Lagos en el Cielo, Ojos de la Montaña y Púlpito del Diablo, PNN Cocuy, Boyacá Colombia. Abril de 2023
near La Cueva, Boyacá (Republic of Colombia)
Viewed 71 times, downloaded 4 times
Trail photos
Itinerary description
Un año atrás ascendía a la bella Laguna Grande de la Sierra y pocos pasos después, disfrutaba de la blanca miel, tan dulce como escasa de la nieve, a los píes del Cóncavo.
Aquel lago cuya alma turquesa, por momentos reflejaba aquellas nieves, mal llamadas perpetuas, me hacía querer compartirlo con quien sacudía mis más sólidas tristezas, tal cual como reza esa canción de Cerati, que le da nombre a este viaje y que en aquel entonces, mi alma no paraba de entonar, al tiempo que poco a poco ascendía entre mis amigos gaches y eventuales arroyos de la más cristalina pureza del páramo, aquellas inmensas montañas (...)
''vamos despacio, para encontrarnos, el tiempo es arena en mis manos...un lago en el cielo, es mi regalo...''
Pero el hoy y el ahora reclaman coherente y justa atención y luego de varias horas ascendiendo por los páramos más hermosos y escalando duras paredes rocosas, como la llamada El Hotelito, donde por sorpresa, por primera vez veo cerca de mí, a tal punto de tocarle, un hermoso venado cola blanca, que me saluda con su olfateo, mientras yo maravillado por su presencia, le acaricio y admiro, mientras el momento no se extinga. Otra forma en la que el hoy me dice, que merece mucha más atención de mi parte, fue ver el apoteósico Cóndor de los Andes, en unos cuantos segundos sobre nuestras cabezas. Ahí se me vino a la mente que en ese ayer, me dijo un ave que volaba, por donde ya no debería haber ardor y que hay que seguir siendo un guerrero de sangre (Caifanes).
Superadas las paredes del hotelito, en plena cima, veo con gran sorpresa a lo lejos, el Cóncavo que otrora, un año atrás, me había acogido en sus faldas, pero hoy era una pequeña silueta en el horizonte y poco más abajo, aquel reflectante del cielo, ese lago hoy lejano, distante como aquel pasado donde me movía entre sus miradas y rechazos, sus mieles e incomodidades, hasta un día decirle adiós, no sin antes haber demolido todas las fachadas inútiles que yo pensaba, me servirían para sostener lo inminentemente derrumbable y fue así como entendía, que no era ello lo que la sostenía a ella junto a mí de alguna forma, sino lo escaso que compartíamos, lo que la literatura de libros viejos y canciones llegaba a nosotros para quedarse, lo que un corto viaje que igual se había arruinado por incomodidad y por su propia defensa, logró mostrar al final, que valía la pena seguir cuidando una fuerte amistad y un amor profundo y solo así, se guardaba en un cofre de la paciencia, al menos una esperanza de poder seguir compartiendo, pero la amaba demasiado y su alegría o ser alguna vez ejemplo o consuelo, encendía mi vida, pero al mismo tiempo era yo muy miserable ante el rechazo.
Distante, así se veía la Laguna Grande de la Sierra, aquel lago en el cielo que como la canción, que ya no canto, porque son otros tiempos, se me escapaba como arena en mis manos y entonces seguí caminando, con las pocas palabras de francés que me sabía, para animar a una chica que yacía exhausta por la altura y no sabía ni una gota de español y que no íbamos a dejar allí, sin que lo intentara. ¨Tu peux, lève-toi, merd, tres bien, allez allez¨.
Poco a poco hemos llegado al gran Púlpito, tan inmenso como ladrón del aliento, abre bocas por la inmensa sorpresa de su imponencia y aquella mujer que presumía haber ascendido al Montblanch muchas veces, anegada en lágrimas solo podía pronunciar un ahogado ¨merci¨ mientras su llanto alcanzaba la blanca nieve a sus píes cansados y yo, agradecido, ya no podía mirar atrás, ya no podría seguir cantando lo mismo, pues aunque fuese inevitable recordar, también imperaba resignificar.
Los lagos en el cielo ahora son solo para mí, sin el lamento del no poder compartirlos, y ahogarme en sus rechazos. El dolor, al ella no entender que al menos quería hacerla reír, consolar sus tristezas y compartir lo que seguro le endulzara el alma, compartir incluso con lo que ella soñaba, como caminar entre la selva, leer juntos como antaño en la distancia, reír de cualquier cosa o encontrar músicas viejas, que funcionaban bien como máquinas del tiempo, sin pretender esas relaciones que ella tanto odiaba, porque la ataban a temores gigantes, no fue tan fuerte como la ironía que se burlaba en mi cara y me gritaba que al final no eran esas relaciones, lo que rechazaba o temía sino a la persona (yo) porque no pasó mucho y lo que tanto temió conmigo, lo disfrutaba con alguien más, que apagaba su fuego y yo me ahogaba en los porqué.
Ella realmente me hacía tener fuerza para ser yo mismo, para vivir la vida y hacer lo inusualmente distinto aunque auténtico, pero en el fondo la fuerza debía tenerla solo por mí y ese fue mi error. Realmente amaba a esa mujer, pero nunca entendí o acepté (más bien) el por qué yo no era suficiente. A fuerza estoica, porque no quedaba otra, acepté y entendí que toda iniciativa, de al menos mi amistad, no lograba más que su incomodidad y rechazo, mi dolor y mi incertidumbre, pero estoy tranquilo y seguro porque di y hubiese seguido dando todo y creo que muchas veces en vano, lo hice, inútilmente, pero sin esa supuesta respuesta esperada por mí, para mí, era suficiente solo con lo que yo hacía y algún eco tendría en ella. Cansado y hastiado de su asco, tengo que caminar por mí, visitar por mí, hacer por mí y no enviar más cartas que se perderán en el olvido. Si no sirvió nada de lo hecho, no es justo conmigo ni con ella el quedarse, el insistir y por ello... canto otras canciones aunque sea el mismo quien entona y precisamente, como decía Cerati, ¨Si no olvido, moriré¨.
Regresando de la montaña, al despejarse un poco el cielo, que lloraba gélidos copos y ahora mostraba un azul intenso, mi buen guía Giovanny, me ha mostrado una de las miradas más memorables y jamás presenciadas por mí; la mirada de la misma montaña, de un turquesa profundo, sincero y sin parpadeo. Mi madre me miraba con amor honesto y ahora la montaña lo hacía con alegría y belleza infinita. Los ojos de la montaña o las lagunillas de Campanillas, fueron mi tesoro y trofeo de regreso para el espíritu, para los nuevos recuerdos, que no compartiré, más que conmigo y con eso debería bastar. Como un demente huiré a todo lugar que pueda, porque no quiero que sigas siendo el paisaje más soñado.
No era soberbia, es amor; tenía que tener el valor para entonar con la misma voz, otras estrofas y decir adiós porque es crecer; Juliana. (...)
Aquel lago cuya alma turquesa, por momentos reflejaba aquellas nieves, mal llamadas perpetuas, me hacía querer compartirlo con quien sacudía mis más sólidas tristezas, tal cual como reza esa canción de Cerati, que le da nombre a este viaje y que en aquel entonces, mi alma no paraba de entonar, al tiempo que poco a poco ascendía entre mis amigos gaches y eventuales arroyos de la más cristalina pureza del páramo, aquellas inmensas montañas (...)
''vamos despacio, para encontrarnos, el tiempo es arena en mis manos...un lago en el cielo, es mi regalo...''
Pero el hoy y el ahora reclaman coherente y justa atención y luego de varias horas ascendiendo por los páramos más hermosos y escalando duras paredes rocosas, como la llamada El Hotelito, donde por sorpresa, por primera vez veo cerca de mí, a tal punto de tocarle, un hermoso venado cola blanca, que me saluda con su olfateo, mientras yo maravillado por su presencia, le acaricio y admiro, mientras el momento no se extinga. Otra forma en la que el hoy me dice, que merece mucha más atención de mi parte, fue ver el apoteósico Cóndor de los Andes, en unos cuantos segundos sobre nuestras cabezas. Ahí se me vino a la mente que en ese ayer, me dijo un ave que volaba, por donde ya no debería haber ardor y que hay que seguir siendo un guerrero de sangre (Caifanes).
Superadas las paredes del hotelito, en plena cima, veo con gran sorpresa a lo lejos, el Cóncavo que otrora, un año atrás, me había acogido en sus faldas, pero hoy era una pequeña silueta en el horizonte y poco más abajo, aquel reflectante del cielo, ese lago hoy lejano, distante como aquel pasado donde me movía entre sus miradas y rechazos, sus mieles e incomodidades, hasta un día decirle adiós, no sin antes haber demolido todas las fachadas inútiles que yo pensaba, me servirían para sostener lo inminentemente derrumbable y fue así como entendía, que no era ello lo que la sostenía a ella junto a mí de alguna forma, sino lo escaso que compartíamos, lo que la literatura de libros viejos y canciones llegaba a nosotros para quedarse, lo que un corto viaje que igual se había arruinado por incomodidad y por su propia defensa, logró mostrar al final, que valía la pena seguir cuidando una fuerte amistad y un amor profundo y solo así, se guardaba en un cofre de la paciencia, al menos una esperanza de poder seguir compartiendo, pero la amaba demasiado y su alegría o ser alguna vez ejemplo o consuelo, encendía mi vida, pero al mismo tiempo era yo muy miserable ante el rechazo.
Distante, así se veía la Laguna Grande de la Sierra, aquel lago en el cielo que como la canción, que ya no canto, porque son otros tiempos, se me escapaba como arena en mis manos y entonces seguí caminando, con las pocas palabras de francés que me sabía, para animar a una chica que yacía exhausta por la altura y no sabía ni una gota de español y que no íbamos a dejar allí, sin que lo intentara. ¨Tu peux, lève-toi, merd, tres bien, allez allez¨.
Poco a poco hemos llegado al gran Púlpito, tan inmenso como ladrón del aliento, abre bocas por la inmensa sorpresa de su imponencia y aquella mujer que presumía haber ascendido al Montblanch muchas veces, anegada en lágrimas solo podía pronunciar un ahogado ¨merci¨ mientras su llanto alcanzaba la blanca nieve a sus píes cansados y yo, agradecido, ya no podía mirar atrás, ya no podría seguir cantando lo mismo, pues aunque fuese inevitable recordar, también imperaba resignificar.
Los lagos en el cielo ahora son solo para mí, sin el lamento del no poder compartirlos, y ahogarme en sus rechazos. El dolor, al ella no entender que al menos quería hacerla reír, consolar sus tristezas y compartir lo que seguro le endulzara el alma, compartir incluso con lo que ella soñaba, como caminar entre la selva, leer juntos como antaño en la distancia, reír de cualquier cosa o encontrar músicas viejas, que funcionaban bien como máquinas del tiempo, sin pretender esas relaciones que ella tanto odiaba, porque la ataban a temores gigantes, no fue tan fuerte como la ironía que se burlaba en mi cara y me gritaba que al final no eran esas relaciones, lo que rechazaba o temía sino a la persona (yo) porque no pasó mucho y lo que tanto temió conmigo, lo disfrutaba con alguien más, que apagaba su fuego y yo me ahogaba en los porqué.
Ella realmente me hacía tener fuerza para ser yo mismo, para vivir la vida y hacer lo inusualmente distinto aunque auténtico, pero en el fondo la fuerza debía tenerla solo por mí y ese fue mi error. Realmente amaba a esa mujer, pero nunca entendí o acepté (más bien) el por qué yo no era suficiente. A fuerza estoica, porque no quedaba otra, acepté y entendí que toda iniciativa, de al menos mi amistad, no lograba más que su incomodidad y rechazo, mi dolor y mi incertidumbre, pero estoy tranquilo y seguro porque di y hubiese seguido dando todo y creo que muchas veces en vano, lo hice, inútilmente, pero sin esa supuesta respuesta esperada por mí, para mí, era suficiente solo con lo que yo hacía y algún eco tendría en ella. Cansado y hastiado de su asco, tengo que caminar por mí, visitar por mí, hacer por mí y no enviar más cartas que se perderán en el olvido. Si no sirvió nada de lo hecho, no es justo conmigo ni con ella el quedarse, el insistir y por ello... canto otras canciones aunque sea el mismo quien entona y precisamente, como decía Cerati, ¨Si no olvido, moriré¨.
Regresando de la montaña, al despejarse un poco el cielo, que lloraba gélidos copos y ahora mostraba un azul intenso, mi buen guía Giovanny, me ha mostrado una de las miradas más memorables y jamás presenciadas por mí; la mirada de la misma montaña, de un turquesa profundo, sincero y sin parpadeo. Mi madre me miraba con amor honesto y ahora la montaña lo hacía con alegría y belleza infinita. Los ojos de la montaña o las lagunillas de Campanillas, fueron mi tesoro y trofeo de regreso para el espíritu, para los nuevos recuerdos, que no compartiré, más que conmigo y con eso debería bastar. Como un demente huiré a todo lugar que pueda, porque no quiero que sigas siendo el paisaje más soñado.
No era soberbia, es amor; tenía que tener el valor para entonar con la misma voz, otras estrofas y decir adiós porque es crecer; Juliana. (...)
Waypoints
Comments (2)
You can add a comment or review this trail
Una ruta sencillamente espectacular, había que compartirla definitivamente, muy buen registro fotográfico y muy buena crónica Marius, felicitaciones.
Oscar siempre es un agrado saber que estas rutas son de su gusto y espero algún día se aventure a hacerlas así como yo lo hice en la bella Antioquía. Muchas gracias por valorar esos trazados que nos sirven para mantenernos vivos y contentos.