Ruta do Canelar -Allariz
near Allariz, Galicia (España)
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La ruta de hoy comienza en la villa de Allariz (Ourense). Un recorrido de algo más de 15 Km nos adentraran en el corazón de la Reserva de la Biosfera. Este territorio declarado el 29 de junio de 2005 por la Unesco, junto con los concellos de Vilar de Santos, Rairiz de Veiga y A Bola pretende la conservación y protección de la biodiversidad, pero también persigue el desarrollo económico y humano de estas zonas.
Partimos desde la oficina de turismo atravesando el puente sobre el rio Arnoia. Las abundantes lluvias de los últimas semanas hacen rugir al rio en su descenso. Golpea contra las rocas y librando los pequeños desniveles proyecta miles de gotas . Los tímidos rayos de sol, que consiguen asomarse entre las tupidas nubes ,las descomponen en un crisol de colores. Alzamos nuestras caras para recibir el refrescante roce del agua de los manantiales procedentes de la Sierra de San Mamed.
Allí, en lo alto, las ruinas del Castillo rezuman historia. Piedras erigidas por Alfonso VI en el siglo XI . Otro rey, Alfonso VII, le concedió a Allariz el Fuero que la convirtió en Villa Real.. Una villa tan Real que aquí Alfonso X el Sabio aprendió el galaicoportugués, el cual utilizó en sus “Cantigas de Santa María”, un conjunto de aproximadamente 420 composiciones en honor a la Virgen María.
Sem-pr'a Virgem groriosa faz a os seus entender
quando em algu a cousa filha pesar ou prazer.
Allariz, que debe su nombre al rey suevo Alarico, bien merece un paseo por su variado patrimonio, desde conventos reales a bosques pintados. Pero nosotros debemos ir al encuentro de nuestra ruta por lo que ascendemos hasta la Rúa As Laxas que nos llevará a la carretera de Paicordeiro. Bordeada por verdes prados y viviendas unifamiliares escala sin apenas circulación al pequeño pueblo. El cielo cada vez mas encapotado de oscuras nubes vierte sobre nosotros unas gotas finas y frías. Amenaza lluvia, pero con el corazón henchido de esperanza, avanzamos al abrazo de esos bosques mágicos.
Estamos en Paicordeiro, desde aquí, las vistas de Allariz son magnificas. Este pequeña aldea ,rodeada de castaños y robles, posee un cruce de caminos por donde pasa el Camino de Santiago de la via de la Plata. Una enorme fraga sirve de suelo a un extenso merendero. El verdín asoma en cada poro de la piedra dándole un aspecto de tapiz primaveral. Pocos son los castaños que se ven en toda la ruta, pero los ejemplares mas hermosos están aquí y en la aldea de Penamá. Troncos imponentes y ramas vigorosas se alzan hacia el cielo. Desnudos, sin sus hojas, estos esqueletos centenarios ocupan cuidadas praderas de tierna hierba.
Pocos metros más adelante tomamos la bifurcación de la derecha. Un camino de tierra cubierto de agua y tallado en la montaña atesora diversidad de plantas y animales. De sus laterales crecen zarzas, hiedras, rematas , hierbas y helechos , que albergan todo tipo de insectos y roedores. Basta un momento de silencio para percibir entre su denso follaje los movimientos de la vida salvaje. Es la naturaleza en estado puro. Miles de hojas secas crujen bajo nuestras botas. Los robles, siempre presentes, pintan de colores el cuadro extendido ante nuestro ojos. Finos, gruesos, rectos, o retorcidos están por doquier. El arrullo del agua se hace cada vez más intenso. Nos acercamos a un pequeño arroyo en cuyos margenes sobreviven los restos de un molino, “o muiño da Cebola”. La senda, ahora, de piedra pulida por las inclemencias del tiempo, todavía conserva las marcas que las ruedas de los carros marcaron tras los infinitos recorridos. Allariz fue tierra de cultivo de lino durante décadas, con 50 tallares vivió ,en 1900 ,su época de esplendor, llegando a tener 10.000 habitantes.
Estamos en una zona de ascenso continuo. Ahora tenemos claro porque este territorio es Reserva de la Biosfera. Estos bosques sin fin se desarrollan como un ente vivo, ajenos al crecimiento de las poblaciones y libres de la plaga de incendios que la comunidad padece desde hace años. Los nutrientes generados por la descomposición de las hojas hace de estas tierras un terreno propicio para el crecimiento de todo tipo de de plantas.
En el siguiente cruce de caminos debemos decidir por cual de las dos rutas continuar. Porque la Ruta do Canelar dispone de 2 variantes, una corta y otra larga. Hasta este momento el recorrido es común pero a partir de este punto si giramos a la izquierda tomaremos la ruta corta y si por el contrario lo hacemos a la derecha estaremos eligiendo la larga. Nosotros. claro está, haremos está última.
A medida que avanzamos el bosque se hace cada vez menos denso. Ya se aprecian grandes claros y al continuar la ascensión casi desaparecen por completo. Las vistas son preciosas. A lo lejos, la sucesión de montañas se pierden en el infinito. Las cumbres mas elevadas conservan un brillante manto blanco. Ciento ochenta grados de visión panorámica. Gigantes pétreos salpican los campos que dejamos atrás. Sus sugerentes formas consiguen, si las miras fijamente, esculpir caprichosas figuras. Se han abierto paso desde las entrañas de la tierra, pintando el paisaje de magnificas estructuras. Gigantes en vigilia permanente dormitan indiferentes al paso de los humanos. Gruesas retamas acarician sus costados dándole una sombra innecesaria. Sombras perseguidas en las épocas estivales por los animales salvajes que habitan estas serranías.
El camino gira a la izquierda a escasos metros de la aldea de Penamá. No desaprovechamos la ocasión para recorrer las calles de la localidad. Estrechas y solitarias circundan las escasas edificaciones. Contemplamos los inclinados prados con imponentes castaños , y nos despiden sin haber avistado ningún morador.
El ascenso es ahora continuo y la senda ancha y terrosa. Por uno de los desvíos podemos acceder al alto de Penamá. Es el punto más alto del Concello de Allariz a 927 metros de altitud. Nosotros continuaremos el camino sin realizar la ascensión. Estamos , otra vez, en una zona de formaciones graníticas imponentes. Casi se oye el rugir de las moles despertando del letargo. Bordeamos una enorme finca vallada dedicada a la cría de cabras. Acabamos de comenzar el descenso. Estamos recorriendo la “verea da pereira”. Al perder altura los escasos pinares dejan paso a los bosques de robles. Con sus troncos cubiertos de musgo destacan aquellos cuyas marrones hojas todavía permanecen en el árbol sobre los que las han perdido por completo. Unos vestidos y otros desnudos compiten en belleza en un paraje sin igual. El olor a hierba fresca se mezcla con el frio viento que acaricia nuestro rostros. En el camino aparecen las marcas de los carros que recorrían la vereda.
Un descampando llama nuestra atención. La señal deteriorada indica “las tumbas do Castelo”. Tomamos el desvío para acercarnos a la excavación de Castillo de Mouresiños. En la plataforma inferior una necrópolis donde existen dos sepulturas antropomorfas talladas en la roca, y en la plataforma superior un yacimiento que data entre los siglos VIII y XI. Consta de una pequeña fortaleza de control sobre una vía de paso entre los valles del Limia y Arnoia. Como los soldados que vigilaban desde las almenas así nos sentimos nosotros. Transportados a otra época controlamos el paso de las personas ajenas al reino. Nada atraviesa nuestros dominios sin nuestra supervisión. El azote de la brisa nos hace girar el rostro hacia la aldea que asoma entre los copas de los árboles, nuestro próximo alto en el camino.
Desandamos la senda para tomar la vía principal. Otro desvío, esta vez a la “fonte do over”,donde dicen que si llevas una cuenco con leche se convierte en oro. No llevamos leche en nuestra mochila, por lo que continuamos apesadumbrados por perder esa oportunidad única de llenar nuestras alforjas de abundantes riquezas.
Al cruzar el riachuelo entramos en San Salvador dos Penedos. Con muchas de sus viviendas reconstruidas destaca especialmente la iglesia y el atrio. Se cree que muchas de sus piedras provienen del Castillo que en lo alto vigila la aldea. La iglesia de estilo románico destaca por su Cristo crucificado, una talla, también románica, de madera policromada. Es una de las obras más antiguas y hermosas de la Edad Media donde se presenta la figura de Cristo viva, triunfante y coronada. .
También en San Salvador está la primera calle del Burro de Galicia. En ella se encuentra la Asociación ANDREA, dedicada a la protección de esta especie.
Una levada de agua cubierta de esponjoso musgo recorre el camino de descenso, mientras los siempre omnipresentes robles inundan los campos. Y como reza el cartel que cuelga de uno de estos hermosos ejemplares “Que San salvador proteja a los que visiten este paraje”.
Protegidos por el santo, atravesamos las aguas que cruzan el camino y amparados por muros de piedra llegamos a Paicordeiro. Desde aquí, deshacemos el camino de inicio de la ruta para regresar a “Rúa as Laxas”. Hacemos un alto en el puente sobre el río Arnoia, para disfrutar de sus agitadas aguas. Y así termina nuestra ruta de hoy, deseando volver a estas tierras y recorrer todos sus rincones.
Partimos desde la oficina de turismo atravesando el puente sobre el rio Arnoia. Las abundantes lluvias de los últimas semanas hacen rugir al rio en su descenso. Golpea contra las rocas y librando los pequeños desniveles proyecta miles de gotas . Los tímidos rayos de sol, que consiguen asomarse entre las tupidas nubes ,las descomponen en un crisol de colores. Alzamos nuestras caras para recibir el refrescante roce del agua de los manantiales procedentes de la Sierra de San Mamed.
Allí, en lo alto, las ruinas del Castillo rezuman historia. Piedras erigidas por Alfonso VI en el siglo XI . Otro rey, Alfonso VII, le concedió a Allariz el Fuero que la convirtió en Villa Real.. Una villa tan Real que aquí Alfonso X el Sabio aprendió el galaicoportugués, el cual utilizó en sus “Cantigas de Santa María”, un conjunto de aproximadamente 420 composiciones en honor a la Virgen María.
Sem-pr'a Virgem groriosa faz a os seus entender
quando em algu a cousa filha pesar ou prazer.
Allariz, que debe su nombre al rey suevo Alarico, bien merece un paseo por su variado patrimonio, desde conventos reales a bosques pintados. Pero nosotros debemos ir al encuentro de nuestra ruta por lo que ascendemos hasta la Rúa As Laxas que nos llevará a la carretera de Paicordeiro. Bordeada por verdes prados y viviendas unifamiliares escala sin apenas circulación al pequeño pueblo. El cielo cada vez mas encapotado de oscuras nubes vierte sobre nosotros unas gotas finas y frías. Amenaza lluvia, pero con el corazón henchido de esperanza, avanzamos al abrazo de esos bosques mágicos.
Estamos en Paicordeiro, desde aquí, las vistas de Allariz son magnificas. Este pequeña aldea ,rodeada de castaños y robles, posee un cruce de caminos por donde pasa el Camino de Santiago de la via de la Plata. Una enorme fraga sirve de suelo a un extenso merendero. El verdín asoma en cada poro de la piedra dándole un aspecto de tapiz primaveral. Pocos son los castaños que se ven en toda la ruta, pero los ejemplares mas hermosos están aquí y en la aldea de Penamá. Troncos imponentes y ramas vigorosas se alzan hacia el cielo. Desnudos, sin sus hojas, estos esqueletos centenarios ocupan cuidadas praderas de tierna hierba.
Pocos metros más adelante tomamos la bifurcación de la derecha. Un camino de tierra cubierto de agua y tallado en la montaña atesora diversidad de plantas y animales. De sus laterales crecen zarzas, hiedras, rematas , hierbas y helechos , que albergan todo tipo de insectos y roedores. Basta un momento de silencio para percibir entre su denso follaje los movimientos de la vida salvaje. Es la naturaleza en estado puro. Miles de hojas secas crujen bajo nuestras botas. Los robles, siempre presentes, pintan de colores el cuadro extendido ante nuestro ojos. Finos, gruesos, rectos, o retorcidos están por doquier. El arrullo del agua se hace cada vez más intenso. Nos acercamos a un pequeño arroyo en cuyos margenes sobreviven los restos de un molino, “o muiño da Cebola”. La senda, ahora, de piedra pulida por las inclemencias del tiempo, todavía conserva las marcas que las ruedas de los carros marcaron tras los infinitos recorridos. Allariz fue tierra de cultivo de lino durante décadas, con 50 tallares vivió ,en 1900 ,su época de esplendor, llegando a tener 10.000 habitantes.
Estamos en una zona de ascenso continuo. Ahora tenemos claro porque este territorio es Reserva de la Biosfera. Estos bosques sin fin se desarrollan como un ente vivo, ajenos al crecimiento de las poblaciones y libres de la plaga de incendios que la comunidad padece desde hace años. Los nutrientes generados por la descomposición de las hojas hace de estas tierras un terreno propicio para el crecimiento de todo tipo de de plantas.
En el siguiente cruce de caminos debemos decidir por cual de las dos rutas continuar. Porque la Ruta do Canelar dispone de 2 variantes, una corta y otra larga. Hasta este momento el recorrido es común pero a partir de este punto si giramos a la izquierda tomaremos la ruta corta y si por el contrario lo hacemos a la derecha estaremos eligiendo la larga. Nosotros. claro está, haremos está última.
A medida que avanzamos el bosque se hace cada vez menos denso. Ya se aprecian grandes claros y al continuar la ascensión casi desaparecen por completo. Las vistas son preciosas. A lo lejos, la sucesión de montañas se pierden en el infinito. Las cumbres mas elevadas conservan un brillante manto blanco. Ciento ochenta grados de visión panorámica. Gigantes pétreos salpican los campos que dejamos atrás. Sus sugerentes formas consiguen, si las miras fijamente, esculpir caprichosas figuras. Se han abierto paso desde las entrañas de la tierra, pintando el paisaje de magnificas estructuras. Gigantes en vigilia permanente dormitan indiferentes al paso de los humanos. Gruesas retamas acarician sus costados dándole una sombra innecesaria. Sombras perseguidas en las épocas estivales por los animales salvajes que habitan estas serranías.
El camino gira a la izquierda a escasos metros de la aldea de Penamá. No desaprovechamos la ocasión para recorrer las calles de la localidad. Estrechas y solitarias circundan las escasas edificaciones. Contemplamos los inclinados prados con imponentes castaños , y nos despiden sin haber avistado ningún morador.
El ascenso es ahora continuo y la senda ancha y terrosa. Por uno de los desvíos podemos acceder al alto de Penamá. Es el punto más alto del Concello de Allariz a 927 metros de altitud. Nosotros continuaremos el camino sin realizar la ascensión. Estamos , otra vez, en una zona de formaciones graníticas imponentes. Casi se oye el rugir de las moles despertando del letargo. Bordeamos una enorme finca vallada dedicada a la cría de cabras. Acabamos de comenzar el descenso. Estamos recorriendo la “verea da pereira”. Al perder altura los escasos pinares dejan paso a los bosques de robles. Con sus troncos cubiertos de musgo destacan aquellos cuyas marrones hojas todavía permanecen en el árbol sobre los que las han perdido por completo. Unos vestidos y otros desnudos compiten en belleza en un paraje sin igual. El olor a hierba fresca se mezcla con el frio viento que acaricia nuestro rostros. En el camino aparecen las marcas de los carros que recorrían la vereda.
Un descampando llama nuestra atención. La señal deteriorada indica “las tumbas do Castelo”. Tomamos el desvío para acercarnos a la excavación de Castillo de Mouresiños. En la plataforma inferior una necrópolis donde existen dos sepulturas antropomorfas talladas en la roca, y en la plataforma superior un yacimiento que data entre los siglos VIII y XI. Consta de una pequeña fortaleza de control sobre una vía de paso entre los valles del Limia y Arnoia. Como los soldados que vigilaban desde las almenas así nos sentimos nosotros. Transportados a otra época controlamos el paso de las personas ajenas al reino. Nada atraviesa nuestros dominios sin nuestra supervisión. El azote de la brisa nos hace girar el rostro hacia la aldea que asoma entre los copas de los árboles, nuestro próximo alto en el camino.
Desandamos la senda para tomar la vía principal. Otro desvío, esta vez a la “fonte do over”,donde dicen que si llevas una cuenco con leche se convierte en oro. No llevamos leche en nuestra mochila, por lo que continuamos apesadumbrados por perder esa oportunidad única de llenar nuestras alforjas de abundantes riquezas.
Al cruzar el riachuelo entramos en San Salvador dos Penedos. Con muchas de sus viviendas reconstruidas destaca especialmente la iglesia y el atrio. Se cree que muchas de sus piedras provienen del Castillo que en lo alto vigila la aldea. La iglesia de estilo románico destaca por su Cristo crucificado, una talla, también románica, de madera policromada. Es una de las obras más antiguas y hermosas de la Edad Media donde se presenta la figura de Cristo viva, triunfante y coronada. .
También en San Salvador está la primera calle del Burro de Galicia. En ella se encuentra la Asociación ANDREA, dedicada a la protección de esta especie.
Una levada de agua cubierta de esponjoso musgo recorre el camino de descenso, mientras los siempre omnipresentes robles inundan los campos. Y como reza el cartel que cuelga de uno de estos hermosos ejemplares “Que San salvador proteja a los que visiten este paraje”.
Protegidos por el santo, atravesamos las aguas que cruzan el camino y amparados por muros de piedra llegamos a Paicordeiro. Desde aquí, deshacemos el camino de inicio de la ruta para regresar a “Rúa as Laxas”. Hacemos un alto en el puente sobre el río Arnoia, para disfrutar de sus agitadas aguas. Y así termina nuestra ruta de hoy, deseando volver a estas tierras y recorrer todos sus rincones.
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Comments (2)
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Easy to follow
Scenery
Easy
Bonita ruta. Abreviámola saìndo de Paicordeiro e evitamos o asfalto. Fixemos a maiores a subida a Penamá: non paga a pena, hai moitas árbores que ocultan as vistas.
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Easy to follow
Scenery
Easy
Unha ruta ben fermosa!