Sierra del Bujeo: el río Guadalmesí y el bosque de Niebla.
near El Bujeo, Andalucía (España)
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Itinerary description
Aparcamos el coche en el lateral de la pista del Bujeo muy cerca del sendero que nos lleva hasta el Río Guadalmesí, pasados un par de kilómetros del Área Recreativa. En primer lugar bajamos por la vereda que nos lleva al canuto del río Guadalmesí y en continuo descenso llegamos hasta su lecho, a través de un precioso bosque de ribera que en su parte baja escasea la vegetación y esto va a ser la tónica de toda la caminata, donde antes había helechos que invadían todos los espacios y que superaban el metro de altura, ahora sólo quedan plantas secas. El nombre de este río deriva del árabe "el río de las mujeres", pues parece que en su nacimiento se escondían las mujeres locales para evitar ser capturadas por lo piratas berberiscos y ser vendidas como esclavas en el norte de África. Seguimos por la orilla del río, que lleva poco caudal, hasta encontrar nuevamente el carril, que cruzamos para meternos en la senda que recorre un precioso alcornocal y nos lleva directamente a la cancela de acceso a la zona protegida, que está escoltada por un inmenso y retorcido alcornoque.
A partir de aquí entramos en la parte baja del bosque de Niebla, que en este tramo está compuesto principalmente de alcornoques, chaparros y quejigos; son curiosas las formas de candelabro de estos árboles, fruto de la poda selectiva a la que fueron sometidos para la obtención de carbón. Cruzamos el río Guadalmesí y en un rato nos encontramos con una encrucijada, por una parte el sendero que baja de la parte alta del bosque de Niebla y a nuestra izquierda el carril que lleva al Tajo de las Escobas. Tomamos este último que discurre en paralelo a un precioso bosque de quejigos morunos enanos, en cuyo seno nos habíamos metido en una ruta anterior; ahí comienza a soplar el viento y a bajar la niebla, así que nos felicitamos por nuestra suerte (ya que con niebla el bosque es mucho más atractivo) que no iba a durar mucho tiempo, pues la niebla pronto se disipó y nos detenemos a poner una capa protectora. Al llegar a los llanos del Juncal nos salimos del carril, observando que la cancela que lo cerraba se encuentra tirada en el suelo y seguimos por la amplia vereda en busca del sendero que penetra en el corazón del bosque de Niebla.
Esta es la entrada a otro mundo del que hay que disfrutar con calma, parando a cada pocos pasos para observar este endemismo único, que nos muestra como habrían sido los bosques mediterráneos antes de la última glaciación. Este hermoso bosque relicto de laurisilva es único en la Península, donde favorecida por un microclima caracterizado por las continuas nieblas (conocidas en la zona como "barbas de levante"), se esconde una flora única; rododendros (ojaranzos), majuelos, laureles, acebos, zarzamoras, durillos... un paraíso botánico en el que todos los troncos de las distintas especies arbóreas están colonizados por musgos, helechos, líquenes y plantas trepadoras. Es una especie de cápsula del tiempo que merece toda nuestra atención y cuidado, la última selva mediterránea.
A partir de aquí entramos en la parte baja del bosque de Niebla, que en este tramo está compuesto principalmente de alcornoques, chaparros y quejigos; son curiosas las formas de candelabro de estos árboles, fruto de la poda selectiva a la que fueron sometidos para la obtención de carbón. Cruzamos el río Guadalmesí y en un rato nos encontramos con una encrucijada, por una parte el sendero que baja de la parte alta del bosque de Niebla y a nuestra izquierda el carril que lleva al Tajo de las Escobas. Tomamos este último que discurre en paralelo a un precioso bosque de quejigos morunos enanos, en cuyo seno nos habíamos metido en una ruta anterior; ahí comienza a soplar el viento y a bajar la niebla, así que nos felicitamos por nuestra suerte (ya que con niebla el bosque es mucho más atractivo) que no iba a durar mucho tiempo, pues la niebla pronto se disipó y nos detenemos a poner una capa protectora. Al llegar a los llanos del Juncal nos salimos del carril, observando que la cancela que lo cerraba se encuentra tirada en el suelo y seguimos por la amplia vereda en busca del sendero que penetra en el corazón del bosque de Niebla.
Esta es la entrada a otro mundo del que hay que disfrutar con calma, parando a cada pocos pasos para observar este endemismo único, que nos muestra como habrían sido los bosques mediterráneos antes de la última glaciación. Este hermoso bosque relicto de laurisilva es único en la Península, donde favorecida por un microclima caracterizado por las continuas nieblas (conocidas en la zona como "barbas de levante"), se esconde una flora única; rododendros (ojaranzos), majuelos, laureles, acebos, zarzamoras, durillos... un paraíso botánico en el que todos los troncos de las distintas especies arbóreas están colonizados por musgos, helechos, líquenes y plantas trepadoras. Es una especie de cápsula del tiempo que merece toda nuestra atención y cuidado, la última selva mediterránea.
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Requiere permiso del parque natural de Los Alcornocales