Magaña y Fuentes de Magaña
near Magaña, Castilla y León (España)
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Itinerary description
Fue un mañana de entrenamiento, como las típicas de los andarines: al principio, frio; luego se fue calentando el ambiente y llegamos casi a los 25 grados al terminar, pasado el mediodía.
La caminata empezó en Magaña, pueblo monumental, por las empinadas cuestas, la iglesia, el castillo y las casas agarradas a las ladera de los montes para no caerse para no caerse. Pero Magaña es un excelente punto de paso de ríos, como el Alhama y el arroyo de la Fuenfría. Por ese hicimos la ruta, entre los dulces aromas de la flor del romero y el áspero olor de la amarilla flor de la aliaga.
El primer tramo, hasta Cerbón, discurre por el cañón del arroyo de la Fuenfría. Es una senda elevada desde la que se pueden ver las antiguas huertas que, dispuestas en bancales, se regaban con el agua del regato. Esta primavera está venido a más por las lluvias, de manera que su rumor nos acompañó los primeros kilómetros.
Subimos a la carretera SO-P-1001, la cruzamos, dimos vista al enorme dinosaurio que parece esperar un improbable nuevo periodo jurásico (no visitamos las huellas) y bajamos hacia Cerbón. Allí nos esperaba la iglesia de San Pedro Apóstol, de un románico elegante, pero no muy florido como son ser los románicos clásicos. En todo caso, es bonito ver sus dos ábsides, sus canecillos y su portada bien restaurada.
Luego a Fuentes de Magaña, a "echar un café". Este es el término municipal que pasearíamos casi toda la mañana, de fuente en fuente. Abandonamos el lugar por el oeste, pasando por el camino entre los rollos y el Mirador del Moncayo, que también mira a muchos más sitios, entre el sur y el norte de esta comarca soriana.
La primera fuente está cerca del nacimiento del arroyo de la Fuenfría, y tiene el nombre de fuente del Canto. El cartel habla de lo bueno que es andar descalzo por el lecho del río, hidroterapia que no vale para el invierno de estas tierras. Había hasta un banco para descansar y ver salir el agua.
La segunda fuente también se llamaba Fuentefría, para variar, y la tercera Fuente de la Teja. Allí paramos a almorzar, que ya mediaba la mañana y hacía gazuza, en el oportuno banco emplazado casi al lado por algún alma caritativa. En fin, que el chorizo picante, el queso de oveja y el paté de aceitunas nos resucitaron tanto como para seguir el camino.
Un poco más allá visitamos las ruinas de un poblado y un castillo que dicen "de la Mora", con su fuente y todo. No supimos datar ni explicar los restos, que queda para otra ocasión, documentación mediante por parte del intelectual del grupo.
Seguimos de nuevo por el arroyo de la Fuenfria, siguiendo un rato por la margen izquierda, donde pudimos contemplar unas hermosas cascadas, que seguro no están en el futuro, porque este arroyo se perderá en las tinieblas del cambio climático, donde no hay saltos de agua y sí mucho calentamiento global.
Algo más abajo llegamos al Molino de Fuentes, con su puente sobre el arroyo y su derruido caserón. Comenzamos a subir por el carril que va a la dehesa de Fuentes de Magaña, ahora menos dehesa y más bosque de pinos, pero con un paseo delicioso.
A partir de aquí, con más de 16 km a las espaldas, era hora de volver a Magaña, nuestro punto de partida, así que buscamos los senderos, y hasta los encontramos por el bosque cerrado, siguiendo lo que nuestra mala orientación y nuestros mejores GPS nos indicaban.
Los últimos 8 km fueron de subida y de calor moderado, que nos dejó las cantimploras secas. Volvimos al camino de Cerbón que habíamos andado por la mañana y, una hora más tarde, a Magaña, a refrescarnos en la fuente de la plaza que está al lado del arroyo (como no, el de la Fuenfría), desde donde hay una bonita vista del castillo y de la iglesia del pueblo.
Fueron 7 horas de andadura, pinos y fuentes, que no está mal como entrenamiento. Seguro que lo repetimos más despacio (y seguramente con menos agua en los regatos y torrentes).
La caminata empezó en Magaña, pueblo monumental, por las empinadas cuestas, la iglesia, el castillo y las casas agarradas a las ladera de los montes para no caerse para no caerse. Pero Magaña es un excelente punto de paso de ríos, como el Alhama y el arroyo de la Fuenfría. Por ese hicimos la ruta, entre los dulces aromas de la flor del romero y el áspero olor de la amarilla flor de la aliaga.
El primer tramo, hasta Cerbón, discurre por el cañón del arroyo de la Fuenfría. Es una senda elevada desde la que se pueden ver las antiguas huertas que, dispuestas en bancales, se regaban con el agua del regato. Esta primavera está venido a más por las lluvias, de manera que su rumor nos acompañó los primeros kilómetros.
Subimos a la carretera SO-P-1001, la cruzamos, dimos vista al enorme dinosaurio que parece esperar un improbable nuevo periodo jurásico (no visitamos las huellas) y bajamos hacia Cerbón. Allí nos esperaba la iglesia de San Pedro Apóstol, de un románico elegante, pero no muy florido como son ser los románicos clásicos. En todo caso, es bonito ver sus dos ábsides, sus canecillos y su portada bien restaurada.
Luego a Fuentes de Magaña, a "echar un café". Este es el término municipal que pasearíamos casi toda la mañana, de fuente en fuente. Abandonamos el lugar por el oeste, pasando por el camino entre los rollos y el Mirador del Moncayo, que también mira a muchos más sitios, entre el sur y el norte de esta comarca soriana.
La primera fuente está cerca del nacimiento del arroyo de la Fuenfría, y tiene el nombre de fuente del Canto. El cartel habla de lo bueno que es andar descalzo por el lecho del río, hidroterapia que no vale para el invierno de estas tierras. Había hasta un banco para descansar y ver salir el agua.
La segunda fuente también se llamaba Fuentefría, para variar, y la tercera Fuente de la Teja. Allí paramos a almorzar, que ya mediaba la mañana y hacía gazuza, en el oportuno banco emplazado casi al lado por algún alma caritativa. En fin, que el chorizo picante, el queso de oveja y el paté de aceitunas nos resucitaron tanto como para seguir el camino.
Un poco más allá visitamos las ruinas de un poblado y un castillo que dicen "de la Mora", con su fuente y todo. No supimos datar ni explicar los restos, que queda para otra ocasión, documentación mediante por parte del intelectual del grupo.
Seguimos de nuevo por el arroyo de la Fuenfria, siguiendo un rato por la margen izquierda, donde pudimos contemplar unas hermosas cascadas, que seguro no están en el futuro, porque este arroyo se perderá en las tinieblas del cambio climático, donde no hay saltos de agua y sí mucho calentamiento global.
Algo más abajo llegamos al Molino de Fuentes, con su puente sobre el arroyo y su derruido caserón. Comenzamos a subir por el carril que va a la dehesa de Fuentes de Magaña, ahora menos dehesa y más bosque de pinos, pero con un paseo delicioso.
A partir de aquí, con más de 16 km a las espaldas, era hora de volver a Magaña, nuestro punto de partida, así que buscamos los senderos, y hasta los encontramos por el bosque cerrado, siguiendo lo que nuestra mala orientación y nuestros mejores GPS nos indicaban.
Los últimos 8 km fueron de subida y de calor moderado, que nos dejó las cantimploras secas. Volvimos al camino de Cerbón que habíamos andado por la mañana y, una hora más tarde, a Magaña, a refrescarnos en la fuente de la plaza que está al lado del arroyo (como no, el de la Fuenfría), desde donde hay una bonita vista del castillo y de la iglesia del pueblo.
Fueron 7 horas de andadura, pinos y fuentes, que no está mal como entrenamiento. Seguro que lo repetimos más despacio (y seguramente con menos agua en los regatos y torrentes).
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