Nava de Francia El Casarito-Peña de Francia

Tal como habíamos planificado, alternamos cada día entre zonas, para variar y hacer mas amenos los acercamientos. También podría servir para cambiar de destino, según las previsiones meteorológicas. Curiosamente auguran lluvia a la vez, todos los días en todas partes, y por eso no cambiamos de planes. Mojarnos por mojarnos, tanto da donde sea. La verdad es que hasta ahora la suerte nos acompaña, y los remojones han sido leves. En el Canchal de la Ceja, donde se podría complicar la situación por ser alta montaña, apenas llovió, y tan solo sufrimos frío y niebla. En las Pasarelas de Mondego, menos peligroso por ser terreno llanito, un fuerte aguacero nos castigó brevemente al final de la ruta y durante un trecho en la vuelta con el coche. Hoy rumbo a la Sierra de Francia, el cielo aparece despejado y el sol luce en todo lo alto. Disfrutamos de nuevo de carretera secundaria, adornada por dehesas y variadas arboledas, con hermosos montes a nuestro alrededor. Aparcamos en el Área recreativa de las Eras, en el último hueco que queda, iniciada la andadura, después de completar las liturgias habituales, nos deleitamos con el bello paraje. Amigable sendero terroso y flanqueados por verde vegetación, curioseamos entre los castaños centenarios, embobados también con la soberbia visión de nuestro objetivo, el Santuario de la Peña de Francia, allá a lo lejos, en la cima de la lejana montaña, elevado y resplandeciente, recortandose contra el azulado cielo. Nos desperezamos cuando se inicia la subida todavía por pista de tierra, y haciendo un quiebro, decidimos acortar por el cortafuegos, cuando llegamos al serpenteante sendero. Elucubramos durante unos momentos sobre los motivos de los caminantes con los que nos cruzamos, para seguir por el otro camino. Costumbre o desconocimiento, suponemos, que no parece frenar a nuestro diseñador de rutas, que tras un breve conciliábulo nos guía por el atajo. Cruzada la carretera, reina la piedra en el sendero, y aunque dificulta algo el agarre, no impide el caminar. Alcanzado el Mirador, recuperamos el resuello, mirando hacia abajo el hermoso paisaje, y hacia arriba la impresionante mole de la Peña de Francia. Nos embarga una gran algarabía, que contenemos en silencio, pues no recibe una manada de rebecos, que desde una cercana roca nos observan con indolencia. Curioseamos alrededor de la Fuente del Pobre sin que parezcan sobresaltarse, aprovechando para cazarlos con móviles y cámara, desde todos los ángulos posibles. Parecen estar acostumbrados a la presencia humana, y confiar en que no representamos una amenaza, pues los machos giran su cornamenta en dirección contraria, olisqueando el aire, mientras las hembras reposan tranquilas a su lado. Subimos el último trecho del camino del Viacrucis, alcanzando la plaza del Reloj Solar. No estamos demasiado cansados a pesar de acumular varias rutas, y curioseamos por todos los rincones. Alrededor del reloj, una suerte de mirillas, ayudan a situar los lugares allí rotulados, dirigiendo la mirada hacia el punto adecuado. Después de inmortalizar el momento con una autofoto, bajamos a la Cripta, honramos el Balcón de Santiago, y recorriendo sus pasillos, entramos al Santuario. Austero en iluminación, pero engalanado con coloridas vidrieras, sorprenden sus originales confesionarios y los detalles que adornan todos sus rincones. Saliendo por la fachada principal, giramos a la izquierda para mirar hacia la vertiente del otro lado, disfrutando de vegetales bellezas, montañas y rebecos que allí toman el sol. Rechazando con entereza la tentación que nos lanza nuestro diabólico colega, aprendida la lección del día anterior sobre tomar cervezas antes de acabar la excursión, iniciamos el largo descenso pensando eso sí, en las que tomaremos al llegar a destino. Para no repetir recorrido, como parecen hacer los lugareños, nuestro diseñador de rutas ha ideado la vuelta por el bosque, una vez superado el sinuoso, empinado y pedregoso sendero. Alcanzada la carretera, jugamos como es habitual, cuando estamos relajados, a intentar adelantarnos, ganando el reto nuestro "gordo amigo". Acercados al Asador El Casarito, recibimos hidratación y clases de política, con sorna, por parte del mesonero. Nos sondea y bromea con nuestra procedencia ("Tres veces habeis dicho que sois catalanes"), política ("Perro Sanchez") y religión ("No hay cura bueno"). No entramos al trapo pues nuestros intereses son otros, y recabando su opinión, degustamos hermosas viandas y planeamos visitar San Martín del Castañar atendiendo a su recomendación.

San Martín del Castañar, recorriendo todos sus rincones.