Senda 006/22 - POR LA COSTA DE CARTAGENA, 2022, DE CABO DE PALOS A LA AZOHÍA - SENDA 01 de 12
near Cabo de Palos, Murcia (España)
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Itinerary description
Senda 006/22 - 2022-01-09 – POR LA COSTA DE CARTAGENA, 2022, DE CABO DE PALOS A LA AZOHÍA - SENDA 01 de 12; FARO DE CABO DE PALOS A LA CALA DE HUNCOS Y FUENTE GRANDE DE LOS BELONES, 15,6 Km, 4 horas 13 minutos, +459 m -374 m.
Lo que vimos:
https://photos.app.goo.gl/6ffj6p7vzxJxnj4d6
Desde el mismo faro del Cabo de Palos, arrancamos antes de las 8:00 horas, para que, siguiendo la costa mientras que las pocas olas vertían su espuma blanca sobre los vértices negros azulados de las Islas Hormigas, recorriéramos las calas: Fría, Roja, del Muerto, del Clavo, Botella, Cañonero y Avellán o Mayor, la que contiene, esta última, las calas Lizón, de las Melvas y la del Canto Gordo.
Pateamos el puerto del lugar y anduvimos La Barra, mientras el sol emergía majestuoso del mar, ¡Qué espectáculo!, para seguir por las calas: Cabó y Medina. Raudo llegamos a Cala Flores, frente a los islotes Punchosos y donde admiramos el Arco de los Reyes. Seguimos por cala Noguera y llegamos a la del Descargador. Grandes islotes, con el mismo nombre de la cala, se levantaban al sur. También una grúa levanta un edificio en la misma costa, lástima.
Proseguimos por la cala del Chirrete y llegamos a la Reona. Preciosas las formaciones rocosas de dunas fósiles de la Punta de los Saleros. Atravesamos la arena y pasamos junto al Bufadero, esa gran galería minera que conecta con el mar y por la que se embarcaba el mineral, en la que, en días de fuerte oleaje, el agua y la espuma blanca entran con tal fuerza que producen un estruendo similar al resoplido de las ballenas, razón por la que lo llaman con el citado apelativo.
Al tomar altura por los Saltos, comenzamos a ver pozos, galerías y escombreras fruto de una intensa actividad minera que, ya por el s. IV a.C. y hasta el s. XX, aunque en periodos muy discontinuos, se desarrollara para la obtención de plata, plomo, hierro y Cinc. Hablan del famoso filón Poderoso, la veta de galena argentífera más rica de esta sierra. Abajo cala Cocón, con su cueva de difícil acceso donde se refugiaba la foca monje o lobo de mar, desaparecida de nuestro litoral como consecuencia de una caza descontrolada. No bajamos en esta ocasión a la citada cala.
Preciosos los acantilados formados por rocas metamórficas, de esquistos de un intenso color negro, de antigüedad aproximada de unos 20 millones de años, lo que las confiere como de las más antiguas de la región. Singular y sorprendente Punta Barriga. Al mirar al mar observarás emerger gran cantidad de picos que en realidad son vértices de la parte sumergida de las cordilleras Béticas. Inconfundibles los pliegues acostados de Punta Espada, provocados por la fuerza de colisión entre placas tectónicas. El contraste de estos esquistos oscuros con el color más claro de la arena y las dunas hizo que los marinos llamaran al lugar como Cala Blanca, de donde procede el nombre de Calblanque.
¡Preciosa playa!, se trataba de la Cala de los Déntoles o Cala Dorada. Está situada entre Punta Espada y Punta negra. Después de disfrutarla subimos al Mirador de Punta Negra, que, en realidad, es la basada de un antiguo proyector utilizado como ayuda de la batería de Cenizas.
Bajamos a Cala Magre, donde existen sedimentos de color rojizo, tono característico del óxido de hierro. Dicen que posiblemente su nombre se debe al término “almagre”, típico de tierras arcillosas de esta tonalidad. La recorrimos, saltamos a la Playa de Calblanque y nos extasiamos con su arena, mientras la música celestial de las olas acariciaba nuestros tímpanos.
Salvamos Punta Blanca para enganchar el sendero que circunda las Salinas del Rasall, habilitadas el pasado siglo aprovechando una laguna donde se acumulaban las aguas de lluvia. Dejaron de funcionar en 1990 y ahora es Zona de Reserva Ambiental y se utiliza como humedal para albergar especies propias de éstos. Visitamos la Tunda y circulamos por la pasarela de las dunas fósiles para internarnos directamente en la playa de las Cañas. Justo al norte se encuentra el “arboretum”, especie de jardín que alberga las plantas y árboles más representativos del Parque Regional de Calblanque, monte de Las Cenizas y Peña del Águila. Mención especial al “ciprés de Cartagena” o “sabina mora”, considerado reliquia de la Era Terciaria, ya que es en las sierras de Cartagena donde se localiza su única población. Allí el tentempié.
Por la orilla de las mismas, admiramos la playa de Las Cañas, la extensa Playa Larga y recabamos en las dos Negretes para subir a la punta de igual nombre. Doblamos al norte por Playa Parreño para bajar a su cala de nombre Iluminada y admiramos desde arriba sus otras tres llamadas Dulce, Del Cabezo y Del Rincón. Habíamos abandonamos el GR para disfrutar las calas del Muerto y El Reventón, la Punta del Hacho y las también calas de Hunco. Antes de llegar a las Mulas, enganchamos nuevamente el GR el que nos llevó a la Fuente del Cabezo Cantalar.
Recogimos el otro coche junto al Faro de Cabo de Palos y directos al culto a la rubia, en el Martillo, claro. Salud.
Lo que vimos:
https://photos.app.goo.gl/6ffj6p7vzxJxnj4d6
Desde el mismo faro del Cabo de Palos, arrancamos antes de las 8:00 horas, para que, siguiendo la costa mientras que las pocas olas vertían su espuma blanca sobre los vértices negros azulados de las Islas Hormigas, recorriéramos las calas: Fría, Roja, del Muerto, del Clavo, Botella, Cañonero y Avellán o Mayor, la que contiene, esta última, las calas Lizón, de las Melvas y la del Canto Gordo.
Pateamos el puerto del lugar y anduvimos La Barra, mientras el sol emergía majestuoso del mar, ¡Qué espectáculo!, para seguir por las calas: Cabó y Medina. Raudo llegamos a Cala Flores, frente a los islotes Punchosos y donde admiramos el Arco de los Reyes. Seguimos por cala Noguera y llegamos a la del Descargador. Grandes islotes, con el mismo nombre de la cala, se levantaban al sur. También una grúa levanta un edificio en la misma costa, lástima.
Proseguimos por la cala del Chirrete y llegamos a la Reona. Preciosas las formaciones rocosas de dunas fósiles de la Punta de los Saleros. Atravesamos la arena y pasamos junto al Bufadero, esa gran galería minera que conecta con el mar y por la que se embarcaba el mineral, en la que, en días de fuerte oleaje, el agua y la espuma blanca entran con tal fuerza que producen un estruendo similar al resoplido de las ballenas, razón por la que lo llaman con el citado apelativo.
Al tomar altura por los Saltos, comenzamos a ver pozos, galerías y escombreras fruto de una intensa actividad minera que, ya por el s. IV a.C. y hasta el s. XX, aunque en periodos muy discontinuos, se desarrollara para la obtención de plata, plomo, hierro y Cinc. Hablan del famoso filón Poderoso, la veta de galena argentífera más rica de esta sierra. Abajo cala Cocón, con su cueva de difícil acceso donde se refugiaba la foca monje o lobo de mar, desaparecida de nuestro litoral como consecuencia de una caza descontrolada. No bajamos en esta ocasión a la citada cala.
Preciosos los acantilados formados por rocas metamórficas, de esquistos de un intenso color negro, de antigüedad aproximada de unos 20 millones de años, lo que las confiere como de las más antiguas de la región. Singular y sorprendente Punta Barriga. Al mirar al mar observarás emerger gran cantidad de picos que en realidad son vértices de la parte sumergida de las cordilleras Béticas. Inconfundibles los pliegues acostados de Punta Espada, provocados por la fuerza de colisión entre placas tectónicas. El contraste de estos esquistos oscuros con el color más claro de la arena y las dunas hizo que los marinos llamaran al lugar como Cala Blanca, de donde procede el nombre de Calblanque.
¡Preciosa playa!, se trataba de la Cala de los Déntoles o Cala Dorada. Está situada entre Punta Espada y Punta negra. Después de disfrutarla subimos al Mirador de Punta Negra, que, en realidad, es la basada de un antiguo proyector utilizado como ayuda de la batería de Cenizas.
Bajamos a Cala Magre, donde existen sedimentos de color rojizo, tono característico del óxido de hierro. Dicen que posiblemente su nombre se debe al término “almagre”, típico de tierras arcillosas de esta tonalidad. La recorrimos, saltamos a la Playa de Calblanque y nos extasiamos con su arena, mientras la música celestial de las olas acariciaba nuestros tímpanos.
Salvamos Punta Blanca para enganchar el sendero que circunda las Salinas del Rasall, habilitadas el pasado siglo aprovechando una laguna donde se acumulaban las aguas de lluvia. Dejaron de funcionar en 1990 y ahora es Zona de Reserva Ambiental y se utiliza como humedal para albergar especies propias de éstos. Visitamos la Tunda y circulamos por la pasarela de las dunas fósiles para internarnos directamente en la playa de las Cañas. Justo al norte se encuentra el “arboretum”, especie de jardín que alberga las plantas y árboles más representativos del Parque Regional de Calblanque, monte de Las Cenizas y Peña del Águila. Mención especial al “ciprés de Cartagena” o “sabina mora”, considerado reliquia de la Era Terciaria, ya que es en las sierras de Cartagena donde se localiza su única población. Allí el tentempié.
Por la orilla de las mismas, admiramos la playa de Las Cañas, la extensa Playa Larga y recabamos en las dos Negretes para subir a la punta de igual nombre. Doblamos al norte por Playa Parreño para bajar a su cala de nombre Iluminada y admiramos desde arriba sus otras tres llamadas Dulce, Del Cabezo y Del Rincón. Habíamos abandonamos el GR para disfrutar las calas del Muerto y El Reventón, la Punta del Hacho y las también calas de Hunco. Antes de llegar a las Mulas, enganchamos nuevamente el GR el que nos llevó a la Fuente del Cabezo Cantalar.
Recogimos el otro coche junto al Faro de Cabo de Palos y directos al culto a la rubia, en el Martillo, claro. Salud.
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