Valle de la Fuenfría: Puerto, Ducha de los Alemanes, refugio de Aurrulaque y Miradores de los Poetas

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Reseña de la ruta en Adventoorer: Valle de la Fuenfría: Puerto, Ducha de los Alemanes, refugio de Aurrulaque y Miradores de los Poetas.

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En días tan nublados como hoy no me apetece mucho subir montañas. La visibilidad va a ser nula en cuanto se alcance un poco de altura, y andar sin ver nada a mi alrededor nunca me ha gustado. Así que prefiero dar una vuelta por los bosques del Valle de la Fuenfría. Entre los árboles la niebla sí resulta agradable.

Como hoy no es fin de semana, me ahorro un madrugón demencial. No llego demasiado pronto al aparcamiento de las Dehesas, frente a Casa Cirilo, y hay pocos coches. No creo que vaya a encontrar el valle demasiado masificado.

Empiezo subiendo al Puerto de la Fuenfría por la Calzada Romana, una ruta marcada con puntos verdes. Es un camino desenterrado del olvido, metafórica y literalmente, hace no mucho tiempo. Antes de los trabajos de excavación, se pensaba que el trazado romano es el que ahora se conoce como Calzada Borbónica, que es evidentemente mucho más reciente.

La Calzada Romana sube suavemente hasta el puerto, marcando curvas siguiendo la forma natural de la ladera. A lo largo del recorrido hay carteles informando de los métodos de construcción de los romanos y de la historia de la senda, aunque algunos deberían haberse renovado hace años.

El camino hasta el puerto es muy agradable. Al llegar a su altura me adentro en las nubes y ya resulta imposible ver nada que esté por encima de mí.

Mi siguiente objetivo es la Ducha de los Alemanes, una pequeña cascada llamada así porque se supone que la usaban los primeros visitantes de la sierra a inicios del siglo XX, y algunos de ellos debían de ser alemanes, obviamente. Aunque he recorrido el valle muchísimas veces, creo que nunca antes he visto la cascada.

Desde el Puerto de la Fuenfría, sigo la Carretera de la República durante un rato. Esta carretera se proyectó en los años 30 para permitir a todo el mundo acceder a la sierra, y que no solo pudieran visitarla los ricos. También se planificaron otras carreteras por la sierra que la habrían destrozado aún más de lo que ya está. Pero llegó la guerra y por fortuna se canceló todo.

Avanzo a buen ritmo y enseguida me cruzo con el camino Schmidt, que baja del Collado Ventoso. Es un cruce muy señorial, con unas grandes escaleras de piedra y una enorme fuente de agua fresca. Mi idea inicial es descender por el camino Schmidt hasta conectar con la parte baja de la Carretera de la República cerca de la Pradera de los Corralillos, y subir desde allí a la Ducha de los Alemanes. Pero antes quiero llegar hasta el Puente de Hierro de la Navazuela, que está un poco más adelante.

Está aquí al lado y llego enseguida. A mí me parece más de piedra que de hierro, pero serán cosas mías. Me voy a dar la vuelta cuando me fijo en un senderito que sale hacia la derecha justo antes del llegar al puente. No sé hacia dónde va, pero lo bueno de estos valles tan estrechos es que bajando por donde sea, acabas llegando al fondo. No hay pérdida posible. Acabarás más arriba o más abajo, pero al final siempre lo logras.

Decido improvisar y meterme por el sendero, sin saber dónde acaba. Qué locura, buff.

Me alegro de haber decidido el cambio de rumbo, porque la bajada es muy bonita. Toda esta umbría es bosque, rocas y musgo, y se desciende siempre junto al cantarín Arroyo de la Navazuela. Tras un corto descenso, acabo cruzando un puente que me deja justo en la Ducha de los Alemanes. Ni hecho aposta.

A veces me salen las cosas bien. No muy a menudo, pero de vez en cuando sí.

De esta manera me he ahorrado una vuelta bastante más larga y otro nuevo tramo por la Carretera de la República.

La cascada es llamativa. Pequeña pero potente. Tenía que ser un lujazo darse un chapuzón aquí después de la aventura que suponía llegar hasta ella hace más de cien años. Hoy está a menos de media hora en coche.

Ahora voy a seguir la Senda Victory, que pasa justo por este punto, hasta la siguiente parada del día: el Refugio de Aurrulaque, que no es más que una caseta abierta que ofrece escasa protección contra los elementos.

Si hubiera hecho el recorrido previsto habría llegado a la Ducha desde abajo, entrando en la Senda Victory desde la Carretera de la República. Esa parte la he evitado, y sigo hacia arriba por la senda, que está marcada con puntos morados.

Este es otro senderito resultón, estrecho y fácil de seguir, que culebrea por la ladera del valle. Sube y baja, sube y baja, y acaba saliendo a una pradera en la que está enclavado el Refugio de Aurrulaque.

Paro un rato aquí, y enseguida llego a los Miradores de los Poetas, después de dar un pequeño desvío hacia el Reloj de Cela, un reloj de sol de esos en los que hay que colocarse sobre las piedras que marcan un calendario para que la propia sombra diga qué hora es. Hoy no es demasiado útil...

Visito los dos miradores, el de Vicente Aleixandre y el de Luis Rosales, un poco más adelante. Hoy al paisaje está muy encapotado, pero sigue siendo agradable estar aquí.

Ya estoy acabando el paseo. Recorro otro tramo de la aburrida Carretera de la República hasta el primer desvío que veo, y vuelvo a entrar en el bosque por la Ladera de las Berceas, siguiendo un sendero que me deja prácticamente de vuelta en el coche.

Así a lo tonto he andado más de 14 kilómetros. Se me ha hecho mucho más corto. Me ha encantado la ruta. El Valle de la Fuenfría es un sitio muy agradable de recorrer. Tal vez demasiado masificado los fines de semana por la zona baja, pero los visitantes van desapareciendo según se asciende, y entre semana suele estar siempre casi vacío.

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