Valfermoso de las Monjas: paseo

Me enamoran los caminos ancestrales de la Alcarria y he querido mostrarle dos de ellos, muy distintos, a mi mujer, mediante un cómodo paseo circular desde Valfermoso de las Monjas. Este pueblo recibe su nombre del muy antiguo y todavía muy vivo monasterio de monjas benedictinas (ver http://www.aache.com/monaster/valfermo.htm y sus enlaces) que encontramos en el fondo del valle del río Badiel como 1 km antes de llegar al pueblo, colocado entre huertas en el fondo de un barranco tributario del Badiel.

Desde el pueblo subimos lentamente hasta la altiplanicie que llaman alcarria por el camino de La Robleda, que los vecinos usaban antes para aprovisionarse de leña que bajaban a lomos de mulo. (Es fácil encontrar el camino y perderlo en seguida porque penetra por unos olivares, y cuesta reencontralo a la salida si no es con la ayuda del gps.) El muy pintoresco camino asciende entre bosque de roble poco espeso que permite el paso del sol de la mañana, y proporciona bellas vistas del valle, monasterio incluído. Una vez arriba nos asomamos a un balcón desde el que se divisa casi todo el valle, desde Ledanca hasta Muduex.

Para regresar tomamos un camino de sabio trazado que baja en unos minutos zigzagueando por la hendidura de una ladera muy empinada y muy solana. Enlazar el primer camino con éste es muy fácil en esta época (invierno) cruzando a derecho por sembrados no germinados. Sin embargo, en otro tiempo será preciso rodear los cultivos hasta enlazar con los caminos que se divisan en la fotografía aérea. (Permítame aquí el lector una nota precautoria: La vez que más perdido he estado --y llevo bastantes-- fue precisamente buscando esta bajada a Valfermoso de las Monjas desde un lugar lejano. En esta inmensa planicie un día nublado, se pierden las referencias y si no se usa la brújula u otro instrumento, al cabo de un rato se puede uno encontrar avanzando en una dirección muy distinta de la pretendida. Y a este pueblo NO se puede bajar por cualquier ladera sin peligro de despeñarse. En aquella ocasión del mes de enero, encontré justo a tiempo esta bajada que buscaba y no conocía, cuando ya estaba casi anochecido. Nunca he corrido tanto riesgo.)

Después de bajar y recorrer el pueblo nos acercamos al monasterio donde nos dieron bien de comer (patatas rellenas, cordero lechal; hay que avisar antes) y asistimos más tarde a una dilatada celebración litúrgica con relajantes cantos gregoriamos de las monjas. (Si van a comer, les recomiendo que sea en grupo. A nosotros dos nos fue difícil entablar conversación con los cuatro compañeros de la mesa que nos asignaron, a pesar de compartir creencias de fraternidad.)