PINOS DEL VALLE CIRCULAR POR CRISTO DEL ZAPATO Y SENDERO ALAUXA

Ayer domingo, y como no pude salir el sábado con los compañeros, me dispuse a hacer una rutilla corta al objeto de no llegar tarde a casa y no castigar al cuerpo para estar en condiciones de trabajar hoy lunes. Como hacía tiempo que tenía ganas de subir a la Ermita del Cristo del Zapato, busqué por la web, alguna rutilla que fuese algo más extensa que el sendero de subida a la Ermita del Cristo del Zapato, que solo tiene un par de kilómetros de ida y vuelta.
Buscando, buscando encontré esta que he hecho que es de un tal”bikervva”, y que tenía el kilometraje que yo andaba buscando, para poder emplearme en ella unas casi cuatro horas.
El inicio de la ruta es justo cuando se cruza la presa de Beznar, unos trescientos metros más hacia el pueblo, en curva cerrada a la derecha, se puede ver el aparcamiento que está algo resguardado con pinos, donde finaliza el sendero local denominado “Alauxa”.
Aparcado el coche y pertrechado, cruzo la carretera e inicio la marcha por un camino que discurre paralelo al río Ízbor y en sentido contrario al pueblo, al que vamos a llegar, tras dar un rodeo y casi siempre ascendiendo, de unos tres kilómetros y algo.
La entrada al pueblo se hace por el barrio bajo, y callejeando subo al barrio alto para dirigirme ahora a la pista polideportiva que hay en las inmediaciones del lavadero público, de la carretera de Granada y los Guájares, que lo veo muy bien conservado; detrás del lavadero hay un pilar en el que paran los ciclistas para llenar sus botes térmicos de agua fresca. Y también en este lugar es donde accedo al inicio del sendero de la ermita del Cristo del Zapato, que parte de una altitud de 720 metros y finaliza en 1.052, en la cima del Cerro Chinchirina; y en una distancia de un kilómetro aproximadamente voy a ascender 330 metros. En un sendero en zigzag, que la verdad es que es durillo.
Una vez en la cima, no toca más que disfrutar de las preciosas vistas del Valle de Lecrín, de sus pueblos blancos, de Sierra Nevada, y disfrutar de la brisa fresquita que corre hoy, mientras me como un par de naranjas, precisamente del valle de mi amigo Lino, que llevo en la mochila.
Reconfortado con tan espectaculares vistas y deliciosos aromas que dejan las diversas variedades de plantas, árboles y arbustos; compruebas que ha merecido la pena el esfuerzo y te vas más feliz que una perdiz.
La bajada, ni decir tiene, que es más relajante, aunque con lo pronunciado del descenso, también sufren las rodillas y se cargan los músculos.
De nuevo atravieso el pueblo, pero ahora en sentido contrario del que empleé esta mañana para entrar, o sea hacia la carretera de Granada (dirección Restábal, Melegís y Talará); hasta llegar a la rotonda de la carretera a la altura de las escuelas, con una escultura que reproduce la figura de un hombre abanderado. Bien pues justo frente a las escuelas está el sendero de Alauxa, por el que me voy a dirigir hasta el aparcamiento en el que dejé esta mañana el coche, y que discurre entre fincas camino del pantano bordeándolo un trozo hasta llegar a la carretera. Las fincas están repletas de naranjos y limoneros que aún conservan muchos frutos en el árbol y demasiada cantidad en el suelo; que es cosa que no entiendo, ¿cómo unas naranjas y limones tan buenísimos se dejan desperdiciar de esa forma?, algo no funciona. Los catalanes (lo he vivido) venden a precios exagerados, frutos de mucha menos calidad que estos, por el simple hecho de tratarse de frutos del país, que ellos dicen.
Y de Regreso parada en el bar el Cruce de la antigua N-323, donde caen un par de cervecillas con sus respectivas tapas. Y el tío nuevo, preparado para trabajar toda la semana, recordando paisajes e incluso percibiendo los aromas del monte respirados.