MONTEJO DE LA SIERRA-DEHESA BOYAL-CAMINO DE LA LOMA DE MONTEJO-CEREZO-CABEZUELAS EN SIERRA ESCALBA

Marcha realizada el sábado 9 de febrero de 2013
AVISO: Se entiende, que todo aquel que quiera realizar esta misma ruta, asume la responsabilidad que conlleva una actividad no exenta de posibles riesgos o incidentes, en un entorno en el que el sentido común y las circunstancias pueden marcar la diferencia entre pasar un buen día o todo lo contrario.
Con dos grados bajo cero y algunos copitos de nieve dura, empezamos la marcha desde el aparcamiento que hay a la salida del pueblo de Montejo de la Sierra, en dirección al Hayedo de Montejo. Volvemos por la carretera que hemos traído desde Buitrago del Lozoya, y en la misma plazoleta, cogemos la primera calle que sube a la derecha y que tiene el curioso nombre de Sansano.

Al medio kilómetro y con dirección norte vamos dejando las últimas casas y parcelas del pueblo, pero recorremos una pista hormigonada que está totalmente helada, con una fina patina de nieve por encima, que también está congelada y que exige pisar con cuidado. La pista finaliza en un portón metálico, con el depósito de aguas del pueblo al otro lado y con la primera bifurcación, una senda por la izquierda y de subida, que será por la que volvamos de la cuerda, y una pista por la derecha pegada a un muro de piedra en seco y con abundantes robles que será la que cojamos, con ligera bajada al principio, pero que irá subiendo poco a poco. Esta pista, también bastante helada, se encuentra en la Dehesa Boyal, nos lleva rumbo noreste por encima de una serie de lagunas visibles a nuestra izquierda, y de seguirla, cosa que en esta ocasión no haremos, nos llevaría hasta el puerto del Cardoso. No la seguimos, porque a los dos kilómetros de su inicio la dejamos, para coger por la izquierda el camino del Lomo de la Tejera, que no hemos hecho nunca y nos apetece recorrer. Este nos exige un cambio de rumbo a noroeste, y convierte los poco más de tres kilómetros hasta la cuerda, en el tramo más duro de todo el día, porque la nieve se ha acumulado de forma muy irregular y el viento, que la ha barrido en muchos tramos del camino, ha dejado al descubierto grandes placas de hielo que hay que ir sorteando, como buenamente podemos. Además la previsión de la AEMET, que para esta zona daba rachas de 10-15 kilómetros, antes de las doce y en esta zona no se está cumpliendo. El viento nos sopla de frente, es decir del noroeste y las rachas bastantes continuadas, intuimos que superan los treinta y cinco o cuarenta kilómetros, con lo que la sensación térmica baja notablemente y nos obliga a protegernos las zonas más expuestas y que siempre son las que en estas condiciones suelen sufrir más. Pasan cinco minutos de la una, cuando llegamos a la cuerda de la Casera, y el viento, por momentos arrecia y parece querer complicarnos una progresión por esta parte de la cuerda en la que el espesor de nieve oscila desde una cuarta en algunos sitios, hasta una fina capa totalmente peinada y helada por el viento. En todo el día hemos visto a nadie, y justo al iniciar el regreso por la cuerda, y en el vértice geodésico del pico del Cerezo, cuatro jóvenes subidos en él se estaban haciendo unas rápidas fotos, para inmediatamente bajar por la otra ladera de la cuerda hacia la pista que recorre el valle, y que no es otro que el camino de la Maesa, por el que tantas veces hemos ido hasta el collado del Mosquito, o por la otra cuerda del valle, donde se encuentran las antiguas minas de plata. Tras reponer las fuerzas y protegidos del viento al resguardo de unas rocas, continuamos la bajada, pasando primero por el cerro de las Cabezuelas antes de iniciar la bajada más fuerte que en poco más de un kilómetro nos devuelve a la Dehesa Boyal y en un kilómetro más al cruce en el que por la mañana empezábamos la circular y justo donde se encuentra el depósito de aguas del pueblo. Al poco de pasar el portón metálico, volvemos a ver una calleja que ya vimos por la mañana y que nos llamó la atención, puesto que se dirige por la zona de Prado Montes y de Cardeales, sacándonos, según el brillante Topohispania 2.04 del grupo Sinrenkor, a la misma carretera, muy cerca de donde dejamos el coche. Al final, y tras hacer poco más de un kilómetro de ida y vuelta por unas bonitas callejas, encajadas entre parcelas, nos vemos obligados a volver sobre nuestros pasos por encontrarnos el paso cerrado y un montón de muros, cercas y dificultades para seguir adelante. La nieve siempre añade un plus de belleza al paisaje, al esfuerzo que exige para desplazarse por ella, y a la magia que aporta en cuanto a la capacidad de hacer visibles aquellos habitantes de nuestros montes, que de otra manera siempre serían invisibles. Me refiero a las múltiples huellas, que siempre se pueden ver en el blanco elemento, y que en esta ocasión nos regaló, durante un buen rato, el recorrido y alguna marca de su territorio, a base de orina, del gato montés.