tranquila elegimos un sitio de acampe cerca del agua. Arrimamos los kayaks que habían quedado a un par de cientos de metros y armamos campamento. Ese día totalizamos 40,71 Km lo que nos anticipaba una jornada muy relajada al día siguiente hasta Río Arrayanes
La segunda jornada arrancó con caminata hasta el puesto de Parques para avisar, pero tampoco había nadie. Avisamos por radio nuestra presencia y la intención de navegar el río Rivadavia que es con registro obligatorio. Se anticipaba una jornada desafiante por la altura del río sería inevitable portear el pedrero del Colegual, esta vez muy relajados por lo bajo caminamos seco y no como la vez pasada con el agua helada a la cintura. Por prudencia decidimos portear en un rápido aguas abajo que se veía peligroso dada la combinación de agua rápida y troncos encallados. Tenemos todo el tiempo y no vale la pena arriesgarnos a un golpe, malograr el equipo y quedar varado en una zona sin acceso. El único problema que tiene el Rivadavia es que es corto. Son apenas 7 kilómetros que discurre encajonado en lo más profundo del bosque, los coihues inmensos en las orillas, las Fucsias florecidas La desembocadura en el lago verde es una digna despedida. Aprovechamos para costear la margen Oeste del Verde pegados al acantilado y llegamos a almorzar medio tarde al viejo muelle de Puerto Mermoud resabios de la época que la parte Norte del lago se alcanzaba únicamente por vía fluvial. Aprovechamos para juntar leña y zarpamos muy relajados para llegar antes de las cuatro al camping Río Arrayanes. Por suerte caímos justo un día antes que cierre la temporada. Raro porque había pleno sol la temperatura rondaba los 20 y quedaban algunos acampantes.
El lugar debe ser de lo más hermoso de la Patagonia, me pregunto por qué el Arrayanes puede tener ese color. Me duermo una siesta en la hamaca, me pego una ducha y nos preparamos la cena. El tiempo extra lo aprovechamos para acomodar el equipo. El día siguiente hacíamos el intento de llegar al Krugger y hacer noche allí, ya nos habíamos comunicado con Parques y el camping no estaba habilitado así que nuestra opción era que abran la hostería posiblemente para un grupo de excursionistas que llegarían en kayak desde Lago verde.
Zarpamos tranquilos y bien preparados, el año pasado el viento nos había pegado una paliza en el Futalaufquen, el día estaba gris y algo destemplado. La calma era total, paramos en la playita del año pasado a tomar algo, esta vez no tomamos fotos en el estrecho ni fuimos a la islita, encaramos derecho para la hostería. Al llegar golpeamos en el puesto de Guardaparque y nos recibió Boris que nos saludó y se despidió porque tenía que ir a buscar provisiones. Pusimos el mediodía como límite para esperar a los huéspedes de la hostería, nos dio tiempo para comer algo y hacer una caminata hasta los rápidos del Frey. A la vuelta no había nadie así que zarpamos porque asumimos que habían suspendido la excursión dado un alerta de viento para las tres. No parecía, el lago seguía como un espejo y encima se había despejado y brillaba el sol, veníamos medio relajados ya pasando punta Matos cruzábamos la ensenada donde esta Playas Blancas hacia el Oeste se veía como el viento pegaba en el lago, empezamos a arrimarnos a la orilla Norte para llegar costeando a Bahía Rosales pero el viento nos agarró a mitad de camino. Las ráfagas nos pegaban de atrás y eran muy fuertes, por suerte teníamos nuestro destino a la vista y de vez en cuando nos daban respiro para ir avanzando Al llegar a quebrada del León las olas ya eran bastante grandes y había que tener cuidado de no pasarse de rosca con la barrenada y terminar dado vuelta. Arrimamos a la costa y pegamos la vuelta a la playa y desembarcamos en el camping agreste de Bahía Rosales. Ocupamos nuestro lugar de siempre al lado de un Maitén y nos tiramos a dormir, Carlos atrás de una mata de Calafate y yo colgado de la hamaca. El viento se puso fulero y siguió hasta avanzada la noche. Volaba arena y no me dejaba dormir así que me fui a caminar antes de la cena, aprovechamos el wifi disponible para dar señales de vida.
La mañana siguiente zarpamos temprano con la intención de recorrer la orilla Este del brazo Sur del Futalaufquen, estaba soleado y calmo. La primera parada fue a sacarme la camisa porque no se soportaba el calor. Empezó a levantarse viento y como esta orilla y sobre todo la playa del Sur queda bastante expuesta decidimos cruzar frente a Puerto Limonao. Esta vez el viento era fuerte pero parejo y las olas pegaban de costado, eran mucho más grandes que ayer, pero previsibles y por eso se disfrutó el cruce desde donde se aprecia la inmensidad del lago el azul intenso, los corderos blancos y los cerros nevados. Paramos en el galpón de las lanchas tomamos algo y seguimos al compás de las olas pegaditos a la orilla y a mediodía estábamos en la playa Sur. Picada de cierre de travesía y a esperar el transporte de vuelta a Esquel