Ruta transfronteriza Monçao-Salvaterra do Miño
near Caldas, Viana do Castelo (Portugal)
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Itinerary description
Nuestra ruta de hoy parte desde el antiguo balneario de Monçao. Este edificio, en proceso de reconstrucción, fue inaugurado 1801 y mandado construir por el transmontano António da Silveira. Junto al edificio existe aún una columna de granito grabada en latín que conmemora este acontecimiento con la siguiente inscripción : “HUMTRA NSMONTA NOANJGO DAHUMA NJDADEMA NDOUFAZ ERESTAO BRAEJUL HODEMD CCI” “Um transmontano, amigo da humanidade, mandou fazer esta obra em Julho de 1801” (segundo tradução de Acciaiuoli, 1944,III,151). Su donación para la construcción fueron 100 mil reales. Desde 2001 funciona un nuevo balneario a pocos metros de esta antigua edificación. Abandonamos pensativos y algo apesadumbrados esta explanada. Nos invade la pena. La de no poner nuestros cuerpos a remojo en estas curativas aguas.
Recorremos la zona ajardinada paralela al río Miño hasta desviarnos a la izquierda y adentrarnos en los muros defensivos de Monçao. Miles y miles de piedras labradas por el viento y la lluvia nos protegen de los invasores extranjeros. Piedras que han visto guerras, y sangre derramada. Piedras que han oído cañonazos y disparos. Pero también han visto largas épocas de paz y han oído música y pasos de baile. Tantas piedras como historias que contar. Quizás la más hermosa sea la de Deu-la-Deu Martins. Esta mujer, esposa del capitán de Monçao, Vasco, que defendía la ciudad del sitio de las tropas de Castilla, decide recoger la escasa harina que queda en la cuidad para hacer pan y arrojárselo a los soldados castellanos desde las murallas. Estos al ver tal dispendio de víveres decidieron que era inútil sitiar una ciudad a la que le sobraba la comida. Y así Monçao quedó libre.
La plaza que dejamos a nuestra izquierda lleva el nombre de tan heroica mujer.
Avanzamos con vistas impresionantes al Miño. Su elevado caudal debido a las intensas lluvias ha inundado las zonas mas bajas. Los árboles parecen flotar entre las aguas. Y son los peces los que saltan de rama en rama. Aguas que han atravesado dos provincias antes de adentrarse en una tercera y perderse en el infinito atlántico. Aguas dulces dadoras de vida donde flora y fauna se interconectan en busca del ciclo perfecto.
Entre las ramas de los árboles asoma, al otro lado del Miño, la fortaleza de Salvaterra do Miño.
Dos ciudades, separadas por el agua y defendidas por altas murallas y gruesos cañones, ahora se abrazan através del puente Internacional. Dos países en un mismo territorio. Una frontera invisible que nos dice que somos diferentes. Aunque nosotros nos sentimos iguales.
Los primeros documentos escritos que se conservan son del 24 de mayo del año 991 donde se hace referencia a la entrega del rey Bermundo II a la iglesia Compostelana de Lacedorium (antiguo nombre). En el siglo XII durante el reinado de Fernando II se fortificó la villa y se dotó de murallas para protegerla de las frecuentes incursiones portuguesas. Coloco también una guarnición para protegerla. Por este motivo se produce el cambio de nombre al convertirse en una plaza para salvar al reino. Su nombre será Salvaterra.
Cruzamos el puente y recorremos sus calles para adentrarnos en el Parque da Canuda. Este impresionante parque de 200.000 m2 es la delicia de habitantes y turistas. Paralelo al río Miño dispone de parques infantiles , instalaciones deportivas, carril bici, senderos fluviales y un largo etcétera. Cualquier gran ciudad desearía tan magnifico pulmón verde.
Poco a poco nos vamos alejando del Miño para acercarnos al Tea. Casi 50 km de río que conectan la Serra do Suido con el Baixo Miño. Es uno de los ríos mejor conservados del sur de Galicia en cuanto a sus aguas, riberas y continuidad. La combinación de aguas limpias con orillas naturales y gran diversidad de plantas de ribera crea el hábitat idóneo para especies migratorias como la anguila, la lamprea o el salmón atlántico.
Pasear por este bosque de ribera con avellanos, laureles, robles, sauces, abedules y alisos es un viaje indescriptible a la naturaleza más pura. El sonido de las aguas del afluente , el rumor de las hojas movidas por el viento, el olor de la hierba húmeda y el trino de los pájaros avivan todos los sentidos. Porque incluso el sentido del gusto parece que disfruta de esta sinfonía de sensaciones.
Y aquí en el Tea descubrimos otra forma de pesca de la lamprea. Es única porque solo aquí se realiza de este modo, pesca por estacas. Son unas largas pasarelas de madera alumbradas con lámparas que consiguen su electricidad mediante complejos sistemas “de quita y pon”. Solo se pesca de noche a la luz de dichas lámparas y cuando las lampreas remontan el río pegadas al fondo se les clavan las estacas (fisgas). Son 47 puestos de pesca que se conceden por sorteo teniendo que montarse en Enero y retirarse a finales de Abril cuando acaba la temporada de pesca.
No penséis que aquí acaban las sorpresas. Porque este pequeño río antes de la desembocadura crea una de las mayores islas fluviales de la peninsula, la Illa de Fillaboa.
Los romanos también dejaron su huella ya que através del municipio cruzaba una importante calzada romana (Camino Real) que unía la comarca con Tui. Cruzamos el río por un tramo de esa calzada sobre un soberbio puente.
Aunque muy reconstruido desde su construcción original no deja de sorprendernos su situación estratégica para el control del paso hacia tierras tudenses. El resto de fortificaciones, que formaban parte de una red militar, han desaparecido con el paso del tiempo, bien demolidas, bien engullidas por la vegetación.
Nos alejamos poco a poco del cauce. Esta es una zona abierta de campos de cultivo, con pequeños riachuelos y gran abundancia de plantas silvestres. No vemos al Tea, pero en estas fértiles tierras podemos sentir su aportación. Sedimentos de las crecidas abonan naturalmente los campos de cultivo.
El dios fluvial Peneo extendió su mano para dar hermosura a este cauce. Porque su padre Océano le enseñó la belleza de las aguas. Aguas tranquilas solo sacudidas por las crecidas que arrastran todo a su paso. Sois aguas hermosas pero temibles cuando henchidas por las lluvias galopáis cauce abajo en busca de una salida natural. Avanzáis kilómetros sin prisa, para, algún día, desaparecer engullidas entre la salitre del océano.
Otra vez en nuestra retina se graba el Tea. En una zona de merenderos cruzamos otra vez su cauce por el puente de la parroquia de Alxén. Desde aquí iniciamos nuestro regreso hacia Salvatierra pero esta vez por el margen contrarío. El mismo bosque de ribera con su variada vegetación y alguna falsa acacia, que en la otra orilla no habíamos visto, hacen de nuestro paseo otro regalo para la vista.
Dejamos atrás las ruinas de un molino , el Parque da Canuda (por la parte superior) y Salvaterra para atravesar el puente internacional hacia Monçao. No usaremos el paseo fluvial de la ida sino que nos adentraremos por la carretera hasta el Largo del Rosal y la Rua Dr. Alvares da Guerra hacia la plaza Deu-la-Deu. Desde aquí desandando el tramo de las murallas y tomando la Avd. das Caldas llegamos al punto de partida.
Todavía tentados por ese baño en el balneario acabamos nuestra ruta de hoy.
Recorremos la zona ajardinada paralela al río Miño hasta desviarnos a la izquierda y adentrarnos en los muros defensivos de Monçao. Miles y miles de piedras labradas por el viento y la lluvia nos protegen de los invasores extranjeros. Piedras que han visto guerras, y sangre derramada. Piedras que han oído cañonazos y disparos. Pero también han visto largas épocas de paz y han oído música y pasos de baile. Tantas piedras como historias que contar. Quizás la más hermosa sea la de Deu-la-Deu Martins. Esta mujer, esposa del capitán de Monçao, Vasco, que defendía la ciudad del sitio de las tropas de Castilla, decide recoger la escasa harina que queda en la cuidad para hacer pan y arrojárselo a los soldados castellanos desde las murallas. Estos al ver tal dispendio de víveres decidieron que era inútil sitiar una ciudad a la que le sobraba la comida. Y así Monçao quedó libre.
La plaza que dejamos a nuestra izquierda lleva el nombre de tan heroica mujer.
Avanzamos con vistas impresionantes al Miño. Su elevado caudal debido a las intensas lluvias ha inundado las zonas mas bajas. Los árboles parecen flotar entre las aguas. Y son los peces los que saltan de rama en rama. Aguas que han atravesado dos provincias antes de adentrarse en una tercera y perderse en el infinito atlántico. Aguas dulces dadoras de vida donde flora y fauna se interconectan en busca del ciclo perfecto.
Entre las ramas de los árboles asoma, al otro lado del Miño, la fortaleza de Salvaterra do Miño.
Dos ciudades, separadas por el agua y defendidas por altas murallas y gruesos cañones, ahora se abrazan através del puente Internacional. Dos países en un mismo territorio. Una frontera invisible que nos dice que somos diferentes. Aunque nosotros nos sentimos iguales.
Los primeros documentos escritos que se conservan son del 24 de mayo del año 991 donde se hace referencia a la entrega del rey Bermundo II a la iglesia Compostelana de Lacedorium (antiguo nombre). En el siglo XII durante el reinado de Fernando II se fortificó la villa y se dotó de murallas para protegerla de las frecuentes incursiones portuguesas. Coloco también una guarnición para protegerla. Por este motivo se produce el cambio de nombre al convertirse en una plaza para salvar al reino. Su nombre será Salvaterra.
Cruzamos el puente y recorremos sus calles para adentrarnos en el Parque da Canuda. Este impresionante parque de 200.000 m2 es la delicia de habitantes y turistas. Paralelo al río Miño dispone de parques infantiles , instalaciones deportivas, carril bici, senderos fluviales y un largo etcétera. Cualquier gran ciudad desearía tan magnifico pulmón verde.
Poco a poco nos vamos alejando del Miño para acercarnos al Tea. Casi 50 km de río que conectan la Serra do Suido con el Baixo Miño. Es uno de los ríos mejor conservados del sur de Galicia en cuanto a sus aguas, riberas y continuidad. La combinación de aguas limpias con orillas naturales y gran diversidad de plantas de ribera crea el hábitat idóneo para especies migratorias como la anguila, la lamprea o el salmón atlántico.
Pasear por este bosque de ribera con avellanos, laureles, robles, sauces, abedules y alisos es un viaje indescriptible a la naturaleza más pura. El sonido de las aguas del afluente , el rumor de las hojas movidas por el viento, el olor de la hierba húmeda y el trino de los pájaros avivan todos los sentidos. Porque incluso el sentido del gusto parece que disfruta de esta sinfonía de sensaciones.
Y aquí en el Tea descubrimos otra forma de pesca de la lamprea. Es única porque solo aquí se realiza de este modo, pesca por estacas. Son unas largas pasarelas de madera alumbradas con lámparas que consiguen su electricidad mediante complejos sistemas “de quita y pon”. Solo se pesca de noche a la luz de dichas lámparas y cuando las lampreas remontan el río pegadas al fondo se les clavan las estacas (fisgas). Son 47 puestos de pesca que se conceden por sorteo teniendo que montarse en Enero y retirarse a finales de Abril cuando acaba la temporada de pesca.
No penséis que aquí acaban las sorpresas. Porque este pequeño río antes de la desembocadura crea una de las mayores islas fluviales de la peninsula, la Illa de Fillaboa.
Los romanos también dejaron su huella ya que através del municipio cruzaba una importante calzada romana (Camino Real) que unía la comarca con Tui. Cruzamos el río por un tramo de esa calzada sobre un soberbio puente.
Aunque muy reconstruido desde su construcción original no deja de sorprendernos su situación estratégica para el control del paso hacia tierras tudenses. El resto de fortificaciones, que formaban parte de una red militar, han desaparecido con el paso del tiempo, bien demolidas, bien engullidas por la vegetación.
Nos alejamos poco a poco del cauce. Esta es una zona abierta de campos de cultivo, con pequeños riachuelos y gran abundancia de plantas silvestres. No vemos al Tea, pero en estas fértiles tierras podemos sentir su aportación. Sedimentos de las crecidas abonan naturalmente los campos de cultivo.
El dios fluvial Peneo extendió su mano para dar hermosura a este cauce. Porque su padre Océano le enseñó la belleza de las aguas. Aguas tranquilas solo sacudidas por las crecidas que arrastran todo a su paso. Sois aguas hermosas pero temibles cuando henchidas por las lluvias galopáis cauce abajo en busca de una salida natural. Avanzáis kilómetros sin prisa, para, algún día, desaparecer engullidas entre la salitre del océano.
Otra vez en nuestra retina se graba el Tea. En una zona de merenderos cruzamos otra vez su cauce por el puente de la parroquia de Alxén. Desde aquí iniciamos nuestro regreso hacia Salvatierra pero esta vez por el margen contrarío. El mismo bosque de ribera con su variada vegetación y alguna falsa acacia, que en la otra orilla no habíamos visto, hacen de nuestro paseo otro regalo para la vista.
Dejamos atrás las ruinas de un molino , el Parque da Canuda (por la parte superior) y Salvaterra para atravesar el puente internacional hacia Monçao. No usaremos el paseo fluvial de la ida sino que nos adentraremos por la carretera hasta el Largo del Rosal y la Rua Dr. Alvares da Guerra hacia la plaza Deu-la-Deu. Desde aquí desandando el tramo de las murallas y tomando la Avd. das Caldas llegamos al punto de partida.
Todavía tentados por ese baño en el balneario acabamos nuestra ruta de hoy.
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