TREKKING SANTORINI y DORADAL. Doradal (Antioquia)

TREKKING SANTORINI y DORADAL. Doradal (Antioquia)

¡AZUL y BLANCO! Los colores del trópico en "La Aldea", en Doradal (Antioquia). Hoy fué el día para caminar las callecitas del "Santorini colombiano", bajo un sol canicular.

Este sitio es la prueba de que solo se requiere de planeación urbana adecuada y un poco de pasión para crear un entorno agradable para los habitantes de un territorio y que se convierta a la vez en un polo de desarrollo turístico.

Nombre del barrio: La aldea, localizado en el corregimiento de Doradal (Puerto Triunfo, Antioquia).

El turismo: ¡la industria del futuro! ¿alguna duda? El Magdalena medio, una región que fué azotada por el flagelo de la violencia hoy renace y le apunta a los caminos del desarrollo turístico para salir adelante. ¡Hay que ir!

Hay mucho por conocer en una región plena de bellezas naturales (el cañón del río claro, las cavernas y grutas en La Danta, sitios increíbles para hacer trekking, rutas en bici, rafting, acampar al aire libre) y las otras creadas por la mano del hombre, como el Santorini colombiano.

Hoy, el padre sol nos bendijo con un día precioso, para disfrutar de lo bueno de la vida.

¿Como llegar? El corregimiento de Doradal está localizado a 172 km desde la ciudad de Medellín y 237km desde Bogotá. En todo caso, la vía de acceso es la carretera Medellín-Bogotá, la cual está en aceptable estado y permite hacer el recorrido en 3h40min desde Medellín y 4h35min desde Bogotá.

Para el recorrido a pie se recomienda protección solar, sombrero y llevar hidratación, pues la temperatura promedio en Doradal está entre 28°C y 33°C típicamente, y el sol “pega fuerte” sin duda.

El recorrido lo iniciamos en el Restaurante Parador “De Paso” y de allí a caminar en dirección norte hacia el barrio “Aldea Doradal”; durante el recorrido (que es siempre en ascenso) existen sitios en donde comprar hidratación y alimentos, y en general por ser un sitio turístico la percepción de seguridad y tranquilidad permite que el recorrido sea muy agradable.

Al llegar al sitio son notorios los colores blanco y azul de las construcciones y el particular diseño arquitectónico y urbanístico que aprovecha la topografía de la ladera, de modo que las casas están conectadas todas por callejones, pasadizos y escaleras, lo cual adicional a que las callecitas están todas empedradas, permite al visitante sentirse de alguna manera en un lugar del mediterráneo y por ello el sitio es llamado con justicia “El Santorini” colombiano, puesto que es obvia la cercanía en cuanto a diseño con la Isla de Santorini, en Grecia, localizada a más de 8.000 kilómetros, y que fue la inspiración principal para la arquitectura del barrio La Aldea.

Al caminar por los callejones es posible encontrar restaurantes y tiendas de artesanías, así como un ambiente propicio para el disfrute, de modo que la experiencia es cuando menos, muy gratificante.

En este momento surgen las preguntas necesarias acerca del origen de éste lugar tan particular. El barrio data de la década de 1980, y fue construido en un terreno “faldudo” y dicen los pobladores que solo saben que los diseñadores decidieron construir allí un pequeño Santorini. Es imposible no asociar de alguna manera el barrio con el extinto narcotraficante Pablo Escobar, pues en la década de 1980 también se estaba construyendo la famosa Hacienda Nápoles (hoy, un parque recreacional), que es muy cercana en distancia al corregimiento de Doradal, de modo que es casi que inevitable la asociación. En todo caso la Aldea tiene hoy dos hoteles identificables: Hotel Aldea Plaza (antigua Posada del Pescador) y el Hotel Mediterráneo. En nuestra visita en Octubre de 2023 estaba en construcción una nueva estructura cercana al hotel Aldea Plaza (¿una ampliación?), de modo que seguramente veremos pronto algunas modificaciones del entorno y de la capacidad hotelera de la región.

Finalmente, queda en la mente y en el corazón la imagen de los románticos callejones empedrados, las cabañas del lugar, el estilo mediterráneo en la arquitectura, el antojo de sentarse en la plazoleta para pedir una cerveza helada y calmar la sed, el calor húmedo propio del clima de la región, y claro, tomarse mil fotografías con el paisaje realmente único que brinda el lugar.