Puente romano de Sedella - Cortijo Casa de Haro - Puente árabe de Salares.

La de hoy es una de esas rutas en las que resulta fácil caminar y nos recompensan con un precioso recorrido de vistas panorámicas espectaculares y algunos hitos en el camino de muchísimo interés. Comenzamos la ruta en el pueblo de Sedella por el que callejeamos un rato disfrutando del vuelo de las golondrinas, hasta llegar al inicio del sendero por el que se recorren unos 800 metros hasta llegar al primero de los hitos, un puente romano de un solo arco que se ve a distancia y aprovecha la parte más estrecha del barranco del Río de la Fuente. Pasamos un buen rato entretenidos en esta preciosa construcción y continuamos nuestro camino encarando la cuesta que nos separa del Collado de la Hoya de Salamanca, que con 830 metros es el punto más elevado por el que pasaremos hoy. El sendero se bifurca en varias ocasiones pero es sencillo orientarse y mantiene en algunas zonas su antiguo empedrado. Como punto intermedio pasamos por las ruinas del Corral de la Herriza, donde encontramos un enorme nogal centenario.

Nos detenemos en el collado a disfrutar de las impresionantes vistas a la Maroma y los profundos barrancos de la Sierra de Tejeda, después tomamos un estrecho sendero que nos conduce a una alberca seca por cuyo lateral corre un riachuelo. Aquí confluyen muchas sendas de animales que acuden a este punto a beber y nos encontramos con varios cartuchos de las escopetas de cazadores. Rodeamos la alberca hasta una acequia que comienza más abajo y la seguiremos durante unos cientos de metros, hasta alcanzar un amplio carril que mantendremos durante un par de kilómetros.

Como siempre el carril supone la parte menos atractiva de la ruta, aunque el barranco que vamos a salvar, el del Arroyo Salares, es bastante atractivo. Indicar que desde una de las laderas veíamos un sendero que recorre la ladera opuesta; pensamos que se puede acceder a él desde el puente del arroyo y que conducirá hasta el Cortijo Casa de Haro. Indicar también que en este tramo encontraremos una fuente en la que refrescarnos y disfrutaremos de unas preciosas vistas sobre los dos pueblos protagonistas de recorrido.

Salimos del carril y nos incorporamos a un sendero por el que realizaremos el descenso hasta el pueblo de Salares. A unos cientos de metros nos topamos con las ruinas del Cortijo Casa de Haro, en cuyo interior encontramos los restos de un animal muerto sin su cabeza, imaginamos que habrá servido de trofeo a algún cazador, y en sus inmediaciones también encontramos los esqueletos de otros animales. En este cortijo comienza un precioso sendero, por el que recorremos la denominada Umbría de Haro, que ocupa una de las laderas del barranco del arroyo Fogarate. Se trata de uno de los bosques autóctonos mejor conservados del Parque Natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama; un bosque mediterráneo dominado por los chaparros de gran porte, así como numerosos alcornoques y algarrobos.

Pronto el bosque va perdiendo prestancia y llegamos a una acequia en la que se completa la transición a la zona de cultivo; nos veremos envueltos por los aromas del azahar, así como rodeados de innumerables olivos y cerezos. Y paseando entre ellos llegamos a Salares, a la que entramos por su bellísimo puente árabe, que unía este pueblo con el Barranco de la Mina, donde se sitúan las minas de sal de las que proviene su topónimo. Visitamos el alminar y la iglesia construida sobre una mezquita, de la que todavía se ven algunos vestigios y después paramos a tomar una cerveza en el Bar Theo.

Craso error, bien pronto notamos el maravilloso aroma de lo que se estaba cocinando y ante nuestras preguntas nos dijeron que se trataba de un chivo que tardaría menos de una hora en salir. Nos miramos los tres y decidimos esperar para probarlo, tomando unas cervezas y algunas tapas mientras tanto. La espera mereció la pena, pero después de las cervezas mojamos las viandas con un par de botellas de vino y con ese bagaje en el estómago hubo que lidiar con los más de dos kilómetros que nos separaban del coche, a través de un sendero perdido que recorre una olvidada acequia y después afronta una somera cuesta que a nosotros nos pareció el Tourmalet.