Puerto de Alamillos-Roblecillo-Chozones-Tercero-Fábrica de la Luz-Valdearazo
near Navalcán, Andalucía (España)
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Variante de una ruta clásica de la Sierra Sur de Jaén, desde el Puerto de Alamillos (Noalejo) hasta el Cortijo del Tercero en el Arroyo de Carboneros, arroyo abajo hasta la Fábrica de la Luz y vuelta por el Río Valdearazo arriba. Aportamos un par de variantes interesantes, primero para negociar el Puerto del Roblecillo, y luego bajando directamente desde el Cortijo de los Chozones al del Tercero, por el fondo de un encantador vallecito en mitad de los densos encinares de la umbría del Arroyo de Carboneros. Buena parte del recorrido sigue el trazado del GR-7 en esta zona, aunque lo abandonamos en las alternativas comentadas.
Para llegar al comienzo salimos de la A-44 en la salida 77-Noalejo, tomando la carretera JV-2229. Llegados al pueblo subimos por Av. Constitución-Belén-C/Real hasta retomar la misma carretera, que sale del pueblo junto al Polideportivo en dirección a Alcalá la Real. Tras atravesar la hoya de Navalcan llegamos al Puerto de Alamillos. El puerto, en realidad, queda unos metros por encima de la carretera, que aquí tuerce a la izquierda, pero una doble entrada en triángulo del carril del Valdearazo nos avisa, y deja enmedio espacio de sobra para aparcar.
Ya andando, completamos por el carril los pocos metros de subida al puerto. Enseguida buscaremos a la izquierda, en un árbol, las marcas roja y blanca del GR-7, que nos guían a una vereda pedregosa, pero bastante clara, que rodea la loma y luego nos aboca al barranco de Valdearazo que circula a nuestra derecha. Caminamos por el fondo un rato, entre majuelos y arces de Montpellier. Algunas descripciones del GR-7 proponen ganar la loma de la derecha; las marcas en cambio conducen desde una valla sobre el cauce a un carril que entra por la de la izquierda... lo que yo propongo aquí es simplemente seguir el barranco hasta que termina. No es demasiado empinado y el terreno es franco, con lo que estaremos en la divisoria en un periquete. Este punto, donde cruzamos una angarilla, es el Puerto del Roblecillo, precioso lugar con vistas de escándalo y adornado -si acertamos con la fecha entre Abril y Mayo-, por innumerables florecillas entre las que destacan unas de color malva (que no son malvas ¿alfilerillos de pastor (Erodium...)?) que por momentos alfombran el suelo.
Nos desplazamos por la divisoria para saludar a los caballos que allí pastan y disfrutar de estas lomas herbosas y, al comienzo de un carril -malva- que va a hacer una revuelta para acercarse al vecino cortijo de Peña Rubia, nos dejamos caer por la derecha para reencontrarlo 100m más abajo, donde vuelve a torcer a la izquierda. Ya todo es seguirlo (aunque trochamos una vaguada de poca profundidad), hasta llegar a la vista del Cortijo de los Chozones. Aquí lo abandonamos por la derecha y seguimos por el desdibujado carril de la loma. En el extremo de la misma podemos optar por rodear un grupo de encinas por la derecha, y hacer luego una amplia revuelta, o proseguir por la izquierda. Lo que ocurre es que esta última variante se mantiene un rato en la divisoria, y nosotros vamos buscando en cambio el barranco a nuestra derecha. De modo que he trackeado un acceso al barranco, algo empinado pero sin gran complicación, que nos deja más abajo en el carril que vuelve tras la revuelta; y a las puertas del barranco, aquí apenas vaguada, que nos llama con voces insinuantes. Nos vamos a dejar caer por el mismo, ya que el carril va a hacer un par de revueltas, necesarias para vehículos pero no para nosotros, que buscamos las sendas de las bestias y la inmersión en la espesura. Hay que decir que es un recorrido cómodo y repleto de bellezas, entre ellas las flores entre la hierba verde y los majuelos en flor que jalonan el recorrido. Cuando el carril vuelve por la izquierda y cruza el barranco, volvemos a pasar olímpicamente de él y nos mantenemos en el fondo (algo que me gusta de esta sierra es que debido a la presencia de margas presenta valles/vaguadas de fondo redondeado, al igual que las lomas, permitiendo este tipo de devaneos que en el caso de los abruptos barrancos granadinos serían entre penosos e imposibles). En el último tramo del barranco desaparecen los prados, y encinas y quejigos se adueñan del cauce, pero dejando siempre el espacio que la humilde trocha que lo recorre necesita para completarlo.
Salimos así a un barranco más principal, donde volvemos a encontrar el carril que hemos despreciado en un par de ocasiones. Para que no se mosquee, esta vez lo tomamos con alegría. Es verde por la vegetación, en consonancia con las laderas pobladas de un espesísimo encinar que es un regalo para la imaginación.
Así llegamos al Arroyo de Carboneros, donde se nos une el carril que viene de Vinateros y la Fresnedilla, en lo que es el recorrido más habitual. Lo que sigue es bajar el arroyo, de muy poca pendiente y rodeado por grises colinas rocosas. Dejaremos atrás el Cortijo del Tercero y haremos camino cruzando innumerables veces el arroyo, puro meandro. Esto no suele ser problema en verano, con poca agua, pero es más entretenido en invierno/primavera. Más adelante encontramos el Nacimiento del Tercero, recodo con poza donde, en años secos, afloran las primeras aguas del arroyo (de ahí el nombre). Para pasarlo hay que hacer algún pasito en roca, y luego cruzarlo cuando el terreno por la margen derecha se vuelve impracticable. Túnel entre los arbustos de ribera, y alguna piedra propicia nos ayudarán. Sigue un tramo cómodo, donde a los espinos que nos han venido acompañando se unen los fresnos, que ya configuran un auténtico bosque-galería. El camino va por fuera del mismo, hasta llegar al enésimo cruce, en un meandro a derechas. Aquí encuentro que el paso, con abundante agua, es francamente complicado, y opto por un invento: me echo a la ladera de la izquierda, ganando unos 10m sobre el agua y por ahí prosigo. No parece que haya sido el único, porque el terreno por momentos parece pisado. Al final me meto en un bosquete de encinas por donde, sin despeinarme demasiado, bajo de nuevo a nivel del cauce. Me alegra comprobar que la senda vuelve a estar de este lado, con lo que colijo que me he ahorrado, no uno, sino dos cruces, y he evitado además lo que el compañero Avhinojosa describe como “tramo complicado sin apenas vereda” en la margen contraria. Por esta -izquierda- donde estoy, llego sin complicaciones al Salto del Tercero, pequeño dique que crea una pintoresca cascadita en el arroyo. Vale que hay que cruzarlo. Un pequeño salto de 1m, o chapotear descalzo aguas arriba. Opto por lo primero, y estas líneas son prueba de que salió bien (Chopo eligió chapotear, porque no necesita descalzarse).
Luego de esto la vereda sigue bien marcada, sobre la antigua conducción de agua que desde el Salto llevaba a la Fábrica de la Luz, hasta que a la vista del Valdearazo se deja caer hasta las ruinas de lo que fue central eléctrica. Salimos entonces al carril que recorre todo el valle. Cruzando por el mismo el Arroyo de Carboneros, me regalo un devaneo por la margen contraria, hermoso prado sobre lo que tiene toda la pinta de ser un “edificio travertínico”: el resultado de la acumulación de la caliza disuelta en el agua sobre roca y vegetación preexistente. Esta salida del valle de Carboneros se abriría en un abanico donde se fue depositando el carbonato cálcico, creciendo de año en año hasta que eventualmente el agua reexcavó los propios materiales depositados. Es muy parecido a lo que habría sucedido en el Prado del Despeñadero, a la salida del Arroyo de Prado Negro de su cerrada, junto al Pilar del Manolico.
De vuelta al carril, lo seguimos arroyo arriba hasta los Cortijos de Valdearazo (Bajo y Alto), y cuando el carril se aparta del cauce para iniciar la subida al puerto, nosotros seguimos de frente, por trochas y antiguos caminos, sin pérdida hasta Alamillos.
La única posible complicación de la ruta son los cruces del Arroyo de Carboneros con abundante agua. Tediosos si hubiera que descalzarse, enmarañados de vegetación en primavera, pero no especialmente complicados.
Para llegar al comienzo salimos de la A-44 en la salida 77-Noalejo, tomando la carretera JV-2229. Llegados al pueblo subimos por Av. Constitución-Belén-C/Real hasta retomar la misma carretera, que sale del pueblo junto al Polideportivo en dirección a Alcalá la Real. Tras atravesar la hoya de Navalcan llegamos al Puerto de Alamillos. El puerto, en realidad, queda unos metros por encima de la carretera, que aquí tuerce a la izquierda, pero una doble entrada en triángulo del carril del Valdearazo nos avisa, y deja enmedio espacio de sobra para aparcar.
Ya andando, completamos por el carril los pocos metros de subida al puerto. Enseguida buscaremos a la izquierda, en un árbol, las marcas roja y blanca del GR-7, que nos guían a una vereda pedregosa, pero bastante clara, que rodea la loma y luego nos aboca al barranco de Valdearazo que circula a nuestra derecha. Caminamos por el fondo un rato, entre majuelos y arces de Montpellier. Algunas descripciones del GR-7 proponen ganar la loma de la derecha; las marcas en cambio conducen desde una valla sobre el cauce a un carril que entra por la de la izquierda... lo que yo propongo aquí es simplemente seguir el barranco hasta que termina. No es demasiado empinado y el terreno es franco, con lo que estaremos en la divisoria en un periquete. Este punto, donde cruzamos una angarilla, es el Puerto del Roblecillo, precioso lugar con vistas de escándalo y adornado -si acertamos con la fecha entre Abril y Mayo-, por innumerables florecillas entre las que destacan unas de color malva (que no son malvas ¿alfilerillos de pastor (Erodium...)?) que por momentos alfombran el suelo.
Nos desplazamos por la divisoria para saludar a los caballos que allí pastan y disfrutar de estas lomas herbosas y, al comienzo de un carril -malva- que va a hacer una revuelta para acercarse al vecino cortijo de Peña Rubia, nos dejamos caer por la derecha para reencontrarlo 100m más abajo, donde vuelve a torcer a la izquierda. Ya todo es seguirlo (aunque trochamos una vaguada de poca profundidad), hasta llegar a la vista del Cortijo de los Chozones. Aquí lo abandonamos por la derecha y seguimos por el desdibujado carril de la loma. En el extremo de la misma podemos optar por rodear un grupo de encinas por la derecha, y hacer luego una amplia revuelta, o proseguir por la izquierda. Lo que ocurre es que esta última variante se mantiene un rato en la divisoria, y nosotros vamos buscando en cambio el barranco a nuestra derecha. De modo que he trackeado un acceso al barranco, algo empinado pero sin gran complicación, que nos deja más abajo en el carril que vuelve tras la revuelta; y a las puertas del barranco, aquí apenas vaguada, que nos llama con voces insinuantes. Nos vamos a dejar caer por el mismo, ya que el carril va a hacer un par de revueltas, necesarias para vehículos pero no para nosotros, que buscamos las sendas de las bestias y la inmersión en la espesura. Hay que decir que es un recorrido cómodo y repleto de bellezas, entre ellas las flores entre la hierba verde y los majuelos en flor que jalonan el recorrido. Cuando el carril vuelve por la izquierda y cruza el barranco, volvemos a pasar olímpicamente de él y nos mantenemos en el fondo (algo que me gusta de esta sierra es que debido a la presencia de margas presenta valles/vaguadas de fondo redondeado, al igual que las lomas, permitiendo este tipo de devaneos que en el caso de los abruptos barrancos granadinos serían entre penosos e imposibles). En el último tramo del barranco desaparecen los prados, y encinas y quejigos se adueñan del cauce, pero dejando siempre el espacio que la humilde trocha que lo recorre necesita para completarlo.
Salimos así a un barranco más principal, donde volvemos a encontrar el carril que hemos despreciado en un par de ocasiones. Para que no se mosquee, esta vez lo tomamos con alegría. Es verde por la vegetación, en consonancia con las laderas pobladas de un espesísimo encinar que es un regalo para la imaginación.
Así llegamos al Arroyo de Carboneros, donde se nos une el carril que viene de Vinateros y la Fresnedilla, en lo que es el recorrido más habitual. Lo que sigue es bajar el arroyo, de muy poca pendiente y rodeado por grises colinas rocosas. Dejaremos atrás el Cortijo del Tercero y haremos camino cruzando innumerables veces el arroyo, puro meandro. Esto no suele ser problema en verano, con poca agua, pero es más entretenido en invierno/primavera. Más adelante encontramos el Nacimiento del Tercero, recodo con poza donde, en años secos, afloran las primeras aguas del arroyo (de ahí el nombre). Para pasarlo hay que hacer algún pasito en roca, y luego cruzarlo cuando el terreno por la margen derecha se vuelve impracticable. Túnel entre los arbustos de ribera, y alguna piedra propicia nos ayudarán. Sigue un tramo cómodo, donde a los espinos que nos han venido acompañando se unen los fresnos, que ya configuran un auténtico bosque-galería. El camino va por fuera del mismo, hasta llegar al enésimo cruce, en un meandro a derechas. Aquí encuentro que el paso, con abundante agua, es francamente complicado, y opto por un invento: me echo a la ladera de la izquierda, ganando unos 10m sobre el agua y por ahí prosigo. No parece que haya sido el único, porque el terreno por momentos parece pisado. Al final me meto en un bosquete de encinas por donde, sin despeinarme demasiado, bajo de nuevo a nivel del cauce. Me alegra comprobar que la senda vuelve a estar de este lado, con lo que colijo que me he ahorrado, no uno, sino dos cruces, y he evitado además lo que el compañero Avhinojosa describe como “tramo complicado sin apenas vereda” en la margen contraria. Por esta -izquierda- donde estoy, llego sin complicaciones al Salto del Tercero, pequeño dique que crea una pintoresca cascadita en el arroyo. Vale que hay que cruzarlo. Un pequeño salto de 1m, o chapotear descalzo aguas arriba. Opto por lo primero, y estas líneas son prueba de que salió bien (Chopo eligió chapotear, porque no necesita descalzarse).
Luego de esto la vereda sigue bien marcada, sobre la antigua conducción de agua que desde el Salto llevaba a la Fábrica de la Luz, hasta que a la vista del Valdearazo se deja caer hasta las ruinas de lo que fue central eléctrica. Salimos entonces al carril que recorre todo el valle. Cruzando por el mismo el Arroyo de Carboneros, me regalo un devaneo por la margen contraria, hermoso prado sobre lo que tiene toda la pinta de ser un “edificio travertínico”: el resultado de la acumulación de la caliza disuelta en el agua sobre roca y vegetación preexistente. Esta salida del valle de Carboneros se abriría en un abanico donde se fue depositando el carbonato cálcico, creciendo de año en año hasta que eventualmente el agua reexcavó los propios materiales depositados. Es muy parecido a lo que habría sucedido en el Prado del Despeñadero, a la salida del Arroyo de Prado Negro de su cerrada, junto al Pilar del Manolico.
De vuelta al carril, lo seguimos arroyo arriba hasta los Cortijos de Valdearazo (Bajo y Alto), y cuando el carril se aparta del cauce para iniciar la subida al puerto, nosotros seguimos de frente, por trochas y antiguos caminos, sin pérdida hasta Alamillos.
La única posible complicación de la ruta son los cruces del Arroyo de Carboneros con abundante agua. Tediosos si hubiera que descalzarse, enmarañados de vegetación en primavera, pero no especialmente complicados.
Waypoints
Mountain pass
4,883 ft
Puerto del Roblecillo
Se cruza una angarilla, y estamos en el Puerto del Roblecillo
Waypoint
3,911 ft
Cruce del carril
El carril baja de la ladera izquierda y cruza el cauce. Seguimos en el fondo
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