Ruta circular Garganta del Capitán. Algeciras (Cádiz)
near Algeciras, Andalucía (España)
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Itinerary description
CÓMO LLEGAR
El sendero se inicia en el punto kilométrico 2,7 de la carretera CA-9208 que llega hasta la barriada de El Cobre, desde el cruce con la carretera CA-9209, pasando por el club hípico Botafuegos y el centro penitenciario del mismo nombre.
APARCAMIENTOS
Dispone de zonas de aparcamientos.
DATOS GENERALES SOBRE LA RUTA
Los vientos marítimos, la disposición Norte-Sur del relieve y la naturaleza arenisca de las montañas son los artífices de este atractivo y sorprendente enclave conocido como Botafuegos o Garganta del Capitán. El sendero que lo recorre, uno de los imprescindibles del Parque Natural, es un camino colmado de belleza y de historia, que le invita a adentrase en tiempos ancestrales y en la espectacular naturaleza de Los Alcornocales. Además de los emblemáticos alcornoques, en el sendero encontrará bosques de laurisilva del Terciario, con alisos, fresnos, laureles y quejigos, tumbas prehistóricas, polifónicas cascadas y antiguos molinos harineros.
DESCRIPCIÓN DE LA RUTA
Arranca el sendero sobre un carril que recorre la loma de Matapuercos. En el inicio, hay una cancela que permite el paso peatonal y la circulación de vehículos autorizados, pero impide que el ganado se escape. Es probable que encuentre cabras, caballos o a la autóctona vaca retinta pastando en los alrededores. Y también es probable que tenga que adivinar la silueta de los cerros, desdibujada en el horizonte por una niebla algodonosa y danzarina, que juega un papel fundamental en la existencia de este lugar.
El sendero asciende con una pendiente suave durante el primer kilómetro. Atraviesa la línea de vegetación que flanquea al arroyo de la Fuente Santa y continúa por el camino de la izquierda, el principal. A la vuelta, retomaremos el carril por la pista de la derecha.
Conforme nos adentramos en la entraña de la sierra, la pendiente se endurece. En una curva pronunciada del camino a la derecha, la vista se abre hacia la Bahía de Algeciras, la puerta de Europa; un lugar de encuentros, de intercambios, de entrecruzamientos y circulaciones a nivel planetario. Incluso en un día brumoso, sobresaliendo por encima del contorno de las edificaciones, podrá distinguir las grúas del puerto comercial, uno de los mayores del Mediterráneo. Y detrás, cerrando la panorámica, el perfil mastodóntico e inconfundible del Peñón de Gibraltar: el Yebel Tariq de los antiguos musulmanes y, para el mundo clásico, una de las columnas de Hércules.
Continuamos ascendiendo por la pista apisonada de tierra y piedra, con la pirámide montañosa del Hoyo de Don Pedro observándonos al fondo. Los alcornoques son cada vez más frecuentes y exuberantes. Su sanguínea desnudez nos revela la persistencia del antiguo aprovechamiento de la saca del corcho. Coincidiendo con la cota más alta del sendero, alcanzamos el Llano de las Tumbas, un espacio ancho y diáfano que se utilizaba, precisamente, como patio de corchas. A la derecha de la explanada, una señal indica la senda que conduce hasta unas tumbas antropomórficas, excavadas en la roca arenisca en la Edad del Bronce, aunque existen controversias, algunos piensan que su origen es fenicio, tardoromano o medieval. Los lugareños las conocen como las tumbas de los moros, aunque se ha de indicar que la opción de su origen árabe no es demasiado verosímil ya que, conocido es, en la religión musulmana los enterramientos se llevan a cabo en dirección Este-Oeste con orientación hacia la Ciudad Santa de la Meca, cuestión ésta que no se cumple con carácter general en las tumbas observadas. Se trata de un lugar sagrado, de culto y de enterramiento que, como tantos paisajes funerarios en las inmediaciones del Estrecho, nos habla de la importancia de este territorio de confín, entre dos mares y dos continentes, que ha favorecido el contacto entre culturas y creencias diferentes desde la prehistoria.
Regresamos al Llano para continuar el sendero, que inicia ahora su descenso a las profundidades de la garganta. En unos doscientos metros, coincidiendo con un drástico cambio de rumbo, acometemos una variante al sendero oficial continuando la traza de frente para acceder a la zona de las cascadas y charcas que se forman bajo ellas. Accederemos hasta el final del camino, donde las instalaciones de toma de agua de consumo delimitan el paso y en éste punto descenderemos con precaución hasta la primera cascada con su increíble poza a sus pies; aquí aprovecharemos para disfrutar de unos baños refrescantes en un entorno idílico de paz y sonido del agua. A continuación, regresaremos sobre nuestros pasos y descenderemos con mucho cuidado hacia nuestra izquierda, justo en el lugar donde una flecha pintada en el suelo nos indica la dirección; tras el descenso conseguiremos llegar a la espectacular segunda cascada que derrama sus aguas en una paradisiaca poza, conformando en su conjunto un enclave aún más espectacular que el anterior.
En nuestro itinerario ascenderemos una fuerte pendiente por la margen contraria a la del acceso a la poza y visitaremos la Fuente de las Corchas desviándonos unos pocos metros a la izquierda de la traza. Seguidamente continuamos por el sendero marcado hasta enlazar en una cerrada curva con el carril del Puerto del Bujeo; en este punto hacia la derecha, seguimos un tramo de bajada del carril hasta el punto en el que el cercado metálico, nuevamente a la derecha, se puede atravesar y continuamos por una vereda en descenso hacia el valle del arroyo entre los restos secos y ya cosechados del cereal aquí cultivado. Tras pasar una cancela metálica, nos topamos con el cauce del arroyo nuevamente y aprovecharemos para refrescarnos en alguna de sus charcas. Remontaremos unos pocos metros el cauce buscando alguna traza para pasar entre la vegetación hasta que topamos con el trazado del sendero oficial, el cual recorremos hacia la derecha (en sentido opuesto a su sentido oficial), para adentrarnos por un túnel de alisos. Avellanos, fresnos, laureles, quejigos y distintas especies de musgos y helechos conforman el extraordinario bosque de laurisilva que es el canuto. Toca ahora dar la vuelta y desandar parte del recorrido para continuar por el trazado oficial.
Una nueva señal en el camino nos dirige a la “Tumba del Capitán”. Si quien yace bajo la piedra fue un molinero de la zona o un ilustre capitán que se hizo bandolero, la leyenda no lo aclara. Lo que la inscripción sí dice es que se llamaba Gabriel Moreno y que murió a los 77 años; una edad dudosamente longeva para un bandolero.
Rodeados de helechos, alisos y enredaderas, seguimos cauce abajo, saltando entre las rocas de arenisca asentadas en el cauce. Junto al arroyo, prácticamente engullidas por la vegetación, encontramos de sopetón las ruinas del Molino de las Cuevas, el primero de los molinos harineros del sendero. En éste punto y a la sombra de la vegetación, aprovecharemos para reponer energías y para darnos el último chapuzón en la charca que se conforma junto al molino.
Bordeando la ribera, llegamos al siguiente molino de harina, el de San José, también en estado ruinoso, y en cuyo costado aún se distinguen los restos de un segundo edificio, el Molino de Papel, donde se elaboraba papel de estraza.
El sendero se aleja del Botafuegos y, por un carril agrícola, sale al encuentro del arroyo de
la Fuente Santa. Desde aquí, retomamos la pista forestal de partida, que ahora nos conduce al final del sendero.
El sendero se inicia en el punto kilométrico 2,7 de la carretera CA-9208 que llega hasta la barriada de El Cobre, desde el cruce con la carretera CA-9209, pasando por el club hípico Botafuegos y el centro penitenciario del mismo nombre.
APARCAMIENTOS
Dispone de zonas de aparcamientos.
DATOS GENERALES SOBRE LA RUTA
Los vientos marítimos, la disposición Norte-Sur del relieve y la naturaleza arenisca de las montañas son los artífices de este atractivo y sorprendente enclave conocido como Botafuegos o Garganta del Capitán. El sendero que lo recorre, uno de los imprescindibles del Parque Natural, es un camino colmado de belleza y de historia, que le invita a adentrase en tiempos ancestrales y en la espectacular naturaleza de Los Alcornocales. Además de los emblemáticos alcornoques, en el sendero encontrará bosques de laurisilva del Terciario, con alisos, fresnos, laureles y quejigos, tumbas prehistóricas, polifónicas cascadas y antiguos molinos harineros.
DESCRIPCIÓN DE LA RUTA
Arranca el sendero sobre un carril que recorre la loma de Matapuercos. En el inicio, hay una cancela que permite el paso peatonal y la circulación de vehículos autorizados, pero impide que el ganado se escape. Es probable que encuentre cabras, caballos o a la autóctona vaca retinta pastando en los alrededores. Y también es probable que tenga que adivinar la silueta de los cerros, desdibujada en el horizonte por una niebla algodonosa y danzarina, que juega un papel fundamental en la existencia de este lugar.
El sendero asciende con una pendiente suave durante el primer kilómetro. Atraviesa la línea de vegetación que flanquea al arroyo de la Fuente Santa y continúa por el camino de la izquierda, el principal. A la vuelta, retomaremos el carril por la pista de la derecha.
Conforme nos adentramos en la entraña de la sierra, la pendiente se endurece. En una curva pronunciada del camino a la derecha, la vista se abre hacia la Bahía de Algeciras, la puerta de Europa; un lugar de encuentros, de intercambios, de entrecruzamientos y circulaciones a nivel planetario. Incluso en un día brumoso, sobresaliendo por encima del contorno de las edificaciones, podrá distinguir las grúas del puerto comercial, uno de los mayores del Mediterráneo. Y detrás, cerrando la panorámica, el perfil mastodóntico e inconfundible del Peñón de Gibraltar: el Yebel Tariq de los antiguos musulmanes y, para el mundo clásico, una de las columnas de Hércules.
Continuamos ascendiendo por la pista apisonada de tierra y piedra, con la pirámide montañosa del Hoyo de Don Pedro observándonos al fondo. Los alcornoques son cada vez más frecuentes y exuberantes. Su sanguínea desnudez nos revela la persistencia del antiguo aprovechamiento de la saca del corcho. Coincidiendo con la cota más alta del sendero, alcanzamos el Llano de las Tumbas, un espacio ancho y diáfano que se utilizaba, precisamente, como patio de corchas. A la derecha de la explanada, una señal indica la senda que conduce hasta unas tumbas antropomórficas, excavadas en la roca arenisca en la Edad del Bronce, aunque existen controversias, algunos piensan que su origen es fenicio, tardoromano o medieval. Los lugareños las conocen como las tumbas de los moros, aunque se ha de indicar que la opción de su origen árabe no es demasiado verosímil ya que, conocido es, en la religión musulmana los enterramientos se llevan a cabo en dirección Este-Oeste con orientación hacia la Ciudad Santa de la Meca, cuestión ésta que no se cumple con carácter general en las tumbas observadas. Se trata de un lugar sagrado, de culto y de enterramiento que, como tantos paisajes funerarios en las inmediaciones del Estrecho, nos habla de la importancia de este territorio de confín, entre dos mares y dos continentes, que ha favorecido el contacto entre culturas y creencias diferentes desde la prehistoria.
Regresamos al Llano para continuar el sendero, que inicia ahora su descenso a las profundidades de la garganta. En unos doscientos metros, coincidiendo con un drástico cambio de rumbo, acometemos una variante al sendero oficial continuando la traza de frente para acceder a la zona de las cascadas y charcas que se forman bajo ellas. Accederemos hasta el final del camino, donde las instalaciones de toma de agua de consumo delimitan el paso y en éste punto descenderemos con precaución hasta la primera cascada con su increíble poza a sus pies; aquí aprovecharemos para disfrutar de unos baños refrescantes en un entorno idílico de paz y sonido del agua. A continuación, regresaremos sobre nuestros pasos y descenderemos con mucho cuidado hacia nuestra izquierda, justo en el lugar donde una flecha pintada en el suelo nos indica la dirección; tras el descenso conseguiremos llegar a la espectacular segunda cascada que derrama sus aguas en una paradisiaca poza, conformando en su conjunto un enclave aún más espectacular que el anterior.
En nuestro itinerario ascenderemos una fuerte pendiente por la margen contraria a la del acceso a la poza y visitaremos la Fuente de las Corchas desviándonos unos pocos metros a la izquierda de la traza. Seguidamente continuamos por el sendero marcado hasta enlazar en una cerrada curva con el carril del Puerto del Bujeo; en este punto hacia la derecha, seguimos un tramo de bajada del carril hasta el punto en el que el cercado metálico, nuevamente a la derecha, se puede atravesar y continuamos por una vereda en descenso hacia el valle del arroyo entre los restos secos y ya cosechados del cereal aquí cultivado. Tras pasar una cancela metálica, nos topamos con el cauce del arroyo nuevamente y aprovecharemos para refrescarnos en alguna de sus charcas. Remontaremos unos pocos metros el cauce buscando alguna traza para pasar entre la vegetación hasta que topamos con el trazado del sendero oficial, el cual recorremos hacia la derecha (en sentido opuesto a su sentido oficial), para adentrarnos por un túnel de alisos. Avellanos, fresnos, laureles, quejigos y distintas especies de musgos y helechos conforman el extraordinario bosque de laurisilva que es el canuto. Toca ahora dar la vuelta y desandar parte del recorrido para continuar por el trazado oficial.
Una nueva señal en el camino nos dirige a la “Tumba del Capitán”. Si quien yace bajo la piedra fue un molinero de la zona o un ilustre capitán que se hizo bandolero, la leyenda no lo aclara. Lo que la inscripción sí dice es que se llamaba Gabriel Moreno y que murió a los 77 años; una edad dudosamente longeva para un bandolero.
Rodeados de helechos, alisos y enredaderas, seguimos cauce abajo, saltando entre las rocas de arenisca asentadas en el cauce. Junto al arroyo, prácticamente engullidas por la vegetación, encontramos de sopetón las ruinas del Molino de las Cuevas, el primero de los molinos harineros del sendero. En éste punto y a la sombra de la vegetación, aprovecharemos para reponer energías y para darnos el último chapuzón en la charca que se conforma junto al molino.
Bordeando la ribera, llegamos al siguiente molino de harina, el de San José, también en estado ruinoso, y en cuyo costado aún se distinguen los restos de un segundo edificio, el Molino de Papel, donde se elaboraba papel de estraza.
El sendero se aleja del Botafuegos y, por un carril agrícola, sale al encuentro del arroyo de
la Fuente Santa. Desde aquí, retomamos la pista forestal de partida, que ahora nos conduce al final del sendero.
Waypoints
![Photo ofEn la bifurcación, seguimos hacia la izquierda para alcanzar la Cascada y Poza del Capitán](https://s0.wklcdn.com/image_321/9646310/110475924/71178702.700x525.jpg)
En la bifurcación, seguimos hacia la izquierda para alcanzar la Cascada y Poza del Capitán
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