Monasterio de San Millán de Yuso y de Suso. Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1997.
near San Millán de la Cogolla, La Rioja (España)
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Itinerary description
San Millán de la Cogolla - Monasterio de Yuso - Sendero entre Yuso y Suso - Monasterio de Suso - San Millán de la Cogolla.
Monasterio de Suso
Con la vida eremítica de San Millán se inaugura la historia del Monasterio de Suso. Millán había nacido en Berceo en el año 473; vivió como un anacoreta en unas cuevas, donde hoy está el monasterio, en las que fue también enterrado en el año 574. La evolución del tipo de religiosidad existente en cada una de las diferentes etapas de su cronología (eremítica, cenobítica y monástica) corre pareja a las diferentes transformaciones constructivas que el edificio experimenta (cuevas, cenobio visigótico, monasterio mozárabe y ampliaciones del románico).
Este cruce de diversas culturas se aprecia claramente en la actualidad, ya que se pueden diferenciar las cuevas del edificio que aparece adosado a la roca, donde se distingue la iglesia de dos naves de cinco tramos, elementos arquitectónicos del primitivo edificio visigótico del siglo VI y pórtico de acceso mozárabe del siglo X.
En la entrada se encuentran 7 los sarcófagos de los 7 Infantes de Lara, aunque no está clara su existencia. Su leyenda, situada en el último cuarto del siglo X, tuvo un éxito considerable en la Castilla de la Edad Media. Según ella, los siete hermanos, hijos del noble Gonzalo Gustioz, fueron decapitados tras ser capturados por los musulmanes en una emboscada. Estos se encuentran en el monasterio de Suso, mientras que las cabezas de los infantes están en la iglesia de Santa María de Salas de los Infantes.
Cuentan que en el siglo XVI el abad del monasterio riojano, fray Plácido de Alegría, abrió los 7 sarcófagos y certificó su autenticidad, al encontrar 7 cadáveres descabezados.
Waypoints
Planta alta: Reliquias y Cantorales
Las glosas son el tesoro de San Millán, porque prueban que en esta zona nació el castellano y que se hablaba ya en el siglo XI. Un monje que estudiaba uno de los códices en latín (el que se llama códice 60 hoy en día), al no entender ya muchas de las palabras expresiones latinas, anotó al lado de ellas la traducción a la lengua que sí hablaba y entendía: una versión primigenia del castellano. Pues fijaos: ese códice no está ya aquí, sino en Madrid, en la biblioteca de la Real Academia de la Historia. En la biblioteca de San Millán de la Cogolla se conservan manuscritos y pergaminos de muchos tipos. Los cantorales, que, como su nombre indica, servían para que los monjes pudieran entonar sus cánticos religiosos de alabanza a Dios, estaban hechos con materiales locales. La tinta de los libros de la biblioteca de San Millán, además de con pigmentos sacados de las plantas y de tierras de colores, se hacía con vino, que era algo muy abundante por esta zona. Uno de esos cantorales, con tantas páginas y tan grandes (para que los monjes pudieran leerlos a distancia), podía pesar hasta 50 kilos y para toda la colección de cantorales de San Millán de la Cogolla se empleó la piel de… unas 1.500 vacas. San Millán, que tan bueno fue en su larga vida (recordad que vivió más de 100 años) no ha podido descansar tras su muerte en aquel monasterio de Suso, medio excavado en la piedra, mitad cueva mitad iglesia, en el que tantos años oró y obró buenas acciones. A su muerte en el año 574 ocupó su fosa en el Monasterio de Suso, donde aún hoy está su cenotafio. Don García decide trasladarlo a Nájera a mediados del siglo XI, pero, ante la resistencia del pueblo y de los monjes (y, según la leyenda, porque los bueyes no podían con la carreta en la que lo trasnportaban), lo dejan hasta el 1067, en que sus reliquias pasan al Monasterio de San Millán de Yuso, donde hoy reposan en un arca decorada con marfiles.
Iglesia y Sacristía
En la iglesia de San Millán de la Cogolla, todos los equinoccios (alrededor del 21 de marzo y del 21 de septiembre), un rayo de luz, más o menos a las seis y cuarto de la tarde, entra por el rosetón de la parte trasera de la iglesia, pasa por el círculo que corona el trascoro y da en el centro geométrico de la iglesia. Marca así el eje de la iglesia y su orientación perfecta hacia el este. En la sacristía de San Millán de la Cogolla, los techos están decorados con pinturas que podrían estropearse si la temperatura y el nivel de humedad no fueran los adecuados. ¿Cómo lograr ese perfecto equilibrio? Pues nada menos con el suelo, sí, con el suelo, porque las baldosas están hechas de alabastro, que funciona como un perfecto regulador de la humedad y por tanto también parcialmente de la temperatura.
Izquierda. Abandonamos la carretera LR 206
Se encerró santa Oria
Según la crónica, Oria (o Aurea) llegó al monasterio de San Millán de Suso cuando tenía nueve años, acompañada de su madre, Amunia. Poco después, y tras leer la vida de algunas santas, decidió murarse. Se encerró en una celda de reducidísimas dimensiones, a las espaldas del monasterio, desde la cual aconsejaba a sus visitantes y les hablaba de sus visiones. Murió a los veintisiete años sin haber salido jamás de su encierro. Tras su fallecimiento, su madre siguió su ejemplo y se muró de la misma forma.
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