Monturque
near Monturque, Andalucía (España)
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Itinerary description
Llegamos desde Córdoba dejando la A-45 por la salida 49, siguiendo la N-331R y a continuación la N-331 hasta Los Llanos, aparcando junto al Bar López.
Desde aquí seguimos la CO-5209 unos cuatrocientos metros (cruzando el puente sobre el río Cabra) hasta llegar a un carril de tierra, el antiguo Camino a Montilla (Vereda de Conejo), por el que caminamos unos tres kilómetros antes de girar a la derecha por otra vía pecuaria, la que desde Aguilar se dirige hacia Cabra. Al poco de cruzar la CO-5209, pasando el cortijo en ruinas de Benavides, cogemos a la derecha el Camino a Castro del Río, que en poco menos de dos kilómetros desemboca en otra carretera (la CO-5207), antiguo camino a Doña Mencía, que se corresponde con la Vereda de Écija (o de Metedores). Dejamos atrás el olivar, dando paso a viñas y árboles frutales conforme nos acercamos al punto de partida, bajo el pueblo.
Cruzamos la nacional para subir a la parte más elevada de Monturque, centro geográfico de Andalucía. Seguimos subiendo por la calle de San Antonio, pasando por la Plaza de Cervantes, donde se encuentran dos de las fuentes más tradicionales del pueblo: la Fuente de los Cinco Caños, de cuyo centro se levanta la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y, en la parte de atrás, la Fuente de los Borricos, que se utilizaba como abrevadero de los animales que volvían de las labores del campo. Culminamos la subida en “Los Paseíllos”, un adarve natural que rodea la parte alta de la población por sus lados este y norte. Aquí se hallaron restos de origen romano, correspondientes a la planta baja o al sótano de un edificio público de grandes dimensiones (elementos arquitectónicos como basas, capiteles y tambores de fustes indican la existencia de una segunda planta de carácter noble, con grandes proporciones); se piensa que correspondería a un Criptopórtico, construido para nivelar el terreno, que pudo servir de almacén (de aceite, de vino o de grano).
Junto al Criptopórtico se encontraban unas termas públicas, haciendo suponer la distribución no arbitraria de los restos arqueológicos que existía una planificada ordenación urbanística de la ciudad romana, aunque no se ha podido determinar su verdadero nombre (se ha conjeturado con el de las ciudades de Meruera, Tucci Vetus, Spalis, Soricaria e incluso la propia Munda, debiendo tener lugar en las cercanías de la antigua Monturque el decisivo enfrentamiento entre cesarianos y pompeyanos en el 45 a.C.). La ubicación estratégica de este cerro, controlando el cruce de la importante Vía Anticaria con las procedentes de Iponuba (Baena), Ucubi (Espejo) y Ategua (Santa Cruz), hizo que se levantara antes aquí un poblado fortificado ibérico, aprovechando sus escarpes y la existencia de un río discurriendo por su falda, que le serviría como foso (se ha hallado, dispersa por toda la cima del cerro, la típica cerámica ibérica hecha a torno y con decoración lineal roja y negra); aunque su primera ocupación se remonta al tercer milenio a.C., en el Calcolítico o Edad del Cobre, por comunidades agro-ganaderas (época de la que han aparecido gran cantidad de fragmentos de cerámica del tipo "Vaso Campaniforme"), superponiéndose otro poblamiento en plena Edad del Bronce (entre el segundo y el primer milenio a.C.).
Tras admirar la extensa vista de la Campilla, con las Sierras Subbéticas al fondo, que se tiene desde aquí, salimos del yacimiento por la calle Fray Luis de Granada, continuando por la de Rafael de Lara (pasando junto al Castillo de Monturque que visitaremos al final) hasta llegar al Paseo de San Mateo (o Paseo de lo Alto), donde se encuentra el más antiguo edificio religioso de Monturque, la Iglesia Parroquial de San Mateo (parece que fue construida en los últimos años del siglo XV o primeros del XVI, en estilo gótico-mudéjar simple -su portada principal, en sus orígenes gótica y con un arco ondulado conopial, fue reedificada). En su interior, la nave central conserva en la bóveda su primitivo artesonado de tirantas de madera, muy poco ornamentado, mientras que las bóvedas de las naves laterales (reconstruidas en 1913) no presentan artesonado alguno. Al principio de la nave de la izquierda, junto al cancel de entrada, encontramos el grupo escultórico de San Isidro Labrador (obra del siglo XIX, de un artista lucentino); avanzando por la nave, se abren las entradas con arcos de medio punto de dos capillas independientes, la primera (de finales del XVII) albergando el camarín de la Virgen de la Soledad (construido un siglo después de la capilla), bella talla de madera de finales del XVII, de la escuela granadina, y a su derecha la capilla con cúpula oval de Nuestro Padre Jesús Nazareno, con un camarín (de finales del XVII) cubierto también con una cúpula oval (el Nazareno, de gran valor artístico, por sus características parece también proceder de la escuela granadina del XVII, seguramente del taller de los Mora). En cabecera de la nave del Evangelio se encuentra la suntuosa Capilla del Sagrario (del segundo cuarto del siglo XVII), concebida como un doble espacio, el primero profusamente ornamentado con esculturas y relieves realizados en yeso. El altar mayor presenta un retablo de madera de 1677, con una hornacina en el ático que alberga una pequeña talla de madera del titular del templo, el apóstol San Mateo (posiblemente de la misma fecha del retablo), flanqueada por sendos emblemas de la casa ducal de Medinaceli (otrora ostentó el patronato de la parroquia); y otra hornacina en su centro que acoge la imagen en madera de la Virgen de la Aurora con el Niño, patrona de Monturque (se desconoce su antigüedad).
Junto al templo, se encuentra el Cementerio de San Rafael, uno de los camposantos más significativos del continente, incluido en la Ruta Europea de Cementerios, Itinerario Cultural del Consejo de Europa del que forman parte 63 cementerios en 50 ciudades de 20 países europeos (esta distinción le fue concedida por albergar su subsuelo el conjunto monumental de las Cisternas Romanas, la joya de la corona monturqueña). Ocupando lo que sería el foro de la ciudad romana, su arquitectura popular recuerda a la disposición de un patio andaluz, rodeado por los nichos encalados; en
noviembre, coincidiendo con la festividad de Todos Los Santos, se celebran en Monturque las jornadas Mundamortis, dedicadas a la muerte y los cementerios (siendo este pueblo en España pionero en el necroturismo).
Y ya nos dirigimos al adyacente Museo Histórico Local para dar inicio a una visita guiada de la Gran Cisterna, elegida recientemente como una de las 7 maravillas de la provincia (hay que concertar cita con el Ayuntamiento), comenzando precisamente en esta sala con una interesante exposición que incluye una colección de fósiles, materiales de época prehistórica desde el Paleolítico, pasando por el Neolitico, el Calcolítico (un molino de mano, complementos de telar, adornos personales, restos cerámicos…) y la Edad del Bronce, hasta llegar a los iberos (fragmentos de su característica cerámica decorada con bandas de tonos rojizos, junto a otra de importación griega); del mundo romano podemos ver elementos constructivos (basas, columnas, capiteles, la reconstrucción de un pavimento de opus spicatum), del ámbito funerario y religioso, ajuares y objetos de uso doméstico, como agujas y un stylum de hueso, lucernas, monedas y una curiosa colección de fichas de juego; y de época islámica, restos de cerámica (la más representativa la elaborada con la técnica denominada “verde y manganeso”, cuyo origen se establece en los talleres de Medina Azahara), candiles y un curioso silbato en forma de caballito.
Después volvemos al cementerio para bajar a las Cisternas Romanas o Gran Cisterna, obra de caracter público (se conservan en Monturque otras ocho de pequeño tamaño que debieron pertenecer a viviendas privadas),
descubierta casualmente en 1885 a raíz de unas obras de ampliación del pequeño cementerio que existía junto a la Iglesia de San Mateo, durante una epidemia de cólera que aumentó la mortandad en la localidad. Su
monumentalidad (con una capacidad de almacenamiento de unos 850 000 litros de agua -de lluvia, pero posiblemente también procedente de algún arroyo o río- que la convierte en la más grande de esta época conocida hasta el momento en España, por delante de las de Almuñécar y de Itálica, en Santiponce, Sevilla), apunta a la existencia de un numeroso asentamiento humano con una forma de vida altamente urbanizada, del que no conocemos documentalmente nada más.
Las características de estas Cisternas guardan gran similitud con otras conocidas del orbe romano, como el "Cisternone" de Albano en Castelgandolfo (en Roma), las de Cherchell (Argelia) o las de Bordj Djedid (Túnez): de planta rectangular, conformada por tres naves o galerías paralelas, separadas por gruesos muros y cubiertas con bóvedas de medio cañón, cada una subdividida divide en cuatro cámaras o compartimentos, de planta igualmente rectangular, comunicados entre sí mediante pequeñas puertas, rematadas por arcos de medio punto (en la bóveda de cada uno de los compartimentos se abrieron una serie de óculos circulares, a modo de tragaluces, para dotarlas de ventilación); está realizada toda ella, en opus caementicium (el hormigón de los romanos) y enlucida interiormente con opus signinum (la argamasa de la que se pueden ver aún restos pigmentados de la cerámica usada en su elaboración) que la impermeabilizaba, impidiendo fugas de agua, y con las características medias cañas o cordones hidráulico en las uniones de las paredes con el suelo para no dejar ángulos vivos y evitar la acumulación de suciedad, facilitando su limpieza (que se hacía con intervalos de hasta de años).
Visitamos las distintas cámaras, viendo interesantes detalles en cada una, como el nivel máximo que alcanzaba el agua en la cisterna de entrada (permitiendo que existiera una cámara de aire para su mejor conservación), la señal de humo que dejó el fuego en uno de los compartimentos cuando se usó para desalojar una colonia de murciélagos, la entrada del agua por la parte lateral de la bóveda de una de las cámaras o la marca de los nichos (unos de menor tamaño correspondientes a los niños) en otra que fue usada como panteón (los restos humanos se trasladaron a los nichos de la entrada del cementerio); una de las cámaras fue usada como osario hasta la segunda mitad del siglo pasado. Del extremo norte de la naves situada más al este parte una estrecha galería de prolongación (de unos 30 metros de longitud), cubierta con bóveda de medio cañón (faltando en algunos tramos), cuyo pavimento presenta una clara inclinación en dirección a una especie de pozo cuadrangular (para decantación de los residuos del agua), que tendría la función de desagüe de la cisterna, llevando el agua hasta las vecinas termas públicas, ya en el exterior. No había ciudad romana que se preciara sin termas públicas, que solían estar abiertas para toda la comunidad, incluso para los esclavos, desde el mediodía (cuando las estancias estaban caldeadas y el agua de las piscinas caliente) hasta el anochecer (la gente iba después del trabajo hasta antes de la cena); en el mundo romano fueron lugar de solaz, para hacer ejercicio y de socialización.
Concluimos la visita turística (muy bien amenizada por nuestra guía local) en el Castillo Medieval, donde destaca su Torre del Homenaje levantada en el centro del Patio de Armas, otro de los signos de identidad del pueblo y que le confiere su característico “skyline”.
Existente ya en época musulmana ( al menos desde los Omeyas, aunque está documentado desde el año 1273), construido parcialmente sobre cimentación romana, en el castillo residieron diversas tribus beréberes hasta el siglo XIII. La leyenda sitúa en Monturque el lugar donde el Cid Campeador, al frente de las tropas del rey taifa sevillano al-Mutamid, derrotó por el año 1079 a las del rey moro de Granada (victoria a la que deben su nombre parajes de su término municipal conocidos como "La Piedra del Cid" y "Cid-Toledo"). La fortaleza fue conquistada en 1240 por Fernando III, cediéndola su hijo Alfonso X (junto con la Villa de Aguilar) a don Gonzalo Yáñez Dovinal, caballero portugués que participó en la conquista del Valle del Guadalquivir; tras la extinción por causas naturales de este primer linaje de la Casa de Aguilar, en 1357 el rey castellano Pedro I el Cruel entregó el señorío a su partidario Martín López de Córdoba, aunque, tras la victoria en la guerra civil de su hermanastro, Enrique II de Trastámara, pasó (con Aguilar, Montilla y Cabra) a los dominios que Gonzalo Fernández de Córdoba estaba formando sobre el solar del antiguo señorío de Aguilar. Desde entonces, el Castillo de Monturque estuvo vinculado a esta familia durante siglos (aunque el lugar se encontraba prácticamente despoblado, posiblemente por el mayor interés de los titulares del señorío en otros núcleos como la propia Aguilar y sobre todo Montilla , que pasó a convertirse en su residencia); ya con los Reyes Católicos, la Villa de Monturque se integró en el Marquesado de Priego y en 1709 pasó a depender de la Casa Ducal de Medinaceli.
Hoy del Castillo (que fue reedificado en la Baja Edad Media) se conservan dos torres y los restos de la muralla que las unían, formando un recinto de planta rectangular (que tendría tres muros con una torre en cada uno de sus encuentros); la del vértice más meridional, exenta del recinto, tiene planta pentagonal, es de época cristiana, como atestiguan sus tres troneras para la artillería, dos originales (una de ellas cegada) y la tercera reconstruida (en su lugar se abrió la puerta a la calle de la vivienda familiar en que fue convertida en el siglo XX). En la muralla (de dos metros de anchura) podemos ver cliptogramas, marcas de cantero (para poder cobrar por su trabajo) entre las que se aprecian figuras geométricas en X y signos parecidos a la letra f y al número 4 en posición contraria (son también de época cristiana, pudiendo encontrarse en otros castillos cercanos y en las primeras iglesias cordobesas levantadas tras la reconquista, por lo que podrían datarse estos muros entre los siglos XIII y XIV).
Llegamos a la Torre del Homenaje, el vestigio de la fortaleza mejor conservado (gracias a que ha sido restaurada), levantada en el centro del Patio de Armas. De sección cuadrada,
sus dos plantas, comunicadas por escaleras talladas en el grueso muro, no parecen adaptadas para servir de alojamiento con caracter permanente, aunque es posible que la Torre sirviera de residencia al alcaide de la Villa (eso sí, durante el siglo pasado tuvo adosada en su base una vivienda particular). Desde su terraza se divisa una impresionante panorámica, con el pueblo a sus pies (sobre los tejados se alcanza a ver la espadaña de la Ermita del Santo Cristo de la Vera Cruz, sencilla iglesia del siglo XVI, reedificada en 1923).
Nos queda regresar a los coches para poner un cumplido final gastronómico a esta magnífica ruta a través de la rica historia de la Villa de Monturque.
Waypoints
Los Paseíllos: Criptopórtico
De planta rectangular (de 37.5 metros de longitud por 6.25 de anchura), se divide en dos naves por una alineación de pilares centrales realizados a base de sillares, quedando delimitada en sus lados este y oeste por sendos muros (el oriental con contrafuertes adosado a lo largo de su cara externa); el fondo norte, tallado en la roca, presenta una rampa de acceso, con el cerramiento meridional prácticamente derruido
Iglesia Parroquial de San Mateo
Interior de tres naves paralelas (la del centro de doble anchura), separadas en cada línea divisoria por cuatro robustos arcos apuntados, apoyados sobre pilares de cantería ochavados y rematados con capiteles de molduras; cabecera triple, del siglo XVII. Campanario dividido en dos cuerpos con dos arcos en cada uno de ellos
Torre del Castillo
De planta cuadrada, construida con mampostería enripiada por hiladas y con refuerzo de sillares en los ángulos (para dotar al conjunto de mayor estabilidad y solidez), presenta dos perforaciones en los muros: la puerta, en forma de arco apuntado con sillares resaltados, restaurados en su totalidad (se ignora si era su puerta natural); y la ventana que hay justamente encima de ella, que conserva en su mayor parte los sillares primitivos, con jambas y dovelas. Casi en el coronamiento de los muros aparece el matacán corrido que apoya en ménsulas. Interior con dos salas techadas con bóvedas de ladrillo por aproximación de hileras
Comments (1)
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Espectacular, Manolo. Dan ganas de volver a ir.