LA VEREDA DE LAS AGUAS Y EL SENDERO DEL BRONCE (BAÑOS DE LA ENCINA)
near Baños de la Encina, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Sensacional ruta acuática con grandes reminiscencias históricas en la que no sólo hemos experimentado el auténtico placer de recorrer estos magníficos senderos ribereños antiguamente andados entre otros por los mineros de Baños de la Encina en su camino hacia las Minas del Centenillo como es la Vereda de las Aguas, que nos permite sentir esta interminable sucesión de entrantes y salientes de agua a modo de fiordos o rías con sus barcas varadas en la orilla dándonos la sensación de sumergirnos en un singular mar de interior, otro choque paisajístico más en nuestra variada provincia jiennense, que además nos permite sumergirnos en la Cultura del Argar, de 4000 años de antigüedad, a través de sus poblados y fortines en torno a esta antigua cuenca minera del Río Rumblar que jalonan nuestro recorrido dándole un toque de autenticidad a esta maravilla bañusca.
Iniciamos esta ruta en el aparcamiento habilitado junto a la Casa del Pueblo de Baños de la Encina, muy próximo al Castillo de Burgalimar (Monumento Nacional desde 1931), imponente fortaleza musulmana finalizada en el año 968, y que presume de ser uno de los castillos musulmanes más antiguos y mejor conservados de toda Europa. Nos introducimos hacia el norte en esta bellísima localidad declarada Conjunto Histórico Artístico en 1969 y que tras contemplar varias casas solariegas nos encontramos con la Ermita del Cristo del Llano (siglo XVII) que alberga un impresionante camarín del más puro barroco andaluz. Tras deleitarnos con el sobrio edificio nos dirigimos hacia el NE siguiendo en línea recta la calle Calvario Viejo que nos saca del casco urbano. Sin cambiar la dirección comenzamos a descender pasando junto a unos bellos afloramientos de pizarra del paraje de la Celada o “Zalá” con su correspondiente panel interpretativo hasta llegar a un cruce de caminos al final del corto descenso. En este cruce seguiremos rectos hacia el NE pasando junto a las ruinas de una antigua construcción que conserva su sencilla pero bonita alberca para el riego. El camino coincide a partir de aquí con el GR-48 y el sendero PR-A 289 que conduce al Yacimiento Verónica. Progresamos entre muros de piedra y chumberas para comenzar a ascender hacia un bosquete de pinos que vemos en alto a través de la llamada Cuesta del Descolorío (o Descolorido). Una vez en el punto más alto, el Puerto del Santo Cigarro, podemos contemplar unas magníficas vistas sobre Baños de la Encina y todo el mar de olivos de la Depresión del Guadalquivir hacia el sur y el contraste de la frondosidad de los pinares que tapizan hacia el norte el Vale del Río Grande. Recorremos la divisoria de aguas entre pinos de la reforestación realizada en la década de los 60 y comenzamos a descender pasando por el Collado Polo siguiendo desde éste los márgenes de una finca de ganadería brava hasta llegar a vadear el Arroyo del Rumblarejo, tras el cual se separan el GR-48 y el PR-A 289, siguiendo en nuestro caso el PR que asciende con fuerte pendiente a través de un cortafuegos hacia el norte (el GR proseguiría junto al cauce del arroyo para continuar hacia La Carolina). Una vez en lo más alto de esta meseta cimera que es el Cerro Verónica avanzamos por la pista-cortafuegos paralelos a la alambrada que nos acompaña a nuestra derecha con unas amplias vistas al Valle del Río Grande con su bellísima sucesión de meandros hasta que nos desviamos un poco más adelante hacia la izquierda en descenso a través de un sendero que en su inicio es inapreciable pero que está correctamente señalizado con las franjas blancas y amarillas correspondientes a los indicativos de PR que apreciaremos en los troncos de los pinos. A medida que descendemos rápidamente se marca el sendero que discurre inicialmente paralelo a un arroyuelo en un paraje umbrío bastante vistoso con los diferentes tonos de verde que en esta época muestras los musgos y líquenes que cubren rocas y árboles además del pasto y la hierba que tapiza los márgenes del arroyo, una gozada. La senda se separa del cauce y tras una breve subida llegaremos a un collado desde el que llegamos al Yacimiento Verónica, asentamiento argárico de la Edad del Bronce (1900-1600 a.C.) que aún permanece sin excavar por lo que debemos respetar su integridad, disposición y contenido para que las futuras intervenciones que se realicen en este lugar puedan sacar a la luz la gran cantidad de historia que atesora este enclave. Este es uno de los poblados más extensos de la Edad del Bronce del Valle del Rumblar, ocupando unas 2 hectáreas. Su principal actividad fue la minera y la metalúrgica, igual que el Poblado de Peñalosa, que veremos a lo lejos más adelante en esta ruta. Apreciaremos que se encuentra sobre un estrecho meandro que forma el Río Grande un poco antes de unirse al Río Pinto y formar ambos ya el Río Rumblar. Contemplamos los restos de los muros de pizarra de la fortificación ubicada en lo alto del cerro a 100 metros sobre el río mientras que en su ladera se cortaban plataformas artificiales a modo de gigantescos escalones en descenso hacia el río Grande donde se situaban las viviendas. En la zona más alta del cerro se vislumbran restos de robustas construcciones que nos indican la presencia de una acrópolis fortificada coronando el poblado al igual que la documentada en Peñalosa. Además de estos vestigios de la cultura de El Algar, este paraje tiene el añadido de las maravillosas y singulares vistas sobre la serpenteante cola que forma la desembocadura del Río Grande en el Embalse del Rumblar.
Una vez saciados de las reminiscencias históricas del Yacimiento Verónica comenzamos a descender buscando el Valle del Río Grande hoy ocupado por las aguas remansadas del Embalse del Rumblar, obra hidráulica realizada en la llamada Cerrada de la Lóbrega e iniciada durante la II República Española, y que permite el embalsado del Río Rumblar, resultado de la unión del Río Grande y del Río Pinto. Para ello descendemos por la arista del cerro que a modo de gigantesco espolón penetra en las aguas hacia el NO a través de un senderillo difuso que cómodamente nos lleva en descenso hasta la misma orilla mientras nos ofrece unas preciosas vistas en nuestra aproximación al cauce. Una vez a ras de agua tomamos a la izquierda un delicioso sendero que recorre el embalse por su orilla en un sinuoso trazado que en ocasiones ha sido tallado en los propios escarpes de pizarra que penetran en el agua denotando el importante uso que hasta no hace tanto se le daba, puesto que este era el camino que seguían los mineros bañuscos para dirigirse a las Minas del Centenillo y que se conocía como la Vereda de las Aguas. Muy pocas veces tenemos la oportunidad de dirigir nuestros pasos entre bosque y orilla en tramos tan prolongados como nos brinda esta ruta, progresando continuamente sobre esta vasta extensión acuática por un comodísimo sendero que proporciona unas sensaciones muy placenteras mientras lo recorremos y donde no es de extrañar que nos aparezca algún ejemplar de ganadería brava que aunque su cornamenta aparente peligro no lo hay si respetamos e ignoramos al animal. El sendero tiene múltiples entrantes y salientes al atravesar los diversos barranquillos y arroyos que vierten sus aguas en él, antiguamente afluentes del Río Grande y que ahora dan la apariencia de fiordos nórdicos o de pequeñas rías que tenemos el lujo de disfrutar en nuestra tierra, bastante más meridional que los paisajes que evocan esta estampa pero no menos prolífica en diversidad paisajística, engendrando una experiencia peculiar de gran belleza. El primero de estos “fiordos o rías” es el que forma el Arroyo del Rumblarejo, con un magnífico adelfal que cubre toda su desembocadura y que lo atravesamos para continuar con nuestro periplo por este magnífico sendero orillado, que en ocasiones se penetra en el bosque, otras atraviesa las jaras u otras plantas aromáticas, pero siempre junto a la cubierta de agua que inunda nuestra mirada mientras progresamos. Pasamos un par de entradas de agua más hasta que tras atravesar un espeso jaral llegamos al Arroyo de la Celada, donde tras vadearlo y pasar la puerta de un vallado (dejar ésta conveniente cerrada tras cruzar) nos separamos de la orilla para comenzar a subir por el magnífico Camino de la Picoza, antiquísima senda que esculpida en roca y que gana altura rápidamente hasta llegar a un collado en las proximidades de la Piedra Escurridera repleto de eucaliptos, dejando a nuestra derecha el Cerro Estacas. Aquí tomamos una pista a nuestra derecha que en descenso y junto al Arroyo de la Alcubilla nos lleva al Área Recreativa de la Alcubilla, donde nos encontraremos con un magnífico complejo hídrico formado por un pozo (agua salobre para las bestias), una alcubilla o arca de agua (agua potable para las personas), varios rebosaderos y sus canales de evacuación. Por encima de esta área podemos contemplar el Huerto Miguelico, típico huerto en barranco con sus bancales presente en toda la Dehesa Santo Cristo donde penetramos a partir de ahora. A partir de este punto seguiremos el sendero señalizado PR-A 288 o Sendero del Bronce, cuyas balizas nos guiarán a partir de ahora nuestro camino.
Desde el área recreativa seguimos descendiendo junto al arroyo para un poco más abajo tras llegar a una bifurcación separarnos de su cauce (habitualmente seco) tomando el camino que hacia la izquierda asciende suavemente a través de un bosque mixto de pino y eucalipto. Este es el Camino de San Lorenzo, que conserva tramos empedrados con grandes piedras de granito según la técnica “glarea strata” (cantos rodados y guijarros de tamaño medio apisonados con arena y/o arcilla que hacía de aglomerante), lo que denota su probable origen romano, aunque algunos historiadores lo fechan de época medieval.
Inmediatamente tras pasar por el tramo empedrado del Camino de San Lorenzo llegaremos a un collado donde se sitúa Piedras Bermejas, pintoresco acúmulo de bolos y canchales de granito rojo que nos regala unas bonitas vistas sobre el Barranco del Arroyo del Paridero y parte de la Dehesa del Santo Cristo. Continuamos ahora la pista hacia la derecha en dirección norte hasta llegar al Fortín de Migaldías, coronando el Cerro Molinos, con evidente función de control y vigilancia de la zona por su estratégica posición y sus consiguientes vistas sobre los Ríos Grande y Pinto y su “junta”, controlando los pasos por estas cuencas y la comunicación de poblados argáricos como el de La Verónica, que hemos visto anteriormente y el de Peñalosa, que veremos a lo lejos en el tramo final de la ruta . Esta fortaleza argárica, (1900-1600 a.C.) con recios muros de hasta metro y medio de grosor que evidencian su función defensiva, se levantaban sobre roca natural con forma ovalada o rectangular y con un alzado de 6 a 8 metros de altura, siendo reforzados los lienzos de muralla con torres y bastiones y siendo techado su perímetro con una especie de empalizada de madera. Como curiosidad decir que ene estos fortines existía continuamente encendida una hoguera para poder comunicarse de forma inmediata en caso de que fuera necesario ante presencia extraña o invasión con los poblados cercanos(Peñalosa, Verónica,…) o con los fortines defensivos de la zona. Es un deleite contemplar el buen estado de los muros del fortín que se conservan magníficamente y poder hacer un ejercicio de imaginación sin mucho esfuerzo de la vida en esta estructura defensiva y recrearnos con las soberbias panorámicas que desde aquí se obtienen del Embalse del Rumblar y de la desembocadura en él del Arroyo de la Celada además de contemplar de frente la fusión del Río Grande y el Río Pinto en la misma cuenca, razón que justifica sobradamente la estratégica posición de este fortín.
Desde este punto continuamos la ruta desandando nuestros pasos el corto trecho hasta la intersección de la pista desde donde tomamos el ramal que nos ha llevado al fortín y la tomamos a la derecha en descenso siguiendo el amplio camino hacia el SO introduciéndonos en una zona boscosa donde la espesura y la humedad se hacen patentes tapizando de verdor las rocas y los troncos de los árboles, destacando las piedras alineadas que forman las antiguas majadas y parideras de ganado que utilizaban los pastores trashumantes venidos de la Serranía de Cuenca, del Señorío de Molina y de la Serranía de Albarracín. Estos pastores de oveja merina pasaban el invierno en estas tierras para evitar los rigores estacionales que en esas épocas asolaban su lugar de origen, siendo este un pasteadero invernal excepcional, siendo utilizado como tal desde el siglo XIII.
Continuamos el descenso por la pista hasta llegar a ras de agua de nuevo donde tomamos ahora un sendero que se introduce entre unos eucaliptos y que contornea la orilla en un bellísimo tramo hasta llegar al Arroyo del Paridero, junto al cual se ubica el Huerto Banderas o “del Tío Feo”, típico huerto abancalado que se va adaptando a los barrancos que desde el cerro de la Calera descienden al embalse del Rumblar. Son huertos decimonónicos escalonados nacidos al amparo de la revuelta social acaecida tras la desamortización de Madoz (1855) que se convirtieron en huertos de subsistencia y que ya a finales del siglo XIX tras real decreto fue reconocida la propiedad de los colonos salvaguardándolos de la privatización que comenzaba a imperar en estos terrenos.
El sendero continua su trazado ribereño haciéndonos gozar con la proximidad del agua y tras pasar un puntal donde el sendero fue excavado en la propia roca llegamos al Arroyo Jamilena y su confluencia en el embalse que rodeamos, en un bellísimo enclave donde eucaliptos, pinar, los pastos y las pequeñas pozas de agua del arroyo crean un paraje bastante especial. El sendero continua ya por un camino más amplio y despejado hasta llegar a la Playa del Tamujoso, zona de baño bastante frecuentada en época estival. Aquí obviamos la pista asfaltada que asciende hasta el pueblo y continuamos por el sendero que prosigue por la orilla del embalse hacia el sur que confluye de nuevo en otra pista que continua bordeando el agua. La pista traza una curva cerrada a la izquierda y comienza a ascender. En este punto podremos apreciar un sendero que con una pendiente muy pronunciada asciende hacia el este desde esa misma curva y que tomamos introduciéndonos en un espeso jaral que nos conduce rápidamente al Mirador del Cerro Moyano, ubicado en lo alto de este cerro y que ofrece unas panorámicas excepcionales al Embalse del Rumblar pero sobre todo al Castillo de Burgalimar y el casco urbano de Baños de la Encina y al increíble Poblado de Peñalosa que apreciaremos al otro lado del embalse frente a nosotros. Peñalosa es un poblado argárico al igual que el que hemos visitado en el Cerro Verónica y que se asienta sobre un espolón de pizarra dominando el valle del Río Rumblar (ahora pantano) con una gruesa muralla de varios metros de altura que fortifica el poblado. En la ladera del cerro aparecen las ruinas de las antiguas casas de planta rectangular u ovalada sobre un terreno aterrazado que se comunican entre sí por calles estrechas y pasillos. En la zona superior del cerro aparece una fortificación doblemente amurallada que identifican como la acrópolis del poblado. Este poblado, de 1´5 hectáreas, contaría con unos 100 habitantes con una sociedad estratificada y que centraría su vida en la explotación minera del valle, en concreto del cobre.
Descendemos ya de este mirador habilitado en el Cerro Moyano siguiendo una pista hacia el NE que nos conduce a una pista asfaltada que atraviesa esta zona de la Dehesa del Santo Cristo. Seguimos ésta a la derecha por el sendero que discurre paralelo al asfalto y donde apreciamos las balizas del PR y que súbitamente asciende mediante un repechón al Puntalillo de la Cruz Chiquita, lugar donde antiguamente se ubicaba una cruz y que ofrece unas buenas vistas sobre Las Colmenillas y la Cola de Valdeloshuertos del Embalse del Rumblar. El camino progresa atravesando una allanada próxima a unos antiguos rajales de colmenas tras lo cual asciende hasta introducirse en el sector más septentrional del casco urbano de Baños a través del Viejo Camino de los Llano que nos lleva al Llano del Santo Cristo junto al Campo de Fútbol de esta localidad. Este llano era un viejo descansadero de ganado merino en el que postaban los ganados trashumantes. Desde aquí nos dirigimos por el Paseo de la Llamada que bordea el Cerro de la Llaná y que dando vistas al impresionante castillo encaramado sobre el Cerro y que tras pasar junto a un monumento construido con los rulos de un molino de aceite y junto a la oficina de turismo nos conduce al parking que fue nuestro punto inicial de la ruta y donde finalizamos este bello y singular recorrido.
Iniciamos esta ruta en el aparcamiento habilitado junto a la Casa del Pueblo de Baños de la Encina, muy próximo al Castillo de Burgalimar (Monumento Nacional desde 1931), imponente fortaleza musulmana finalizada en el año 968, y que presume de ser uno de los castillos musulmanes más antiguos y mejor conservados de toda Europa. Nos introducimos hacia el norte en esta bellísima localidad declarada Conjunto Histórico Artístico en 1969 y que tras contemplar varias casas solariegas nos encontramos con la Ermita del Cristo del Llano (siglo XVII) que alberga un impresionante camarín del más puro barroco andaluz. Tras deleitarnos con el sobrio edificio nos dirigimos hacia el NE siguiendo en línea recta la calle Calvario Viejo que nos saca del casco urbano. Sin cambiar la dirección comenzamos a descender pasando junto a unos bellos afloramientos de pizarra del paraje de la Celada o “Zalá” con su correspondiente panel interpretativo hasta llegar a un cruce de caminos al final del corto descenso. En este cruce seguiremos rectos hacia el NE pasando junto a las ruinas de una antigua construcción que conserva su sencilla pero bonita alberca para el riego. El camino coincide a partir de aquí con el GR-48 y el sendero PR-A 289 que conduce al Yacimiento Verónica. Progresamos entre muros de piedra y chumberas para comenzar a ascender hacia un bosquete de pinos que vemos en alto a través de la llamada Cuesta del Descolorío (o Descolorido). Una vez en el punto más alto, el Puerto del Santo Cigarro, podemos contemplar unas magníficas vistas sobre Baños de la Encina y todo el mar de olivos de la Depresión del Guadalquivir hacia el sur y el contraste de la frondosidad de los pinares que tapizan hacia el norte el Vale del Río Grande. Recorremos la divisoria de aguas entre pinos de la reforestación realizada en la década de los 60 y comenzamos a descender pasando por el Collado Polo siguiendo desde éste los márgenes de una finca de ganadería brava hasta llegar a vadear el Arroyo del Rumblarejo, tras el cual se separan el GR-48 y el PR-A 289, siguiendo en nuestro caso el PR que asciende con fuerte pendiente a través de un cortafuegos hacia el norte (el GR proseguiría junto al cauce del arroyo para continuar hacia La Carolina). Una vez en lo más alto de esta meseta cimera que es el Cerro Verónica avanzamos por la pista-cortafuegos paralelos a la alambrada que nos acompaña a nuestra derecha con unas amplias vistas al Valle del Río Grande con su bellísima sucesión de meandros hasta que nos desviamos un poco más adelante hacia la izquierda en descenso a través de un sendero que en su inicio es inapreciable pero que está correctamente señalizado con las franjas blancas y amarillas correspondientes a los indicativos de PR que apreciaremos en los troncos de los pinos. A medida que descendemos rápidamente se marca el sendero que discurre inicialmente paralelo a un arroyuelo en un paraje umbrío bastante vistoso con los diferentes tonos de verde que en esta época muestras los musgos y líquenes que cubren rocas y árboles además del pasto y la hierba que tapiza los márgenes del arroyo, una gozada. La senda se separa del cauce y tras una breve subida llegaremos a un collado desde el que llegamos al Yacimiento Verónica, asentamiento argárico de la Edad del Bronce (1900-1600 a.C.) que aún permanece sin excavar por lo que debemos respetar su integridad, disposición y contenido para que las futuras intervenciones que se realicen en este lugar puedan sacar a la luz la gran cantidad de historia que atesora este enclave. Este es uno de los poblados más extensos de la Edad del Bronce del Valle del Rumblar, ocupando unas 2 hectáreas. Su principal actividad fue la minera y la metalúrgica, igual que el Poblado de Peñalosa, que veremos a lo lejos más adelante en esta ruta. Apreciaremos que se encuentra sobre un estrecho meandro que forma el Río Grande un poco antes de unirse al Río Pinto y formar ambos ya el Río Rumblar. Contemplamos los restos de los muros de pizarra de la fortificación ubicada en lo alto del cerro a 100 metros sobre el río mientras que en su ladera se cortaban plataformas artificiales a modo de gigantescos escalones en descenso hacia el río Grande donde se situaban las viviendas. En la zona más alta del cerro se vislumbran restos de robustas construcciones que nos indican la presencia de una acrópolis fortificada coronando el poblado al igual que la documentada en Peñalosa. Además de estos vestigios de la cultura de El Algar, este paraje tiene el añadido de las maravillosas y singulares vistas sobre la serpenteante cola que forma la desembocadura del Río Grande en el Embalse del Rumblar.
Una vez saciados de las reminiscencias históricas del Yacimiento Verónica comenzamos a descender buscando el Valle del Río Grande hoy ocupado por las aguas remansadas del Embalse del Rumblar, obra hidráulica realizada en la llamada Cerrada de la Lóbrega e iniciada durante la II República Española, y que permite el embalsado del Río Rumblar, resultado de la unión del Río Grande y del Río Pinto. Para ello descendemos por la arista del cerro que a modo de gigantesco espolón penetra en las aguas hacia el NO a través de un senderillo difuso que cómodamente nos lleva en descenso hasta la misma orilla mientras nos ofrece unas preciosas vistas en nuestra aproximación al cauce. Una vez a ras de agua tomamos a la izquierda un delicioso sendero que recorre el embalse por su orilla en un sinuoso trazado que en ocasiones ha sido tallado en los propios escarpes de pizarra que penetran en el agua denotando el importante uso que hasta no hace tanto se le daba, puesto que este era el camino que seguían los mineros bañuscos para dirigirse a las Minas del Centenillo y que se conocía como la Vereda de las Aguas. Muy pocas veces tenemos la oportunidad de dirigir nuestros pasos entre bosque y orilla en tramos tan prolongados como nos brinda esta ruta, progresando continuamente sobre esta vasta extensión acuática por un comodísimo sendero que proporciona unas sensaciones muy placenteras mientras lo recorremos y donde no es de extrañar que nos aparezca algún ejemplar de ganadería brava que aunque su cornamenta aparente peligro no lo hay si respetamos e ignoramos al animal. El sendero tiene múltiples entrantes y salientes al atravesar los diversos barranquillos y arroyos que vierten sus aguas en él, antiguamente afluentes del Río Grande y que ahora dan la apariencia de fiordos nórdicos o de pequeñas rías que tenemos el lujo de disfrutar en nuestra tierra, bastante más meridional que los paisajes que evocan esta estampa pero no menos prolífica en diversidad paisajística, engendrando una experiencia peculiar de gran belleza. El primero de estos “fiordos o rías” es el que forma el Arroyo del Rumblarejo, con un magnífico adelfal que cubre toda su desembocadura y que lo atravesamos para continuar con nuestro periplo por este magnífico sendero orillado, que en ocasiones se penetra en el bosque, otras atraviesa las jaras u otras plantas aromáticas, pero siempre junto a la cubierta de agua que inunda nuestra mirada mientras progresamos. Pasamos un par de entradas de agua más hasta que tras atravesar un espeso jaral llegamos al Arroyo de la Celada, donde tras vadearlo y pasar la puerta de un vallado (dejar ésta conveniente cerrada tras cruzar) nos separamos de la orilla para comenzar a subir por el magnífico Camino de la Picoza, antiquísima senda que esculpida en roca y que gana altura rápidamente hasta llegar a un collado en las proximidades de la Piedra Escurridera repleto de eucaliptos, dejando a nuestra derecha el Cerro Estacas. Aquí tomamos una pista a nuestra derecha que en descenso y junto al Arroyo de la Alcubilla nos lleva al Área Recreativa de la Alcubilla, donde nos encontraremos con un magnífico complejo hídrico formado por un pozo (agua salobre para las bestias), una alcubilla o arca de agua (agua potable para las personas), varios rebosaderos y sus canales de evacuación. Por encima de esta área podemos contemplar el Huerto Miguelico, típico huerto en barranco con sus bancales presente en toda la Dehesa Santo Cristo donde penetramos a partir de ahora. A partir de este punto seguiremos el sendero señalizado PR-A 288 o Sendero del Bronce, cuyas balizas nos guiarán a partir de ahora nuestro camino.
Desde el área recreativa seguimos descendiendo junto al arroyo para un poco más abajo tras llegar a una bifurcación separarnos de su cauce (habitualmente seco) tomando el camino que hacia la izquierda asciende suavemente a través de un bosque mixto de pino y eucalipto. Este es el Camino de San Lorenzo, que conserva tramos empedrados con grandes piedras de granito según la técnica “glarea strata” (cantos rodados y guijarros de tamaño medio apisonados con arena y/o arcilla que hacía de aglomerante), lo que denota su probable origen romano, aunque algunos historiadores lo fechan de época medieval.
Inmediatamente tras pasar por el tramo empedrado del Camino de San Lorenzo llegaremos a un collado donde se sitúa Piedras Bermejas, pintoresco acúmulo de bolos y canchales de granito rojo que nos regala unas bonitas vistas sobre el Barranco del Arroyo del Paridero y parte de la Dehesa del Santo Cristo. Continuamos ahora la pista hacia la derecha en dirección norte hasta llegar al Fortín de Migaldías, coronando el Cerro Molinos, con evidente función de control y vigilancia de la zona por su estratégica posición y sus consiguientes vistas sobre los Ríos Grande y Pinto y su “junta”, controlando los pasos por estas cuencas y la comunicación de poblados argáricos como el de La Verónica, que hemos visto anteriormente y el de Peñalosa, que veremos a lo lejos en el tramo final de la ruta . Esta fortaleza argárica, (1900-1600 a.C.) con recios muros de hasta metro y medio de grosor que evidencian su función defensiva, se levantaban sobre roca natural con forma ovalada o rectangular y con un alzado de 6 a 8 metros de altura, siendo reforzados los lienzos de muralla con torres y bastiones y siendo techado su perímetro con una especie de empalizada de madera. Como curiosidad decir que ene estos fortines existía continuamente encendida una hoguera para poder comunicarse de forma inmediata en caso de que fuera necesario ante presencia extraña o invasión con los poblados cercanos(Peñalosa, Verónica,…) o con los fortines defensivos de la zona. Es un deleite contemplar el buen estado de los muros del fortín que se conservan magníficamente y poder hacer un ejercicio de imaginación sin mucho esfuerzo de la vida en esta estructura defensiva y recrearnos con las soberbias panorámicas que desde aquí se obtienen del Embalse del Rumblar y de la desembocadura en él del Arroyo de la Celada además de contemplar de frente la fusión del Río Grande y el Río Pinto en la misma cuenca, razón que justifica sobradamente la estratégica posición de este fortín.
Desde este punto continuamos la ruta desandando nuestros pasos el corto trecho hasta la intersección de la pista desde donde tomamos el ramal que nos ha llevado al fortín y la tomamos a la derecha en descenso siguiendo el amplio camino hacia el SO introduciéndonos en una zona boscosa donde la espesura y la humedad se hacen patentes tapizando de verdor las rocas y los troncos de los árboles, destacando las piedras alineadas que forman las antiguas majadas y parideras de ganado que utilizaban los pastores trashumantes venidos de la Serranía de Cuenca, del Señorío de Molina y de la Serranía de Albarracín. Estos pastores de oveja merina pasaban el invierno en estas tierras para evitar los rigores estacionales que en esas épocas asolaban su lugar de origen, siendo este un pasteadero invernal excepcional, siendo utilizado como tal desde el siglo XIII.
Continuamos el descenso por la pista hasta llegar a ras de agua de nuevo donde tomamos ahora un sendero que se introduce entre unos eucaliptos y que contornea la orilla en un bellísimo tramo hasta llegar al Arroyo del Paridero, junto al cual se ubica el Huerto Banderas o “del Tío Feo”, típico huerto abancalado que se va adaptando a los barrancos que desde el cerro de la Calera descienden al embalse del Rumblar. Son huertos decimonónicos escalonados nacidos al amparo de la revuelta social acaecida tras la desamortización de Madoz (1855) que se convirtieron en huertos de subsistencia y que ya a finales del siglo XIX tras real decreto fue reconocida la propiedad de los colonos salvaguardándolos de la privatización que comenzaba a imperar en estos terrenos.
El sendero continua su trazado ribereño haciéndonos gozar con la proximidad del agua y tras pasar un puntal donde el sendero fue excavado en la propia roca llegamos al Arroyo Jamilena y su confluencia en el embalse que rodeamos, en un bellísimo enclave donde eucaliptos, pinar, los pastos y las pequeñas pozas de agua del arroyo crean un paraje bastante especial. El sendero continua ya por un camino más amplio y despejado hasta llegar a la Playa del Tamujoso, zona de baño bastante frecuentada en época estival. Aquí obviamos la pista asfaltada que asciende hasta el pueblo y continuamos por el sendero que prosigue por la orilla del embalse hacia el sur que confluye de nuevo en otra pista que continua bordeando el agua. La pista traza una curva cerrada a la izquierda y comienza a ascender. En este punto podremos apreciar un sendero que con una pendiente muy pronunciada asciende hacia el este desde esa misma curva y que tomamos introduciéndonos en un espeso jaral que nos conduce rápidamente al Mirador del Cerro Moyano, ubicado en lo alto de este cerro y que ofrece unas panorámicas excepcionales al Embalse del Rumblar pero sobre todo al Castillo de Burgalimar y el casco urbano de Baños de la Encina y al increíble Poblado de Peñalosa que apreciaremos al otro lado del embalse frente a nosotros. Peñalosa es un poblado argárico al igual que el que hemos visitado en el Cerro Verónica y que se asienta sobre un espolón de pizarra dominando el valle del Río Rumblar (ahora pantano) con una gruesa muralla de varios metros de altura que fortifica el poblado. En la ladera del cerro aparecen las ruinas de las antiguas casas de planta rectangular u ovalada sobre un terreno aterrazado que se comunican entre sí por calles estrechas y pasillos. En la zona superior del cerro aparece una fortificación doblemente amurallada que identifican como la acrópolis del poblado. Este poblado, de 1´5 hectáreas, contaría con unos 100 habitantes con una sociedad estratificada y que centraría su vida en la explotación minera del valle, en concreto del cobre.
Descendemos ya de este mirador habilitado en el Cerro Moyano siguiendo una pista hacia el NE que nos conduce a una pista asfaltada que atraviesa esta zona de la Dehesa del Santo Cristo. Seguimos ésta a la derecha por el sendero que discurre paralelo al asfalto y donde apreciamos las balizas del PR y que súbitamente asciende mediante un repechón al Puntalillo de la Cruz Chiquita, lugar donde antiguamente se ubicaba una cruz y que ofrece unas buenas vistas sobre Las Colmenillas y la Cola de Valdeloshuertos del Embalse del Rumblar. El camino progresa atravesando una allanada próxima a unos antiguos rajales de colmenas tras lo cual asciende hasta introducirse en el sector más septentrional del casco urbano de Baños a través del Viejo Camino de los Llano que nos lleva al Llano del Santo Cristo junto al Campo de Fútbol de esta localidad. Este llano era un viejo descansadero de ganado merino en el que postaban los ganados trashumantes. Desde aquí nos dirigimos por el Paseo de la Llamada que bordea el Cerro de la Llaná y que dando vistas al impresionante castillo encaramado sobre el Cerro y que tras pasar junto a un monumento construido con los rulos de un molino de aceite y junto a la oficina de turismo nos conduce al parking que fue nuestro punto inicial de la ruta y donde finalizamos este bello y singular recorrido.
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Comments (8)
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PJ, Me encanta la ruta. Es un poco larga para nosotros. Podrías sugerir una manera de hacerla más corta. 15km a 16km por ejemplo. Me gustan mucho tus informes sobre tus rutas. John (murraydublin)
Gracias, John. Esta ruta yo te aconsejo que pruebes a hacerla íntegra, tal y como nosotros la hicimos puesto que resulta bastante cómoda de andar y exenta de dificultades. De todos modos se podría acortar en varios puntos ya que discurre en la mayor parte del recorrido en las proximidades del municipio de Baños de la Encina. En caso de tener que acortarla se podría hacer justo cuando se llega al Fortín de Migaldías, volverse hasta Piedras Bermejas y de ahí siguiendo la pista llegarías al Llano del Santo Cristo desde donde seguirías el track por el Paseo de la Llamada hasta el lugar de inicio. Así saldrían unos 15-16 kms justos. Otra opción es hacerla en dos partes, por un lado el Sendero del Bronce (la segunda parte de la ruta) que está perfectamente balizado e indicado, y otro día hacer el Yacimiento Verónica y la Vereda de las Aguas. De todos modos yo te recomendaría el intentar hacerla entera ya que es muy factible.
Un saludo!!!
Pedro (PJCastro)
Hola, la ruta tiene pinta de ser maravillosa, y las explicaciones son geniales, estoy deseando hacerla tal cual. Es fácil de seguir el track?
Si, no debe de haber problemas. Ahora debe estar preciosa.
Si, eso he pensado, esta época es muy buena para hacerla.
Son unas 6 horas o se puede hacer en menos?
Una ruta maravillosa, increíble y con una orografía muy variada, que muestra la gran riqueza de nuestra provincia.
Mención aparte se merece el autor del track. La ruta está perfectamente grabada y explicada paso por paso. Contiene muchísima información, histórica, geográfica,...
Es de agradecer que haya personas que dediquen su tiempo a elaborar de forma tan magistral un track. Yo que he realizado la ruta hoy, veo el trabajo tan inmenso que tiene hacer algo así.
Muchas gracias Pedro por esta y tantas rutas más que has subido. Sin ellas, aún sería más ignorante de los rincones tan bellos de nuestra tierra.
Un saludo
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Easy to follow
Scenery
Moderate
Una ruta maravillosa, increíble y con una orografía muy variada, que muestra la gran riqueza de nuestra provincia.
Mención aparte se merece el autor del track. La ruta está perfectamente grabada y explicada paso por paso. Contiene muchísima información, histórica, geográfica,...
Es de agradecer que haya personas que dediquen su tiempo a elaborar de forma tan magistral un track. Yo que he realizado la ruta hoy, veo el trabajo tan inmenso que tiene hacer algo así.
Muchas gracias Pedro por esta y tantas rutas más que has subido. Sin ellas, aún sería más ignorante de los rincones tan bellos de nuestra tierra.
Un saludo
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Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
Preciosa ruta por el entorno de Baños de la Encina y el embalse del Rumblar.
Muy bien explicada y detallada por el autor, aunque hay que ir muy atento al GPS y saber leerlo un poco, ya que hay bastantes cruces.
Una pena lo bajo de agua que está el pantano en esta fecha que le quita parte de la belleza a la ruta, aunque por otra parte, ya conociéndola, se queda guardada para posibles fechas más abundantes de agua.
Gracias y un saludo.