Madrid: Ruta por los monumentos del suroeste del Centro

Madrid es considerada a veces una ciudad joven, por haber llegado relativamente tarde a la capitalidad de España, sin embargo en su suelo se han encontrado restos de enterramientos visigodos, y también se han encontrado restos del periodo prerromano, que podrían ser de origen carpetano; también se han encontrado restos de la época romana, y otros restos más recientes confirman que el lugar estuvo en parte ocupado por una fortificación musulmana hacia el siglo IX, posiblemente asentada sobre una anterior aldea (vicus) visigoda del siglo VII. En el siglo XI fue conquistada por Alfonso VI de León, y pasó a ser sede de la Corte en 1561. Desde entonces ha sido capital de España y sede del Gobierno salvo en breves intervalos de tiempo: el primero entre los años de 1601 y 1606, cuando la capitalidad pasó a Valladolid; el segundo de 1729 a 1733 cuando la corte se trasladó a Sevilla por decisión de Isabel de Farnesio; el tercero durante la Guerra de la Independencia cuando la Junta Suprema Central se estableció en Sevilla, en 1808, y más tarde, en 1810, como Consejo de Regencia, en Cadiz; y por último durante la Guerra Civil, cuando el Gobierno republicano se trasladó primero a Valencia y luego a Barcelona, mientras el gobierno del bando sublevado se estableció en Burgos. volviendo a Madrid en octubre de 1939.
Madrid es una ciudad muy extensa, con interesantes edificios y grandes museos, cuya visita organizada plantea problemas por la gran extensión de la ciudad y las crecientes trabas a la circulación en vehículos a motor. La mayor parte de los monumentos antiguos se concentra en un núcleo relativamente restringido, accesible a pie, y que he considerado divisible en dos partes: el suroeste, que presento en esta ruta, y el noreste. La franja divisoria entre ambas, con ciertas imprecisiones, está formada por dos calles: Bailén y Mayor. Eso no quiere decir que no haya otros lugares de interés (definir el concepto de interés es complicado: uno de los lugares más visitados de Madrid es un campo de fútbol, y otros son lugares de diversión, mientras que muchos lugares de gran importancia histórica o social no reciben visitantes o lo hacen con escasa frecuencia); en todo caso estos son los lugares que me parecen más interesantes en esta zona para las personas que visitan la ciudad por primera vez, o lo hacen muy de vez en cuando; una ruta por los Museos más importantes y la ruta por los monumentos del noreste completan en mi opinión lo más importante a conocer, pero para estas otras rutas habrá que esperar por ahora.
La ruta de hoy comienza en el Paseo del Pintor Rosales, sobre la Rosaleda y el Parque del Oeste. Casi nada más empezar a andar veo a mi derecha la estatua erigida en honor de la Infanta Isabel. Poco más adelante, en terrenos de lo que fue el Cuartel de la Montaña, encuentro el monumento más antiguo de Madrid (aunque sólo lleva aquí desde 1968): el templo de Debod (recuperado de la zona inundable por la presa de Assuan). Vuelvo a la calle Ferraz y, en la esquina con Ventura Rodríguez, veo uno de los pequeños museos más notables de Madrid: el Museo Cerralbo. Poco más adelante entro en la Plaza de España, donde veo el monumento a Cervantes y asisto a una sorprendente experiencia de riesgo: un autobús turístico que baja por el lateral de la Plaza en dirección al túnel que cruza por debajo de Ferraz, choca con el avisador de limitación de altura y, en lugar de pararse, sigue a buena velocidad bajando por el túnel para impactar con el techo del mismo a los pocos metros. ¿Sorprendente, o de locos?.
Bueno, sigo adelante, y en la cuesta de San Vicente, esquina Bailén, veo el palacio de la Real Compañía Asturiana de Minas, detrás del cual se encuentran el Senado y, poco más allá, el Monasterio de la Encarnación. Pero esto es una ruta por el suroeste, así que me cambio de acera y paso a los Jardines de Sabatini, por encima del Campo del Moro, ahora en obras al igual que el Museo de Carrozas. Al lado está el Palacio Real de Madrid, o Palacio de Oriente, y llego justo cuando suena la música que anuncia el comienzo del cambio de guardia (no es Buckingham, pero congrega un buen gentío). Al otro lado de la Plaza de Oriente veo el Teatro Real y la estatua ecuestre de Felipe IV, a los que no me acerco por estar fuera del sector de hoy.
Un poco más adelante encuentro la Catedral de la Almudena y la Plaza de la Armería del Palacio Real que se abre a ella. La visita a la Catedral, gratuita o con pequeño donativo, igual que para la Cripta, me parece interesante y recomendable. Siguiendo algo más adelante, hasta la Cuesta de la Vega, entro en la Cripta, también interesante, y escucho comentarios sobre el acierto del traslado de tumbas tan importante para el Gobierno actual. En la zona, y en la parte vecina de la calle Bailén, se encuentran algunos restos de la Muralla Árabe de Madrid (en una página de información sobre los monumentos de Madrid, red2000.com, leo que se utiliza para prácticas de escalada: ¿es una información incorrecta o de verdad están locos?, y no me refiero sólo a los que escalan). Hasta aquí el recorrido ha sido muy interesante; es tiempo de reconfortarse un poco y muy cerca, al otro lado de la calle Bailén, está uno de los bares típicos de Madrid: El Anciano rey de los Vinos; pido un pincho de tortilla con un vino, y el camarero me pone por su cuenta además una tapa de arroz y otra de queso; total, por cuatro euros comida de tres platos, con vino.
Salgo de nuevo a la calle Bailén y atravieso el puente sobre la calle Segovia, ahora protegido por unas planchas de metacrilato, que impiden acercarse a los miradores y barandillas laterales, me dicen que para evitar la gran cantidad (sic) de suicidas que acudían a este punto para arrojarse al vacío. Al otro lado de la calle Segovia está el Parque de las Vistillas, y a continuación el Seminario (un poco más atrás) y la Basílica de San Francisco el Grande, con un bonito jardín al lado, que la separa del Hospital VOT.
Aquí cambia de dirección la ruta, cruzo al otro lado de la calle Bailén (aquí ya Gran Vía de San Francisco) para llegar a la calle Calatrava, por la que accedo a uno de los lugares más típicos de Madrid: la iglesia de la Virgen de la Paloma, patrona de Madrid. Desde aquí la calle del Humilladero me llevará al Mercado y Plaza de la Cebada, y a la izquierda de esta (en una de las zonas más bonitas del Madrid antiguo) la Plaza de la Puerta de Moros y, pegada a esta, la Plaza de San Andres, con una de las iglesias más bonitas de Madrid, y vecina al Museo de San Isidro, de la que forman parte las Capillas del Obispo y de San Isidro, que es interesante ver. Detrás de San Andrés encontraré la Plaza de la Paja, con el palacio de los Vargas y la entrada a la Capilla del Obispo y, girando a la derecha, la iglesia de San Pedro, citada como la más antigua de Madrid aunque conserva poco de su etapa original y otras fuentes dicen que San Nicolás y la Ermita de Santa María de la Antigua son anteriores; casi al lado hay un bar con una de las fachadas más típicas y bonitas de su estilo.
Siguiendo adelante entro en la Plaza de Puerta Cerrada. Es tiempo adecuado para probar el Valdepeñas de Casa Paco, un restaurante casi mítico en la historia del Madrid de antaño, que ha vuelto a abrir conservando el aspecto de siempre. De aquí paso a la calle San Justo, encontrando el Palacio Arzobispal, la Basílica de San Miguel, la Plaza y Casa del Cordón y, girando a la derecha, llego a la Plaza de la Villa, con el Ayuntamiento, la casa de Cisneros, la torre de los Lujanes pegada a la calle del Codo, y la Academia de Ciencias Morales (he dejado de añadir Políticas, no tienen nada que ver en la práctica), y giro después a la derecha en la Calle Mayor para llegar al Mercado de San Miguel, desde donde paso a la Plaza Mayor, que tiene cubierta con un plástico por reparaciones la fachada de la Casa de la Panadería, y en cuyo centro está la estatua ecuestre de Felipe III, para luego salir por la Puerta de Toledo y llegar a la Catedral de San Isidro (y Nuestra Señora del Buen Consejo, que también).
Ya desde aquí, vuelvo a la calle San Justo, siguiendo por la calle Sacramento, para alcanzar la iglesia General Castrense, llamada del Sacramento, que se sitúa al lado de la Capitanía General y el Consejo de Estado (ambos en el mismo edificio, en la esquina de Mayor y Bailén). Para entonces llueve bastante, y me parece mejor volver directamente al lugar de inicio para recoger el coche y dar por acabado este itinerario.
Viví durante varios años, hace muchos, en Madrid, y me encantaba perderme sin rumbo por el centro. Cada día había alguna cosa que me sorprendía, arrancaba una sonrisa o me parecía muy interesante. Sigue igual. Nada parece haber cambiado, y sin embargo nada parece ser igual. Ha sido un magnífico día de senderismo, bajo el agua durante algunas horas, en una ruta por el corazón de una ciudad abierta y magnífica. Se la recomiendo.