Segura la Vieja y cerro Góntar
near Segura de la Sierra, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Una mañana de abril (Domingo de Ramos del 2017) fresquita y clara. La salida es del lavadero de Segura, por la carretera que va a la Sierra.
Se trataba de ver Segura la Vieja, un asentamiento antiguo en lo alto de un cerro a unos cuatro km del pueblo. Este territorio es sitio de refugio, rodeado de peñas inexpugnables por todas partes, menos por la subida que hemos dejado atrás. No hay mucho acuerdo sobre quién pobló estas ruinas, aunque se sabe que en el siglo VIII estuvieron alojados los muladíes (nuevos conversos al Islam) rebeldes con las autoridades moras de la época.
Este terreno es húmedo, pero hace ya que no llueve en serio. No obstante, los romeros no se han dado por aludidos y muestran su primavera más azul pintada en las hojas. Todos están florecidos de un malva que fascina a los ojos (dejo alguna foto como prueba).
Los primeros tres km son por la carretera, luego se toma a la derecha, a Moralejos (el Cortijo de los Morales). Medio km más allá sale el camino, que comienza con unas escaleras muy bien hechas, con pasamanos y todo. Luego ya solo es subir hasta el collado, donde se tendía el vivar, que hoy son solo ruinas de casas en piedra y muros de defensa en lo alto, como si de una acrópolis se tratase. No hay manaderos importantes de agua en el cerro, lo que hace mal refugio de este lugar.
Como no había vecinos a los que hablar, me dediqué a visitar los confines del cerro, que a su vez son caprichosas formas rocosas cinceladas por el viento, el agua, el hielo y la nieve, meteoros que desmoronan con facilidad esta roca caliza, dejando las partes más rebeldes en pié.
El orden de la visita puede ser el que quiera el caminante. Que vaya donde quiera y en el orden que desee. Yo primero fuí al norte, y me tope con seis o siete cabras monteses que huyeron de mi presencia. Me encaramé a lo alto de las rocas, desde donde pude ver el calar de Navalperal, Peñalta y hasta el cerro Cambrón, ya en Albacete. Mirando para abajo, entre el mar de pinos, se divisaba a los pies el cortijo de Linarejos.
Entre las rendijas de las rocas, se puede ver la maravilla de algunos pinos, encinas y enebros que han nacido y sobreviven sin tierra ni agua, porque a veces la vida es más fuerte que sus condiciones más despiadadas.
Luego fui al Sur, por encima del Cortijo de los Morales, donde araba un tractor las pocas tierras "blancas" que el río Trujala ha decantado con los miles de años de pasar por allí. Las risqueras son inmensas, aunque se puede transitar de una a otra con relativa facilidad, y un palo de soporte para no caerse.
Por fin me llegué a la parte este, desde donde se está a la altura del Castillo de Segura, y la vista del Yelmo, que lo vigila todo en la comarca, es digna de contemplarse. Subiendo me encontré con una cabra que bajaba, y le cedí el paso, pero no quiso posar para hacernos una foto, así que os lo tendréis que creer.
Bebí agua en un tornajo chiquito, que se alimentaba de una fuentecilla cercana, casi seca, y emprendí de nuevo el regreso. Otra vez a la carretera. A un km nada más sale una desviación al camino que rodea el cerro Góntar, por el que puedo regresar a Segura. Este camino en plácido, tranquilo, soleado y con pinos enormes que parecen haber crecido solo para adorar al sol de la primavera.
Por fin llegué al lavadero de Segura, tras cuatro horas y media de camino, de las que más de una hora estuve parado en Segura la Vieja viendo las formas caprichosas de las "cárdenas roquedas" (que diría Don Antonio contemplando otras rocas más sorianas y algo más bermejas que estas) y los montes en la lejanía, aprovechando que el aire era transparente y se divisaban muchos km delante de los ojos.
¡Y eso que había venido atraído por la historia! Claro, la historia ... natural.
Para no ser irreverente con los antepasados hispanos, dejo una dirección a continuación para los que se quieran empapar.
Se trataba de ver Segura la Vieja, un asentamiento antiguo en lo alto de un cerro a unos cuatro km del pueblo. Este territorio es sitio de refugio, rodeado de peñas inexpugnables por todas partes, menos por la subida que hemos dejado atrás. No hay mucho acuerdo sobre quién pobló estas ruinas, aunque se sabe que en el siglo VIII estuvieron alojados los muladíes (nuevos conversos al Islam) rebeldes con las autoridades moras de la época.
Este terreno es húmedo, pero hace ya que no llueve en serio. No obstante, los romeros no se han dado por aludidos y muestran su primavera más azul pintada en las hojas. Todos están florecidos de un malva que fascina a los ojos (dejo alguna foto como prueba).
Los primeros tres km son por la carretera, luego se toma a la derecha, a Moralejos (el Cortijo de los Morales). Medio km más allá sale el camino, que comienza con unas escaleras muy bien hechas, con pasamanos y todo. Luego ya solo es subir hasta el collado, donde se tendía el vivar, que hoy son solo ruinas de casas en piedra y muros de defensa en lo alto, como si de una acrópolis se tratase. No hay manaderos importantes de agua en el cerro, lo que hace mal refugio de este lugar.
Como no había vecinos a los que hablar, me dediqué a visitar los confines del cerro, que a su vez son caprichosas formas rocosas cinceladas por el viento, el agua, el hielo y la nieve, meteoros que desmoronan con facilidad esta roca caliza, dejando las partes más rebeldes en pié.
El orden de la visita puede ser el que quiera el caminante. Que vaya donde quiera y en el orden que desee. Yo primero fuí al norte, y me tope con seis o siete cabras monteses que huyeron de mi presencia. Me encaramé a lo alto de las rocas, desde donde pude ver el calar de Navalperal, Peñalta y hasta el cerro Cambrón, ya en Albacete. Mirando para abajo, entre el mar de pinos, se divisaba a los pies el cortijo de Linarejos.
Entre las rendijas de las rocas, se puede ver la maravilla de algunos pinos, encinas y enebros que han nacido y sobreviven sin tierra ni agua, porque a veces la vida es más fuerte que sus condiciones más despiadadas.
Luego fui al Sur, por encima del Cortijo de los Morales, donde araba un tractor las pocas tierras "blancas" que el río Trujala ha decantado con los miles de años de pasar por allí. Las risqueras son inmensas, aunque se puede transitar de una a otra con relativa facilidad, y un palo de soporte para no caerse.
Por fin me llegué a la parte este, desde donde se está a la altura del Castillo de Segura, y la vista del Yelmo, que lo vigila todo en la comarca, es digna de contemplarse. Subiendo me encontré con una cabra que bajaba, y le cedí el paso, pero no quiso posar para hacernos una foto, así que os lo tendréis que creer.
Bebí agua en un tornajo chiquito, que se alimentaba de una fuentecilla cercana, casi seca, y emprendí de nuevo el regreso. Otra vez a la carretera. A un km nada más sale una desviación al camino que rodea el cerro Góntar, por el que puedo regresar a Segura. Este camino en plácido, tranquilo, soleado y con pinos enormes que parecen haber crecido solo para adorar al sol de la primavera.
Por fin llegué al lavadero de Segura, tras cuatro horas y media de camino, de las que más de una hora estuve parado en Segura la Vieja viendo las formas caprichosas de las "cárdenas roquedas" (que diría Don Antonio contemplando otras rocas más sorianas y algo más bermejas que estas) y los montes en la lejanía, aprovechando que el aire era transparente y se divisaban muchos km delante de los ojos.
¡Y eso que había venido atraído por la historia! Claro, la historia ... natural.
Para no ser irreverente con los antepasados hispanos, dejo una dirección a continuación para los que se quieran empapar.
Waypoints
Summit
4,331 ft
03-Segura la Vieja este
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