Ruta de las Fuentes y Atalaya de Cónchar
near Cónchar, Andalucía (España)
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Itinerary description
Ruta por el Valle de Lecrín, en el entorno de la localidad granadina de Cónchar (municipio independiente hasta 1974, luego se fusionó junto con Cozvíjar en un solo municipio llamado Villamena —por el antiguo señorío del conde de Villamena de Cozvíjar). Se llega por la autovía A-44 desde Granada en dirección Motril, tomando la salida 153 Cónchar-Albuñuelas para después continuar hacia Cónchar por la GR-3410. Antes de llegar al pueblo, a la izquierda de la carretera hay una explanada -el Mirador del Atajo-, donde se puede aparcar para iniciar la ruta. La haremos en sentido contrario al marcado por la señalización, lo que dificulta un poco su seguimiento pero así dejamos casi para el final la parte acuática de la poza del arroyo del Alcázar y de los Baños.
Desde el Mirador del Atajo, donde hay un panel informativo de la ruta, baja una
vereda hacia Cónchar. Rodeamos el polideportivo y bajamos por la calle Huertecilla (pasando junto al bar del mismo nombre, muy recomendable para reponer fuerzas tras la ruta) hasta cruzar por un puentecito sobre el Barranco del Agua. Justo después queda a la derecha del puente la primera fuente del recorrido, Fuente Palomares (a unos metros hay un antiguo lavadero).
Luego nos dirigimos a la plaza presidida por la Iglesia parroquial de San Pedro, del siglo XVII, siguiendo después por una pequeña calle emparrada y por la calle Escuela para salir del pueblo; enseguida encontramos la segunda fuente del recorrido, escondida en la maleza y con un curioso nombre, la Fuente Que se ríe. El senderillo desde este barranco sale a un camino cementado entre bancales, que seguimos a la izquierda. Muy cerca surge un modesto chorrillo (la Fuente del Lino) y a unos pasos está la de la Rata (dentro de una finca). La pista continúa hasta llegar al Mirador del Río, desde donde se divisa una bonita panorámica de la garganta del río Dúrcal.
Volviendo sobre nuestros pasos unos pocos metros, sale un camino de tierra a la izquierda, que sube entre bancales, ya convertido en sendero, de vuelta al pueblo, al que se entra junto a una cascada (hoy seca). Continuando por la calle Alta, hay que subir a la izquierda por la calle Portichuelo, saliendo de nuevo de Cónchar. El camino de tierra conecta con pista asfaltada (calle Cuevas) que seguimos a la derecha, pasando junto al Mirador del Concejo. La pista se va acercando a la carretera, pero poco antes de la misma, en una curva cerrada, la dejamos por un carril que sale a la izquierda y que va paralelo al arroyo del Barranco del Agua. Luego dejamos el carril para continuar por la rambla, que nos llevará hasta una era, ya muy cerca de la carretera, pasando por campos de almendros. Una vez en la GR-3410, la seguimos a la derecha apenas unos metros para tomar una senda que sube hasta la Atalaya de Cónchar, torre vigía de época nazarí. Desde aquí tenemos una buena visión panorámica del paisaje que nos rodea, con el cauce del arroyo del Alcázar formando una línea verde, hacia donde bajamos. Visitamos el nacimiento del arroyo, de donde sale la acequia de la Madre Maestra (sobre nuestras cabezas), antes de volver por la rambla de Cijancos de la que salimos a los pocos metros por un carril que sube a la derecha, junto a los viñedos de la Bodega del Señorío de Nevada. Tras las viñas, se divisa la Hacienda, donde nos podemos alojar, comer o catar sus prestigiosos caldos.
El carril continúa a la derecha, convirtiéndose en vereda que se pierde entre almendros; conviene seguir por la parte baja del almendral para retomar la vereda, que continúa a la izquierda de la acequia, adentrándose en un pinar. Durante un trecho tendremos la acequia a nuestra derecha, luego la vereda se ensancha y baja hasta un puente de piedra que cruza el arroyo de la Laguna. El camino ahora cementado nos conduce a un vado del río Dúrcal, que cruzamos por un puente de tablas, tras lo cual viene una corta pero pronunciada subida por camino de tierra. De éste sale una estrecha vereda a la derecha que nos cambia bruscamente de dirección; aquí empieza la parte más técnica y expuesta de la ruta, con algunos pasos algo complicados (ayudados por cuerdas y cadenas). Merece la pena, pues la senda, luego de un tramo en altura permitiendo disfrutar de bonitas vistas sobre el valle del Dúrcal, nos acerca al río, entre cañaverales y adelfas, hasta llegar a los Baños de Urquízar: dos pequeñas albercas excavadas en el suelo rocoso, de un par de metros de largo y 1.5 de ancho, junto a dos fuentes que las alimentan; el agua que entra en las albercas se filtra por las rocas por lo que se renueva constantemente. Son aguas termales (a una temperatura de 24 grados centígrados, pese a que procede de Sierra Nevada), que ya se usaban desde el siglo IX, aunque las albercas se construyeron en época nazarí (al parecer eran utilizadas para la cocción y maceración del esparto y el lino; incluso Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, tuvo aquí una albercas para el tratamiento del lino). Además existía una red de túneles desde el cercano castillo del Peñón de los Moros hasta el río para abastecerse de agua. Aguas que además tienen propiedades mineromedicinales (son ricas en carbonatos, magnesio, calcio, potasio y otros minerales), que según los locales son buenas para tratar afecciones cutáneas, digestivas, renales, articulares… (en 2010 obtuvieron la declaración de aguas mineromedicinales, adecuadas para su explotación).
Después del preceptivo baño, que nos deja nuevos, volvemos unos pasos atrás para vadear el río Dúrcal y, tras remontarlo unos 100 metros, llegar a la espectacular cascada del arroyo del Alcázar, más conocida como «la cascada del baño», con una poza de aguas turquesas bastante profunda debido a la caída del agua (está algo fría, siendo apta para el baño). No hay que dejar de rodear la cascada por un paso a la derecha para volver a admirarnos con la fuerte cortina de agua que cae.
De vuelta al Baño Chico (como se conocen a las dos albercas de Urquízar), subimos la cuesta cementada (con escalones a la izquierda) hasta una zona habilitada para aparcamiento de vehículos, que llegan hasta aquí por un camino asfaltado (que al cabo de un kilómetro se convierte en una pista cementada), que sale desde la parte trasera de la ermita de San Blas, conocido como “Camino del baño”. Nosotros bajamos por una senda de pronunciada pendiente, que nos lleva hasta el fondo del barranco donde se encuentra el Baño Grande (o Vacamía), otra alberca de origen árabe, de unos 20 metros cuadrados, 6 metros de largo por 3 de ancho y una profundidad de un metro. Se alimenta de aguas subterráneas procedentes de una cueva en uno de sus extremos, muy tapada por las riadas.
En este punto NO se debe seguir el track, sino regresar hacia el Baño Chico para tomar una vereda que hay a pocos metros de los baños que cruza el río por un pequeño puente de troncos, donde hay que tener un mínimo sentido del equilibrio. Nosotros seguimos las veredas que desde el Baño Grande llegaban al Dúrcal y luego intentamos progresar por el río hacia Cónchar, ya muy cercana. Pero el avance por el agua se iba haciendo muy penoso, con tramos muy cerrados por la vegetación, y sin poder vislumbrar una salida por la pared derecha del barranco, muy vertical; sí encontramos salida por el margen izquierdo, volviendo sin senda clara hacia el Baño Grande.
De nuevo en el camino correcto, tras pasar el puente de troncos nos queda una fuerte subida, aunque no llega al kilómetro, que con el día avanzado se hace exigente. Ya cerca de la carretera se suaviza, llegando entre almendros al Mirador del Baño un poco antes de pisar el asfalto. Sólo nos quedan unos 200 metros de bajada hasta el aparcamiento y punto final de esta variada y bonita ruta, a la que ponemos broche de oro en la agradable terraza del bar La Huertecilla, rehidratándonos como Dios manda y degustando una rica comida casera (tanto que las hortalizas son de su propia huerta).
Desde el Mirador del Atajo, donde hay un panel informativo de la ruta, baja una
vereda hacia Cónchar. Rodeamos el polideportivo y bajamos por la calle Huertecilla (pasando junto al bar del mismo nombre, muy recomendable para reponer fuerzas tras la ruta) hasta cruzar por un puentecito sobre el Barranco del Agua. Justo después queda a la derecha del puente la primera fuente del recorrido, Fuente Palomares (a unos metros hay un antiguo lavadero).
Luego nos dirigimos a la plaza presidida por la Iglesia parroquial de San Pedro, del siglo XVII, siguiendo después por una pequeña calle emparrada y por la calle Escuela para salir del pueblo; enseguida encontramos la segunda fuente del recorrido, escondida en la maleza y con un curioso nombre, la Fuente Que se ríe. El senderillo desde este barranco sale a un camino cementado entre bancales, que seguimos a la izquierda. Muy cerca surge un modesto chorrillo (la Fuente del Lino) y a unos pasos está la de la Rata (dentro de una finca). La pista continúa hasta llegar al Mirador del Río, desde donde se divisa una bonita panorámica de la garganta del río Dúrcal.
Volviendo sobre nuestros pasos unos pocos metros, sale un camino de tierra a la izquierda, que sube entre bancales, ya convertido en sendero, de vuelta al pueblo, al que se entra junto a una cascada (hoy seca). Continuando por la calle Alta, hay que subir a la izquierda por la calle Portichuelo, saliendo de nuevo de Cónchar. El camino de tierra conecta con pista asfaltada (calle Cuevas) que seguimos a la derecha, pasando junto al Mirador del Concejo. La pista se va acercando a la carretera, pero poco antes de la misma, en una curva cerrada, la dejamos por un carril que sale a la izquierda y que va paralelo al arroyo del Barranco del Agua. Luego dejamos el carril para continuar por la rambla, que nos llevará hasta una era, ya muy cerca de la carretera, pasando por campos de almendros. Una vez en la GR-3410, la seguimos a la derecha apenas unos metros para tomar una senda que sube hasta la Atalaya de Cónchar, torre vigía de época nazarí. Desde aquí tenemos una buena visión panorámica del paisaje que nos rodea, con el cauce del arroyo del Alcázar formando una línea verde, hacia donde bajamos. Visitamos el nacimiento del arroyo, de donde sale la acequia de la Madre Maestra (sobre nuestras cabezas), antes de volver por la rambla de Cijancos de la que salimos a los pocos metros por un carril que sube a la derecha, junto a los viñedos de la Bodega del Señorío de Nevada. Tras las viñas, se divisa la Hacienda, donde nos podemos alojar, comer o catar sus prestigiosos caldos.
El carril continúa a la derecha, convirtiéndose en vereda que se pierde entre almendros; conviene seguir por la parte baja del almendral para retomar la vereda, que continúa a la izquierda de la acequia, adentrándose en un pinar. Durante un trecho tendremos la acequia a nuestra derecha, luego la vereda se ensancha y baja hasta un puente de piedra que cruza el arroyo de la Laguna. El camino ahora cementado nos conduce a un vado del río Dúrcal, que cruzamos por un puente de tablas, tras lo cual viene una corta pero pronunciada subida por camino de tierra. De éste sale una estrecha vereda a la derecha que nos cambia bruscamente de dirección; aquí empieza la parte más técnica y expuesta de la ruta, con algunos pasos algo complicados (ayudados por cuerdas y cadenas). Merece la pena, pues la senda, luego de un tramo en altura permitiendo disfrutar de bonitas vistas sobre el valle del Dúrcal, nos acerca al río, entre cañaverales y adelfas, hasta llegar a los Baños de Urquízar: dos pequeñas albercas excavadas en el suelo rocoso, de un par de metros de largo y 1.5 de ancho, junto a dos fuentes que las alimentan; el agua que entra en las albercas se filtra por las rocas por lo que se renueva constantemente. Son aguas termales (a una temperatura de 24 grados centígrados, pese a que procede de Sierra Nevada), que ya se usaban desde el siglo IX, aunque las albercas se construyeron en época nazarí (al parecer eran utilizadas para la cocción y maceración del esparto y el lino; incluso Hernando de Zafra, secretario de los Reyes Católicos, tuvo aquí una albercas para el tratamiento del lino). Además existía una red de túneles desde el cercano castillo del Peñón de los Moros hasta el río para abastecerse de agua. Aguas que además tienen propiedades mineromedicinales (son ricas en carbonatos, magnesio, calcio, potasio y otros minerales), que según los locales son buenas para tratar afecciones cutáneas, digestivas, renales, articulares… (en 2010 obtuvieron la declaración de aguas mineromedicinales, adecuadas para su explotación).
Después del preceptivo baño, que nos deja nuevos, volvemos unos pasos atrás para vadear el río Dúrcal y, tras remontarlo unos 100 metros, llegar a la espectacular cascada del arroyo del Alcázar, más conocida como «la cascada del baño», con una poza de aguas turquesas bastante profunda debido a la caída del agua (está algo fría, siendo apta para el baño). No hay que dejar de rodear la cascada por un paso a la derecha para volver a admirarnos con la fuerte cortina de agua que cae.
De vuelta al Baño Chico (como se conocen a las dos albercas de Urquízar), subimos la cuesta cementada (con escalones a la izquierda) hasta una zona habilitada para aparcamiento de vehículos, que llegan hasta aquí por un camino asfaltado (que al cabo de un kilómetro se convierte en una pista cementada), que sale desde la parte trasera de la ermita de San Blas, conocido como “Camino del baño”. Nosotros bajamos por una senda de pronunciada pendiente, que nos lleva hasta el fondo del barranco donde se encuentra el Baño Grande (o Vacamía), otra alberca de origen árabe, de unos 20 metros cuadrados, 6 metros de largo por 3 de ancho y una profundidad de un metro. Se alimenta de aguas subterráneas procedentes de una cueva en uno de sus extremos, muy tapada por las riadas.
En este punto NO se debe seguir el track, sino regresar hacia el Baño Chico para tomar una vereda que hay a pocos metros de los baños que cruza el río por un pequeño puente de troncos, donde hay que tener un mínimo sentido del equilibrio. Nosotros seguimos las veredas que desde el Baño Grande llegaban al Dúrcal y luego intentamos progresar por el río hacia Cónchar, ya muy cercana. Pero el avance por el agua se iba haciendo muy penoso, con tramos muy cerrados por la vegetación, y sin poder vislumbrar una salida por la pared derecha del barranco, muy vertical; sí encontramos salida por el margen izquierdo, volviendo sin senda clara hacia el Baño Grande.
De nuevo en el camino correcto, tras pasar el puente de troncos nos queda una fuerte subida, aunque no llega al kilómetro, que con el día avanzado se hace exigente. Ya cerca de la carretera se suaviza, llegando entre almendros al Mirador del Baño un poco antes de pisar el asfalto. Sólo nos quedan unos 200 metros de bajada hasta el aparcamiento y punto final de esta variada y bonita ruta, a la que ponemos broche de oro en la agradable terraza del bar La Huertecilla, rehidratándonos como Dios manda y degustando una rica comida casera (tanto que las hortalizas son de su propia huerta).
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