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Lluvia de Noviembre, Caminando a la Cima Vereda Alto San Dimas, Noviembre de 1994

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Trail stats

Distance
9.63 mi
Elevation gain
3,520 ft
Technical difficulty
Difficult
Elevation loss
499 ft
Max elevation
8,481 ft
TrailRank 
38 5
Min elevation
5,228 ft
Trail type
One Way
Coordinates
286
Uploaded
February 27, 2022
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  •   5 1 review
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near Puente Nacional, Santander (Republic of Colombia)

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Itinerary description

Encendía una radio que no me daba más que noticias, rancheras y avisos. "Zutano ha muerto, Mengana se casa o la pata de conejo para atraer el amor o alejarlo si uno quería" y así hasta que el hartazgo me hiciese soñar con un radio mágico, que ya no hablase más lo mismo, que lo haga en otros idiomas y que otras músicas nunca antes sentidas, sonaran.

La respuesta estuvo siempre frente a mí y un buen día, las ondas llegaron de lejos, por la maestra llamada Curiosidad y en sí por un invento de mi hermano que no era más que estirar un largo alambre, que en el otro extremo, tenía una cuchara de aluminio y mi hermano en broma le ha puesto una de palo más grande para intentar convencerme que eso aumentaría la recepción, pero por supuesto no serviría de mucho, más que para reírnos. Este tipo de antena artesanal me ha puesto a dejar de soñar aquello, para vivirlo.

Fui tal vez hechizado al crecer, con gustos totalmente contrarios siempre a las mayorías y lo que a muchos llegara a gustar, simplemente yo lo rechazaba, pero no podría explicar por qué y además no importaría, he sido y soy así; lo disfruto. El Rock o el House Dance Music, hacían que me quedase sentado en el desvelo, hasta el amanecer, con el dedo listo en el rojo botón “Rec” de la grabadora que mi padre le obsequió a mi madre poco antes que ella viajara en lejana y extensa aventura maternal conmigo abordo, orar para que no hablara el locutor y en casetes antiguos que nadie escuchaba ya, sobre escribía esa música que ahora, le daba identidad a mi forma de ser y que hacía que la gente y yo no coincidiéramos, al menos en un gusto musical, lo que para mí, era un paroxismo en la existencia. No era rebelde ni irreverente, solo era un asmático adolescente cobarde y sedentario, que sí evitaba a toda costa, postrarse ante lo común o lo tendiente.

Se riega como pólvora entre algunos amigos, la idea de escuchar otra música como yo lo hacía, prestábamos casetes y así nos reuníamos incluso para escuchar las señales desde ciudades a las que para llegar a ellas, había que esperar sentado en un autobús por horas; eran estaciones que lluviosas, llegaban a destruir lo habitual. Un buen día, la montaña del suroeste se desvestía de neblina y el sol poco a poco quitaba sus blancas ropas y nos preguntamos al verla, mientras caminábamos al colegio, si allá podríamos llegar y un día solo lo hicimos, atravesando potreros, caminos, quebradas; la gente que nos guiaba, nos acercaba aún más y a cada paso, sentíamos un paisaje cambiante, una altura poco a poco latente, una aventura de mochilas a la espalda y persistente andar.

Cae la noche y ya asentados en la cima de aquella peña de Alto San Dimas, con los improvisados cambuches como hogar, la fogata como teatro, proyectante de nuestras sombras a una pared de roca atrás nuestro y a nuestro frente, la abismal caída de decenas de metros, que poco antes que se fuera el sol, nos revelaba la vista más estrafalaria y alucinante de nuestro pueblo que parecía de milímetros de ancho, a lo lejos. Cocinábamos al ya viejo y sabido estilo scout y confundíamos algunas luces más lejanas, con estrellas u otros pueblos, que quizá no eran los que nombrábamos.

Yo llevaba un pequeño radio portátil de frecuencia modulada, que sin aquella antena, ideada por mi hermano, en nuestra casa de 1652 metros sobre el nivel del mar, era un desierto inaudible y la gran sorpresa fue escuchar lo poco que abajo y con esfuerzo captábamos en las noches despejadas, como si viviéramos en las ciudades de donde se gestaba la señal y la estática horrorosa en las notas de las canciones de esas emisoras, brillaba por su ausencia; todo esto, sin más antena, que la misma altura de esa peña. El júbilo fue inmenso e inmersos ya en nuestras carpas, nos dejamos llevar por el sueño, para al otro día regresar. No era tal vez ni mitad de madrugada y a los que no se despertaron con el estruendo de los truenos tan adyacentes, como ese mismo abismo, al que lanzábamos rocas y no escuchábamos su caída, fuimos simplemente levantados de las esteras, a la fuerza, por el gélido abrazo por la espalda, de una lluvia que se metía por debajo nuestro sin ser invitada y nos obligaba a esperar a veces sin optimismo alguno a que la sempiterna agua torrencial, dejara de empaparnos, hasta el ánimo y el sueño.

Recuerdo que era noviembre y la música rompía el silencio cuando llovía y sentados, deseábamos que cesara o que amaneciera, pero ni lo uno ni lo otro y solo restaba esperar, nadie tenía reloj y el único que nos delato la terrible hora de las dos y media de la madrugada, fue mi pequeño radio; comienza a escucharse un piano, que rompe la monótona sinfonía pluvial, como si el rock se cansara de hablar con estridentes guitarras, para darle paso a algo que más que energía, ímpetu y fuerza, daba paz y armonía y poco importaban las espaldas mojadas o el frío cabalgante en los huesos; sonaba en la radio November Rain y por primera vez lo sentía, lo escuchaba y desde allí, lo disfruto, lo admito en el alma para que destruya todo orden, sepulcral a toda rutina inherente a los días y alegrara la vida. No entendía mucho, solo el “only one” de un más explosivo y extraño final, pero sus notas tocaban las más profundas fibras, las guitarras, los violines, el piano y los truenos, que imitaban muy bien, los reales que a pocos metros de nosotros, besaban la tierra.

No tuvimos más remedio que salir de las carpas, escurrir nuestras ropas y agradecer que la lluvia diera por fin anhelada tregua y en un momento de desesperación, en medio de una oscuridad imponente, buscamos lo que pudiese encender el fuego sobre la leña empapada y con una prenda vieja de uno de nosotros, lograríamos gestar ese calor que la noche, nos había quitado y la tela hervía encima de los maderos, para hacerlos arder pocos minutos después, durante el resto del tiempo en el que la penunmbral danza de la madrugada, nos intentara vencer. No sé el porqué, pero vislumbré algo que no sabía si viajaba desde la memoria o la imaginación y era esa imagen sepia con mi abuela, escuchando en un antiquísimo receptor de madera, otros mundos, raros idiomas y músicas tan nómadas, que atravesaban el ancho océano; ya en casa y explorando un poco más el dial de mi radio, así como cuando caminaba, retomaba algo tan trascendente en mi vida, como la escucha de la onda corta y ya no escuchaba la voz de ciudades lejanas solamente, también de reinos y naciones tan distantes como desconocidas. La onda corta en sí misma, fue y es una buena maestra, pues con ella, aprendí el universal idioma del norte y aprendo el de oriente, de cierta forma viajé por el mundo, con los paisajes, recetas y canciones que pintaban locutores entrañables que después serían amigos; conocí personas de nombres impronunciables, pero con almas sonrientes, humildes y sinceras y vi cómo años después, esta forma maravillosa de radio, me daba desde el éter, la oportunidad de una reconciliación, que implacablemente, mejoraría mi existencia.

El sol asomando de repente a nuestra derecha, nos sorprende con escaso descanso, porque vio nuestras caras que delatoras se pintaban de cansancio y bajamos felices de aquella montaña de forma extraña e inusual, a la que jamás volvimos, pero se queda aquella canción, que justo como ahora cuando escribo estas líneas, sigue viajante por los parajes de mi alma, confortándola. “Eeverybody need sometime, all alone”.

Waypoints

PictographSummit Altitude 8,332 ft

Campamento y Cima de la Peña de Alto San Dimas

Comments  (2)

  • Photo of Oscar Upegui
    Oscar Upegui Mar 28, 2022

    Buen recorrido y muy buena crónica, gracias Marius por compartir el trazado.

  • Photo of DXMARIUS
    DXMARIUS Mar 28, 2022

    Muchas gracias querido amigo, son vivencias de las épocas adolescentes, acampando, subiendo montañas, por cuenta propia y de amigos, errores o aprendizajes más bien. Gracias por su tiempo apreciando las rutas.

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