Trincheras de la Yedra y de los Llanos del Fraile-Hospital de Berta-Cueva del Agua-Arboretum (Alfaguara)
near Cogollos Vega, Andalucía (España)
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Itinerary description
Interesante ruta por la Sierra de Alfaguara, dentro del Parque Natural de la Sierra de Huétor, donde hemos hecho primeramente turismo bélico y visitado después las sugerentes ruinas de un sanatorio tuberculoso y el entorno de la Cueva del Agua, todo enmarcado en un bello paisaje que nos ha deparado las mejores vistas de los tresmiles de Sierra Nevada.
Llegamos al punto de inicio tras tomar la salida 249 de la A-92 hacia Alfacar, por la GR-3103 y, a la salida del pueblo, tras un corto tramo por la GR-3101, subir, nuevamente por la GR-3103, por el Barranco del Puerto, aparcando poco después de pasar el Centro de Recepción de la Alfaguara, en una explanada. Continuamos por la Cañada Real de Alfacar a Cogollos de la Vega (a la derecha) para llegar a las trincheras Sierra de la Yedra (Posición Nívar), primer punto de interés del recorrido. Granada capital quedó en poder del bando nacional desde el inicio de la Guerra Civil, al triunfar en la ciudad el golpe de estado de julio del 36. En la Sierra de Huétor quedó establecido el frente noreste de la provincia de Granada, que desde Motril seguía por el oeste de Sierra Nevada, pasando por la Sierra de Huétor, continuando por el Peñón de la Mata, Tózar, Limones y hasta Porcuna en Jaén, construyéndose fortificaciones con carácter permanente. En estas trincheras, situadas a 1387 msnm entre los términos municipales de Alfacar y de Nívar, hay dos posiciones adaptadas a la orografía del terreno (aprovechando los salientes y huecos en las rocas), encarando el Peñón de la Mata, donde estaban a unos 2 kilómetros las tropas republicanas: la Posición Alonso, más oculta en la vegetación, y la Avanzadilla Nívar (una zanja de distribución a cielo abierto de unos 100 metros reforzada con doble muro de hormigón, que va desembocando en varios parapetos, pozos de tirador y hasta en una galería semicubierta que conduce a una casamata avanzada, probablemente el observatorio). Tras visitar esta última, volvemos a la pista para tomar después un desvío a la izquierda que nos lleva a otras fortificaciones, las de los Llanos del Fraile (Posición el Pocico), éstas a 1392 msn y ya perteneciendo al tm de Nívar: constan de una casamata orientada hacia occidente, junto a un poderoso refugio que podría haber sido un puesto de mando; y en su extremo nororiental uno de los pocos nidos de ametralladora de la zona.
Regresamos nuevamente a la pista y enseguida la dejamos por un carril cerrado con cadena para vehículos, que sube hasta un cruce de caminos; continuando por el de la izquierda, llegamos al Sanatorio Antituberculoso de Alfaguara, conocido como Hospital de Berta, pues se comenzó a construir en 1920 bajo el auspicio del Patronato Antituberculoso de La Alfaguara, constituido por los prestigiosos doctores granadinos Alejandro Otero y José Blasco y la alemana Berta Wilhelmi (fundadora y tesorera). Wilhelmi fue una mujer adelantada a su tiempo, filántropa y pedagoga, que llegó con su familia (padres y hermano) a Granada en 1870, a la edad de 12 años, para fundar una fábrica de papel como la que tenían en Alemania, la cual se incendió; luego trasladaron la fábrica y su domicilio a Pinos Genil, donde Berta ya creó una biblioteca y una escuela mixta, dedicándose desde muy joven a la infancia y creando las primeras Colonias Escolares de la provincia (por lo que fue premiada en 1890 por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Granada).
Amante de la Naturaleza, tuvo la idea de crear un hospital para tuberculosos a raíz de la muerte de su hermano por esta enfermedad, que desde el siglo anterior, con la industrialización y el hacinamiento de la población proletaria sin elementales medidas higiénicas, era una auténtica epidemia. Para ello se eligió un paraje cercano al manantial de Fuente Fría, que lo surtía de agua, a 1489 msnm en plena Naturaleza. Las obras se prolongaron hasta 1923, acudiendo a la inauguración del centro personalidades de los estamentos civil, militar, eclesiástico, científicos y representantes de los Ayuntamientos de Granada y Alfacar.
El edificio constaba de dos plantas y un gran porche, con capacidad para 24 enfermos (12 de cada sexo), plazas que eran la mayoría gratuitas, pues albergaba pacientes de escasos recursos; estaba completamente equipado con consultas, salas de curas, agua corriente, baños… (el mobiliario fue donado por la reina Victoria Eugenia), contaba también con un dispensario y, posteriormente, se añadió a pocos metros un preventorio con 10 camas para albergar niños durante el verano, que en honor al hijo de Berta, fallecido en 1926, recibió el nombre “Luis Dávila”. Berta moriría unos años después, en 1934, no viendo como su hospital se convertía a principios de la Guerra Civil en puesto de mando de la Plana Mayor del Batallón de la zona, dada su cercanía al frente, sus buenas comunicaciones y su disposición de electricidad y agua (en 1939 llegó a haber dentro del recinto hasta 60 militares). Los enfermos se trasladaron a Granada, al Hospital de San Lázaro. Luego, acabada la guerra, el hospital estuvo abandonado hasta su reapertura en 1943 por Helene Bickman,
colaboradora de Berta, para tuberculosos y otros enfermos respiratorios, dando trabajo a muchos vecinos de Alfacar (desde donde se proveía de su afamado pan). Después, entre 1956 y 1967, tuvo un uso residencial y más tarde por varias órdenes religiosas (que transforman sus instalaciones, creando una capilla y varias aulas), hasta su abandono a partir de 1974.
Esta situación de abandono y aislamiento (no en vano se conocía también al centro como Hospital del Silencio) propició la aparición de leyendas que hablan de la existencia de fantasmas, psicofonías y otros sucesos paranormales en el Sanatorio: hay quien dice haber visto una figura de negro, que se dice fue un cura (también estuvo el hospital regentado por jesuitas), u oído voces nombrando a “Berta” o a un tal “Damián”, o supuestas psicofonías donde se escucha “tranquilo, que sí va a salir" o que habrían registrado frases, algunas de ellas en latín, que provendrían de las personas que aquí vivieron (enfermos, niños o enfermeras), algunas tan inquietantes como “No me molestes más", "Vete" o "No entres dentro".
Tras dejar este esotérico lugar, desandamos el camino hasta la anterior bifurcación, continuando de frente por la Cañada Real la Loma de Juan, en subida hasta el siguiente cruce, donde seguimos la pista a la izquierda pero sólo unos metros, hasta un panel informativo del Sendero de la Cueva del Agua. Caminamos ahora por una bonita y umbría senda, que entronca con la Cañada Real de la Cuna. Pasamos junto a una torre que es un transformador eléctrico y en su día suministró electricidad al Sanatorio de la Alfaguara (también se utilizó en la Guerra Civil), poco antes de llegar al espectacular Mirador de la Cueva del Agua: desde aquí vemos las altas cumbres nevadas del Picón de Jerez, Vacares, la Alcazaba, el Mulhacén, los Machos, el Veleta y el Caballo y, más cercanos, los montes al sur del P.N. Sierra de Huétor (Cerro de las Calaveras, Calar Blanco, Cerro de la Cruz y del Maúllo); también Beas de Granada y el curso de los primeros kilómetros del Darro, que se forma de la unión de las aguas de barrancos (como los Mármoles) y de fuentes (como la de la Teja) del lugar.
A unos metros, atravesando un estrecho cortado, se encuentra la Cueva del Agua, cerrada con una verja para impedir que continuase su expolio (perdió sus estalactitas y una columna de ágata, arrancada de su base -que se ve a la izquierda- y sustraída de aquí). Son abundantes las simas y cuevas, dada la naturaleza caliza de esta sierra, que permite la filtración del agua y la disolución de la calcita (formando también dolinas y altos farallones). La cueva fue usada también como aprisco ganadero y para cobijo de soldados en la Guerra Civil. Posee una interesante fauna adaptada a una temperatura constante, pero también a la alta humedad, escasez de alimento y falta de luz (por lo que son especies pequeñas, de color blanco o incluso transparentes y ciegas, con el resto de sentidos muy desarrollados). Nada que ver con el oso cavernario de tiempos prehistóricos, del que se ha hallado una mandíbula en una estrecha galería de la gruta.
Continuamos rodeando el Cerro de la Cueva del Agua, siguiendo por la Cañada Real de la Cuna, atravesando un bosque de pino de repoblación (carrasco, resinero, laricio), pero de plantaciones muy antiguas, de ahí su gran porte. Llegamos al Collado de la Rata y seguimos una preciosa senda entre cedros del Atlas y pinsapos, rodeando el Cerro de la Cruz, de la que salimos para disfrutar de unas estupendas vistas de la Vega de Granada, con los pueblos de Víznar y Alfacar en primer término.
Regresando al sendero, volvemos sobre nuestros pasos para bajar por una senda boscosa, que nos lleva al camino del área recreativa de Alfaguara; aquí hay un bonito jardín botánico, un campamento juvenil y, por supuesto, un bar donde degustar una cervecita con su correspondiente tapa como colofón a esta
ruta, magníficamente organizada y dirigida por Senderos de Córdoba.
Llegamos al punto de inicio tras tomar la salida 249 de la A-92 hacia Alfacar, por la GR-3103 y, a la salida del pueblo, tras un corto tramo por la GR-3101, subir, nuevamente por la GR-3103, por el Barranco del Puerto, aparcando poco después de pasar el Centro de Recepción de la Alfaguara, en una explanada. Continuamos por la Cañada Real de Alfacar a Cogollos de la Vega (a la derecha) para llegar a las trincheras Sierra de la Yedra (Posición Nívar), primer punto de interés del recorrido. Granada capital quedó en poder del bando nacional desde el inicio de la Guerra Civil, al triunfar en la ciudad el golpe de estado de julio del 36. En la Sierra de Huétor quedó establecido el frente noreste de la provincia de Granada, que desde Motril seguía por el oeste de Sierra Nevada, pasando por la Sierra de Huétor, continuando por el Peñón de la Mata, Tózar, Limones y hasta Porcuna en Jaén, construyéndose fortificaciones con carácter permanente. En estas trincheras, situadas a 1387 msnm entre los términos municipales de Alfacar y de Nívar, hay dos posiciones adaptadas a la orografía del terreno (aprovechando los salientes y huecos en las rocas), encarando el Peñón de la Mata, donde estaban a unos 2 kilómetros las tropas republicanas: la Posición Alonso, más oculta en la vegetación, y la Avanzadilla Nívar (una zanja de distribución a cielo abierto de unos 100 metros reforzada con doble muro de hormigón, que va desembocando en varios parapetos, pozos de tirador y hasta en una galería semicubierta que conduce a una casamata avanzada, probablemente el observatorio). Tras visitar esta última, volvemos a la pista para tomar después un desvío a la izquierda que nos lleva a otras fortificaciones, las de los Llanos del Fraile (Posición el Pocico), éstas a 1392 msn y ya perteneciendo al tm de Nívar: constan de una casamata orientada hacia occidente, junto a un poderoso refugio que podría haber sido un puesto de mando; y en su extremo nororiental uno de los pocos nidos de ametralladora de la zona.
Regresamos nuevamente a la pista y enseguida la dejamos por un carril cerrado con cadena para vehículos, que sube hasta un cruce de caminos; continuando por el de la izquierda, llegamos al Sanatorio Antituberculoso de Alfaguara, conocido como Hospital de Berta, pues se comenzó a construir en 1920 bajo el auspicio del Patronato Antituberculoso de La Alfaguara, constituido por los prestigiosos doctores granadinos Alejandro Otero y José Blasco y la alemana Berta Wilhelmi (fundadora y tesorera). Wilhelmi fue una mujer adelantada a su tiempo, filántropa y pedagoga, que llegó con su familia (padres y hermano) a Granada en 1870, a la edad de 12 años, para fundar una fábrica de papel como la que tenían en Alemania, la cual se incendió; luego trasladaron la fábrica y su domicilio a Pinos Genil, donde Berta ya creó una biblioteca y una escuela mixta, dedicándose desde muy joven a la infancia y creando las primeras Colonias Escolares de la provincia (por lo que fue premiada en 1890 por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Granada).
Amante de la Naturaleza, tuvo la idea de crear un hospital para tuberculosos a raíz de la muerte de su hermano por esta enfermedad, que desde el siglo anterior, con la industrialización y el hacinamiento de la población proletaria sin elementales medidas higiénicas, era una auténtica epidemia. Para ello se eligió un paraje cercano al manantial de Fuente Fría, que lo surtía de agua, a 1489 msnm en plena Naturaleza. Las obras se prolongaron hasta 1923, acudiendo a la inauguración del centro personalidades de los estamentos civil, militar, eclesiástico, científicos y representantes de los Ayuntamientos de Granada y Alfacar.
El edificio constaba de dos plantas y un gran porche, con capacidad para 24 enfermos (12 de cada sexo), plazas que eran la mayoría gratuitas, pues albergaba pacientes de escasos recursos; estaba completamente equipado con consultas, salas de curas, agua corriente, baños… (el mobiliario fue donado por la reina Victoria Eugenia), contaba también con un dispensario y, posteriormente, se añadió a pocos metros un preventorio con 10 camas para albergar niños durante el verano, que en honor al hijo de Berta, fallecido en 1926, recibió el nombre “Luis Dávila”. Berta moriría unos años después, en 1934, no viendo como su hospital se convertía a principios de la Guerra Civil en puesto de mando de la Plana Mayor del Batallón de la zona, dada su cercanía al frente, sus buenas comunicaciones y su disposición de electricidad y agua (en 1939 llegó a haber dentro del recinto hasta 60 militares). Los enfermos se trasladaron a Granada, al Hospital de San Lázaro. Luego, acabada la guerra, el hospital estuvo abandonado hasta su reapertura en 1943 por Helene Bickman,
colaboradora de Berta, para tuberculosos y otros enfermos respiratorios, dando trabajo a muchos vecinos de Alfacar (desde donde se proveía de su afamado pan). Después, entre 1956 y 1967, tuvo un uso residencial y más tarde por varias órdenes religiosas (que transforman sus instalaciones, creando una capilla y varias aulas), hasta su abandono a partir de 1974.
Esta situación de abandono y aislamiento (no en vano se conocía también al centro como Hospital del Silencio) propició la aparición de leyendas que hablan de la existencia de fantasmas, psicofonías y otros sucesos paranormales en el Sanatorio: hay quien dice haber visto una figura de negro, que se dice fue un cura (también estuvo el hospital regentado por jesuitas), u oído voces nombrando a “Berta” o a un tal “Damián”, o supuestas psicofonías donde se escucha “tranquilo, que sí va a salir" o que habrían registrado frases, algunas de ellas en latín, que provendrían de las personas que aquí vivieron (enfermos, niños o enfermeras), algunas tan inquietantes como “No me molestes más", "Vete" o "No entres dentro".
Tras dejar este esotérico lugar, desandamos el camino hasta la anterior bifurcación, continuando de frente por la Cañada Real la Loma de Juan, en subida hasta el siguiente cruce, donde seguimos la pista a la izquierda pero sólo unos metros, hasta un panel informativo del Sendero de la Cueva del Agua. Caminamos ahora por una bonita y umbría senda, que entronca con la Cañada Real de la Cuna. Pasamos junto a una torre que es un transformador eléctrico y en su día suministró electricidad al Sanatorio de la Alfaguara (también se utilizó en la Guerra Civil), poco antes de llegar al espectacular Mirador de la Cueva del Agua: desde aquí vemos las altas cumbres nevadas del Picón de Jerez, Vacares, la Alcazaba, el Mulhacén, los Machos, el Veleta y el Caballo y, más cercanos, los montes al sur del P.N. Sierra de Huétor (Cerro de las Calaveras, Calar Blanco, Cerro de la Cruz y del Maúllo); también Beas de Granada y el curso de los primeros kilómetros del Darro, que se forma de la unión de las aguas de barrancos (como los Mármoles) y de fuentes (como la de la Teja) del lugar.
A unos metros, atravesando un estrecho cortado, se encuentra la Cueva del Agua, cerrada con una verja para impedir que continuase su expolio (perdió sus estalactitas y una columna de ágata, arrancada de su base -que se ve a la izquierda- y sustraída de aquí). Son abundantes las simas y cuevas, dada la naturaleza caliza de esta sierra, que permite la filtración del agua y la disolución de la calcita (formando también dolinas y altos farallones). La cueva fue usada también como aprisco ganadero y para cobijo de soldados en la Guerra Civil. Posee una interesante fauna adaptada a una temperatura constante, pero también a la alta humedad, escasez de alimento y falta de luz (por lo que son especies pequeñas, de color blanco o incluso transparentes y ciegas, con el resto de sentidos muy desarrollados). Nada que ver con el oso cavernario de tiempos prehistóricos, del que se ha hallado una mandíbula en una estrecha galería de la gruta.
Continuamos rodeando el Cerro de la Cueva del Agua, siguiendo por la Cañada Real de la Cuna, atravesando un bosque de pino de repoblación (carrasco, resinero, laricio), pero de plantaciones muy antiguas, de ahí su gran porte. Llegamos al Collado de la Rata y seguimos una preciosa senda entre cedros del Atlas y pinsapos, rodeando el Cerro de la Cruz, de la que salimos para disfrutar de unas estupendas vistas de la Vega de Granada, con los pueblos de Víznar y Alfacar en primer término.
Regresando al sendero, volvemos sobre nuestros pasos para bajar por una senda boscosa, que nos lleva al camino del área recreativa de Alfaguara; aquí hay un bonito jardín botánico, un campamento juvenil y, por supuesto, un bar donde degustar una cervecita con su correspondiente tapa como colofón a esta
ruta, magníficamente organizada y dirigida por Senderos de Córdoba.
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