47. Pico Mencilla desde el Valle del Sol (circular)
near Pineda de la Sierra, Castilla y León (España)
Viewed 1023 times, downloaded 66 times
Trail photos
Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 82 (para Senderismo): dificultad 'Dura' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 671 metros (superior al que estima Wikiloc).
Hice esta ruta (en esta ocasión, solo) sin seguir ningún trazado previo. La mayoría de los que consulté con antelación (ej., ‘Nieto76’, en Wikiloc) utilizan el itinerario popular de ida y vuelta por el mismo sendero (desde la estación invernal hasta la cima del Mencilla). Vimos un trazado circular (de ‘Markoscos’: 'Mencilla y su circo glaciar'), en el que, no obstante, el autor lamentaba algunos inconvenientes de la bajada y añoraba (el no haber utilizado) el mismo camino que para la subida.
Pero esto, más que resultar disuasorio, me estimuló a afrontar novedades y dificultades; a explorar y experimentar; a aumentar la experiencia y tener “cosas que contar a los nietos”. El propio ‘Markoscos’ reconocía que la bajada, siendo incómoda, no era peligrosa. Por lo que comentaré después, me alegré de haber acometido una versión circular (bastante 'a mi aire'), en lugar de regresar por la vía más fácil, pero con menos alicientes por ser ya conocida durante el ascenso, a pesar de su belleza.
La ruta parte de la estación invernal abandonada Valle del Sol, aunque el albergue estaba abierto. Al terminar, vi a unos pocos chiquillos por allí. Durante todo el trayecto, ni un alma; ni cerca ni lejos. Lugar para disfrutar plenamente de la naturaleza en sosiego y soledad, aunque en algún momento casi se echa de menos a alguien con quien compartir la euforia (por las endorfinas del esfuerzo) y los buenos sentimientos que genera ese magnífico entorno.
Siguiendo el itinerario popular de ascenso, se llega primero a la bonita zona recreativa de Esteralvo, vacía. Desde allí se inicia una pronunciada subida a través de un bosque de hayas, ahora desnudas, pero aun así transpira encantamiento. A pesar de ser un día frío, con una temperatura en torno a cero grados, las largas pendientes te hacen sudar, pero no agotan. Las panorámicas van engrandeciendo el paisaje a cada paso y animan a frecuentes paradas para contemplarlo.
En este tramo hay un aspecto casi enternecedor que merece un comentario. A lo largo de gran parte de la subida, podemos ver numerosos montoncitos piramidales de piedras señalizando el camino. Quizá no sean muy necesarias, porque el sendero se ve o se intuye siempre. Pero llama la atención el hecho de que haya personas que se han tomado el trabajo de hacer acopio constructivo de tantas piedras con tanto esmero. Imagino que lo han hecho desinteresadamente, sólo por el placer de ayudar. Así que interpretaré los montoncitos como monumentos a la generosidad o la bondad (vamos, hasta yo mismo me “contagié”, elevando la altura de un par de ellos…).
Una vez en la cima, e incluso antes, las vistas en derredor en un día luminoso dejan boquiabierto al observador. [Quiero creer que...] se distinguían hasta los Picos de Europa (a 170 km en línea recta desde allí, según GoogleMaps); en la misma perspectiva, el inconfundible Curavacas [de éste no me cabe duda], algo más cercano (a 143 km). Por no hablar de las siluetas de las muchas sierras burgalesas de norte a sur. Obviamente, el Trigaza y el San Millán están justo al lado (al otro lado del valle); y, siguiendo su cordal, vemos una hilera de picos que hilvanan y ribetean la Sierra de la Demanda. Se aprecia también la ciudad de Burgos e innumerables pueblos en la espaciosa meseta.
En la cima del Mencilla, aparte de las vistas, también hay algunos detalles que captan el interés y alegran el corazón: varios buzones, placas conmemorativas con vuelos poéticos, y algunos belenes (sencillos, unos; elaborado y original, otro). Sin embargo, sobran, chirrían, algunas pegatinas (de carácter comercial o, peor aún, político) que mancillan a los otros elementos. Uno se pregunta a qué van algunos descarriados (dicho sea con benevolencia) a ese noble lugar si no es a contemplar la belleza natural y dejar que aflore lo mejor de sí mismos.
Después de ese momento de elevación espiritual y euforia corporal, dudé sobre si regresar por el mismo camino o continuar hacia el este por el cordal y hacer la ruta circular. Me dejé llevar por la pasión de descubrir lo desconocido. Seguí por el lomo oriental, pateé algunos extensos neveros (curiosamente, más con orientación sur que norte), y vagué a uno y otro lado unos 2 km desde el pico Mencilla. En una leve depresión al final del Morro de Cabeza Rubia, decidí bajar o, más bien, probar a ver qué pasaba.
Conforme descendía en ese período inicial de prueba me fui envalentonando porque la estación invernal y punto de destino quedaban bien visibles; parecía difícil perderse. No obstante, las pendientes eran bastante inclinadas, no había sendero alguno, y enseguida entré en un tupido bosque de hayas, sin visión del exterior. Así que con algo de intuición (o ‘angel de la guarda’) y, bajemos los humos, el trazado en Wikiloc que indicaba mi posición y la de la estación, conseguí mantener el rumbo a buen puerto.
Cruzar el extenso hayedo, y un poco de pedrera, fue algo incómodo. Hay que ir despacio, disfrutando y, a la vez, cuidándose de los resbalones, con algún bastón de apoyo; hay mucha hojarasca en el suelo almohadillado. Nada serio; si uno quiere comodidad en el monte, mejor viendo un documental. Me alegro enormemente de haber elegido esta opción circular para el descenso. Me encantó el bosque invernal, adormecido, aunque las hayas se mostrasen algo adustas, ahora sin hojas ni colores. Y me encandilaron los arroyos semi-helados, con mil formas caprichosas en sus hielos cristalinos. De fantasía.
Y así, embelesado, se terminó el bosque de repente y salí a la pista que lleva a la ya muy cercana estación. Sinceramente, me quedé con ganas de continuar, después de 4 horas y media de esfuerzo y gozo (las incomodidades, el cansancio, y hasta el sufrimiento, forman parte de la felicidad en la vida: la potencian, por el contraste). La experiencia me supo a corta. Tanto que, después de llegar a la estación, sentí la necesidad de dar un paseo adicional por los remontes de las pistas de esquí (instalaciones abandonadas; sin interés). Como para desconectar suavemente, antes de coger el coche y volver a la (dura) realidad. Quedará en la memoria (y en las fotos, cuando ésta falle).
Valoro la ruta como de dificultad Moderada por dos razones. Por un lado, su exigencia física: aunque sólo son 10 km de longitud, el desnivel es considerable (más de 600 metros) y hay algunas rampas algo severas en la subida y la bajada (que ponen a prueba los ‘amortiguadores’ en las piernas). Por otro, su demanda en orientación espacial: aunque las sendas están bastante bien definidas en el ascenso y por el lomo, no hay la más mínima indicación o señal externa en el descenso (ahí es conveniente alguna ayuda técnica). Añado que en la parte baja (último tercio) del descenso aparecen varios arroyos. Atención: dependiendo de la época del año pueden llevar cierto volumen de agua (y de sonido…). Yo conseguí saltarlos sin percance.
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 82 (para Senderismo): dificultad 'Dura' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 671 metros (superior al que estima Wikiloc).
Hice esta ruta (en esta ocasión, solo) sin seguir ningún trazado previo. La mayoría de los que consulté con antelación (ej., ‘Nieto76’, en Wikiloc) utilizan el itinerario popular de ida y vuelta por el mismo sendero (desde la estación invernal hasta la cima del Mencilla). Vimos un trazado circular (de ‘Markoscos’: 'Mencilla y su circo glaciar'), en el que, no obstante, el autor lamentaba algunos inconvenientes de la bajada y añoraba (el no haber utilizado) el mismo camino que para la subida.
Pero esto, más que resultar disuasorio, me estimuló a afrontar novedades y dificultades; a explorar y experimentar; a aumentar la experiencia y tener “cosas que contar a los nietos”. El propio ‘Markoscos’ reconocía que la bajada, siendo incómoda, no era peligrosa. Por lo que comentaré después, me alegré de haber acometido una versión circular (bastante 'a mi aire'), en lugar de regresar por la vía más fácil, pero con menos alicientes por ser ya conocida durante el ascenso, a pesar de su belleza.
La ruta parte de la estación invernal abandonada Valle del Sol, aunque el albergue estaba abierto. Al terminar, vi a unos pocos chiquillos por allí. Durante todo el trayecto, ni un alma; ni cerca ni lejos. Lugar para disfrutar plenamente de la naturaleza en sosiego y soledad, aunque en algún momento casi se echa de menos a alguien con quien compartir la euforia (por las endorfinas del esfuerzo) y los buenos sentimientos que genera ese magnífico entorno.
Siguiendo el itinerario popular de ascenso, se llega primero a la bonita zona recreativa de Esteralvo, vacía. Desde allí se inicia una pronunciada subida a través de un bosque de hayas, ahora desnudas, pero aun así transpira encantamiento. A pesar de ser un día frío, con una temperatura en torno a cero grados, las largas pendientes te hacen sudar, pero no agotan. Las panorámicas van engrandeciendo el paisaje a cada paso y animan a frecuentes paradas para contemplarlo.
En este tramo hay un aspecto casi enternecedor que merece un comentario. A lo largo de gran parte de la subida, podemos ver numerosos montoncitos piramidales de piedras señalizando el camino. Quizá no sean muy necesarias, porque el sendero se ve o se intuye siempre. Pero llama la atención el hecho de que haya personas que se han tomado el trabajo de hacer acopio constructivo de tantas piedras con tanto esmero. Imagino que lo han hecho desinteresadamente, sólo por el placer de ayudar. Así que interpretaré los montoncitos como monumentos a la generosidad o la bondad (vamos, hasta yo mismo me “contagié”, elevando la altura de un par de ellos…).
Una vez en la cima, e incluso antes, las vistas en derredor en un día luminoso dejan boquiabierto al observador. [Quiero creer que...] se distinguían hasta los Picos de Europa (a 170 km en línea recta desde allí, según GoogleMaps); en la misma perspectiva, el inconfundible Curavacas [de éste no me cabe duda], algo más cercano (a 143 km). Por no hablar de las siluetas de las muchas sierras burgalesas de norte a sur. Obviamente, el Trigaza y el San Millán están justo al lado (al otro lado del valle); y, siguiendo su cordal, vemos una hilera de picos que hilvanan y ribetean la Sierra de la Demanda. Se aprecia también la ciudad de Burgos e innumerables pueblos en la espaciosa meseta.
En la cima del Mencilla, aparte de las vistas, también hay algunos detalles que captan el interés y alegran el corazón: varios buzones, placas conmemorativas con vuelos poéticos, y algunos belenes (sencillos, unos; elaborado y original, otro). Sin embargo, sobran, chirrían, algunas pegatinas (de carácter comercial o, peor aún, político) que mancillan a los otros elementos. Uno se pregunta a qué van algunos descarriados (dicho sea con benevolencia) a ese noble lugar si no es a contemplar la belleza natural y dejar que aflore lo mejor de sí mismos.
Después de ese momento de elevación espiritual y euforia corporal, dudé sobre si regresar por el mismo camino o continuar hacia el este por el cordal y hacer la ruta circular. Me dejé llevar por la pasión de descubrir lo desconocido. Seguí por el lomo oriental, pateé algunos extensos neveros (curiosamente, más con orientación sur que norte), y vagué a uno y otro lado unos 2 km desde el pico Mencilla. En una leve depresión al final del Morro de Cabeza Rubia, decidí bajar o, más bien, probar a ver qué pasaba.
Conforme descendía en ese período inicial de prueba me fui envalentonando porque la estación invernal y punto de destino quedaban bien visibles; parecía difícil perderse. No obstante, las pendientes eran bastante inclinadas, no había sendero alguno, y enseguida entré en un tupido bosque de hayas, sin visión del exterior. Así que con algo de intuición (o ‘angel de la guarda’) y, bajemos los humos, el trazado en Wikiloc que indicaba mi posición y la de la estación, conseguí mantener el rumbo a buen puerto.
Cruzar el extenso hayedo, y un poco de pedrera, fue algo incómodo. Hay que ir despacio, disfrutando y, a la vez, cuidándose de los resbalones, con algún bastón de apoyo; hay mucha hojarasca en el suelo almohadillado. Nada serio; si uno quiere comodidad en el monte, mejor viendo un documental. Me alegro enormemente de haber elegido esta opción circular para el descenso. Me encantó el bosque invernal, adormecido, aunque las hayas se mostrasen algo adustas, ahora sin hojas ni colores. Y me encandilaron los arroyos semi-helados, con mil formas caprichosas en sus hielos cristalinos. De fantasía.
Y así, embelesado, se terminó el bosque de repente y salí a la pista que lleva a la ya muy cercana estación. Sinceramente, me quedé con ganas de continuar, después de 4 horas y media de esfuerzo y gozo (las incomodidades, el cansancio, y hasta el sufrimiento, forman parte de la felicidad en la vida: la potencian, por el contraste). La experiencia me supo a corta. Tanto que, después de llegar a la estación, sentí la necesidad de dar un paseo adicional por los remontes de las pistas de esquí (instalaciones abandonadas; sin interés). Como para desconectar suavemente, antes de coger el coche y volver a la (dura) realidad. Quedará en la memoria (y en las fotos, cuando ésta falle).
Valoro la ruta como de dificultad Moderada por dos razones. Por un lado, su exigencia física: aunque sólo son 10 km de longitud, el desnivel es considerable (más de 600 metros) y hay algunas rampas algo severas en la subida y la bajada (que ponen a prueba los ‘amortiguadores’ en las piernas). Por otro, su demanda en orientación espacial: aunque las sendas están bastante bien definidas en el ascenso y por el lomo, no hay la más mínima indicación o señal externa en el descenso (ahí es conveniente alguna ayuda técnica). Añado que en la parte baja (último tercio) del descenso aparecen varios arroyos. Atención: dependiendo de la época del año pueden llevar cierto volumen de agua (y de sonido…). Yo conseguí saltarlos sin percance.
Waypoints
Monument
5,759 ft
Monumento 13
You can add a comment or review this trail
Comments