P. Nat. Sierra de Grazalema: Cerro del Simancón y Cerro del Reloj.

Habíamos quedado a las 9:30 en el parking que hay al inicio de la subida al cerro del Simancón, corazón de la sierra del Endrinal y con 1.566 metros, la segunda cima más alta del parque natural Sierra de Grazalema. Así Curro, Galo, Lara y yo, comenzamos la ruta caminando por la cañada Mahón, que nos lleva hasta la base del peñón Grande, impresionante mole caliza cuya visión nos acompaña durante el principio y el final de la caminata. En continua subida llegamos hasta el llano del Endrinal donde ya vemos aparecer los cerros que pretendemos visitar hoy, la Corona de Yedrales, el Simancón y el Reloj; tenemos un pequeño respiro hasta que nos topamos con un gran majano que nos indica una intersección: recto la senda se dirige hacia las Presillas y la vereda de la izquierda nos conduce hasta nuestros objetivos.

Encaramos una severa cuesta entre pinos que, de vez en cuando, nos permiten volver la vista atrás para disfrutar de un esplendido paisaje dominado por la curiosa forma del peñón de la Asamblea y conforme va ganando altura alcanza hasta la sierra de Algámitas, tras la que se asoma la cima del Terril (máxima elevación de la provincia de Sevilla). Pronto dejamos atrás el pinar y nos internamos en una pedrera que nos encajona entre la Corona de Yedrales y el cordal norte del Simancón. En el collado que separa ambos cerros y mientras decidíamos si subir al primero de ellos, seguimos andando por un sendero bien definido que nos hizo dejar atrás la intersección en dirección al segundo.

El descuido no tuvo mayores consecuencias que abordar la subida al Simancón campo a través, por un enorme lapiaz con escasa vegetación que no presentaba mayores complicaciones, aunque mejor hubiese sido ir atentos a la vereda, ya que que esta hubiese resultado algo más cómoda. La cima del Simancón está marcada por un pequeño majano donde nos entretuvimos un rato disfrutando de la vista panorámica: "al norte Montecorto, el Malaver, la sierra de Algámitas, Olvera y el Lagarín; al oeste, las sierras del Pinar y Líjar; al este, los llanos de Villaluenga, el macizo de Líbar y las sierras de Ronda, y al sur, el cerro Albarracín, la sierra de la Sila, Villamartín, Prado del Rey, Bornos, Espera, Arcos de la Frontera, los embalses de Guadalcacín y Bornos y la sierra del Aljibe."

Empieza ahora el tramo más comprometido de la ruta, bajando por la ladera del Simancón para alcanzar la arista que lo une con el Reloj, que hacemos mediante un pronunciado zigzag en busca de los distintos hitos que van indicando la mejor trazada. Una vez en la arista nos fijamos en varias simas que la flanquean y en la curiosa forma, ya divisada desde la cima, que nos indica que nos encontramos en la cabecera del circo glacial del Endrinal. Superada la arista seguimos por el lapiaz buscando la forma más fácil de encimar el cerro el Reloj, también marcado por un majano, cerca del que reposa tirado el vértice geodésico que indicaba la cima. Paramos un rato a disfrutar de las vistas y reponer fuerzas con algo de fruta y chocolate y nuevamente nos fijamos en los hitos que, algo más abajo, nos conectan con la desdibujada senda por la que descenderemos hasta la Charca Verde. Este tramo se me atragantó un poco a causa de algunas molestias en las rodillas. Por su parte, la charca se encontraba totalmente seca, pero por fotos que he visto, se trata de un bonito lugar que recibe su nombre por las algas que dan color a sus aguas.

Desde aquí el terreno se suaviza bastante y el sendero está perfectamente marcado; volvemos a zonas dominadas por los pinos, aunque también cruzamos por algunos bosquetes de árboles autóctonos que, en cada claro de vegetación, nos dejan ver la mole del Reloj y disfrutar de los numerosos buitres que ahora planean sobre su cima. Decidimos dejar para otra ocasión la visita a la cueva de las Dos Puertas y en un desvío posterior tomamos el camino directo a Grazalema, que nos lleva hacia un collado donde nuevamente se abren las vistas al peñón Grande y durante todo el camino restante por esta vereda, que lleva el nombre de la Sangre, disfrutamos de una privilegiadas panorámicas que, sin darnos cuenta, nos devuelven a nuestro punto de origen.