Turrientes Arroyo y Alto de Valbuena Fosas de la Pedraja

Es un día soleado pero fresco de otoño en Turrientes. Hemos llegado Miguel Ángel, Javi y el que suscribe. Aún se ve la escarcha en las zonas de más humbría cuando iniciamos nuestra ruta a las 9.50.
Salimos de la iglesia del pueblo, que está al principio del mismo. Hay muchos más excursionistas que han venido por su cuenta, y que van a hacer la excursión clásica, la que recorre los caminos de zahorra jalonados por unos aerogeneradores y que confluyen en las fosas de la Pedraja. Allí se encuentran dos de estos enterramientos, uno de ellos, el más grande de España, del que se sacaron unos 104 cadáveres de republicanos asesinados por los falangistas de Franco. Por estas fosas deben de estar los restos de Antoni Benaiges, “el maestro que prometió el mar” a sus alumnos de la pequeña escuela de Bañuelos de Bureba. Su método innovador de educar y su mente abierta no debió de agradar a cierta carcundia de camisas azules y sotanas negras que subyugaba a las poblaciones del entorno..
Nosotros, a diferencia de los excursionistas aludidos, hemos decidido transitar, como dicen los ingleses, out of the beaten track, o sea, fuera del camino trillado. Remontando una pista que, a ratos, es el cauce mismo del arroyo, llegamos tras un cuarto de hora al punto en el que confluyen los barrancos de Romancho, a nuestra izquierda, con el de Valbuena, a la derecha. Ambos descienden de la parte alta del Monte de la Pedraja. En esta misma unión de arroyos, ambos sin apenas agua, salvo algunos charcos, se encuentra la renombrada haya milenaria (10.06). No creo que tenga miles pero sí unos cuantos cientos de años. Es el máximo atractivo de la zona: un haya monumental de 16 metros de altura, 6,2 de perímetro y una copa de 21 metros por 20 de envergadura según datos del libro 111 árboles singulares de la provincia de Burgos. El entorno es precioso. Se asienta este árbol en el comienzo de la ladera occidental del barranco, una ladera de fuerte inclinación tapizada con las hojas de haya caídas recientemente y de algunas otras de años anteriores. Durante un buen rato vamos a estar acompañados por hayedos a nuestra derecha (vertiente izquierda hidrográfica del valle del arroyo Valbuena). En la otra ladera abundan más los robles y los pinos.
Nuestro itinerario va a transcurrir durante un buen rato por el cauce seco y recubierto de cantos rodados escondidos las más de las veces tras una densa capa vegetal, sobre todo de hojas. Nos las encontramos de hayas, robles, arces y de otras especies típicas de la vegetación de ribera. A nuestro paso tenemos que sortear innumerables troncos de árboles caídos que dificultan el paso. Una ruta que, en principio, no es de más de cuatro kilómetros por el fondo del barranco, nos va a llevar unas cuatro horas. La misma distancia por las pistas de zahorra del regreso nos llevará la cuarta parte de tiempo.
A las 10.28 hallamos la confluencia con otra vaguada que baja desde nuestra derecha. Continuamos ascendiendo. No se salva apenas desnivel y el cauce seco no ocupa todo el fondo del valle. La anchura va variando pero, de momento, cómoda de momento para transitar.
A las 10. 43 atisbamos las primeras cárcavas a nuestra izquierda. La erosión ha propiciado que lo que tenían que ser laderas de pronunciada pendiente se hayan convertido a ratos en escarpes, cortados auténticos tras los corrimientos de tierras. La capa vegetal no ha suficiente como para afianzar las laderas.
Durante casi todo el recorrido por el fondo del valle nos acompaña una tubería de captación de agua para el pueblo. Tan pronto emerge como alternativamente desaparece enterrada. A las 11.00 nos topamos con un gran bloque de cemento recubierto de musgo en medio del cauce. Es una arqueta completamente volcada.
Empiezan a verse y a oírse los aerogeneradores. Las hayas empiezan a desaparecer y dejar espacio a los robles. La maleza es algo más tupida. A las 11.52 alcanzamos otra confluencia de barrancos. El de la derecha asciende hacia el paraje de El Picón. Nosotros continuamos por el barranco de Valbuena, de mayor envergadura, y que pasa de un rumbo norte sur a ascender con ligera tendencia hacia el este. Ahora las aspas de los molinos nos acompañarán hasta que hayamos superado completamente el barranco.
Decidimos apearnos un poco del cauce del Valbuena para acercarnos a la base de algunas de las cárcavas que hay a la izquierda. A las 12.00 iniciamos un ascenso de fuerte y resbaladiza pendiente. Guardamos un precario equilibrio en el punto en el que tomamos la fotografía del lugar. Bajamos con sumo cuidado al punto de inicio de este pequeño desvío. Miguel Ángel, que es de la zona y se conoce estos parajes bastante bien, dice que a estas cárcavas se las denomina las Trojes.
Seguimos ascendiendo. El cauce es cada vez más estrecho y la vegetación en la que ya abundan plantas espinosas hace que el tránsito sea más costoso. Los sietes que se ha hecho Miguel Ángel en su chamarra dan cuenta de lo que estoy diciendo. Tras media hora de ascenso dificultoso, sin camino definido, decidimos alejarnos y tratar de alcanzar la parte alta de la ladera que queda a nuestra derecha (margen izquierda hidrográfica). Hasta ahora no es que hubiera camino muy trillado pero sí unas trochas formadas por el paso de los jabalíes. Hemos visto troncos de árboles completamente desgastados y llenos de barro por la costumbre de estos animales de rascarse en ellos.
Ahora ascendemos al encuentro del pinar. No había visto nunca tantas setas en mi vida. Y todas son comestibles. Lo malo es que algunas lo pueden ser solo una sola vez. Yo no entiendo de setas. Las únicas comestibles que conozco son los níscalos, pero de estos apenas hemos visto. En cualquier caso, esta zona debe de estar acotada de setas. Tampoco es que salga a cuenta venir a estos parajes a recogerlas. Transitar por aquí con una cesta de mimbre es más propio de masoquistas.
A las 13.00, ya en la parte superior y con el barranco a nuestros pies, damos un pronunciado giro hacia la izquierda en el pinar para ir al encuentro del Alto de Valbuena. Al cabo de 18 minutos vamos a parar a la pista de gravilla que se ha adecentado para acceder a los aerogeneradores de la parte oriental del parque eólico. Entramos en la parte del pinar que queda al otro lado de la pista y alcanzamos el alto en cuestión. La cota es de 1.169 metros. Es muy difícil ver el vértice geodésico si no estás al lado mismo. Los árboles ya lo cubren completamente. El cono característico se encuentra en una elevada peana de unos seis metros. Hay que pensarse si la ascendemos o no por el peligro que entraña una caída desde esa altura. Además, desde su punto culminante apenas conseguimos ver algo más alejado que las copas de los pinos cercanos. Son las 13.25.
Ahora toca llegar en unos pocos minutos al extremo meridional de nuestro recorrido. A las 13.45 alcanzamos la llamada fosa número uno, aquella de la que hemos indicado que es la más grande hallada hasta ahora en España. Se descubrió en junio de 2010 y se excavó en agosto de ese año. Para vergüenza de todos nosotros, no se hizo bajo los auspicios de nuestros gobiernos, como habría ocurrido en cualquier país con un poco de sensibilidad hacia el dolor ajeno, sino por los propios familiares de los asesinados. He visto tumbas dignas de soldados alemanes en cementerios de Francia. Las he visto de derrotados soldados confederados en los Estados Unidos o de ANZACs en Gallipoli, honrados igualmente como muertos en combate por sus adversarios turcos de la primera guerra mundial. En cambio, lo que veo en España es a conciudadanos masacrados y tirados en cunetas, cuando tenemos la suerte de encontrarlos, y olvidados y despreciados por sucesivos gobiernos. Y cuando uno de ellos por fin se decide a hacer algo, gente rabiosa se rasga las vestiduras con el pretexto de que algunos solo quieren abrir heridas y sacarse un dinerillo. Cuántos hijos y viudas habrán tenido que tragarse su dolor y su rabia de impotencia, y morirse sin saber dónde ir a llorar a sus seres queridos. Y ahora son los nietos y bisnietos que no conocieron a sus familiares muertos pero sí fueron el testigo del dolor de sus mayores los vilipendiados por tratar de recuperar la dignidad de sus abuelos.
Quedan unas 110.000 personas por exhumar en España. En todo el mundo solo nos gana Camboya. Mientras España no haya tratado de recuperar hasta el último de sus ciudadanos desaparecidos, seremos, en mi humilde opinión, un país con escasos motivos de los que enorgullecernos.
Tras un pequeño homenaje ante el sobrio monolito dedicado a los asesinados y sufragado, repito, por los familiares, nos detenemos a almorzar en las mesas contiguas habilitadas como merendero para los peregrinos del Camino de Santiago, el cual pasa justo por este punto en su etapa entre Villafranca Montes de Oca y San Juan de Ortega.
Tres cuartos de hora de comida y descanso y reiniciamos la marcha. Son las 14.34 cuando empezamos a andar de nuevo. Esta vez solo nos quedan algo menos de dos horas.
El camino es ahora más monótono pero también más cómodo. Recorremos unos tres kilómetros por la pista que une once aerogeneradores dentro del pinar de la Pedraja.
A las 15.03 nos cruzamos con un cortafuegos. Hacia la izquierda se ve la inmensidad del bosque de la Pedraja. Es una de las manchas de arbolado más extensas de la provincia de Burgos, si no la más. A las 15.19 atravesamos un paso canadiense en las inmediaciones del límite entre los términos municipales de Cerratón de Juarros y de Villafranca.
Al llegar al último aerogenerador (15.33), giramos a nuestra derecha. Hemos dejado atrás una pista que deberíamos haber tomado. Pero eso se soluciona atravesando el pinar hasta llegar al camino que nos toca seguir. Ahora, lo que tenemos es una pista en medio de un ancho cortafuegos, con robles a uno y otro lado. También hay pinos, pero los quercus abundan más según vamos alejándonos hacia el norte. Estamos desandando por la parte de arriba el barranco del arroyo Valbuena. Vamos ahora a velocidad de vértigo comparado con la subida. Dejamos a nuestra derecha los términos de Cárcava Ociosa y el Ortigal.
A las 16.10 tomamos un cruce a la izquierda. Es una pista nueva que no figura en el mapa Raster del IGN. Podríamos seguir por otra a la derecha. Ambas van al encuentro del Valbuena. La de la derecha nos deja en las inmediaciones del haya milenaria. La de la izquierda, un poco más pendiente, baja recta hacia el pueblo.
A las 16.20 cerramos el círculo de nuestro itinerario a las afueras del pueblo. Y ocho minutos más tarde llegamos a un desierto Turrientes. Ya han desaparecido los vehículos de la excursión multitudinaria de la mañana. El GPS dice que hemos recorrido 13,590 kilómetros y ascendido un desnivel acumulado de 285 metros. Para todo ello hemos empleado cinco horas tres cuartos aproximadamente.
Bonita excursión otoñal pero en esta fecha, 26 de noviembre, las hojas ya están más en el suelo que en las ramas de los árboles.
Esta ruta la hemos hecho Miguel Ángel O., Javi H. y el que suscribe.