FOCES DEL RAIGOSU (PR AS-290) (Parque Protegido de las Cuencas Mineras-Laviana)

FOCES DEL RAIGOSU (PR AS-290) (Paisaje Protegido de las Cuencas Mineras-Laviana).

DATOS TÉCNICOS:

RECORRIDO: 14 k. (Ida y Vuelta)
ALTURA MÁXIMA: 1.152 m.
ALTURA MÍNIMA: 424 m.
ASCENSO TOTAL: 728 m.
TIEMPO EN MOVIMIENTO: 3,20 h.
FECHA DE REALIZACIÓN: Mayo de 2024.

Para acceder a las FOCES DEL RAIGOSU hay que abandonar la AS-117, aproximadamente K 22, con destino al Puerto de Tarna, y desviándonos por la LV-5, dirección Ribota y L´Acebal, pasamos por estos núcleos de población, para llegar hasta el comienzo de la ruta al cabo de 4,5 kilómetros, fácilmente identificable por un panel informativo. Hay posibilidad de aparcamiento para tres o cuatro vehículos. La carretera continúa hasta la Fomermeya, con su hermoso valle.

Recurrimos a la reseña del panel como introducción informativa del itinerario:

“Nos encontramos en el Paisaje Protegido de las Cuencas Mineras y siguiendo el curso del río Raigosu nos adentraremos en una zona singular desde el punto de vista del paisaje, la vegetación, la fauna y el color rojizo de las aguas de este río, debido a la presencia de mineral de hierro.

El paisaje está dominado por el juego de contrastes entre el roquedo calizo, que debido a su agreste fisionomía se caracteriza por la escasa representación de la vegetación arbórea, frente a las vastas extensiones de brezal, que se alternan con zonas de roquedo silíceo, piornal y bosquetes de roble y haya, además fresnos, avellanos, mostajos, abedules, acebos y castaños, entre otras, constituyen un hábitat muy favorable para la fauna.

Dentro de la fauna presente en este entorno se encuentran especies tales como el corzo, el jabalí, el ciervo, el zorro, el buitre leonado, el azor, el rebeco, el lobo, el pito negro, el alimoche, la nutria, el águila real y la trucha, entre otras. Este territorio fue incluido dentro de las zonas de distribución potencial de las dos especies más significativas, como son el oso pardo y el urogallo.

En este espacio todavía se pueden apreciar restos de las antiguas minas de montaña del Raigosu y para comprender mejor este tipo de trabajo podemos hacerlo recorriendo las rutas mineras La Collaona-El Sutu (PR AS-56) o Senda Verde El Sutu-La Vara (PR AS-256)”

Toda la ruta, desde el comienzo de la misma en LES MESTRES (424) hasta el final en LOS COLLAOS (1.152) –siete kilómetros-, discurre por ancha pista de tierra con algunos tramos de cemento, perfectamente señalizada, de manera que no sería necesario el GPS para realizarla. En el recorrido de la primera parte, los 3,6 primeros kilómetros, el trayecto es llano o en ligera subida.

Encontraremos abundante vegetación; algún banco para descansar; el desvío hacia LOS TORNOS (610-650), aldea que divisamos, con caserío escalonado en fuerte pendiente; el rumor del arroyo con su característico color rojizo por la contaminación del mineral de hierro y pequeñas cascadas; alguna granja y edificaciones abandonadas, con rebaños de cabras pastando en el brezal. La exuberancia de la flora en el estrecho valle es tan apabullante que “los árboles no nos dejan ver el bosque” ni tampoco los recuestos montañosos que lo envuelven.

Desde la FOZ DE CEBELLALES (663-K. 3,6), donde convergen el arroyo EL GATU -procedente de las estribaciones norte de peña Mea- y el RAIGOSU, hasta los COLLAOS, final de la ruta, ese tramo de la segunda parte se empina en amplios zigzags con protagonismo de las hayas y los acebos, estos últimos principalmente en la parte más alta.

Pasaremos junto a pequeñas áreas recreativas, alguna fuente abrevadero, cabañas y casas a medio construir y otras semiderruidas y cruzaremos por algún paso en forma de semitúnel. La principal novedad es la visión al mediodía, en todo su esplendor primaveral, de las cumbres occidentales del Cordal del Retriñón: PICO LA COLLADINA (1.483), LA FORCÁ (1.556), PEÑAS NEGRAS (1.536) y PEÑA MEA (1.557).

Recalamos en LOS COLLAOS (1.152-K. 7), lugar idílico, campera -con edificaciones, algunas derruidas, en su entorno-, en medio de la cual se encuentra una fuente abrevadero. Descansamos en área recreativa bien acondicionada, junto a otra fuente. Visitamos el mirador con panel informativo, camuflado a los pies de las estribaciones más al sur de la Colladina

En él aparecen señaladas diferentes cumbres visibles desde el mismo, siendo las más importantes las mencionadas Peñas Negras y Peña Mea, al suroeste, además de EL CORBELLOSU (1.288), EL COGOLLU (1.225) y EL GUANALÓN (1.229) al norte, formando parte de la SIERRA DEL CRESPÓN en la zona más al sur de la misma.

El mismo panel nos informa que “El paisaje de estas zonas de Laviana está marcadamente influido por el uso ganadero que durante siglos lleva haciéndose de él, siendo numerosas las cabañas que actualmente se encuentran en buenas condiciones así como los restos de antiguas edificaciones abandonadas. La actividad pastoral no ha cesado y el ganado doméstico aún sigue subiendo para aprovechar estos pastos de montaña”.

Completamos nuestra panorámica desde una pequeña colina, tras el área recreativa, divisándose los valles de las Foces del Raigosu y de Fomermeya, con las aldeas de su entorno en lontananza, incluida la capital del Concejo POLA DE LAVIANA, más todas las cumbres y estribaciones que los escoltan. Tras lo cual regresamos al punto de origen por el mismo camino.

Ruta fácil, sin dificultad técnica, con desniveles más acusados en la segunda parte, pero muy llevaderos. Panorámicas singulares de los picos occidentales en el Cordal del Retriñón y de los meridionales en Sierra del Crespón, divisándose al norte, en lontananza, el Triguero (1.282) y la Xamoca (1.281). Si a ello añadimos el embrujo de las Foces del Raigosu, cuyo encanto en nada tiene que envidiar a otros desfiladeros asturianos de mayor fama y predicamento, el cuadro escénico alcanza las más sublimes cotas estéticas.

Para terminar, las vivencias de estos parajes ya fueron expresadas en términos poéticos por Armando Palacio Valdés en “LA ALDEA PERDIDA”, vivencias que compartimos gustosos: “Se encontraban ya en plena montaña. Delante, la gran Peña Mea, que parecía echárseles encima; detrás, verdes praderas en declive, torrentes espumosos, gargantas estrechas, sombra, frescura, gratos olores, un silencio augusto y solemne que sólo interrumpían de cuando en cuando las esquilas del ganado o el lejano chirrido de alguna carreta. La brisa, cargada de aromas, templaba el rigor de los rayos solares. Repartidos por los montes, en las mesetas y hondonadas, algunos caseríos rodeados de castaños y nogales”.