Integral del Arco Calizo Central: Peña Negra-Morrón de la Gragea-Enebral-Realengo-Cruz de Camarolos-Chamizo
near Villanueva de Cauche, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Recorrido 3D
Víeo de Cristóbal Barrionuevo
Brutal ruta realizada con Comando Preston, físicamente muy dura y técnicamente complicada, íntegramente por piedra, gran parte por crestas y lapiaces salvajes que llevan las piernas al límite. Es un recorrido que tenía en mente desde hace años, pero hasta ahora no se habían dado las condiciones para realizarlo: necesita muchas horas de luz sin demasiado calor, y combinación de coches. Esta es la versión completa –casi como estaba prevista–, aunque hubo variantes para todos los gustos. Recorreremos las sierras del Cojo –o del Co, como se conoce por deformación, según explica el Comandante–, del Enebral, de Camarolos y del Jobo.
Partimos del aparcamiento habitual para subir a Peña Negra, un ensanche en el Km 38.5 –aproximadamente– de la carretera A7204 donde caben varios coches. Antes habíamos dejado otros coches en el Mirador del Hondonero, final previsto de la ruta. Desde la carretera comenzamos a subir por la ladera sur, plagada de cardos –no sé por qué se crían tan bien en todas estas sierras–, hacia una repisa por donde ascenderemos hasta la cruz de Peña Negra, donde alcanzamos la cresta.
Repisa de subida hacia la cruz de Peña Negra
Pasamos junto a la cueva, pero ni nos acercamos, ya la tenemos muy vista. Más a la izquierda hay otras cuevas que hemos visitado en otras ocasiones, pero hoy el recorrido es largo y no podemos entretenernos.
Cueva
En la cruz sí paramos un momento para las fotos y reagruparnos un poco, todavía vamos relajados.
Cruz de Peña Negra
Y comenzamos la subida por la arista hacia la cumbre.
Arista de Peña Negra
Esta cresta es de las más bonitas que conozco, muy larga y afilada, con un impresionante tajo a su izquierda –según se sube–, y fácil de andar, sin demasiada pendiente ni pasos complicados. Es una muy buena opción para empezar a aficionarse a los cresteríos.
Arista de Peña Negra
En la cumbre esperamos un buen rato para agruparnos –un tiempo precioso que después echaremos en falta–, y nos hacemos algunas fotos de grupo, hay que aprovechar que todavía no vamos demasiado desperdigados.
Cumbre de Peña Negra (1353)
La bajada hasta el collado que separa las dos cumbres–conocido como Collado del Surco de San Isidro– sí tiene algunos destrepes más complicados, hay que dar con la vía buena para no enriscarnos en exceso.
Bajando al Collado del Surco de San Isidro
Desde el collado hay una bajada por la que se podría volver a los coches en poco tiempo, una opción fácil para hacer una ruta circular corta. Pero esa no es nuestra intención, todo lo contrario, queremos hacer una ruta lineal larga.
Canuto de bajada desde el Collado de Peña Negra
Así que comenzamos a subir por la otra vertiente hacia la segunda cumbre, apenas 15 metros más baja que la principal.
Cara norte de Peña Negra desde la segunda cumbre
Luego seguimos un poco más por la cresta y después comenzamos a bajar hasta alcanzar la canal que nos conduce a la pedrera de bajada. La pedrera es muy incómoda –al menos para mí, que no me gusta nada la sensación de inestabilidad al pisar–, pero yo evito casi por completo la zona de piedra suelta, cruzando en la parte alta para bajar pegado al flanco derecho, y luego cruzo nuevamente a la izquierda en la zona baja, ya con bloques más grandes y estables. En pocos minutos estamos abajo
Pedrera de bajada de la Sierra del Cojo
En el puerto, paramos otra vez para agruparnos, y luego comenzamos a subir hacia el Morrón de la Gragea, primero por fuera de la valla, pero más arriba hay que saltarla. Esta subida se puede hacer más o menos entretenida según la vía que elijamos, nosotros vamos subiendo a todos los riscos que podemos, y nos entretiene bastante.
Subiendo al Morrón de la Gragea
En cuanto ganamos un poco de altura, la vertiente norte de la Sierra del Cojo aparece majestuosa.
Vertiente norte de la Sierra del Cojo
La última subida al Morrón la hacemos por una canal muy vertical, pero que se trepa sin mucha dificultad –otras veces me he complicado más–.
Morrón de la Gragea (1298)
En la cumbre apenas paramos unos segundos, pero en la bajada, como siempre que paso por aquí, me complico bastante buscando una vía más directa que la que solemos hacer. Ya sé que continuar la cuerda hacia el noreste es imposible, lo he intentado en varias ocasiones, una de ellas de subida, pero hay unos tajos muy abruptos con escalones insalvables. Hacia el norte es aún peor, hay una impresionante pared completamente vertical. Pero hacia el sur sigo buscando una vía para no retroceder tanto, un paso a cierta altura que no obligue a bajar hasta el valle. Voy con Antonio, que es una garantía, pero ni por esa, nos enriscamos bastante, teniendo que subir y bajar varias veces sin conseguir nuestro propósito: hay pasos demasiado expuestos y arriesgados que no estamos dispuestos a dar. Así que nos vemos obligados a retroceder hacia la bajada habitual, habiendo perdido un tiempo precioso que nos hubiera venido muy bien para ir más relajados al final de la ruta, y acumulando un desgaste adicional por las subidas y bajadas y por la tensión. Luego salimos al collado que separa el Morrón de la Gragea del Tajo del Tesorillo, donde hay una covacha, y podemos apreciar la cara noreste del Morrón, cuya bajada me tiene tan obsesionado.
Cara noreste del Morrón de la Gragea
La subida al Tajo del Tesorillo (1342) –o Cerro del Enebral– por la arista, no presenta dificultad, y después de encumbrarlo seguimos por la cuerda en una bajada también relativamente cómoda, hacia el collado que lo separa del Realengo.
Bajando del Enebral hacia el Realengo
Desde el collado se puede atacar la cumbre del Realengo (1424) directamente, pero yo prefiero ganar la cuerda subiendo por el lapiaz pegado a los tajos –es mi manera–. Unos metros al este de la cumbre y prácticamente a la misma altura se sitúa el pluviómetro, donde paramos unos minutos para hacer algunas fotos y picar algo mientras contemplamos las hermosas vistas de las Sierras de Camarolos, del Jobo y los Tajos del Sabar con la Maroma detrás y Sierra Nevada de blanco telón de fondo.
Pluviómetro del Realengo
Tenemos que saltar la valla para bajar hacia la Cruz de Camarolos, pero hay varios puntos fáciles. Yo voy siguiendo la cuerda hasta el collado al pie de la sierrecilla que se extiende de este a oeste entre el Realengo y la Cruz de Camarolos. Tiene tres cotas, la más alta supera en cinco metros al Realengo. Nosotros pasamos por el collado de la izquierda, en otras ocasiones he recorrido toda esta cresta, pero hoy vamos ya muy justos de tiempo –y de fuerzas, porque la ruta es muy machacante, más de lo que pudiera parecer–.
Sierrecilla entre el Realengo y la Cruz de Camarolos
Luego bajamos por la otra vertiente y atacamos la arista de la Cruz de Camarolos directamente. Por aquí, más que la trepada –que no presenta gran dificultad– la complicación la ponen los cardos, que nos llegan a la altura del pecho y están muy espesos –suerte que llevo mi camisa–. Cuando enganchamos la cresta subimos por el sendero que la recorre hasta la cumbre.
Cresterío entre la Cruz de Camarolos y el Chamizo
En la cumbre paro un momento para comer algo, y valoro la situación. Desde aquí se aprecia bien todo el cresterío que nos separa del Chamizo, son cerca de las cuatro y nos queda prácticamente la mitad de la ruta, así que es necesario aumentar mucho el ritmo si queremos acabar de día. No se trata de correr –que no se puede ni por el tipo de terreno ni por las fuerzas que nos quedan a estas alturas–, sino de no perder ni un minuto más. Así que tomo la dolorosa decisión de renunciar a la segunda cumbre de Camarolos, que aunque apenas añade desnivel porque está exactamente a la misma altura que la principal (1444), si requiere veinte o treinta minutos de los que ya no dispongo para completar el bucle.
Cruz de Camarolos
De manera que bajo por la misma arista hasta el collado de Camarolos, y luego continúo por la cresta. Esta es una zona de lapiaz bastante áspero, donde además hay que ir esquivando el matorral, que castiga las piernas ya maltrechas de lo que llevamos.
Cruz de Camarolos
Luego hay que saltar una valla –tiene un paso fácil– y bajar hasta otro collado. Aquí la mayor parte del grupo se retira, bajando hacia la izquierda para buscar el Llano del Hondonero y llegar a los coches por la vía más fácil. En cualquier caso, con lo que llevamos recorrido ya es una gran ruta, y muy dura y complicada, no tanto por la distancia y el desnivel sino por el tipo de terreno. Yo sigo adelante, pero no las tengo todas conmigo, si veo que no me va a dar tiempo buscaré algún escape.
Lapiaz en la Sierra de Camarolos
Desde este collado hay que superar un resalte rocoso, pero hay un sendero marcado que nos conduce muy bien hasta el Collado de la Vereda de Riogordo a través del áspero lapiaz, aunque sigue siendo muy pedregoso. El campo está precioso en esta época, con las peonías florecidas, lirios y flores de todo tipo, lo malo son los cardos, que lo invaden todo y ocultan el sendero, pero con un pantalón recio y una buena camisa, ni se notan.
Peonías en la Sierra de Camarolos
Hacia las seis de la tarde estoy en el collado de la Vereda de Riogordo, al pie del Cerro Pelado. Desde aquí seguiré la cuerda, aunque dadas las circunstancias, no podré entretenerme en subir a todos los riscos ni ceñirme a ella tanto como me gustaría. A estas alturas ya estamos todos completamente desperdigados, los pocos que seguimos intentando completar el recorrido previsto vamos solos, cada uno a su ritmo y sin perder tiempo en nada.
Collado de la Vereda de Riogordo
A pesar de que voy bastante justo de fuerzas, cuando paso junto al escarpado morrón que hay poco antes del Puerto de los Perdigones, tengo que hacer esfuerzos para no coronarlo, es una formación muy atractiva, pero ya lo he subido en otras ocasiones y tengo que reservarme porque aún me queda un buen trecho de subida hasta el vértice del Chamizo.
Morrón y Chamizo
La bajada hasta el puerto de los Perdigones me viene muy bien para soltar un poco las piernas, que ya van muy machacadas de tanta tralla, y la visión cada vez más cercana del Chamizo me anima y reconforta. Son las siete y cuarto y solo me queda un kilómetro de distancia y doscientos treinta metros de desnivel hasta la cumbre.
Cresterío del Chamizo
El Chamizo tiene vistas espectaculares de todas las sierras vecinas: hacia el norte Sierra Gorda, Sierra de San Jorge y Gibalto. Sierra Nevada, Sierra de Alhama, El Vilo, La Maroma y la Sierra del Sabar hacia el este. Hacia el sur la bahía de Málaga, y hacia el oeste las Sierras del Jobo, Camarolos, Las Cabras, Peña Negra, el Torcal, Camorro Alto, y la Sierra del Tablón. Echo un breve vistazo a todo el horizonte y apuro el último trago de agua –que ya vengo racionando desde hace rato–.
Vértice del Chamizo
La bajada la hago por el Derrumbadero, siguiendo un poco la cuerda para luego girar a la izquierda por una canal que nos conduce a una zona muy espectacular de grandes bloques, cuya belleza se resalta aún más por la cálida luz del atardecer. Hay un sendero bien marcado con hitos, pero en la parte final la pendiente es muy acusada y con mucha piedra suelta que la hace muy incómoda –reconozco que por aquí los bastones podrían ayudar, pero no sé si merece la pena cargar con ellos todo el camino para un tramo de apenas un kilómetro–.
Derrumbadero
El último reagrupamiento lo hacemos en la Venta las Delicias, a la salida de Villanueva del Rosario, donde nos rehidratamos, nos relajamos y bromeamos comentando los pormenores de la ruta. Un final perfecto para una ruta inolvidable, pero no irrepetible, porque la pienso repetir en cuanto tenga ocasión.
Waypoints
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