Madrid. Dehesa de la Villa (NOCTURNA)
near Bellas Vistas, Madrid (España)
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Trail photos
Itinerary description
La noche aún envolvía Madrid cuando llegué al Parque Francos Rodríguez, con la primera luz del amanecer aún distante. Empecé mi caminata nocturna hacia la Dehesa de la Villa, un refugio verde en medio de la ciudad que se transformaba en un escenario casi mágico a estas horas. El aire fresco me acompañaba mientras avanzaba por las principales vías del parque, todas bien iluminadas o bañadas por la suave luz difusa de la ciudad.
Desde el principio, me mantuve fiel a las rutas principales, consciente de que, aunque Madrid es una ciudad segura, la prudencia siempre es una buena compañera en estas situaciones. No me alejé en ningún momento de las zonas bien transitadas y con buena visibilidad. La mayor parte de las vías por las que caminé estaban iluminadas, y en aquellas pocas donde la luz directa no alcanzaba, la contaminación lumínica de la ciudad se encargaba de que todo se viera con claridad.
El camino me llevó junto al Cerro de los Locos, un punto elevado desde donde la ciudad se extendía a mis pies, con sus luces titilantes en la oscuridad. A lo lejos, podía ver las primeras señales de actividad, con corredores madrugadores y ciclistas que también compartían el recorrido.
Continué hacia la Fuente de la Tomasa, un lugar que a esas horas parecía casi místico. El silencio de la madrugada y la luz tenue le daban un aire especial. Seguí sin prisa, disfrutando del ambiente, con la certeza de que el día estaba por llegar.
Poco después, llegué al Mirador Dehesa de la Villa, el punto álgido de la ruta. Desde allí, las vistas eran simplemente impresionantes: las primeras luces del alba empezaban a teñir el cielo, contrastando con las sombras de los edificios y las colinas circundantes. La ciudad despierta y en el horizonte se ven las primeras aglomeraciones de vehículos en la carretera de la Coruña. Me detuve un momento para contemplar la escena, sintiéndome pequeño pero conectado con la vastedad que se desplegaba ante mí.
El recorrido me llevó después a la estatua de Andrés Bello, una figura que parecía vigilar la tranquilidad del parque. Aquí, la mezcla de historia, naturaleza y la proximidad de la ciudad se sentía con fuerza. A medida que me acercaba al final del recorrido, las primeras luces del amanecer rompieron el horizonte, llenando el cielo de tonos cálidos y dorados. Fue un momento de serenidad total, en el que la oscuridad cedió ante la promesa de un nuevo día.
Regresé al punto de partida en el Parque Francos Rodríguez con la sensación de haber vivido una experiencia única. La combinación de la quietud de la noche, la actividad discreta de los madrugadores, y la belleza natural de la Dehesa de la Villa hizo de esta caminata nocturna algo verdaderamente especial.
Desde el principio, me mantuve fiel a las rutas principales, consciente de que, aunque Madrid es una ciudad segura, la prudencia siempre es una buena compañera en estas situaciones. No me alejé en ningún momento de las zonas bien transitadas y con buena visibilidad. La mayor parte de las vías por las que caminé estaban iluminadas, y en aquellas pocas donde la luz directa no alcanzaba, la contaminación lumínica de la ciudad se encargaba de que todo se viera con claridad.
El camino me llevó junto al Cerro de los Locos, un punto elevado desde donde la ciudad se extendía a mis pies, con sus luces titilantes en la oscuridad. A lo lejos, podía ver las primeras señales de actividad, con corredores madrugadores y ciclistas que también compartían el recorrido.
Continué hacia la Fuente de la Tomasa, un lugar que a esas horas parecía casi místico. El silencio de la madrugada y la luz tenue le daban un aire especial. Seguí sin prisa, disfrutando del ambiente, con la certeza de que el día estaba por llegar.
Poco después, llegué al Mirador Dehesa de la Villa, el punto álgido de la ruta. Desde allí, las vistas eran simplemente impresionantes: las primeras luces del alba empezaban a teñir el cielo, contrastando con las sombras de los edificios y las colinas circundantes. La ciudad despierta y en el horizonte se ven las primeras aglomeraciones de vehículos en la carretera de la Coruña. Me detuve un momento para contemplar la escena, sintiéndome pequeño pero conectado con la vastedad que se desplegaba ante mí.
El recorrido me llevó después a la estatua de Andrés Bello, una figura que parecía vigilar la tranquilidad del parque. Aquí, la mezcla de historia, naturaleza y la proximidad de la ciudad se sentía con fuerza. A medida que me acercaba al final del recorrido, las primeras luces del amanecer rompieron el horizonte, llenando el cielo de tonos cálidos y dorados. Fue un momento de serenidad total, en el que la oscuridad cedió ante la promesa de un nuevo día.
Regresé al punto de partida en el Parque Francos Rodríguez con la sensación de haber vivido una experiencia única. La combinación de la quietud de la noche, la actividad discreta de los madrugadores, y la belleza natural de la Dehesa de la Villa hizo de esta caminata nocturna algo verdaderamente especial.
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